viernes, 9 de febrero de 2024

Leyenda de la voz de los espíritus de las campanas de Lobatera (Mitos y leyendas del Táchira del siglo XIX) | The Voice of the Bronze Spirits in the Bells of Lobatera (Old Tachiran Tale from XIXth Century)







Samir A. Sánchez, Proyecto Experiencia Arte, 2013



«Si en este pueblo no suena la campana mayor/La Chiquinquirá se pondrá triste porque le falta lo mejor».

Versos tradicionales del siglo XIX, compilados por la maestra Srta. Delfina Sandoval (1901-1992) y referidos por ancianos en las tertulias que se daban bajo el viejo y ya desaparecido samán, en la plaza mayor (actual plaza Bolívar de Lobatera) en 1921.






Al trazar la historia de las antiguas campanas de Lobatera, los senderos del mito y del trabajo con rigor científico, convergen por vez primera en un juego de luces y de sombras sobre las más recónditas reminiscencias de nuestra memoria.


Viene el recuerdo, evocador de tiempos pasados y con él los últimos matices del atardecer en un espacio que, si bien está ahora contenido en el vacío, fue una vez la casona grande de mis abuelos.


Allí, sobre ese espacio reedifico una vez más mis juegos infantiles en torno al zaguán, patio, jardines, columnas y corredores que se levantaron sobre gastados enlosados de ladrillos viejos.


El aire, que pasa sin obstáculos por las ventanas y se adentra en la casa, trae el sosegado tono de la voz de la nona, quien en la espaciosa sala conversa con Don Florentino, sobre ya olvidadas faenas de la zafra y la molienda.


De repente, un doble de campanas silencia la conversa. Le sigue el constante repicar de una campanilla de plegaria que languidece.

– «Requiem aeternam dona eis, Domine», rezó la nona.

- «Et lux perpetua luceat eis», contestó Don Florentino.


Luego, como repitiendo las palabras de Hemingway, preguntó ella:


- «Por quién doblan las campanas».

- «Puede ser por Severiana la mujer de José Labrador, me contaron que se puso mala después de la dieta», respondió Don Florentino.


Y así, en un ir y venir de nombres y detalles, la conversación se encausó hacia las viejas campanas.

- «¡Qué sonoras y vibrantes son las campanas de Lobatera!», manifestó la nona.


De inmediato Don Florentino, de pie, algo encorvado por los años pero pleno de aquella sabiduría que da la experiencia, y luego de sumirse en una silensiosa reflexión, mirando hacia la torre por entre los herrajes de la alargada ventana que daba a la plaza, le contestó:

- «¡En el corazón de bronce de esas campanas, vive perenne el espíritu de nuestra tierra!».


La nona, si bien quedó un poco intrigada por tan enigmática respuesta, dejó que Don Florentino hablara:

-«Recordaban los nonos, en aquellas noches a la luz de la luna llena, que contaba la leyenda y las viejas del lugar que, las campanas de Lobatera, fueron hechas en una fragua próxima al camino del cementerio. Cada vez que encendían la misma para vaciar el bronce, poderosos vientos que bajaban de Monte Grande y Potrero de las Casas apagaban el fuego. Una y otra vez lo intentaron, una y otra vez se apagaba.


Un anciano arriero que a diario transitaba por el camino entre La Cabrera y el pueblo, se detuvo y les dijo: ‘¡Conjuro y exorcismo! ¡Conjuro y exorcismo con eso!’. Asombrados quienes fundían, por tan raras palabras, se acercaron y le preguntaron qué significaban.


Él les contestó: ‘El espíritu de las montañas que ha vivido y susurrado aquí por siempre, no descansará tranquilo hasta que su voz se funda y se libere en metal sonoro’. Luego, les explicó qué debían hacer: triturar una hoja de díctamo real sobre el cobre derretido, lo conjurará; la plegaria de un sacerdote anciano sobre el bronce ya batido, lo exorcizará’.


Así lo hicieron y los carbones avivaron la llama templando el bronce de tal manera que, al martillar el metal caliente sobre la piedra, repicaron con fuerza en prolongado, sonoro y susurrante sonido que cubrió todos los valles, quebradas, montes, ríos y peñascos de Lobatera».


Versión libre del mito o la leyenda de 'Los espiritus de la campana de Lobatera', reconstruida sobre la tradición oral transmitida por: Doña Maximiana Sandoval vda. de Sánchez, Lobatera (21 de febrero de 1908 - 6 de octubre de 2004) y Don Luis Florentino Zambrano Suárez, aldea Volador (11 de octubre de 1902 - 21 de julio de 1994).

Vocabulario

Ponerse malo: antigua expresión del lenguaje coloquial 
tachirense, empleada en siglo XIX y primera mitad del siglo XX, que significaba: enfermarse, caer enfermo.

Dieta: servía para identificar el puerperio.

Díctamo real: antigua yerba fragante que crecía al abrigo de los peñascos en las alturas de los páramos andinos tachirenses. Sus hojas y flores secas eran utilizadas por  aborígenes y criollos con propósitos mágicos o curativos.

Nonos: En el Táchira servía para identificar a los abuelos. Se desconoce su origen o probable vinculación con el término italiano nonno o nonna o el judío sefardí nono o nona (abuelo o abuela).





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Fotos: Darío Hurtado (2015). Óleo sobre lienzo de la Virgen de Chiquinquirá de Lobatera que se venera en el pueblo desde 1621. Campana mayor o "Chiquinquirá III" (de 1894) y antiguas campanas de 1839 (La central "Chiquinquirá II) que, con probabilidad, tal vez fueron las que sirvieron de urdimbre a la leyenda. Estas tres fueron robadas por los mercenarios del comercio ilícito del bronce en la madrugada del 13 de noviembre de 2018, y con ellas desapareció parte importante de la memoria y del patrimonio tachirense, cercenado en estos tiempos de oscurantismo.



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