Soliloquium
Un día de lluvia y ventiscas, nos detuvimos frente a la fachada o imafronte del antiguo Hospital «Vargas» custodiada únicamente por águilas, una desciende (la vida) y otra emprende vuelo o asciende (la muerte), y por la escutura alegórica "Amor Caritas" (Amor y caridad). Un rico simbolismo ya olvidado por el ciudadano que pasa ante esa fachada.
Por ello su captura y revelado ante el lente fotográfico, permitió comprender que -a pesar del arte y de la majestuosidad que la envuelve- continúa siendo un elemento urbano solitario, desconocido y en ocasiones ignorado, por el habitante de San Cristóbal (Estado Táchira – Venezuela).
Quede así este trabajo como Memorial que permita contemplar, comprender y admirar su profusa riqueza de estilos -verdadero collage de lenguajes arquitectónicos- así como la historia de esta casi centenaria edificación, tan singular e irrepetible.
La misma ha de convertirse en un hito-destino del espacio urbano de la ciudad de San Cristóbal. Así, hará de ella, un lugar especial de encuentro para todos los ciudadanos, los propios y de quienes nos visitan.
Sumario
1. Ubicación e historia constructiva; 2. El autor; 3. Alzado; 4. Descripción; 5. Significado y Panteón de Tachirenses Ilustres; Bibliografía y fuentes documentales históricas.
1. Ubicación e historia constructiva
La fachada o imafronte del antiguo Hospital «Vargas», ahora convertida en fachada-monumento, de la ciudad de San Cristóbal, se encuentra entre la calle 16 y la Avenida «Batalla de Carabobo» (conocida como Avenida «Carabobo»), y la carrera 6 y Avenida «General Isaías Medina Angarita» (o Séptima Avenida), del sector San Pedro, en La Ermita.
En el siglo XIX, el emplazamiento del actual monumento, comenzó a ordenarse y regularse en 1851, cuando el Concejo Municipal de San Cristóbal, por ordenanza de fecha 24 de marzo, acordó urbanizar –en prolongación de la cuadrícula histórica de la ciudad, a partir de la plaza mayor- los terrenos del caserío de La Ermita, como zona de ensanche de San Cristóbal (Plano de San Cristóbal, de 1883). Por igual, para 1859, se conoce que la última calle de ese urbanismo, era la denominada Transversal 14ª o «Calle del Cementerio» (al presente, la calle 16).
A fines de siglo, la cuadrícula o cuadra donde se edificaría con posterioridad el Hospital «Vargas», recibió el nombre oficial de Plaza «Monagas» (en el siglo XIX), ubicada en el sector San Pedro (Plano de San Cristóbal, de 1905), si bien el común de la población la continuó denominando y denominaba plaza «San Pedro». Ya para 1930, por ordenanza de la Municipalidad, de fecha 5 de diciembre, y una vez construido el hospital, lo que restaba de la vieja plaza, recibió el nombre oficial de «Alameda del Hospital Vargas, situada entre las calles números 16 y 17 de Córdoba y Arismendi, y de las carreras 6 y 7 del Comercio y Carabobo».
En la actualidad, el parque frente al monumento, recibe el nombre oficial de «Pedro Antonio Ríos Reina» en homenaje al eximio violinista, director de orquesta y promotor cultural tachirense, nacido en la ciudad de San Juan de Colón (en 1903) y fallecido en Nueva York (en 1971).
Para inicios del siglo XX, las antiguas instalaciones del Hospital «San Juan de Dios», inaugurado el 20 de enero de 1874, resultaban insuficientes para una ciudad que iba incrementando considerablemente su importancia regional así como su población urbana.
Por ello, el 27 de junio de 1906, el Presidente del Estado, General Luis Valera, dictó el decreto de creación y construcción de un nuevo hospital para la ciudad, frontero a la Plaza «Monagas». Esta sede, destinada al diagnóstico y tratamiento de enfermos, donde se practicaría también la investigación y la enseñanza, recibió por epónimo el de «Dr. José María Vargas».
El decreto ejecutivo especificaba en uno de sus apartados:
«construir en el área que ocupa la Plaza Monagas de esta ciudad, un edificio, llenando todos los requisitos de la ciencia y ofreciendo condiciones de capacidad suficiente para contener cien enfermos de uno y otro sexo, el cual servirá para hospital de caridad que se denominará oficialmente 'Hospital Vargas de San Cristóbal' y se dotará de un aporte de mil bolívares mensuales».
El Doctor José María Vargas (1786-1854) fue un eminente médico venezolano y el primer presidente civil de Venezuela, entre 1835 y 1836, siendo derrocado por una revuelta de los militares.
Colocada la primera piedra de la edificación del nuevo Hospital Vargas, de forma solemne, el 5 de julio de 1906, los continuos cambios drásticos en la política regional y nacional, relegaron la construcción decretada hasta un segundo intento -por igual relegado- en 1909.
En 1914, el General Eustoquio Gómez, nuevo Presidente del Estado, asume como compromiso personal la construcción del hospital hasta el punto de ir a supervisar personalmente y con regularidad, el avance de las obras. Al entregar el gobierno regional en 1925, la mayor parte de la estructura arquitectónica ya estaba finalizada y en proceso de ordenación interna.
Hospital Vargas de la ciudad de San Cristóbal, 1927. Foto: Fotografías antiguas del Estado Táchira (reproducción con fines didácticos). |
Hospital Vargas de la ciudad de San Cristóbal, 1947. Foto: Fotografías antiguas del Estado Táchira (reproducción con fines didácticos). |
La obra en general siguió -tanto en el diseño como en la estructura- lo especificado en las antiguas ordenanza de los hospitales militares de la época española: una construcción en mampostería y tapia pisada, de dos plantas en la crujía o lado que daba a la alameda o plaza y de una en el resto de la edificación. Techos a dos vertientes, con armadura en madera y recubierta con teja. Todo trazado con una simetría, a partir del eje principal marcado por la capilla del hospital. Generando así un espacio rectangular ordenado por dos patios centrales –de influencia romana y mora-, enmarcados entre pilastras intercaladas con columnas y corredores, conectados todos estos a través de arcos carpaneles.
El nuevo hospital fue bendecido por el primer Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, v. Servi Dei Mons. Tomás Antonio Sanmiguel e inaugurado el lunes 19 de diciembre de 1927, a las 5:00 pm, con una parada militar y discurso del Dr. Manuel Toro Chimíes, Secretario General de Gobierno, el cual lo inició, en esa semántica adulatoria y de caudillaje, característica de los aduladores de oficio -infaltables personajes de la picaresca política venezolana-, que ha persistido en la propaganda oficial venezolana desde 1830, hasta el presente- en los siguientes términos:
«En el nombre del Señor General Juan Alberto Ramírez, y del Gobierno que preside, declaro solemnemente inaugurado, con el nombre eminente de Vargas, este Hospital de San Cristóbal. Y recojo toda la gloria que irradia su inauguración para el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, por ser el único a quien ella corresponde en justicia, ya que cuantos concurrieron a la erección de este edificio, y a su habitación para el servicio público, no fueron más que obreros ejecutores de su pensamiento y voluntad. / Es éste el más hermoso homenaje que podemos tributar al ínclito caudillo de la paz nacional, en esta fecha, que nos recuerda aquella otra en que él, con el corazón puesto en lo alto y la mano sobre la cruz de su espada, como los antiguos cruzado, juró la redención de la Patria por la reivindicación de sus fueros inmanentes y el implantamiento definitivo de la justicia, tutelado por la fuerza incontrastable del derecho».
Una Junta Médica -presidida por el Dr. Domingo Semidei G. (1867-1935)- conformada por los galenos de mayor reconocimiento en la ciudad, asumió su dirección. La atención de instalaciones y cuidado de enfermería fue confiado a las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía (congregación religiosa fundada en Maiquetía, Venezuela, en 1888) y conocidas para la época como Hermanitas de la Caridad. Nueve religiosas iniciaron sus labores en el nuevo hospital.
El 1ero de septiembre de 1958, con el traslado del antiguo hospital a las modernas edificaciones y estructuras del actual Hospital Central de San Cristóbal, la sólida edificación de 1927, entró en su proceso natural de extinción, al perder la función original para la cual fue construida y no acertar –tanto autoridades como urbanistas- en una rehabilitación funcional de los espacios y edificios.
Se había convertido en inútil fragmento o retazo de una ciudad, -que se renovaba como especie de colcha de retazos- y el cual había que sustituir, por otro nuevo.
Así, a fines de la década de los setenta del pasado siglo, se derribaron todas las edificaciones de la estructura para la realización de un proyecto cultural coordinado desde la Biblioteca Nacional (Caracas) por su directora Doña Virgina Betancour y el cual incluiría a las sedes de la Biblioteca Pública del Estado, el Archivo General del Estado Táchira y amplias áreas verdes y de esparcimiento. La maquinaria moderna convertida en hado contra el patrimonio, se detuvo y dejó sólo en pie, aislada y solitaria, sobre campo yermo -pues el proyecto no se materializó en esa ocasión-, la artística fachada de la capilla y acceso principal.
En octubre de 1982, llega la orden final de demolición. Se consideró –en ese momento- que la misma no era de utilidad pública. Su estado de deterioro y vetustez –según funcionarios expertos en urbanística, de Caracas-, sugería su desmantelación, por cuanto su permanencia era una interferencia en los planes de reutilización de ese espacio urbano, primero -y manteniendo el proyecto de la Biblioteca pero descartando el del Archivo General del Estado, como área para un auditorio con capacidad para 450 plazas -obra que por igual no se concretó-, siendo realizado posteriormente como una amplia plaza de embaldosado, denominada de las Banderas y luego –en menos de un quinquenio- se desmanteló parcialmente la plaza para construir, sobre ese espacio, la edificación de la Biblioteca Pública del Estado.
En esa ocasión, sólo la intervención de los vecinos o residentes en los alrededores del antiguo Hospital Vargas; la campaña de información y concienciación patrimonial de los periódicos de la región, en especial el Diario Católico a través de la valiente acción de la periodista -ya fallecida- Orfilia Contreras y la acertada intervención de algunos funcionarios del Ejecutivo del Estado de la época, logró detener la inminente destrucción del monumento, alcanzando únicamente -los trabajadores que debían cumplir las instrucciones- a retirar una pequeña campana de bronce que pendía de la torre derecha (izquierda del observador) de la fachada. La misma fue restituida a su lugar original, en el mes de diciembre del referido año.
El proceso de deterioro y desintegración de las partes que conforman la obra, fue contenido en 1997 cuando la Gobernación del Estado Táchira, a través de la Corporación Tachirense de Turismo, encarga los trabajos de restauración y reproducción de la hipotética capa cromática original (como la verían los coetáneos del Maestro Uzcátegui) de la fachada-monumento, a la Arquitecto Sonia Becerra Van der Linden, como primeros pasos para el desarrollo de un proyecto de restauración mayor, ideado en 1994.
En 2007, recibió un nuevo tratamiento de consolidación y pintura sobre las estructuras restauradas en 1997, si bien, en cuanto al uso del espacio que rodea a la fachada-monumento, permanece la situación de no acierto, en una solución funcional urbanística y ornamental, acorde con la naturaleza histórica del mismo.
Así, a fines de la década de los setenta del pasado siglo, se derribaron todas las edificaciones de la estructura para la realización de un proyecto cultural coordinado desde la Biblioteca Nacional (Caracas) por su directora Doña Virgina Betancour y el cual incluiría a las sedes de la Biblioteca Pública del Estado, el Archivo General del Estado Táchira y amplias áreas verdes y de esparcimiento. La maquinaria moderna convertida en hado contra el patrimonio, se detuvo y dejó sólo en pie, aislada y solitaria, sobre campo yermo -pues el proyecto no se materializó en esa ocasión-, la artística fachada de la capilla y acceso principal.
En octubre de 1982, llega la orden final de demolición. Se consideró –en ese momento- que la misma no era de utilidad pública. Su estado de deterioro y vetustez –según funcionarios expertos en urbanística, de Caracas-, sugería su desmantelación, por cuanto su permanencia era una interferencia en los planes de reutilización de ese espacio urbano, primero -y manteniendo el proyecto de la Biblioteca pero descartando el del Archivo General del Estado, como área para un auditorio con capacidad para 450 plazas -obra que por igual no se concretó-, siendo realizado posteriormente como una amplia plaza de embaldosado, denominada de las Banderas y luego –en menos de un quinquenio- se desmanteló parcialmente la plaza para construir, sobre ese espacio, la edificación de la Biblioteca Pública del Estado.
En esa ocasión, sólo la intervención de los vecinos o residentes en los alrededores del antiguo Hospital Vargas; la campaña de información y concienciación patrimonial de los periódicos de la región, en especial el Diario Católico a través de la valiente acción de la periodista -ya fallecida- Orfilia Contreras y la acertada intervención de algunos funcionarios del Ejecutivo del Estado de la época, logró detener la inminente destrucción del monumento, alcanzando únicamente -los trabajadores que debían cumplir las instrucciones- a retirar una pequeña campana de bronce que pendía de la torre derecha (izquierda del observador) de la fachada. La misma fue restituida a su lugar original, en el mes de diciembre del referido año.
El proceso de deterioro y desintegración de las partes que conforman la obra, fue contenido en 1997 cuando la Gobernación del Estado Táchira, a través de la Corporación Tachirense de Turismo, encarga los trabajos de restauración y reproducción de la hipotética capa cromática original (como la verían los coetáneos del Maestro Uzcátegui) de la fachada-monumento, a la Arquitecto Sonia Becerra Van der Linden, como primeros pasos para el desarrollo de un proyecto de restauración mayor, ideado en 1994.
Fachada del Hospital Vargas de San Cristóbal, luego del proceso de restauración realizado por la Arquitecto Sonia Becerra Van der Linden, en 1997 (Foto: COTATUR/Sonia Becerra Van der Linden, 1997). |
En 2007, recibió un nuevo tratamiento de consolidación y pintura sobre las estructuras restauradas en 1997, si bien, en cuanto al uso del espacio que rodea a la fachada-monumento, permanece la situación de no acierto, en una solución funcional urbanística y ornamental, acorde con la naturaleza histórica del mismo.
2. El autor
Don Jesús Eliseo Uzcátegui era de las Sierras Nevadas merideñas, de la población de Ejido. Sólo se conoce de su biografía que nació allí, a mediados del siglo XIX. Fue el único oficial mayor que se residenció en el Estado Táchira, junto con Don Juan de los Santos Rangel, cuando este alarife mayor finalizó –con su grupo de trabajadores y al igual que él, merideños- los trabajos de construcción, remodelación y ornamentación de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Consolación, en Táriba (entre 1904 y 1909).
Autodidacta, destacaba en la escultura y en la ornamentación de exteriores en relieves. Si bien se formó en la escuela de la experiencia con el maestro Juan de los Santos Rangel, de la calidad de su decoración escultórica, se evidencia el desarrollo de un estilo personal, singular y pintoresco, en el sentido artístico de la palabra, entendida como el deseo de inclusión de todo lo hermoso, vivo, colorido y animado, en la estética de las artes.
Las únicas obras de ornato público que conserva la ciudad de San Cristóbal, salidas de la mano del Maestro Jesús Eliseo Uzcátegui, son: la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas, con sus trazos ornamentales y esculturas de remate; el panel -con el escudo nacional- en el ático que corona o remata la fachada central o de entrada del Palacio de los Leones (sede de la Legislatura del Estado Táchira); las figuras en bulto redondo de los leones, en el mencionado palacio así como los grandes vasos ornamentales que remataban la cornisa de coronamiento de la edificación; la fachada de la antigua capilla y ornamentación de entrada, y de balconada, del edificio del Seminario Diocesano de San Cristóbal, en la actualidad la Biblioteca de la Universidad Católica del Táchira (sede antigua). Fuera de la ciudad, y obra artística del Maestro Uzcátegui, se conserva la fachada neoclásica o imafronte de la Iglesia parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (de 1908), en Lobatera (Estado Táchira).
No es posible proyectar sin pensar. En consecuencia, y en orden inverso, sólo a partir del análisis iconográfico e iconológico de la proyección de sus obras –aquellas que subsisten-, se puede deducir la forma de pensar y de concebir el arte, por parte de Uzcátegui, un olvidado artista regional, de principios del siglo XX.
Su impronta, dejó huella en la volátil imagen urbana de San Cristóbal, por cuanto, y en el criterio de Maurice Rotival (ingeniero y urbanista francés, 1897-1980) «el carácter estético de toda ciudad lo determina la ejecución de una porción de ella».
3. Alzado
Esta obra, exponente de la construcción ornamental tachirense de principios del siglo XX, introduce como elemento innovador en la arquitectura urbana de la época, una estructura de pronunciada verticalidad, y sin volúmenes, matemáticamente simétrica, ornamentada –con predominio de bajorrelieves- de forma vívida y pintoresca, con base en la adopción y reelaboración de elementos, pertenecientes a modelos estilísticos historicistas (renacimiento, gótico, barroco e islámico). De allí que puede contextualizarse la obra -en lo arquitectónico- como propia de la tendencia del eclecticismo.
Don Jesús Eliseo Uzcátegui era de las Sierras Nevadas merideñas, de la población de Ejido. Sólo se conoce de su biografía que nació allí, a mediados del siglo XIX. Fue el único oficial mayor que se residenció en el Estado Táchira, junto con Don Juan de los Santos Rangel, cuando este alarife mayor finalizó –con su grupo de trabajadores y al igual que él, merideños- los trabajos de construcción, remodelación y ornamentación de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Consolación, en Táriba (entre 1904 y 1909).
Autodidacta, destacaba en la escultura y en la ornamentación de exteriores en relieves. Si bien se formó en la escuela de la experiencia con el maestro Juan de los Santos Rangel, de la calidad de su decoración escultórica, se evidencia el desarrollo de un estilo personal, singular y pintoresco, en el sentido artístico de la palabra, entendida como el deseo de inclusión de todo lo hermoso, vivo, colorido y animado, en la estética de las artes.
Las únicas obras de ornato público que conserva la ciudad de San Cristóbal, salidas de la mano del Maestro Jesús Eliseo Uzcátegui, son: la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas, con sus trazos ornamentales y esculturas de remate; el panel -con el escudo nacional- en el ático que corona o remata la fachada central o de entrada del Palacio de los Leones (sede de la Legislatura del Estado Táchira); las figuras en bulto redondo de los leones, en el mencionado palacio así como los grandes vasos ornamentales que remataban la cornisa de coronamiento de la edificación; la fachada de la antigua capilla y ornamentación de entrada, y de balconada, del edificio del Seminario Diocesano de San Cristóbal, en la actualidad la Biblioteca de la Universidad Católica del Táchira (sede antigua). Fuera de la ciudad, y obra artística del Maestro Uzcátegui, se conserva la fachada neoclásica o imafronte de la Iglesia parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (de 1908), en Lobatera (Estado Táchira).
No es posible proyectar sin pensar. En consecuencia, y en orden inverso, sólo a partir del análisis iconográfico e iconológico de la proyección de sus obras –aquellas que subsisten-, se puede deducir la forma de pensar y de concebir el arte, por parte de Uzcátegui, un olvidado artista regional, de principios del siglo XX.
Su impronta, dejó huella en la volátil imagen urbana de San Cristóbal, por cuanto, y en el criterio de Maurice Rotival (ingeniero y urbanista francés, 1897-1980) «el carácter estético de toda ciudad lo determina la ejecución de una porción de ella».
3. Alzado
Esta obra, exponente de la construcción ornamental tachirense de principios del siglo XX, introduce como elemento innovador en la arquitectura urbana de la época, una estructura de pronunciada verticalidad, y sin volúmenes, matemáticamente simétrica, ornamentada –con predominio de bajorrelieves- de forma vívida y pintoresca, con base en la adopción y reelaboración de elementos, pertenecientes a modelos estilísticos historicistas (renacimiento, gótico, barroco e islámico). De allí que puede contextualizarse la obra -en lo arquitectónico- como propia de la tendencia del eclecticismo.
Al encontrarnos frente a ella, se tiene que el programa iconográfico pensado por el autor, se proyectó y materializó a partir de una fachada en Arco de triunfo (estilo inspirado en las formas clásicas del Arco de Tito, en Roma, levantado en el año 81 d.C. Esta obra estaba estructurada en un único cuerpo y un ático o remate).
Asimismo, su verticalidad permite definir la fórmula general compositiva o geométrica renacentista –una ortodoxia albertiana- de esta fachada, en dos pisos con aletas (ya desaparecidas) que los relacionan. Estos niveles compositivos son: el primero o arco propiamente, y el segundo de coronamiento (ático o remate).
4. Descripción
La fachada, levantada y adosada al muro oeste de cerramiento del edificio del hospital, frente a la antigua alameda y actual parque, presenta (en su primer nivel y elevándose a su vez sobre las dos plantas de la edificación o crujía oeste) una gran puerta de entrada o acceso al recinto bajo un arco central de medio punto, que se eleva sobre sus propias pilastras dórico-toscanas de fuste exento y abarca toda la altura hasta el entablamento. Este arco genera a su vez dos triángulos, moldurados y lineales que cumplen la función ornamental de las albanegas o enjutas.
Puerta principal de ingreso a lo que era la capilla y Hospital Vargas. Fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal (Foto: Santiago Xavier Sánchez, 2015). |
Las pilastras, ornamentales y formadas en bajorrelieve, se enriquecen en su fuste con líneas y formas tomadas de las tracerías del flamígero y del mudéjar. Aquí, el Maestro Uzcátegui se tomó una libertad artística -pero original- al solapar la verticalidad clásica de las acanaladuras o estrías de las columnas, en líneas con sensación de movimiento, que se entrelazan en especie de filigrana, semejando un cuidado bordado en yesería.
Moldurado y decorado basamento. Fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal (Foto: Santiago Xavier Sánchez, 2015). |
En el marco de la derecha (izquierda del observador) y sobre un paño de sebka –red de rombos tomada del arte islámico- enmarcado por hojarascas, se encuentran los símbolos de la praxis de la ciencia médica como un matraz antiguo, una probeta, una balanza y destacando en el centro la copa y la serpiente, atributos de la diosa griega de la salud, Higea o Hygeia (de donde deriva el vocablo castellano higiene). La mitología refiere que esta diosa preparó un antídoto el cual depositó en la boca de la serpiente sagrada para que el veneno de ésta, se transformara en un beneficioso remedio con el cual los enfermos recuperarían su salud, de allí la simbología de la serpiente enrollada en el fuste de un caliz o copa.
La praxis médica, relieves en la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal (Foto: Samir Sánchez, 2015). |
En el marco de la izquierda (derecha del observador), se ubicó la representación de la teoría de la ciencia médica, simbolizada en los libros de estudio e investigación en el arte de Asclepios o Asclepius.
La teoría médica, relieves en la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal (Foto: Samir Sánchez, 2015). |
Todo el conjunto del primer nivel o del arco de triunfo, está rematado por un adintelado y moldurado entablamento, de cornisa voladiza continua y frisos ornamentados –en detalle- con formas de hojarasca serpenteada. Este entablamento cumple a su vez la función de divisor de los dos niveles estructurales de la fachada.
Por imágenes fotográficas de época, se conoce que el autor había colocado, en las esquinas de unión del cuerpo de la fachada con la porción del muro de cerramiento que corre en línea recta (en el lugar donde se genera el ángulo de 90º entre dos estructuras de diferente anchura que se superponen), un elemento ornamental renacentista denominado, aleta.
Para ello, creó originales y ondulantes formas en follaje, caladas, que –a semejanza de la silueta de un grifo ornamental- eliminaban el ángulo y producían a su vez una transición visual armónica, entre los dos niveles de la fachada y el muro de cerramiento del edificio. Estos elementos, ya desaparecieron.
El segundo nivel de la fachada o superior, y siguiendo los cánones albertianos, el autor duplicó los frontis. Así, en la prolongación de la puerta de acceso a la antigua capilla, se ubicaron tres reducidos vanos con arcos angrelados (actualmente cerrados en su sección posterior), y sobre estos un primer frontón, moldurado, curvo e imbuido, que contiene en su tímpano, la inscripción «HOSPITAL VARGAS».
Sobre el frontón, con albanegas o enjutas ornamentadas con alargadas hojarascas, se encuentra una balaustrada sostenida por balaustres semiesféricos de pronunciado éntasis. La misma está rematada a su vez por un segundo y último frontón de coronamiento, quebrado -estilo francés o brisé- y con volutas, que convergen en el vértice superior del mismo.
En la sección de convergencia, entre pronunciadas molduras laterales salientes -que semejan caulículos- se ubica un pedestal con una escultura alegórica, en bulto redondo.
La figura, en principio y por sus ornamentados atributos, pudo estar inspirada en modelos tomados de la Antigüedad clásica como lo eran los daducos (del griego δαδοῦχος o daidoûkhos, sacerdotes portadores de la flama sagrada en los misterios eleusinos, en honor a la diosa Demeter o Ceres). Así, la alegoría Amor Caritas fue representada por el escultor Uzcátegui a una mujer revestida de ricos ropajes griegos antiguos, ceñidos por medio de una faja, cinta y cordón que rodea varias veces el cuerpo. Porta por igual una capa magna, cuya cauda está replegada en la cintura. Ya escultores como el estadounidense de origen irlandés, Augustus Saint-Gaudens (1848-1907), entre 1880 y 1898 habían realizado varias representaciones escultóricas del Amor Caritas (Amor y Caridad) como una mujer-ángel de etérea figura que portaba en alto una cartela con las palabras "Amor Caritas" (una de estas esculturas alegóricas se puede apreciar en The Matropolitan Museum of Art, Fifth Avenue, en Gallery 700, Nueva York).
No obstante, si nos imbuimos en el pensamiento religioso de la época y el lugar donde se emplazaría, el autor igualmente pudo asociar su escultura con la figura representativa de las Virtudes Teologales, empleada a partir del Renacimiento en la iconografía occidental. La antorcha simboliza la fe, la cartela con la inscripción 'amor', simboliza la esperanza, y el corazón, la caridad. Un modelo de esta forma representativa se puede apreciar en la pintura mural de Rafael Sanzio (1483-1520), titulada Las virtudes cardinales (Museos Vaticanos, Roma) donde una antorcha -de idénticas características- fue reproducida.
Al comparar el estado actual de la escultura con fotografías de época, se evidencia como el tiempo ya ha desdibujado los precisos detalles de esas vestiduras y ha desprendido partes, como ha sido el caso de la capa magna (en su sección derecha –izquierda del observador) cuya cauda está recogida hacia la cintura.
La mujer, nimbada con estrellas, sostiene en alto una ondulante flama doblegada por el viento del Norte –y ya desdibujada- y con su mano izquierda (derecha del observador) una especie de patena, en forma de corazón ardiente, unidas ambas figuras por una cinta o filacteria.
En la base de la antorcha y flama, se encuentra una cartela que, originalmente (por fotografías de época), tenía la inscripción «AMOR», en la parte inferior de la cinta o filacteria, la conjunción gramatical «Y». Sobre la especie de patena en forma de corazón ardiente, la inscripción «CARIDAD». En restauraciones posteriores, de forma errónea, colocaron en las inscripciones de la cinta o filacteria: "Amén y Jesús" (frases que, gramaticalmente, no tienen una unidad de sentido completo).
Las palabras "amor" y "caridad" están tomadas de la primera carta de San Pablo a los Corintios (1cor 13), síntesis insuperable del amor caritativo, estas palabras se registran en un himno eucarístico altomedieval, del siglo X (si bien el texto o letra y la melodía original como antífona, son más antiguos, del siglo IV de nuestra era), el «Ubi caritas et amor, Deus tibi est /Donde hay caridad y amor, allí está Dios». Se cantaba, en latín, en la Liturgia de las Horas y con especial solemnidad el Jueves Santo, en tono de gregoriano, solo o alternado con el himno «Pange Lingua», en el momento de trasladar el Santísimo procesionalmente al monumento.
La mujer, nimbada con estrellas, sostiene en alto una ondulante flama doblegada por el viento del Norte –y ya desdibujada- y con su mano izquierda (derecha del observador) una especie de patena, en forma de corazón ardiente, unidas ambas figuras por una cinta o filacteria.
En la base de la antorcha y flama, se encuentra una cartela que, originalmente (por fotografías de época), tenía la inscripción «AMOR», en la parte inferior de la cinta o filacteria, la conjunción gramatical «Y». Sobre la especie de patena en forma de corazón ardiente, la inscripción «CARIDAD». En restauraciones posteriores, de forma errónea, colocaron en las inscripciones de la cinta o filacteria: "Amén y Jesús" (frases que, gramaticalmente, no tienen una unidad de sentido completo).
Las palabras "amor" y "caridad" están tomadas de la primera carta de San Pablo a los Corintios (1cor 13), síntesis insuperable del amor caritativo, estas palabras se registran en un himno eucarístico altomedieval, del siglo X (si bien el texto o letra y la melodía original como antífona, son más antiguos, del siglo IV de nuestra era), el «Ubi caritas et amor, Deus tibi est /Donde hay caridad y amor, allí está Dios». Se cantaba, en latín, en la Liturgia de las Horas y con especial solemnidad el Jueves Santo, en tono de gregoriano, solo o alternado con el himno «Pange Lingua», en el momento de trasladar el Santísimo procesionalmente al monumento.
Continuando con la descripción de la fachada, en el resto de la parte superior, a lado y lado, como prolongación de las secciones inferiores o del primer nivel, se levantaron dos torrejones simétricos de sección rectangular, que cumplen la función de campanarios, tipo espadaña. Como solución para reducir el peso de la estructura, sobre los muros de cierre, el Maestro Uzcátegui aplicó un vacío y oquedad central que recorre verticalmente cada torre, no visible sino por el lado o sección posterior.
Sección posterior de la fachada-monumento del antiguo Hospital Vargas de San Cristóbal (Foto: Santiago Xavier Sánchez, 2015). |
Cada torre o torrejón –nombre artístico que las identifica por su tamaño- está conformado en tres niveles: base, habitáculo y remate, conformado por un pequeño domo y linterna. La base reproduce las formas ornamentales presentes en el primer nivel, con excepción de las pilastras y las figuras o símbolos.
El habitáculo, lo forma un vano con arco compuesto angrelado con ornamentos adaptados que evocan el barroco y arcos angrelados ciegos y entrecruzados, que evocan el flamígero. Su función es resguardar las campanas (no se ha podido verificar si estos bronces presentan inscripciones dedicatorias). Cuatro marmolejos (columnas pequeñas), acantonados y con capiteles angulares, sostienen a su vez el remate que cubre el habitáculo.
El habitáculo, lo forma un vano con arco compuesto angrelado con ornamentos adaptados que evocan el barroco y arcos angrelados ciegos y entrecruzados, que evocan el flamígero. Su función es resguardar las campanas (no se ha podido verificar si estos bronces presentan inscripciones dedicatorias). Cuatro marmolejos (columnas pequeñas), acantonados y con capiteles angulares, sostienen a su vez el remate que cubre el habitáculo.
Este remate está formado por un pequeño domo sobre el cual se superpuso una linterna, o linternón, inspirado en las líneas del barroco inglés, y sobre el mismo, como coronamiento de los laterales del cuerpo superior de la fachada, unas trabajadas esculturas en bulto redondo. Son la representación de dos águilas, la de la derecha (izquierda del observador) en posición de aterrizaje o finalizar el vuelo; la de la izquierda (derecha del observador), en posición de alzar o iniciar el vuelo.
5. Significado y Panteón de Tachirenses Ilustres
Panteón de Tachirenses Ilustres
Al despedirnos de esa vetusta estructura y de su valioso contenido simbólico -espiritual y humanitario-, sobrevino la inquietante interrogante sobre su destino, su futuro: ¿permanecerá y se le recordará como eslabón arquitectónico y urbano entre la ciudad histórica y la actual? o ¿podrá la arquitectura de hoy preservar y revitalizar sus formas y contornos como símbolo de identidad del ciudadano de hoy y de mañana?
En los actuales tiempos, ese futuro se avizora nublado, estéril de ideas y proyectos funcionales, trascendentes, o, en palabras de un sabio jesuita: "Vivimos en un país donde cada día no cesa de llover, pero es una lluvia de palabras sobre un desierto de ideas".
Toca usar la imaginación -en soliloquio- para prolongar en los años venideros la presencia monumental, educativa y útil de esa fachada que se salvó de la demolición por la férrea consciencia histórica de unos pocos interesados y de los vecinos del lugar.
Proponemos, aunque pueda sonar como campanas de palo, que -luego de un concurso de arquitectura que tenga la mayor imparcialidad y transparencia- sobre la planta de la antigua capilla de hospital, se haga una correcta restauración con carácter funcional a partir de un proyecto de recuperación integral y armónico con el contorno, sin despojar la fachada-monumento de su impronta histórica, que la mantenga cono hito urbano referencial.
Así, la fachada-monumento y el espacio original de la antigua capilla del hospital Vargas de la ciudad de San Cristóbal, puede pasar a tener otro criterio conceptual. El de adecuarlo y darle un uso como Panteón de Tachirenses Ilustres. Un espacio digno en el cual se colocarían las laudas o placas memoriales que resguardarían las cenizas de los hombres y mujeres que han destacado y construido la historia del Táchira.
Desde las cenizas del tachirense más universal de todos los tiempos, el General Rafael de Nogales Méndez, el General Juan Pablo Peñaloza, el escritor Pedro María Morantes, el escritor y diplomático Emilio Constantino Guerrero, los generales y presidentes de los Estados Unidos de Venezuela Eleazar Lopez Contreras e Isaías Medina Angarita, el Gonzalo de Berceo tachirense o primer poeta Manuel Felipe Rugeles, la poetisa y defensora de los derechos políticos de la mujer Doña Cora María Sánchez de Terán, los insignes educadores de la juventud Don Ramón Buenahora y Don Carlos Rangel Lamus, el arquitecto Fruto Vivas hasta un cenotafio dedicado a la memoria del ilustre Dr. Ramón J. Velásquez. En este lugar, el la escultura del águila que emprende el vuelo tomará el signficado de las palabras del profeta Isaías cuando escribió:: “Los que esperan en el Señor levantarán alas como las águilas” (Is. 40,31).
Así, para las nuevas generaciones que recorran este panteón durante su educación primaria o secundaria, cada una de estas laudas memoriales representará su herencia cultural y su identidad y vínculo con un pasado histórico de realizaciones y de altos ideales; será un recorrido por la memoria y la historia inigualable del Táchira eterno.
Ejemplos de conservación e integración de un monumento antiguo en un entorno urbano actual, en otras partes del mundo
Fachada del antiguo edificio -transformada en arco monumental- de los Almacenes del puerto de Bilbao (Vizcaya, País Vasco, España), edificado en 1918 y demolido a fines del siglo XX. Siete imponentes edificios, diseñados por el reconocido arquitecto japonés Arata Isozaki (n. 1931) fueron construidos en el emplazamiento de los antiguos almacenes, conservándose de la vieja edificación la fachada y algunos muros y ventanales perimetrales, los cuales fueron incorporados, con sentido histórico y visual armónica, entre las nuevas obras (Foto: Samir A. Sánchez, 2021).
Nota: La fachada o imafronte del Hospital Vargas de la ciudad de San Cristóbal, como patrimonio, es Bien de Interés Cultural de la Nación incorporado al Catálogo del Patrimonio Cultural de Venezuela 2004-2007/TA 23/p. 22, según Resolución N° 003-2005, del Instituto del Patrimonio Cultural, publicado en la Gaceta Oficial N° 38.234 de fecha 20 de febrero de 2005.
Bibliografía y fuentes documentales históricas
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Centro de Historia del Táchira, «Nomenclatura de las Calles y Esquinas de San Cristóbal» en Boletín, agosto de 1956, Año V, Nº 15, San Cristóbal, p. 71. Ordenanza del 15 de febrero de 1859. Archivo de la Municipalidad de San Cristóbal, tomo I, Año 1859.
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MATIZ, Leo (fotógrafo, 1917-1998), Fotografía de la sección superior de la fachada del Hospital Vargas, de fecha 30 de diciembre de 1960.
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York [https://www.metmuseum.org/art/collection/search/11993].
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VILLAMIZAR MOLINA, J. J. Ciudad de San Cristóbal, viajera de los siglos, ediciones de la Municipalidad de San Cristóbal, 1992, pp. 406-407. Entrevista (en 1989) con Don Jesús Manrique (1899-1994). Hijo y ayudante del alarife mayor Don Juan de los Santos Rangel.
ZINGUER, B. Foto de inicio, tomada al Hospital Vargas de la ciudad de San Cristóbal, en 1936, por el holandés Hendrik ter Keurs, enviado a Venezuela por la Caribbean Petroleum Company (Shell) con el propósito de realizar exploraciones petroleras, y quien también se embarcó en la tarea de documentar este país que le parecía tanto extraño como fascinante. A través de su lente, capturó imágenes de Caracas, el Zulia, los llanos y los Andes. Foto publicada inicialmente en la red social Facebook titulada Retazos Históricos del Táchira.
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