domingo, 26 de marzo de 2023

Imaginación y fundación de la ciudad de San Cristóbal: “para despertar la conciencia tachirense” │Histoy at work 1561-2023: the Awakening of Consciousness of Táchira State



En contexto

Aproximarse al significado real que tiene la efeméride fundacional de la ciudad de San Cristóbal puede, entre otras muchas formas, ser comprensible en sus dimensiones y consecuencias a partir de una retrospección. Esto es, adentrarnos en la intelección de los tiempos pasados desde nuestra realidad o contexto para que sirva de sustentación a una prospección, a una construcción de un futuro mejor.

Para esa aproximación, se propone -como método- un ejercicio de “composición de lugar”, de “vista imaginativa”, términos prestados de la antigua pedagogía jesuítica y que los modernos insisten en llamar “pensamiento lateral”.

De esta forma se crea un cuadro de referencia alternativo que impacta en nuestros sentidos y permite, por igual, obtener o aproximarse al entendimiento de un distante hecho histórico, desde otra óptica. Desde ubicar o teletransportar al lector pasando de ser simple observador en la distancia -por la lectura- a integrarse en una aventura. En nuestro caso, en la escena fundacional de la ciudad de San Cristóbal, a la hora de tercia del 31 de marzo de 1561, según eran los usos y costumbres de la época. Un todo para correlacionar o atar cabos de un pasado con un presente, en un único instante. Ese es el poder desbordante de la máquina de la imaginación, nos diría un ya olvidado Julio Verne.

La imaginación vuela

Al activar nuestro conjunto de capacidades intelectuales esa imaginación nos pone en el centro de la plaza mayor (actual plaza Juan Maldonado). Allí nos encontramos con otra realidad. No hay construcciones alrededor y estamos de pie junto a otras personas con vestimentas y sombreros en cierta medida extravagantes o poco comunes para lo que conocemos. Unos, vecinos encomenderos de Pamplona a caballo, otros, viejos soldados de a pie y la mayoría aborígenes expectantes. Algunos están dispersos y otros en cuadrillas de amistad o tribal. Reunidos todos en lo alto de una colina despoblada, como si buscarán una mejor disposición defensiva.

A nuestra derecha se oye -en un desacostumbrado castellano que no nos debe extrañar, es del siglo XVI- la lectura del auto de fijación de términos de la Villa de San Cristóbal, que se acaba de firmar. Por un momento, la sentencia de pena de muerte para aquellos que no respeten o lleguen a violentar esos límites, que parece repetir la leyenda de la violación de la frontera fundacional y sagrada de Roma por la cual Rómulo dio muerte a su hermano Remo, nos sobresalta.

Colocando una mano por sobre la cabeza para protegernos de los rayos del sol de la mañana y generar sombra, oímos como el escribano oficial va leyendo el auto de términos bajo la mirada seria y escrutadora del capitán fundador:

“Sabed todos que e luego, incontinenti Su Merced el dicho señor Capitán en nombre de Su Majestad y por virtud de los poderes y Provisión que de Su Majestad tiene para poblar un pueblo en el dicho Valle de Santiago, sufragano a la dicha çiudad de Pamplona, dijo: que por cuanto él ha poblado el dicho pueblo en el dicho su Real nombre que tomaba y tomó, amojonaba y amojonó por términos de la dicha Villa para agora y para siempre jamás, hacia la banda de la çiudad de Pamplona hasta el río que llaman de Cúcuta por límite para las Justicias desta dicha Villa y para las de la çiudad de Pamplona, por evitar escándalos que entre las dichas justicias suelen tener, que no puedan pasar con Vara del dicho río de Cúcuta a esta parte ni las Justicias desta Villa pasen a la otra parte, sino fuera la Justicia Mayor que es o fuere de la dicha çiudad; y que los ejidos y pastos sean comunes, así para los vecinos desta dicha Villa como para los de la dicha çiudad de Pamplona, como Villa que está poblada a pedimento de la dicha ciudad y vecinos dél en los términos de la dicha ciudad. Y por la banda de Mérida hasta el que los españoles llaman el Pueblo Hondo, y por la banda del Oriente hasta los llanos de Venezuela, y por la banda del Poniente hasta la Laguna de Maracaibo y Brazos de Herinas; para que ningunas Justicias entren en los dichos términos, por cuanto Su Merced en nombre de Su Majestad los amojona y aplica por términos convenientes para esta dicha Villa de San Cristóbal y si alguna persona fueren o vinieren contra lo en este dicho Auto proveído y mandado por Su Majestad, caiga e incurra en pena de muerte y de mil pesos de buen oro para la Cámara de Su Majestad, la cual dicha pena lo daba y dio por condenado lo contrario haciendo; y esto dijo que mandaba y mandó por este Auto que firmó. Juan Maldonado. Fui presente, Juan Camacho. Escribano. En la Villa de San Cristóbal del Nuevo Reino de Granada de las Indias del mar Océano a 31 días de marzo del año del Señor de 1561” [este auto se conservó inserto en un expediente por pleitos jurisdiccionales entre los cabildos de Pamplona y San Cristóbal, de 1621. Archivo General de la Nación, Bogotá, sección Empleados Públicos, tomo V, folios 1.639. Del expediente citado fs. 19 a 33].

Expandiendo horizontes

Brazos de Herinas y Laguna de Maracaibo
La sucesión de palabras en la voz del escribano nos impulsa a expandir nuestro horizonte para conocer los remotos lugares que menciona y, así, dirigir la mirada hacia el norte. La misma nos lleva, desde donde estamos, pasando con vista de águila por sobre montañas, serrijones y selvas que dibujan el curso de los ríos Lobaterita, Escalante, Guaramito y Grita, hasta dejarnos en el calor de las riberas de los ríos Zulia y Catatumbo (antiguos Brazos de Herinas) y la costa sur del Lago de Maracaibo.

Llanos de Venezuela
Al mirar al sur, como en el vuelo de las tijeretas de la autora Ann Osborn, surcamos vastas y cálidas planicies en los actuales llanos occidentales de Barinas y Apure, hasta llegar y detenernos ante el pausado oleaje de las aguas que rompen contra las riberas de los ríos Uribante y Sarare. Allí comenzaban “los llanos de Venezuela”.

Paso de Pueblo Hondo
Por el naciente, la mirada en vuelo nos eleva por sobre las altas e imponentes montañas de la cordillera hasta llegar al paso de Pueblo Hondo, en la cumbre del páramo de La Negra. Un paso en el camino real de la cordillera que fue marcado como hito limítrofe con la municipalidad de Mérida pues a partir de allí se descendía al valle del Mocotíes, jurisdicción para la época de la ciudad serrana fundada en 1558 y trasladada en 1559 con el nuevo nombre de Santiago de los Caballeros de Mérida por orden y disposición del mismo capitán Juan Maldonado a su actual emplazamiento.

Valles de Cúcuta
Al poniente, nos lleva por sobre ásperas tierras de cujíes y ventiscas calurosas hasta el río de Cúcuta (actual río Pamplonita) que en el siglo XVI dividía los valles de Cúcuta (y ejidos de la ciudad de Pamplona) en dos partes casi simétricas para el común uso de pamploneses y sancristobalenses. No obstante, con el correr del tiempo, en el siglo XVIII, el empuje poblador de Pamplona llevó ese límite hasta el río Táchira.

“Para despertar la conciencia tachirense”

Retornando la mirada desde cada una de esos cuatro puntos o lejanas esquinas de la primigenia jurisdicción municipal de San Cristóbal, según el auto de términos, hasta el centro de la plaza mayor, de donde partimos con la imaginación, estaremos visualizando y entendiendo algo que escasamente se dimensiona en su verdadera magnitud: que ese trazado original de límites o fronteras de San Cristóbal, aún con las escisiones del tiempo, representó la creación de eso que conocemos y denominamos como el Táchira. Con esta idea atrapada en nuestro viaje al pasado, retornamos a nuestros tiempos presentes.

Ahora bien, ¿qué se pudo aprender de esto? Que el 31 de marzo de 1561, no antes ni después, sino al unísono, se puso a palpitar el corazón de la ciudad de San Cristóbal, de la urbe, y el corazón de todo el Táchira. Estado federal y región cuyo futuro pasa por fortalecer su moral y espíritu cívico, democrático y republicano; por invertir en su vocación de trabajo, de estudio, de cultura, de discernimiento, de innovación y de emprendimiento.

Así se podrá consolidar la enérgica expresión: “¡El Táchira realiza lo que el Táchira quiere!” lanzada en el año cuatricentenario de la fundación de su ciudad capital por el último orador sagrado Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo con el propósito de, en palabras del Dr. Luis Hernández Contreras, “despertar la conciencia tachirense”.

Post scríptum

Para muchos tachirenses de la diáspora -en función de las vivencias y de la historia personal de cada quien- un olor a café de la mañana, tardes grises de neblina o lluvia, el verdor de las montañas o los surcos que la edad y el arduo trabajo marcan en un rostro -como en el de nuestros nonos y nonas- siempre nos trae la más grata evocación familiar y de amistad. Y es, desde esa evocación, que celebramos agradecidos el cumpleaños de nuestra ciudad cordial y de nuestra tierra, la tierra de los tachirenses.

Por ello, ya nos parecemos a un personaje creado por dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956), que decía: "Dem gleich ich, der den Backstein mit sich trug Der Welt zu zeigen, wie Haus aussah" [Me parezco a aquel que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa].

¡Salud, San Cristóbal!

Bilbao, 31 de marzo de 2023




Niño tachirense en las montañas que rodean a la población de San Bartolomé de El Cobre, Municipio Vargas, Estado Táchira. Foto: Ing. Juan Alberto Sánchez García (2017).



sábado, 18 de marzo de 2023

Oficios tradicionales tachirenses desaparecidos: el Organista, corista o Maestro de capilla de la Iglesia de Lobatera │ An Old Master of the Choristers, Choirmaster or Director of Music of the Lobatera Parish Church (Táchira State - Venezuela)






Texto de Samir A. Sánchez (2023)
Fotos de Darío Hurtado (2020 y 2022)


Revisando viejos papeles nos encontramos, a su vez, con una vieja partitura relacionada con la ya cercana fiesta de San José, el próximo 19 de marzo.

Este papel nos hizo retroceder en el tiempo y evocar uno de los más antiguos oficios tradicionales tachirenses: el de “Organista de Iglesia”, “Corista” o, como lo denominaba el viejo código de Derecho Canónico, el “Maestro de capilla”, ya desaparecido.

Este oficio era desempeñado por un personaje, por lo general un músico con experiencia y prestigio, muchas veces compositor, que gestionaba, dirigía y formaba al grupo de cantores responsable de la música sacra en los oficios litúrgicos de las iglesias, en especial en las denominadas “Misas cantadas” y “Misas solemnes”.

Fueron los herederos de la tradición musical sacra renacentista y barroca que produjo piezas como el "Réquiem" de Mozart, el “Gloria in excelsis Deo” de Vivaldi, el “Popule meus“ del caraqueño José Ángel Lamas o el "Te Deum" de Charpentier y que imperó en la catedral e iglesias parroquiales tachirenses desde el siglo XVIII, siguiendo la liturgia de la Iglesia definida en el Concilio de Trento, donde todo lo relacionado con el culto (templos, altares, sagrarios, vestiduras, ornamentos, imágenes, vasos y música, entre otros), al estar dedicado al Dios altísimo, según la tradición del antiguo Testamento, tenía un sentido y carácter sacro. Esto es, digno de veneración, conservación y respeto, para diferenciar los mismos de lo común o profano (entendida esta palabra en el sentido de lo que no es sagrado ni sirve a usos sagrados). Espiritualidad esta que, al quedar relegada, desapareció luego del Concilio Vaticano II.




Alcanzamos a conocer a varios de estos maestros de capilla, ya de edad avanzada que seguían desempeñando el oficio en el cual se iniciaron siendo jóvenes.
Entre ellos, uno de despeinada cabellera, caminar cansino por los años pero seguro, con sus manos atrás como los viejos filósofos griegos. Don Jesús María Pino Mendoza (La Concordia, San Cristóbal, 23 de diciembre de 1897 - Lobatera, 15 de junio de 1976). Un sencillo, diminuto y extraordinario ser humano hijo de Luciano Pino quien vino de San José de Cúcuta, en la vecina República de Colombia cuando la misma atravesaba tiempos convulsos y se estableció en San Cristóbal casándose con la sancristobalense Carmen Mendoza Contreras, dama que murió un 29 de septiembre de 1900, a consecuencia de una epidemia de viruela, dejando a Jesús María con un poco más de dos años de edad. 

Don Jesús María Pino se casó en primeras nupcias con la lobaterense Sabina Ramírez en 1921 y luego, al enviudar en 1944, con Doña Aracelis Pacheco de Pino. Hijo de músico, músico y padre de músicos.

Tuvo las primeras lecciones de música con su padre Lucio Pino y luego aprendió armonio, nociones de latín y canto sacro con el organista y corista de la Iglesia matriz de San Cristóbal (desde 1922 Catedral). Clases que recibió ya en el marco de las normas para canto y música sacra de Pío X especificadas en el Motu proprio "Tra le sollecitudini" de fecha 22 de noviembre de 1903, que sólo permitían en la liturgia el canto gregoriano, la polifonía clásica y la música tradicional o "moderna" o "profana" [villancicos, aguinaldos y cantos piadosos (en este último apartado se ubica la partitura encontrada)] cuando sus composiciones denoten estar imbuidas, en lo espiritual y compositivo "de tal bondad, seriedad y gravedad, que de ningún modo son indignas de las solemnidades religiosas" (II,5).

Desde su juventud, cuando se radicó en Lobatera, Don Jesús María Pino fue agricultor, zapatero y músico de la Banda Municipal “Sucre”, bombardinista y compositor. Además de ejercer su oficio de organista, enseñaba a quienes integraban el coro nociones de solfeo, según el método Eslava que seguía, acompañado por un viejo y pequeño armonio accionado con pedales, que estaba ubicado en las alturas del coro de la Iglesia.






Siempre escribió a mano las partituras, y de él conocimos y guardamos una enseñanza que rememoraba de esos tiempos ya idos y con la cual cerramos esta crónica dedicada a la memoria y recuerdo de todos los viejos organistas o coristas tachirenses.

En amenas tertulias, bajo el vetusto y corrugado almendro frente a la casa de mis nonos, en la plaza Bolívar de Lobatera, relataba:

“Los días entre semana la misa es rezada. Los domingos la misa mayor de nueve, de Tercia, si era solemne [alguna festividad eclesiástica o del pueblo], con tres curas y toque de vísperas, de lo contrario con sólo el señor cura y toque de vísperas. Y si viene a predicar el Padre Sánchez [luego Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo], cantamos al terminar el oficio la ‘Salve Regina’ solemne porque a él le gusta mucho que el coro se la cante a la Virgen y nos la pide”.

Fotos: Recuerdo del novenario de Don Jesús María Pino (Darío Hurtado, 2020) y una de las partituras sacras que escribía e interpretaba Don Jesús María Pino al armonio (cortesía de su hijo Cancio Alí Pino, 2022. Foto de Darío Hurtado). Portada del texto del Método de Hilarión Eslava para solfeo, reedición de 1913 (Foto: Internet, de dominio público, reproducción con fines educativos).


Fotos: 

● Recuerdo del novenario de Don Jesús María Pino (Darío Hurtado, 2020).

● Una de las partituras sacras que escribía e interpretaba Don Jesús María Pino al armonio (cortesía de su hijo Cancio Pino, 2022. Foto de Darío Hurtado). 

● Portada del texto del Método de Hilarión Eslava para solfeo, reedición de 1913 (Foto: Internet, de dominio público, reproducción con fines educativos).


© Proyecto Experiencia Arte | Experience Art Project 2012-2023. Algunos derechos reservados. Los derechos de autor de las fotografías pertenecen a cada fotógrafo, grupo o institución mencionada.



martes, 14 de marzo de 2023

Feliz día del Estado Táchira ¡Orgullosos de ser como somos! | Happy 14th of March! Táchira State Day

 



Feliz día del Estado Táchira

¡Orgullosos de ser como somos!

Folklore, gastronomía, deporte, danzas, costumbres, historia, cultura, geografía, nuestra tradición ancestral, nuestras raíces y nuestra forma de hablar propia nos hace únicos.

14 de marzo de 1856 - 14 de marzo de 2023 - 167 años de autonomía y consolidación de la identidad y del ser tachirense.

¿Qué pasó un 14 de marzo?

En 1855 los cuatro cantones (municipios) occidentales de la antigua provincia de Mérida: San Cristóbal, La Grita, Lobatera y San Antonio del Táchira, unidos por un carácter único y especial forjado sobre una fuerte identidad cultural propia, solicitaron al Congreso Nacional de la República de Venezuela su separación de la provincia merideña, su autonomía de gobierno y que la sumatoria de sus jurisdicciones se erigiera como una nueva provincia en igualdad de condiciones dentro del concierto de las provincias venezolanas de la época. Una región que había iniciado su singladura e hilanza, para quedar atada y bien atada, con la fundación de la Villa de San Cristóbal en 1561 y la creación de la Gobernación y Capitanía General del Espíritu Santo de La Grita, en 1576.

El 11 de marzo de 1856 el Senado y la Cámara de Representantes reunidos en Congreso, aprueban lo solicitado y decretan la creación de la nueva Provincia del Táchira, cumpliéndose todos los procedimientos administrativos generales de ley con el ejecútese presidencial por parte del General José Tadeo Monagas un día viernes, 14 de marzo de 1856. Histórica fecha que, para perpetua memoria, quedó inscrita en el escudo de armas del Estado Táchira.

Se designó como sede de los poderes públicos y capital de la provincia a la Villa de San Cristóbal, que comenzó a denominarse ‘ciudad’.

Con la constitución federal de los Estados Unidos de Venezuela, de 1864, la entidad pasó a denominarse Estado Táchira, nombre que mantiene en la actualidad.





Fotos: Bandera oficial del Estado Táchira (de Internet, reproducción con fines educativos); Imago-texto (TSU Sigrid Márquez Poleo, 2023).

miércoles, 8 de marzo de 2023

Don Andrés Bello: un busto en bronce rodeado de añoranzas universitarias sancristobalenses │Bronze Bust of Don Andrés Bello. University & Reminiscences of an 'Ucatense'

 



Foto: Lcdo. Gabriel Jaime (2023) │Coordinador de Educación Virtual e Imagen de la Universidad Católica del Táchira (UCAT).


Añoranzas universitarias sancristobalenses

Quienes egresamos de la Universidad Católica del Táchira (UCAT) en la ciudad de San Cristóbal, capital del Estado Táchira, nuestra Alma Mater, recordamos el denominado "Edificio viejo" (por haber estado allí el Seminario Mayor de la Diócesis de San Cristóbal desde 1950 hasta 1963) con suma gratitud por los años que nos cobijó como estudiantes.

Allí, en la entrada principal al claustro, encontrabamos siempre un monumento conmemorativo que imponía respeto y veneración. Era la figura, en busto de bronce sobre pedestal prismático recubierto por mármol negro nacional, del gran humanista de América, Don Andrés Bello (1781-1865), con traje e insignia de rector-fundador de la Unversidad de Chile (1842) siendo una reproducción de la reconocida pintura al óleo que le hizo el artista francés Raymond Auguste Quinsac Monvoisin (en 1844).

Su presencia siempre nos daba una sabia bienvenida o despedía desde su, tal vez, silente pensamiento de Studia et labora (Estudia y trabaja), una especie de paráfrasis del medieval lema de la vida monástica benedictina.
Como se indicó, es una obra en bronce con acabado rústico (sin pulimento) salida de las manos del destacado escultor venezolano de origen italiano, Santiago Poletto Lambertti (1911-1980) quien estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes y fuese alumno del escultor venezolano Lorezo González (1876-1948), autor de la escultura histórica de Ricaurte en San Mateo, entre otras. Asimismo, el busto estudiado fue fundido en la Casa Martín Toledo (Caracas).

Data de 1972 cuando el entonces Vicerrector de la Universidad Católica Andrés Bello Extensión Táchira (UCABET), R. P. José Humberto Niño SJ (1930-2020) le hizo una petición expresa a su ex compañero de clase del Colegio San Ignacio (Caracas) el Dr. Enrique Pérez Olivares (1931-2012), para la época Ministro de Educación de la República de Venezuela. Dicha petición fue la donación de ese busto con ocasión de cumplirse el 22 de septiembre de 1972 los primeros 10 años de actividades de la Extensión Táchira, fundada en 1962 y desde 1982 Universidad Católica del Táchira, siendo su primer rector el R.P. José del Rey Fajardo, SJ.

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