miércoles, 19 de junio de 2024

La cúpula perdida: El Tempietto de la Iglesia de San Juan Bautista de La Ermita, en la ciudad de San Cristóbal │ Deciphering the lost dome: The Tempietto of the San Juan Bautista de La Ermita's Church, San Cristóbal City (Táchira State -Venezuela)








Revisando unas fotografías aéreas de San Cristóbal, para 1963, facilitadas para su estudio por el Profesor Jack de la Parra, quien conoce de nuestro interés por los temas del patrimonio construido, algo atrajo nuestra atención: una sección cupular de la monumental construcción de la Iglesia parroquial de San Juan Bautista, de La Ermita.


Resulta en una estructura colateral o adosada a la nave lateral norte -o nave del Evangelio según las rúbricas tridentinas- en forma de tempietto (templo pequeño), de planta centralizada, tipo pietrina, por repetir la planta basilical sobre el altar de la confesión de San Pedro, en Roma. 


En el centro de esta planta, definida por una balaustrada corrida en sucesión de lóbulos delimitados por pináculos, la imagen permite visualizar una cúpula de tambor elevado con vanos ojivales geminados, la cúpula propiamente de tipo apuntada con óculos que reproducen los mismos de la cúpula sobre el altar mayor del templo ermitaño, y sobre esta un cupulino de cierre o linterna. Junto a la destacada construcción, se observa dos alargados pinos. Le debió haber dado a este espacio un toque bucólico y de sosiego, de pequeña Arcadia de la antigua Grecia, en el tumulto de la ciudad.




Una gavilla de preguntas vinieron a nuestra mente con esta artística construcción, comparable en estilo y diseño al Tempietto di Bramante o Iglesia de San Pedro in Montorio en Roma.


Sólo podemos responder, de manera indiciaria o circunstancial, que tiene la impronta, indeleble, de haber sido construida por el maestro Juan de los Santos Rangel (1868-1941) o por su hijo Jesús Manrique (1899-1994), en la década de los años treinta del pasado siglo, por cuanto no es visible en la foto de la iglesia de La Ermita, de 1928, publicada en la Guía General de Venezuela por el cónsul español Fernando Benet.


Mencionamos el nombre de Jesús Manrique dado que, a primera impresión, nos resulta una especie de prototipo o presagio arquitectónico, una reproducción a escala o primer ensayo, de lo que sería luego su obra maestra, la gran cúpula del frontis del templo.


El arco temporal referido estuvo marcado por las iniciativas constructivas del Padre Eloy Contreras (párroco desde 1927 hasta 1943), formado en la escuela sacerdotal decimonónica de Monseñor Jáuregui, cuyos sacerdotes salían a su ministerio con los carismas y horizontes de formar a los pueblos en la fe, la educación y la cultura, y por ello crearon escuelas, crearon periódicos, levantaron templos monumentales y sostuvieron la fe de un pueblo.


El último sacerdote impregnado por esta escuela y carismas fue Mons. Dr. Raúl Méndez Moncada, al haber iniciado su trabajo parroquial siguiendo la costumbre eclesiástica de la época donde cada sacerdote joven debía ejercer sus primeros oficios junto a un sacerdote anciano, debiendo aprender de la experiencia de éste. Monseñor Méndez Moncada (1917-2019) la aprendió del anciano sacerdote discípulo de Monseñor Jáuregui en el Colegio "Sagrado Corazón de Jesús", de La Grita, el Padre José Lucio Becerra Pérez (1869-1959), en Michelena.


La obra que reseñamos ya no existe, desapareció, con probabilidad, para hacer otras ampliaciones o construcciones parroquiales utilitarias diferentes al templo ya que, por su ubicación, más hacia el interior de la cuadra o manzana, no se deduce que haya sido derribada por las obras de la avenida Dr. Francisco Javier García de Hevia (5ta avenida), dado que el perímetro de la obra de la avenida finaliza en el muro oriental o de cierre del presbiterio de la iglesia de La Ermita.


Por igual desconocemos o no hemos encontrado documentación sobre si se ideó desde el inicio, en los planos originales de la iglesia de 1908, del ingeniero merideño Francisco de Paula Andrade Tronconis (1840-1915), o cuál fue el uso cultual o litúrgico que tuvo; para qué se construyó con tanta prestancia y dedicación en los acabados. Bien pudo ser un bautisterio, una sacristía o una capilla votiva.






Así, toda fotografía antigua es un campo abonado para la reflexión sobre nuestro pasado, para un ejercicio de ucronía, desde lo cetético, sobre lo que pudo ser y no fue, para la preservación de la memoria de lo que existió, de lo que existe y de las ruinas que quedan. Por ello, esperemos que surjan nuevas fotografías y documentos que ayuden a disipar el manto de olvido que se cierne sobre esta obra de arte de la arquitectura religiosa tachirenses, y se pueda documentar la corta vida útil que tuvo este tempietto.


Dejamos esa puerta abierta a quien esté interesado en indagar y/o compartir información y fotos como un aporte para el rescate de la memoria del patrimonio cultural tachirense ya perdido o pronto a perderse.

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Fotografías de la panorámica aérea y detalle de la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de La Ermita, para 1963, cortesía del Prof. Jack de la Parra, 2024.


Fotografía del estado de la construcción de la Iglesia parroquial de San Juan Bautista de La Ermita, en la ciudad de San Cristóbal, para 1928. Foto de F. Benett, Guía General de Venezuela, 1929. Cortesía del Dr. Luis Hernández Cronista Oficial de la ciudad de San Cristóbal, 2024.




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miércoles, 12 de junio de 2024

El pan aliñado y el pan tostado tachirense: una tradición y una historia de antaño y hogaño │ Traditional Tachiran Bread. Discovering the old art of creating classic and speciality breads









El Táchira, la casa del pan
Un recorrido por la historia del pan tachirense de antaño y de hogaño o trazos de una memoria ya olvidada

En el presente trabajo, breve, se traza una secuencia temporal, un tejido de datos documentados desde los orígenes de nuestro pan tradicional hasta mediados del siglo XX, cuando ya se pasa de una elaboración artesanal o casera a una, en hogaño, ya de corte más especializado o de hornos de convección industriales, pero, en la mayoría de los casos, procurando mantener la secular esencia o impronta de los orígenes.

El lector, por igual, se encontrará ante un tornaviaje. Un regreso a los orígenes y a las querencias ancestrales de los tachirenses. 

Un retorno de tiempos de arrieros y sendas solitarias, de distantes hilos de humo, perdidos entre la neblina, ascendiendo de improvisadas chimeneas de barro y hojalata sobre tejados encaramados en las colinas. 

Un regreso a la familia reunida en torno al aroma del café recién colado o la aguamiel con queso, o cuajada, acompañados -a la hora del puntal en tardes de lluvia copiosa- por la acema y el pan de hogaza aliñado o tostado (de dulce o de sal), caliente y sonoro, recién salido del horno. 

Así, se comprenderá que, como tradición propia y original, esto es, in nuce, desde sus orígenes, el pan es parte inseparable de la Historia domus tachirensis, de la historia de la casa y del hogar tachirense. 

Porque el Táchira, si quisiésemos hablar en prosa, desde esta historia, se nos convierte en una tahona de los campos de la meseta en la vieja Castilla o en una especie de Belén, בית לחם, Beyt Leḥem, el cual, desde lo literal, tiene el aromático significado de: la casa del pan.


El trabajo puede ser descargardo en formato PDF, aquí:








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