sábado, 14 de julio de 2012

Ocho apellidos tachirenses: la parentela mayor │ Eight Tachiran Surnames: The Elders

 








Recuerdos de la infancia junto a mi padre, primas y la parentela mayor... Paseo familiar al paso de Las Porqueras, en las altas montañas de la ciudad de La Grita. Foto: Irma Yocasta Sandoval de Noguera (1970).



"A story is told of a rabbi who was trying to get to the synagogue for morning sermon during the pre-revolution Russia. He was stopped by a soldier at gunpoint who asked the rabbit: 'Who are you and what are you doing here?' The rabbit inquiried the soldier: 'How much the government pays you for asking these questions?' 'Nineteen kopecks a week', replied the soldier. Said the rabbi, 'I will pay you 20 kopecks a week if you stop me here every day and ask me the same two questions!" (Kevin Cashman, Leadership from the inside out, Provo UT: Executive Excellence Publishing, 2001, p. 31).







Este ensayo, extracto de una conferencia impartida en las jornadas de Identidad regional (Universidad Católica del Táchira, 2012), en tanto está relegado a una experiencia personal, puede servir como una experiencia genealógica transmisible o motivadora para aquellos quienes quieran aventurarse en conocer, como mínimo, los orígenes de su identidad tachirense y recordar a sus ancestros.


¿Quién soy yo y qué hago aquí?... En soliloquio con mis antepasados... 


Todo aquello que tiene nombre, existe

En la lengua de los vascos o euskera existe un dicho que dice: «Izena duen guztia, ba da -Todo aquello que tiene nombre, existe». Vinculado con esto, los antiguos vascos reafirmaban por igual su existencia, sus raíces y su identidad con la tierra recordando los lazos que los unían a sus antepasados más inmediatos y de donde procedían, trayendo a la memoria bien los ocho apellidos completos de los cuatro abuelos o bien los primeros ocho de los dieciséis apellidos de los bisabuelos.

La anterior mezcla de ideas vino al estar reflexionando, un poco y tal vez en auténticos dislates, sobre la teoría de la vida, de la historia familiar, de la causa final de nuestra existencia, o sobre el tiempo kafkiano que nos tocó vivir. A partir de esas idas y venidas de ideas, en soliloquio, en la búsqueda de entenderse uno, mejor, evoco por igual como lo hacían los antiguos vascos, ocho apellidos; verdadera seña de raigambre e identidad de aquellas personas que vivieron antes que nosotros, nuestros bisabuelos, y a través de quienes esa existencia que meditamos fue posible, como aquella causa material aristotélica, por ellos fue posible que existiéramos, y por eso tenemos nombre.

En el momento en que recitamos esos antiguos nombres ya desaparecidos, comienzan a tener vida pues según las viejas tradiciones sefardíes, Dios escribió el nombre de cada persona en el libro de la vida y cuando lo evocamos, vuelven a existir en nuestra memoria. Es bueno, de vez en cuando, hacer un poco de memoria agradecida.



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