domingo, 8 de octubre de 2023

El último guardacantón de San Cristóbal: Patrimonio tachirense desplazado de la memoria│The Last Guard Stone of San Cristóbal: Tachiran Heritage Displaced from Memory






Imagen 1 y 2

Una difusión de una imagen por el Dr. Bernardo Zinguer en Retazos Históricos del Táchira, nos traslada a un momento hito en la crónica urbana de San Cristóbal: la inauguración del pavimento de concreto en la ciudad, en diciembre de 1932. La panorámica, que capta un segmento de la antigua carrera de Araure (actual carrera 9, entre calles 5 y 6), reveló una verdad arquitectónica que el tiempo había velado: la autenticidad primigenia y el diseño recurrente de un elemento funcional y ornamental crucial en el centro de la ciudad cordial.


Nos referimos a los guardacantones o piedras de guarda, estructuras esenciales cuya presencia discreta se integró al paisaje urbano sancristobalense desde la época virreinal neogranadina hasta los albores del siglo XX. Estas piezas, robustos artefactos labrados en piedra, mampostería, metal o madera, se erigían estratégicamente en las esquinas, accesos y cruces viales. Su función era la de un custodio silente: salvaguardar los ángulos de los muros y edificaciones de las inevitables fricciones y colisiones inherentes al tránsito incipiente.


Originalmente concebidos como simples rocas utilitarias, los guardacantones evolucionaron morfológicamente hasta constituirse en singulares elementos del mobiliario urbano, adoptando frecuentemente la apariencia de sobrios pilares o columnas. Su proliferación fue notable en las ciudades y poblaciones del Estado Táchira a finales del siglo XIX y principios del XX, marcando el pulso de una era. Por ello, la identificación de los guardacantones como componentes distintivos del acervo urbano y arquitectónico del Táchira tardío requiere una caracterización técnica rigurosa que trascienda su mera función de protección. Su presencia sistemática en las esquinas de ángulo recto de la San Cristóbal pre-terremoto de 1875 y la de la post-reconstrucción tardía los establece como marcadores cronológicos y estilísticos.






Imagen 3 y 5



El propósito esencial de los guardacantones residía en la ingeniería de la protección pasiva. En una época dominada por el tránsito de vehículos de tracción animal, con amplios radios de giro y potenciales impactos laterales significativos, la función primordial era disipar la energía cinética de un choque antes de que comprometiera la integridad estructural del muro.


Como defensa angular, su colocación evitaba el desprendimiento del friso y de la mampostería, y el quebrantamiento de los cantos vivos de los muros de tapia o ladrillo cocido, que son estructuralmente vulnerables al impacto tangencial. La imagen de 1932 corrobora su instalación conforme a un patrón urbano homogéneo, que perseguía la uniformidad funcional y estética en las intersecciones centrales, manifestando una planificación de índole, si bien, consuetudinaria.


Por lo anterior, la imagen publicada se convierte en un llamamiento al reconocimiento. Aquí radica el dilema del patrimonio: "Lo que se ignora no se valora, y lo que no se valora está condenado al olvido o a la destrucción". Esta máxima explica la acuciante ausencia de estos testigos pétreos en la actualidad.


Numerosas piedras de guarda sucumbieron a las reformas urbanas modernizadoras o, de forma más dramática, a las transformaciones impuestas tras el devastador terremoto de 1875. La consecuente introducción de las esquinas biseladas u ochavadas en las edificaciones, concebidas como medida de mitigación del riesgo sísmico, condujo a la obsolescencia funcional de los guardacantones, cuya primacía se hallaba en los ángulos rectos.


Pese a esta erosión de la memoria histórica, el Táchira aún atesora valiosos vestigios, aunque permanezcan invisibles para el transeúnte que los desconoce:

San Cristóbal (núcleo fundacional): En la esquina nororiental formada por la calle 4 y la carrera 3, diagonal a la Plaza Mayor (actualmente Plaza Capitán Juan Maldonado), pervive el último guardacantón conocido. Es una pequeña columna de fuste liso y remate cónico, cuya morfología es idéntica a la observada en la imagen de 1932 (Imagen 1 y 2. Samir Sánchez, 2015). Este ejemplar es un faro de la historia local.


Reutilización industrial: En el Cementerio Municipal de San Cristóbal, se encuentra una esquinera metálica singular, compuesta por dos rieles de fondo plano de origen alemán, mudos narradores de la épica del Gran Ferrocarril del Táchira (1895-1955). (Imagen 3. Samir Sánchez, 2015).


Integración arquitectónica: El guardaesquinas en forma de pilar empotrado (o embebido) se ubica frente al antiguo Palacio de Gobierno, datado en 1929. (Imagen 4. Dr. Luis Hernández Contreras, 2020. Reproducción con fines didácticos).


Variantes regionales: Otros ejemplares persisten en la geografía tachirense, como el guardacantón de estilo columna romano-toscana en la ciudad de La Grita (Imagen 5, Ing. Juan Alberto Sánchez García, 2024. Reproducción con fines didácticos) o las protecciones de Lobatera elaboradas en piedra de las quebradas cercanas, talladas (Imagen 6. Ing. Kevin Vásquez, 2008. Reproducción con fines didácticos. Es probable que esta casa y el guardacantón ya hayan desaparecido).


En síntesis, estos guardacantones son mucho más que simples remanentes de cantería; son los testigos pétreos de la arquitectura vernácula y la memoria silente de la vida cotidiana de nuestros ancestros. Preservarlos constituye un imperativo cultural para honrar la identidad, otorgar voz a lo inanimado y asegurar que el valioso patrimonio cultural y arquitectónico tachirense continúe narrando su historia a las generaciones venideras.




Imagen 5 y 6


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