viernes, 18 de agosto de 2023

Tesoros de la cocina tradicional tachirense, las recetas de la nona junto al fogón | There are many different ways of getting to know a city or land, and food is one of these: The Traditional Tachiran Cuisine. A Cookbook with Older Styles for Modern Cooks


















Para descargar el libro: Tesoros de la cocina tradicional tachirense, las recetas de la nona junto al fogón [Traditional Tachiran  Cuisine: A Cookbook with Older Styles for Modern Cooks] accione, en la siguiente pantalla, el pequeño recuadro con flecha de salida que se encuentra en el extremo superior derecho:







Abrebocas... La cocina tradicional, aquella donde nuestras abuelas conjuraban los más deliciosos manjares; la de fogones de leña y de paredes ahumadas; de fragantes despensas y desordenadas alacenas, donde la abuela era regente y general de cinco estrellas, pues ordenaba y se hacía lo que ella decía, además de conocer al dedillo todo lo que allí se guardaba. Esa vieja cocina, que fue parte fundamental en nuestra crianza, otorgándonos la saludable gordura, en aquella época, para crecer sanos, fuertes e inteligentes, como era tradición, retorna del pasado al presente con esta obra.

En estos tiempos de globalización, de imitación, con la saturación mediática y de la moda de gourmet, la sociedad ya no recuerda la cocina tradicional de cada lugar. Cocina que está muy alejada de ser un apoyo y fomento para la moderna tendencia estética del palillo femenino y del súper fibroso masculino, donde sus protagonistas son, sólo, vegetales y proteínas. La cocina de la abuela, aquella que se transmitió de generación en generación, por aprendizaje directo o por tradición oral, hoy en día está relegada a eventos familiares muy puntuales, bien porque sus recetas requieren de dos elementos, por igual desaparecidos: tiempo y paciencia o porque son de alto contenido calórico o de grasas, haciendo que sean evitadas o consumidas con moderación.

Estas prácticas han permitido que el paso del tiempo haga de las suyas, y gran parte de esa tradición culinaria esté pasando al olvido. No obstante, siempre hay, en cada familia, alguien que acostumbra a escribirlo todo, a guardar fotos, enseñanzas, recuerdos, reseñas, obituarios y objetos simples pero rodeados de un valor íntimo. Y es una gran fortuna, pues es una manera de preservar la historia familiar y la misma historia de nuestras sociedades. Esa es una memoria a la cual los investigadores, muchas veces, no tienen acceso, por tratarse de historias particulares. En los Sánchez Sandoval, nos hemos encontrado con la imagen de una persona quien tomó ese rol en el tema culinario. La nona, la abuela, regente del fogón y la despensa, también se ocupó en preservar para las futuras generaciones las exquisitas recetas de la más rica y tradicional cocina tachirense.

Hoy podemos disfrutar y recrear cada una de las recetas que este libro comenta y a su vez convertirnos en testigos de la historia que envuelve cada plato. Con sus lecturas, podemos pasar, por un instante, de ser seres globales y tecnológicos para volver a ser los venezolanos que solíamos ser. Aquellos andinos aguerridos, respetuosos y trabajadores que paladeaban un cuarto de arepa, un trozo de cuajada envuelta en hojas de biao, y una sabrosa y caliente aguamiel. En lugar de comernos un rollo de sushi, degustemos por un momento, con todo el orgullo, un par de Indios. Si no tienen idea de lo que aquí converso, los invito a leer y releer esta obra. Que está de más decir, es producto del rescate y recopilación por parte de un excelente y meticuloso historiador, de esos buenos que le gusta divulgar la Historia, pues para eso suceden los hechos, para darlos a conocer y que no mueran en el olvido.

… Si se adentran en esta aventura gastronómica y recrean estás delicias, yo me ofrezco como sacrificada catadora. No se diga más, ¡A encender el fogón!

Sigrid Márquez Poleo

Gerente - Estudios de Diseño Gráfico "El Lar del Cuervo" (San Cristóbal) - ellardelcuervo@gmail.com





La mesa está servida

Henri Matisse (1869-1954)
Óleo sobre lienzo
1897
100 x 131 cm
Colección particular
Reproducción con fines didácticos




Colores del pasado/Colours of the Past. La nona, Doña Maximiana Sandoval Zambrano de Sánchez Bustamante (Lobatera, 1908 - San Cristóbal, 2004), de negro, teniendo en brazos a su hijo Julio Abdón Sánchez Sandoval (San Cristóbal, 1936 - San Cristóbal, 1944). A la izquierda, su hermana Ana Paula Sandoval Zambrano (Lobatera, 1905 - Lobatera, 1978), y en el centro los niños Leonisa Sánchez Chacón (San Cristóbal, 1927 - Caracas, 1979) y Luis Alfonso Sánchez Sandoval (San Cristóbal, 1934 - San Cristóbal, 2019). Foto tomada el 24 de septiembre de 1938, en los jardines de la casona solariega de las Sandoval (construida en 1875 y desaparecida en 1997), en Lobatera (Estado Táchira). Coloreada y restaurada por Bernardo Zinguer/MyHeritage, 2020.






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jueves, 17 de agosto de 2023

Evocando viejos oficios tachirenses: los maestros artesanos de la piedra, del s. XIX │A History of Stonemasonry: Ancient Tachiran Stonemasons and Millstones used for Grinding Sugar Cane

 



Piedra o maza de trapiche de caña tallada en granito. Una de las tres que perteneció al trapiche de los Sandoval en el caserío Pueblo Chiquito, aldea La Molina, Municipio Lobatera, Estado Táchira, y data de fines del s. XIX (Foto: Samir A. Sánchez, El Remanso de Santiago, San Cristóbal, 2007).




Al observar una piedra de molino en un jardín o en una casa de campo tachirense, nos puede surgir la pregunta: ¿Cómo la hicieron? La respuesta resulta por demás interesante.

Es una memoria artesanal olvidada pero necesaria traer al presente y darle un valor, uno que implica justicia, a los arduos trabajos por los cuales pasaron nuestros nonos.
Este es el caso de las piedras de molino en los trapiches de caña de azúcar y/o en los de moler el trigo (molturación), pilones para el maíz y abrevaderos para el ganado y animales domésticos. La técnica de la talla de la piedra que empleaban los pedreros, picapedreros o artesanos del tallado de la piedra, desde tiempos inmemoriales y algunos hasta la década de los años cincuenta del pasado siglo, según ancianos pedreros de Lobatera entrevistados, era la siguiente:

Con la señal de la cruz hecha sobre la piedra y la expresión: "Con la ayuda de San Celestino [a quien consideraban como el santo patrono de quienes labraban piedras] que a esta piedra le demos con tino", como rito inicial, se daba principio a la obra. De seguida, se iba marcando o punteando un patrón circular sobre una roca desprendida (esto es, de río o roca rodada como se le identificaba) o a veces, cuando se buscaban piedras con mayor densidad o más duras, sobre una roca de pared granítica en las montañas de los páramos de La Grita. A partir del patrón marcado, se hacía un canal circular a martillo y puntero o cincel que se iba devastando y profundizando en dicha roca.

Los golpes del cincel y puntero se daban siguiendo otra vieja técnica que era la de identificar la “vena de la piedra”. Esto era algo intuitivo y se aprendía por experiencia. Consistía en ubicar la mejor dirección por donde comenzar a golpearla y así facilitar su corte. Luego de identificar la vena, comenzaban propiamente el marcar o puntear sobre la roca un patrón circular a martillo y puntero o cincel e ir devastando y profundizando ese círculo hasta crear un canal. Una vez obtenido el grosor requerido, en la sección o cara inferior se le hacían muescas a la roca por donde se introducían, a modo de palancas, cuñas de madera o metal para ir levantando y separando el bloque o la rueda resultante.

Cuando la roca resultaba muy resistente se le prendía fuego y luego se echaba agua inmediatamente para fracturarla con golpes secos. Esto tenía el inconveniente de dañar toda la pieza si el pedrero era un aprendiz descuidado en su trabajo. La principal virtud del viejo artesano tachirense de la piedra era la paciencia, atención y el cuidado en lo que hacía. Luego, se agujereaba su centro, por lo general en forma rectangular, para colocar allí el madero que serviría de eje de rotación de las piedras y ruedas.

Finalizado el anterior proceso, con la misma yunta de bueyes de arar la tierra, la piedra de molino era trasladada desde el río o la montaña al lugar de trabajo o casa del pedrero donde la roca era alisada o pulida con agua y arena para su acabado final.

Esta laboriosa obra se hacía en minucioso y lento tallado a mano de la roca de granito fresco [no erosionado, por ser de mayor dureza] u otra piedra de río de similar dureza. Una buena piedra, decían, "si el tiempo ayuda, se termina en poco menos de dos meses". El proceso resultaba similar para obtener ruedas de molino de trigo, por lo general más pequeñas.

Identificación fotográfica: las mazas de las imágenes se hicieron en la aldea Venegará (La Grita, en 1887) y fueron adquiridas en 1895, junto a otras dos, para el trapiche de los Sandoval, en la aldea La Molina (Municipio Lobatera), el cual funcionó hasta 1992. Fotos: Samir A. Sánchez, El Remanso de Santiago, San Cristóbal, 2008. Fuente: Documento privado de pago y transporte a Lobatera de tres piedras de moler ya usadas, acordado en 100 pesos o 400 bolívares, de fecha 21 de febrero de 1895, entre Bruno Inocencio Méndez y Macario Sandoval Mora. Consultado en: Archivo de la familia Sandoval Zambrano, Lobatera, 1995.




Foto: Samir A. Sánchez, El Remanso de Santiago, San Cristóbal, 2008




Foto: Samir A. Sánchez, El Remanso de Santiago, San Cristóbal, 2008.




Antiguo trapiche de los Sandoval (aldea La Molina, Lobatera) antes de su desmantelamiento y desaparición en 1992. Se aprecia el entramado estructural en madera de teca y sinare (también conocido como cinaro o cinare), y las tres piedras de moler caña. Funcionaba por tracción de yuntas de bueyes que se alternaban durante la molienda (Foto: Antropóloga Reina Durán, 1990).




El dulce sabor de la panela... Faena, luego de la zafra y molienda, de preparación artesanal de la panela tachirense (elaborada a partir de la miel o jugo de la caña de azúcar solidificado, realizado desde el siglo XVI). Conocida como “La ambrosía tachirense” por el dulzor y el contenido vitamínico, es preparada en “la molienda” o proceso de moler la caña de azúcar en trapiches con molinos de mazas (de piedra) y cuyos hornos funcionan a través de la quema del "bagazo" o el tallo de la caña luego de ser exprimido al pasar por el molino.

La faena de la molienda siempre comenzaba a las cuatro de la madrugada para beneficiarse de las horas más frescas de la jornada ya que, sumado al calor del fuego del horno, la resolana [efecto de la luz y calor producidos por la reverberación del sol en un lugar que está bajo techo, a la sombra] de las horas del mediodía, en el valle de Lobatera cuando "pegaba un sol hereje" según el decir de los horneros o atizadores del fuego, era agotadora para todos aquellos que trabajaban en el trapiche.

En la imagen podemos observa a un trabajador trasvasando el “guarapo” de la paila “guarapera” a un tanque de enfriamiento. Junto a las pailas se observa la “tacha” o batea de madera para enfriar la miel que está al punto, y se coloca allí desde la segunda paila o “paila mermadora”. A la derecha se aprecia el producto final: la panela tachirense, en las gaveras, moldes de madera para su solidificación. Otro de los productos derivados de la panela es el licor tradicional conocido como "Miche cachimbo" o "Miche callejonero". Este, a su vez, es el producto de la fermentación de la panela dejada en agua, pasándola luego por un alambique o destilador que permite separar el alcohol puro. Se le puede agregar plantas herbáceas como el anis o eneldo, y así se le conoce como "miche aliñado". 

Foto de: Jacqueline González, 1982: Trapiche de los Sandoval, artesanal, caracterizado por producir unidades de panela de 1 kilo, ubicado en el caserío Pueblo Chiquito, aldea La Molina, Municipio Lobatera, Estado Táchira. Bajo la ramada y frente a las hornillas y pailas, el pailero lobaterense José Pastor Rosales Suárez hace el trasiego de la miel, de la paila mayor a la menor, para darle "el punto" a la panela.


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domingo, 13 de agosto de 2023

Nuestra Señora de la Consolación de Táriba a la luz de los documentos históricos: el pasado interrogado y develado │'Nuestra Señora de la Consolación de Táriba': The Past Interrogated and Unmasked. Learning by Researching Historical Documents

 





Imagen reconstruida, sin ornamentos adicionales, con el aspecto original que debió presentar el retablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, dado por el maestro pintor en el siglo XIII o XIV, en un estilo propio del románico tardío. Sin la media luna ranversada o exvoto agregado en el siglo XX. Se mantuvieron las huellas de los daños ocasionados a la tabla a través de los siglos. Proceso de restauración de imagen digital (image inpaiting) por Samir Sánchez en 2015 y replanteada luego de una tercera evaluación realizada a la tabla, conjuntamente con el Pbro. Pedro Fortoul, Samuel Carrillo Clavijo, Samuel Carrillo h. y Samuel Trevisi en febrero de 2017. Foto base: Samuel Trevisi, 2010.



Presentación 

Esta cronología ha sido compilada, ordenada y estructurada única y exclusivamente en función de los documentos y data histórica que se conserva en diferentes archivos, los cuales pueden ser consultados y contrastados. 

Todas las conclusiones y teorías atingentes están derivadas de los análisis hermenéuticos documentales y de la evaluación iconográfica e iconológica de la pintura sobre la tabla. 

Por igual, esta relación representa una separata del estudio completo analítico realizado en 2012 y 2017 al retablo original, referenciándose allí todas las notas documentales que soportan la presente sucesión de hechos.



Desde la edad de la espiritualidad...

Develar las huellas de un anónimo maestro pintor medieval -en el retablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba-, en un intento por descifrar lo aparente, es el pertinaz objetivo del presente trabajo. Huellas que por igual nos llevarán en un recorrido por vidas, territorios y continentes; por caminos y por senderos, en tierra o sobre naos en la mar.

Desde los ojos de la fe estampada en la tabla -«Quae consolatur nos - Quien nos consuela»-, o del arte universal, presenciaremos el paso de los tiempos como las palabras del salmista «Quoniam mille anni ante oculos tuos tamquam dies hesterna, quae praeteriit, et custodia in nocte - mil años son ante tus ojos como el día de ayer que ya pasó, como una vigilia de la noche. Psal. 90 (89):4». 

Jerusalén, Éfeso, Roma, Bizancio, la Baja Edad Media, Flandes, el Camino de Santiago y América, son sólo algunas de las piedras miliarias que -trabajadas en cuidadosa labra desde las evidencias y desde la lógica de las argumentaciones- encontraremos en este recorrido de amplios horizontes. 

Por igual, el lector coterráneo encontrará aquí nociones sobre su identidad como pueblo y como región. Sobre su pasado histórico, a partir de los acrisolados orígenes del Estado Táchira, cuya urdimbre y unificación se dio -en gran medida- en torno a lo que representó la imagen-símbolo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba y, como lo relata el magistral himno mariano a la Consolación, "Por ti florezcan siempre la rosa y el laurel..."

Samir A. Sánchez
El Remanso de Santiago, al pie de la sierra de la Maravilla que domina el valle de Santiago y la ciudad de San Cristóbal, a 28 de julio de 2012 


Origen

Siglos XIII y XIV. Entre fines del siglo XIII e inicios del XIV, es pintado al temple, el retablo de Táriba, en un desconocido monasterio benedictino-cisterciense, ubicado en el Camino de Santiago, entre las poblaciones de Puy-le-Velay (sur de Francia) y Santiago de Compostela (norte de España). La pintura reproduce la imagen original de Nuestra Señora de Puy-en-Velay, del siglo XI, cuya festividad se celebraba -y sigue celebrando- el día de la Asunción, cada 15 de agosto. La imagen románica de la Virgen de Puy-en-Velay, escultura sedente o del tipo Trono de la Sabiduría y que representaba el momento de la Epifanía (Mateo 2, 1-12: "Cuando ellos (los magos) vieron la estrella, se alegraron muchísimo. Entraron en casa y vieron al niño con María, la madre [...]"), fue ordenada quemar en la plaza mayor de Puy-le-Velay a fines del siglo XVIII, durante la Revolución Francesa. Sus características iconográficas se conservaron por varias copias hechas en el siglo XVII y se veneran en otras iglesias de Francia. Está documentado como los peregrinos franceses que iban a Santiago de Compostela (norte de España), provenientes de Puy, en la región de Auvernia (sur de Francia), llevaban consigo copias de la imagen de la Virgen que veneraban en su ciudad de Puy y que dejaban en hostales y capillas de peregrinos como señal o exvoto de su paso peregrino. De allí la abundancia de vírgenes sedentes en todo el norte de España, imágenes que derivaban de la de Puy-en-Velay, y que presentan limitadas variaciones con respecto a la advocación original.  

Fue la orden del Cister, de los monjes blancos (por el color de su hábito) quien, desde el siglo XIIm destacó y tomó la vanguardia en difundir la devoción a la grandeza de la Virgen María y su iconografía entre el pueblo llano. En sus filas destacó San Bernardo de Claraval quien predicaba sobre María como "la casa de la Divina Sabiduría" y a quien, por igual, varios autores le atribuye la autoría de las últimas frases de la antigua antífona mariana de la "Salve Regina", si bien no está probado.


Llegada al Táchira

Siglo XVI. En un galeón o nao de la flota de Tierra Firme, Panamá y Cartagena de Indias, el cual salió del puerto de Sevilla en un año no precisado de la primera mitad del siglo XVI, el que sería conocido como el "retablo de Táriba" cruza el océano Atlántico, en las pertenencias personales de un emigrante peninsular, con probabilidad, como propiedad del capitán Diego de Colmenares, natural del pueblo de Paredes de Nava (Palencia - España), ubicado en la Tierra de Campos, en el Camino de Santiago, e hijo de Diego Sáez de Mazo y Leonor de Colmenares. Falleció el capitán Diego de Colmenares en Pamplona del Nuevo Reino (actual Pamplona, Norte de Santander, Colombia) en 1557 y sus pertenencias personales pasaron a su hija Leonor de Colmenares, quien se casaría con el colono español Alonso Álvarez de Zamora, primer encomendero en el sitio de Táriba.


1565. Alonso Álvarez de Zamora, oriundo de la ciudad castellano-leonesa de Zamora y de los primeros pobladores de la Villa de San Cristóbal que vinieron de Pamplona del Nuevo Reino, para 1561, y ya casado con Leonor de Colmenares, recibe la confirmación, al igual que los demás vecinos de la Villa, de sus encomiendas por parte de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá. El título de encomienda lo poseía de hecho, desde 1562 -dado por el capitán fundador de la Villa de San Cristóbal, Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán- en los pueblos aborígenes de Táriba y Carapo, al norte de la Villa de San Cristóbal.


Renovación

1589-1591. En un año de este período ocurre la renovación el pequeño retablo en madera báltica pulida por ambos lados, de 31,5 x 21 cm y un grosor promedio que no excede de 1,5 cm, el cual se encontraba desleído por el paso del tiempo y abandonado en el granero de la casa del encomendero Alonso Álvarez de Zamora (en el sitio que ocupa actualmente la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba). Hecho que ocurre luego del intento de Jerónimo de Colmenares, sus hermanos y amigos, por partir la tabla y convertirla en una paleta para el juego de bolos. Leonor de Colmenares reprendió a su hijo por intentar quebrar la tabla. Ella le recordó que había sido imagen y le ordenó colocarla nuevamente en el granero, donde, ese día ya perdido de la memoria, a las 4:00 pm, se renovó adquiriendo los colores y la nitidez pictórica que se le aprecia actualmente. Como la imagen renovada no podía asociarse con ninguna advocación mariana ya conocida, se le dio la denominación de Nuestra Señora de Táriba, por el sitio donde se encontró y renovó. La fecha se puede ubicar por cuanto en 1621, el mismo Colmenares testificó tener 42 años para la fecha. Jerónimo de Colmenares falleció en 1635. 

Es de especificar que el juego de bolos  mencionado en la Relación auténtica, para el s. XVI en España y sus provincias y dominios de América y Filipinas, consistía en colocar sobre un suelo plano y arenoso tres, nueve o más trozos de madera labrados, formando tres hileras equidistantes. El juego propiamente consistía en derribar los más que se pudiere, tirando con una bola desde una raya señalada en el piso. La misma era la marca de la distancia entre el jugador y los bolos o trozos de madera. Dependiendo del tamaño de la pelota, para el lanzamiento se podía utilizar como ayuda, para el impulso, una paleta de madera (o pala al estilo vasco y cántabro actual). 



Grabado de un juego de bolos en la Europa del siglo XVI (Foto: Libros antiguos, ss. XVI y XVII. Google Book, 2012. Reproducción con fines didácticos).


Capilla de peregrinación

1602. Está documentada, por primera vez, la ermita de peregrinación de Nuestra Señora de Táriba y junto a ella se establece el pueblo de doctrina de Táriba, el 6 de agosto de 1602, encomendado, en su adoctrinamiento, a los agustinos del convento de San Agustín, de la Villa de San Cristóbal, por orden del Visitador de Naturales de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Don Antonio Beltrán de Guevara.


1612-1613. El franciscano fray Pedro Simón, de los cronistas mayores de Indias, como superior de la orden franciscana en el Nuevo Reino de Granada, hace la visita canónica a los monasterios de La Grita y Mérida. Pernocta en el sitio de Táriba donde observa de cerca el retablo de Nuestra Señora de Táriba y la describe como: «La devotísima ermita de Nuestra Señora de Táriba, que es el consuelo de todas aquellas provincias circunvecinas, por algunos milagros y socorros que les ha hecho en sus necesidades, esta Santísima Imagen, que es pintada en un lienzo [erróneamente consideró que era tela adherida a una tabla, como era la técnica de la época en la cual vivió] de media vara largo, cuadrada en proporción. Tiénenla en gran veneración en toda aquella tierra, obligados de los beneficios».


Cofradía de Nuestra Señora de Táriba

1635. Fallece Jerónimo de Colmenares y es enterrado en el suelo de la iglesia del convento de San Agustín de la Villa de San Cristóbal, junto a la primera grada del lado del Evangelio. Entre sus documentos se encontró una solicitud que hizo al Arzobispado de Santa Fe para que se le nombrase Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de Táriba. Esta cofradía ordena la elaboración de varias copias del cuadro para recaudar el diezmo de dicha cofradía entre los hermanos o cofrades que residían en otras poblaciones y regiones, alejadas de Táriba. De estas copias o pinturas en tabla, a la fecha, sólo se conserva una en la ciudad de Cúcuta (Colombia).


Testimoniales para la Relación Auténtica y Decreto de Jubileo

1654. El 14 de febrero de 1654, el Visitador General eclesiástico del Arzobispado de Santa Fe de Bogotá, Don Juan de Iturmendi, ordena se registren por escrito, los testimonios, recibidos bajo juramento canónico: "por Dios Nuestro Señor y la señal de la cruz formándola al mismo tiempo con la mano derecha" sobre el origen del retablo de Nuestra Señora de Táriba y los milagros y favores [los manuscritos originales se perdieron del archivo parroquial de Táriba, a mediados del siglo XX, y sólo se conservan copias notariadas del siglo XIX]. Asimismo, el Visitador Eclesiástico concedió la celebración de un jubileo en la ermita de Táriba, en los siguientes términos: 

"Nos, el Doctor Don Juan Ibáñez de Iturmendi, examinador general de este Gobierno, por S. Señoría Ilustrísima el Señor Maestro Don Fray Cristóbal de Torres, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de este Nuevo Reino de Granada, predicador de las católicas Majestades Felipe III y IV de su Consejo, etc. Hacemos saber a todos los fieles cristianos de cualquier Prelado, calidad y condiciones que sean, cómo Su Sría. Iltma., cumpliendo con la obligación de verdadero Prelado vigilante, sacerdote, pastor, acudiendo a los paternales y fervorosos deseos, que tiene del consuelo y salvación de las almas a S. Sría. Iltma. encomendadas, las ha impetrado de la Santa Sede Apostólica innumerables indultos y grandiosas potestades, para que las comunique con los fieles de este Arzobispado y fuera de él; entre las cuales una es, que puede conceder Jubileo plenísimo y remisión de todos los pecados […] en cuya conformidad concedemos a todos los fieles cristianos, que confesados y comulgados, visitaren esta Iglesia de Nuestra Señora de Táriba, desde las primeras vísperas de la fiesta de Nuestra Señora de la Limpia Concepción hasta el tercero día, y en ella se rezare lo que tuvieren por devoción, por el estado de nuestra Santa Madre Iglesia, paz y concordia entre los príncipes cristianos y extirpación de las herejías: concedemos indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados y así mismo concedemos indulgencia plenaria a una Cruz de Granadillo, que está en el altar de esta Santa Iglesia. Que es hecho en esta casa de Nuestra Señora de Táriba, en catorce de febrero de mil seiscientos y cincuenta y cuatro años. DOCTOR DN. JUAN IVAÑEZ [IBAÑEZ] DE ITURMENDI. Por mandato del Señor Visitador General y Provisor. Juan Antonio de la Fuente Valdés , Notario”. 

1661. El Cronista Juan Flórez de Ocariz, en su obra "Genealogías del Nuevo Reino de Granada", escrita en 1661 y publicada en 1674, refiere: "Nuestra Señora de Táriba, apellidada así por el nombre del valle donde se encuentra [...] Habrá cien años que de uno de los primeros conquistadores de su distrito hubo esta Santa Imagen una pobre mujer, que asistía en el campo, y en su poder empezó a obrar maravillas […] Ahora ochenta años, en el sitio donde empezó a darse a conocer con beneficios, se le fundó Iglesia frecuentadas de partes distintas.


Relicario y cambio de nombre de la advocación mariana

1687. El 3 de agosto de 1687, Don Gregorio Jaimes de Pastrana y Bazán (San Cristóbal, 1626 – Santa Marta, 1690), Obispo de Santa Marta (en la actual Colombia) dona el artístico relicario de plata sobredorada, obra del maestro mayor de platería, pamplonés, Alonso de Lozada y Quiroga, y cambia la denominación oficial de la imagen a Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. Por igual dona su hato de ganados mayores para el sustento de la lámpara eucarística de la Parroquial de San Cristóbal y el mantenimiento de la ermita de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. El hato, con el tiempo, pasó a denominarse «Hato de la Virgen», en las inmediaciones de la actual población de Capacho Viejo-Libertad. Es probable que, como buen lector, el Obispo Jaimes de Pastrana conociera los libros de fray Pedro Simón sobre el descubrimiento y conquista de la región tachirense y donde describiera a la imagen de Táriba como: "el consuelo de todas aquellas provincias", y de allí tomara la advocación de "la Consolación" para dárselo a la imagen mariana de su tierra, conocida hasta el momento como la "Virgen" o "Nuestra Señora de Táriba".


Primera visita de un Obispo de Venezuela (Caracas) a Nuestra Señora de la Consolación 

11 de marzo de 1717. Primera visita de un Obispo de Venezuela a la capilla de Nuestra  Señora de la Consolación "en el sitio de Ntra Sra de Consolación de Táriba" (según se especifica en el libro de matrimonios de la parroquial de San Cristóbal, 1717). Mons. Francisco del Rincón O.M. (1650-1727), en su carácter de Obispo de la Diócesis de Venezuela-Caracas y Arzobispo metropolitano electo de Santa Fe de Bogotá, en su viaje de Caracas a tomar posesión de su sede arzobispal de Santa Fe, hace una visita pastoral a la Parroquial de la Villa de San Cristóbal, a su paso y estancia en el sitio de Táriba. Hasta allí le son llevados los libros parroquiales que revisa y coloca notas y observaciones y realiza bautismo, confirmaciones y primeras comuniones a "la feligresía que se acercó al sitio de Táriba" (Libro de Bautismos de la Parroquial de San Cristóbal, marzo de 1717).


1767-1787. la capilla de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba es entregada por el Cabildo de la Villa de San Cristóbal (en uso de la potestad que le daban las leyes del Patronato Eclesiástico) a la administración de los frailes dominicos, quienes establecieron un hospicio para peregrinos y atendieron desde allí a los pueblos de misión al sur del actual Estado Táchira (municipios Libertador y Fernández Feo), Apure y Barinas.


1780. En noviembre de 1780 el Arzobispado de Santa Fe de Bogotá, erige en Viceparroquia eclesiástica el sitio de Táriba.


1804. El 16 de marzo de 1804, el Obispo de Mérida de Maracaibo, Mons. Santiago Hernández Milanés, erige la Parroquia Eclesiástica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. 

1902 (o posterior). De esta fecha data el primer escrito que relaciona el origen de la imagen de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba con los agustinos del convento de la Villa de San Cristóbal. Se corresponde con una reseña publicada en el periódico "La Abeja" de Bailadores (Estado Mérida) por el Pbro. Dr. Ezequiel Arellano Acevedo (1838-1916) quien estaba vinculado con Táriba por haber ejercido allí su ministerio sacerdotal como cura párroco entre 1878 y 1893. El texto, hecho a manera de narración breve de ficción por cuanto mezcla datos históricos y ficticios, y en prosa piadosa, se titula "Breve reseña de la devoción a la Santísima Virgen de Táriba bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación". Este relato, como texto literiario, bien puede tener el calificativo de "leyenda áurea de la Consolación de Táriba" y se ha mantenido o repetido hasta nuestros tiempos en el imaginario religioso y popular tachirense como el origen de la tabla con la imagen de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba.  


1911. El 13 de enero de 1911, el Obispo de Mérida, Mons. Antonio Ramón Silva, consagra solemnemente, según el Ritual romano, la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, cuya estructura arquitectónica fundamental, permanece en la actualidad. Iniciativa del párroco de la época Mons. Miguel Ignacio Briceño.


Decreto de Basílica Menor

1959. El 25 de octubre de 1959, y a solicitud de Mons. Alejandro Fernández-Feo, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, S. S. Juan XIII expide el Breve pontificio Solacium ad levationem por medio del cual se elevaba a la categoría de Basílica menor la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Consolación de Táriba (Acta Apostolicæ Sedis, 52-1960), y el 9 de noviembre de 1959, S. S. Juan XIII expide el Breve pontificio Alacres Dei administre por medio del cual se autorizaba la imposición de una áurea corona según las disposiciones canónicas, a la venerada imagen de Ntra. Sra. de la Consolación de Táriba.


1961-1965. Entre el 15 de agosto de 1961 y el 14 de agosto de 1965, en dos etapas, se realizaron los trabajos de remodelación del templo edificado en 1911. La empresa Esfega realizó las obras y supervisó los acabados el Arq. Graziano Gasparini, especialista en restauración de la Universidad Central de Venezuela (UCV).


1963. El 15 de agosto de 1963, Mons. Mons. Alejandro Fernández-Feo, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal consagró según el Ritual romano, el nuevo templo parroquial y Basílica menor.


Coronación canónica

1967. El 12 de marzo de 1967, S.E.R José Humberto Cardenal Quintero, primer cardenal de Venezuela, coronó canónicamente a la venerada imagen de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. Por tan solemne ocasión, el Cardenal Quintero regaló, como presente votivo a la imagen mariana de Táriba, la réplica de la Rosa de Oro que Su Santidad Pablo VI entregara a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (Ciudad de México) en 1966, como expresión de veneración y gratitud del Papa a la imagen de la virgen guadaluana. La réplica de Táriba habia sido dada al Cardenal Quintero, en México durante una visita a Guadalajara, por el Cardenal José Garibi Rivera (1889-1972), Arzobispo de Guadalajara. Asimismo, todos los detalles entorno a la coronación canónica, incluyedo la entrega de la Rosa de Oro, quedaron registrados en un libro, atemporal por su calidad de impresión (no igualada o superada hasta la fecha), fotografías y de textos, elaborado por el R. P. Julián León Robuster SJ (Salamanca, España, 1915 - San Cristobal, Venezuela, 1973) titulado: "Un libro para la historia: Coronación de la Virgen de la Consolación de Táriba" (Madrid, 1969).

Santuario Diocesano

1998. Mons. Baltazar Porras Cardozo, Arzobispo Metropolitano de Mérida y Administrador Apostólico en Sede vacante de la Diócesis de San Cristóbal, eleva la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba a Santuario Diocesano, el 13 de agosto de 1998 y la ceremonia de institución canónica se realiza el 15 de agosto 1998.



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sábado, 12 de agosto de 2023

Lauda sepulcral en el cerro de Somorrostro o la muerte de la memoria: morir para quedar muerto | 'Verba volant, scripta manent' or Stairway to the Afterlife. Sepulchral Tombstone of Somorrostro Hill or a Frontal Encounter with Death





Por Samir A. Sánchez (2023)
Fotografías de Santiago X. Sánchez (2023)



En un día de recorrido, con mi hijo, mostrándole la ciudad vieja de Santander (Cantabria-España), topamos con las huellas de la muerte pasada y presente, literalmente [ese día, al retorno a nuestra casa, en la Terminal de autobuses vimos morir, por infarto fulminante, a alguien cuando salía de unos de los buses que llegaban a la estación].  


Al ascender para alcanzar el alto de lo que queda del asentamiento romano del cerro de Somorrostro, donde se levanta la entrada a la cripta o iglesia baja (Parroquial de Cristo) de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, del siglo XII, atisbé formas de letras grabadas en uno de los escalones que están a la intemperie, y que llamaron mi atención. Luego de limpiar parte del polvo acumulado que las cubría, pude leer, en un pulcro grabado con tallado lineal preciso en tipografía latina, conocida como "Capitalis elegans o quadrata" de ángulos definidos, lo siguiente: "MARIA ASUNCIO [fractura de la loseta] / BARBACHANO, DE / VILLA. Murió el día 25 de [fractura de la loseta]". 


No había otra data allí más que aquella que ofrecía la misma loseta: un recortado fragmento reutilizado como solado de escalón, evidencia indirecta de una antigua lauda o lápida sepulcral tallada en piedra sedimentaria por un diestro maestro del cincel. Con una superficie pulida en su centro y abujardada en su contornos o bordes, su color gris provenía de calizas sedimentarias oscuras y las vetas blancas que se distinguen en la caliza de fósiles de rudista. Eso nos dice que esta piedra tuvo su origen en las profundidades de un arrecife de coral, tropical, hace unos 110 millones de años, sólo eso.


Varias preguntas afronté en ese momento para dilucidar algo de la historia arqueológica de esa piedra, que se presentaba sola, única entre las restantes gradas. ¿Por qué terminó destruida y en ese lugar? Como escalón para ser pisado, para subir y bajar. ¿Quién sería María Asunción Barbachano, de Villa? ¿Qué aspecto tendría? ¿Dónde estarán sus restos óseos? Es algo que no llegaremos a saber. 


Sólo nos quedó una reflexión sistemática y final, tímida y concienzuda, con este inesperado encuentro que trajo a mi mente en ese preciso instante dos pensamientos de Sartre: "El tiempo me separa de mi mismo" y "El hombre es una pasión inútil, es absurdo que hayamos nacido y es absurdo que muramos". 


Vista del medieval pórtico de bóvedas de crucería o nervadas, soportadas por pilastrones bajos y arcadas de piedra sillar (s. XII), que sirve de acceso cubierto la entrada principal de la Parroquial de Cristo o iglesia baja (cripta), Catedral de Santander (en Santander, Cantabria, España).



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