“17. Torreón o trinchera antigua para recibir a los indios motilones”. Plano del Cantón de Lobatera, año de 1837 (Foto: Samir Sánchez, 2011).
Cuentan las antiguas crónicas que un anónimo pero diestro pintor trazó sobre un amplio papel figuras y formas que luego cubrió con vívidos colores. Así, en la sección central de dicho dibujo colocó cañones y diminutos íncolas, viandantes o soldados en el camino real que llevaba a San Juan de Lobatera (actual San Juan de Colón, Municipio Ayacucho), selvas de Guaramito y río Zulia. El dibujo era un plano cartográfico de la Municipalidad de Lobatera y su jurisdicción territorial que se hizo por petición expresa del Congreso Nacional de la República de Venezuela, como material de apoyo en las discusiones que adelantaba sobre tratados de límites internacionales.
El conjunto, identificado en el plano como “Torreón o trinchera antigua”, se ubicó en el espacio que actualmente ocupa el Cementerio Municipal de Lobatera, construido luego del terremoto de 1849, sobre las ruinas del torreón. Este es el origen que, a partir de 1850, ya recibiera la denominación de Cementerio del Torreón. Para los tachirenses del presente su desconocimiento ha dificultado la apreciación de su valor histórico y monumental, así como la importancia de su conservación.
Un torreón en la América española del siglo XVIII era un referente, a pequeña escala, de protección y del poder imperial de la Monarquía hispánica. Consistía en una construcción aislada, en mampostería, circular o cuadrangular, de reducidas dimensiones, pero fortificada y con batería, la cual servía para vigías o centinelas. Era propia de los sistemas defensivos de las fortificaciones militares de menor tamaño (como el fuerte aislado abaluartado, fortín o la batería), de fines del siglo XVIII, y actuaban como primeras defensas en lugares geográficos claves o poblaciones. Ejemplos de los mismos se pueden apreciar en la Isla de Margarita (fortines y baterías).
De la estructura del Torreón de Lobatera, de probable planta cuadrangular, sólo subsisten parte de los cimientos orientales. Los mismos representan a su vez el único vestigio, hasta ahora conocido, de una obra arquitectónica militar del período colonial conocida en el Estado Táchira. Este cimiento se mantiene en pie junto a la pared oriental del cementerio. Lo que quedaba de la obra, en estado de ruina para 1837, fue derribado en 1849 y sobre ese espacio se construyó el nuevo cementerio municipal que sustituiría al del Humilladero, cerrado con las víctimas del terremoto.
El anónimo dibujante del plano de 1837 detalló con precisión artística dos cañones de batir, con cureña de batalla y sin protección o mampara que, por la posición que tienen, uno apuntaba hacia la hondonada del río Lobaterita y otro hacia el horizonte del camino real. (Mapa del Cantón de Lobatera, elaborado en 1837. Este plano se encuentra en la Mapoteca de la Cancillería, Sección Fronteras, en la casa Amarilla, Caracas.
Vestigios de los cimientos del Torreón, con un ancho de una vara castellana (84 cm) en el Cementerio Municipal de Lobatera (Foto: Samir Sánchez, 2011).
Por documentos de la época, se conoce que el origen de este torreón es de o posterior a 1775. Este dato se encuentra en una testificación de agravios que hicieron los vecinos de Lobatera, señores Bernardino Escalante, Cristóbal Fernández de Mora y otros ante el pleno del Cabildo de la Villa de San Cristóbal, en cabildo abierto, el día viernes, 13 de enero de 1775, cuando refirieron los reiterados ataques de los motilones, que habitaban en las selvas al sur de la Laguna de Maracaibo, contra el pueblo de Lobatera y las haciendas de su jurisdicción, enfatizando que estos lugares “eran antemural de defensa de la Villa [de San Cristóbal]”.
El Cabildo acordó y dio una orden al Justicia Mayor y Regimiento de San Cristóbal para la inmediata construcción de “las defensas que para el bien común y de esta república fueren necesarias” para crear condiciones seguras y estables.
Asimismo, por la relación de los testimonios de los lobaterenses, se conoce que en sus incursiones los motilones les mataban sus animales y destrozaban huertas y sembradíos de caña de azúcar y cacao e impedían las labores agrícolas. Recordaban por igual, con especial horror, una agresión ocurrida en agosto de 1745, en el que habían atacado el propio poblado y habían robado de un todo en la casa y la hacienda de don José Pinedo de Villalobos (que se ubicaba en la actual aldea La Parada), y en 1760, en un nuevo ataque, habían asesinado en la playa grande del río en las inmediaciones de Lobatera a Ventura Guerrero (actual aldea La Cabrera). Del mismo modo, se habían experimentado muy serios perjuicios “al comercio por el río Zulia y con San Faustino en los asaltos que habían efectuado en las montañas de Lobatera en los años de 1762 y otro en 1767” (Datos en: "Testimonio de Cristóbal Fernández de Mora, Bernardino Escalante y otros vecinos de Lobatera". Villa de San Cristóbal, 13 de enero de 1775. Archivo General de la Nación, Bogotá. Caciques e indios. 62, doc. 19. 351v-352v.).
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