viernes, 12 de abril de 2024

Valentina Quintero “descubre” el ambir o chimú (o chimó) tachirense | 'Ambir', 'Chimú' or 'Chimó': An unusual old form of tobacco in Táchira State (Venezuela) from pre-Columbian Indian times




"El trisquel de Lobatera", sección superior del petroglifo de la época aborigen tachirense denominado "La Piedra del Indio" (en Lobatera - Estado Táchira). Foto: Darío Hurtado, 2015.


Texto de Samir A. Sánchez (2020)

Antes de ceder la descripción a la reconocida especialista en eculturismo Valentina Quintero, quien publicó en el diario El Nacional (Caracas), en su edición del domingo 24 de septiembre de 2006, su experiencia sobre la fabricación del tradicional chimú o chimó tachirense, durante su estancia en el Estado Táchira, es necesario conocer los orígenes del mismo para entender su uso.

El origen del “ambir” tachirense, nombre con el cual se conocía desde Pamplona hasta La Grita al chimú o chimó, por cuanto pareciera que esta última palabra aborigen, ya de uso en todos los estados andinos, surgió en la población de Lagunillas (Estado Mérida) donde este producto era aliñado con sal de urao, resulta inmemorial. 

La Real Academia Española (RAE) define al “chimó” como:

“Pasta de extracto de tabaco cocido y sal de urao, que saborean los habitantes de la cordillera occidental de Venezuela llevándola en la boca”.

Lo anterior tiene un fundamento histórico y concuerda con la relación que hiciera un viajero del siglo XVIII quien recorrió, a lomo de mula, el camino real entre la capital del Virreinato del Perú, Lima y la capital de la provincia de Venezuela, Caracas, en 1741, el Corregidor Don Miguel de Santiestevan, por cuanto la navegación estaba cerrada dada la guerra que mantenían España y Gran Bretaña. 

A su paso por el sitio de Lagunillas (cerca de Ejido, Estado Mérida) escribió:

“De la laguna extraen los indios del pueblo una especie de salitre que en este Reino llaman jurado o urao, de que venden a real la libra, y conducido a otras partes a 3 y a 4 reales, para sacarlo tienen en medio de la laguna que es casi circular clavados una palancas y por ellas descienden al fondo de donde toman el cieno, que cabe en una bota de cuero, que llevan que puesto al sol y seco se reduce a terrones en gran parte cristalizados de que se separa la tierra queda lo que llaman jurado [urao]; esta sal tiene grande uso en estas partes porque sirve para cuajar o mantener el vigor de una sustancia que por conocimiento, extraen de las hojas del tabaco de que resulta una masa que desde Pamplona a La Grita llaman ambir; vi hacer esta operación y por ella me dijeron que era preferible el tabaco silvestre de este ambir o ámbar del Infierno, porque tiene aquel vigoroso fetor [hedor] que deja el sarro de una pipa en que se ha fumado mucho tiempo. Lo usan los naturales de estos países sin que se reserve la más noble y melindrosa doncella, pues la traen en sus cajetillas, y con los limpia dientes, que cuelgan del cuello en cadenillas de oro sacan de esta quinta esencia lo que han de menester para refregar con tan hedionda pez [un olor fuerte como el de la trementina] los pequeños marfiles de su dentadura. Los hombres y las viejas que son lo mismo, la toman con el dedo meñique y escupen mucho, y lo recomiendan como reforzador y como preservativo de los corrimientos [esto es, fluxión de humores que carga a alguna parte del cuerpo o llagas que supuran].

 

Es tan general en chicos y grandes de uno y otro sexo el uso de esta quinta esencia del tabaco, que casi no se encuentra quien lo fume, sino lo mastica y escupe. Sirve también este ambir o chimó, desleído en agua, para rosear las hojas del tabaco al tiempo de envolverlas y reducirla a las figuras de sogas que le dan” (Santiestevan, Miguel de. Viaje de Lima a Caracas (1740- 1741), Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, Caracas, 1997, pp. 137-138.

De esta forma, y retornando a los tiempos presentes, el 24 de septiembre de 2006, la reconocida especialista en ecoturismo venezolano, Valentina Quintero, en su visita a Lobatera, evoca:

“Un paseo en bicicleta/El otro recorrido que hicimos fue en bicicleta saliendo desde Lobatera por unos caminos de tierra entre siembras preciosas de pinos, con el cerro Cabeza de Vaca a un lado. Vimos las minas de carbón, los alfareros de ladrillos nos explicaron cómo los hacían y al final saliendo ya a la carretera llegamos a una fábrica artesanal de chimó.
Se trata de un galpón abierto a las montañas del Táchira donde hay como seis palanganas rectangulares de metal muy grandes, de las cuales sale un vaporón porque en todas hierve el tabaco a punta de leña.
En la primera colocan el tabaco picadito y lo ponen a hervir con mucha agua para que suelte el aroma y la esencia. Luego le sacan esa agua, la colocan en otra palangana y la dejan hervir casi 12 horas hasta que se espese y quede a punto de caramelo. Cuando se enfría, está lista la pasta de chimó que será enviada a los fabricantes para que la coloquen en sus laticas con los aliños y secretos de cada marca.

 

Me contaron Gonzalo Medina padre e hijo, dueños y fabricantes artesanales del chimó [Comercializadora Marcel, Municipio Lobatera], que esta pasta la utilizan también algunos artesanos para pintar. Y es verdad. Estuve en una exposición artesanal en Lara y había como cuatro creadores que pintaban unos cuadros hermosísimos utilizando chimó”.



© Proyecto Experiencia Arte | Experience Art Project 2012-2024. Algunos derechos reservados. Los derechos de autor de las fotografías pertenecen a cada fotógrafo, grupo o institución mencionada.