miércoles, 13 de noviembre de 2013

Las campanas de Lobatera: la voz de los espíritus de bronce | Bells of Lobatera: The Voice of the Bronze Spirits







Vivos voco, mortuos plango, fulgura frango  (Das Lied von der Glocke, 1789)


«Si en este pueblo no suena la campana mayor/La Chiquinquirá se pondrá triste porque le falta lo mejor». Versos tradicionales de Lobatera del siglo XIX, compilados por la maestra Srta. Delfina Sandoval (1901-1992), en 1921.



Texto: Samir A Sánchez (2012) y fotos: Darío Hurtado, Ernesto Becerra, Banco Santander Central Hispano, Javier Mujica y Samir A. Sánchez.
 

Al trazar la historia de las antiguas campanas de Lobatera, los senderos del mito y del trabajo con rigor científico, convergen por vez primera en un juego de luces y de sombras sobre las más recónditas reminiscencias de nuestra memoria. 

Viene el recuerdo, evocador de tiempos pasados y con él los últimos matices del atardecer en un espacio que, si bien está ahora contenido en el vacío, fue una vez la casona grande de mis abuelos.

Allí, sobre ese espacio reedifico una vez más mis juegos infantiles en torno al zaguán, patio, jardines, columnas y corredores que se levantaron sobre gastados enlosados de ladrillos viejos.

El aire, que pasa sin obstáculos por las ventanas y se adentra en la casa, trae el sosegado tono de la voz de la nona, la abuela(1) quien en la espaciosa sala conversa con Don Florentino(2), sobre ya olvidadas faenas de la zafra y la molienda.

De repente, un doble de campanas silencia la conversa. Le sigue el constante repicar de una campanilla de plegaria que languidece.
«Requiem aeternam dona eis, Domine», rezó la abuela.
- «Et lux perpetua luceat eis», contestó Don Florentino.
Luego, como repitiendo las palabras de Hemingway, preguntó ella:
- «Por quién doblan las campanas».
- «Puede ser por Severiana la mujer de José Labrador, me contaron que se puso mala(3) después de la dieta(4)», respondió Don Florentino.
Y así, en un ir y venir de nombres y detalles, la conversación se encausó hacia las viejas campanas.
- «¡Qué sonoras y vibrantes son las campanas de Lobatera!», manifestó la abuela.
De inmediato Don Florentino, de pie, algo encorvado por los años pero pleno de aquella sabiduría que da la experiencia, mirando hacia la torre por entre los herrajes de la alargada ventana que daba a la plaza, le contestó:
- «¡En el corazón de bronce de esas campanas, vive perenne el espíritu de nuestra tierra!».
La abuela, si bien quedó un poco intrigada por tan enigmática respuesta, dejó que Don Florentino hablara:
Recordaban los nonos(5), en aquellas noches a la luz de la luna llena, que contaba la leyenda y las viejas del lugar que, las campanas de Lobatera, fueron hechas en una fragua próxima al camino del Cementerio. Cada vez que encendían la misma para vaciar el bronce, poderosos vientos que bajaban de Monte Grande y Potrero de las Casas apagaban el fuego. Una y otra vez lo intentaron, una y otra vez se apagaba.
Un anciano arriero que a diario transitaba por el camino entre La Cabrera y el pueblo, se detuvo y les dijo: ‘¡Conjuro y exorcismo! ¡Conjuro y exorcismo con eso!’. Asombrados quienes fundían, por tan raras palabras, se acercaron y le preguntaron qué significaban. Él les contestó: ‘El espíritu de las montañas que ha vivido y susurrado aquí por siempre, no descansará tranquilo hasta que su voz se funda y se libere en metal sonoro’. Luego, les explicó qué debían hacer: triturar una hoja de Díctamo real(6) sobre el cobre derretido, lo conjurará; la plegaria de un sacerdote anciano sobre el bronce ya batido, lo exorcizará’.
Así lo hicieron y los carbones avivaron la llama templando el bronce de tal manera que, al martillar el metal caliente sobre la piedra, repicaron con fuerza en prolongado, sonoro y susurrante sonido que cubrió todos los valles, quebradas, montes, ríos y peñascos de Lobatera».



Al parafrasear al insigne poeta Don Antonio Machado, bien podría decir que: Mi infancia son recuerdos de un patio de Lobatera /y un jardín claro donde madura el naranjo y el limonero... Antigua 'Casona de las Sandoval' (residencia de la familia Sandoval Zambrano), construida luego del terremoto del 18 de mayo de 1875 y derribada en 1998. La familia Sandoval Zambrano se inició con el matrimonio de Don Macario Sandoval Mora (1864-1944) y Doña Juana de Dios Zambrano Buitrago (1875-1945)  quienes tuvieron la siguiente descendencia: Santiago (1895-1972), Juan de Dios (1897-1980), Rufino (1899-1989), Ascensión (1900-1901), Delfina (1901-1992), Ana Paula (1905-1978), Maximiana (1908-2004), Antero (1910-1957) e Irma Yocasta (1914-2007). Actualmente los espacios que ocupara la casona se corresponden con los de la sede de la Biblioteca Pública de Lobatera 'Prof. Carlota Sánchez de Ramírez' y el boulevard 'Teresa La Negra', en el cruce de la carrera 4 (de Bolívar) con calle 6 (de Bermúdez), de Lobatera (Foto: Cristian Sánchez, 1974).


'Esquina de la casona de las Sandoval' (Lobatera). Acrílico sobre lienzo, 65 x 25 cm. Jerson Trejo (1993). Foto: Alix Deissy Sandoval de Daza, Panamá, 2017.

Esquina de la casona de las Sandoval (Lobatera). Estado de la casa poco antes de su venta y demolición en 1997, (Foto: Cristian Sánchez, 1996).


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Versión libre del mito o la leyenda de 'La Campana de Lobatera', reconstruida sobre las informaciones aportadas por:


(1) Doña Maximiana Sandoval vda. de Sánchez, Lobatera (21 de febrero de 1908 - 6 de octubre de 2004).


(2) Don Luis Florentino Zambrano Suárez, Volador (11 de octubre de 1902 - 21 de julio de 1994).


(3) Antigua expresión del lenguaje coloquial tachirense, empleada en siglo XIX y primera mitad del siglo XX, que significaba: enfermarse, caer enfermo.


(4) Servía para identificar el puerperio.


(5) Servía para identificar a los abuelos. Se desconoce su origen o probable vinculación con el término italiano nonno o nonna.


(6) Mítica planta que sólo crece en las alturas y riscos de los páramos andinos de Venezuela. No excede los diez centímetros de altura y es conocida desde la época aborigen, por su carácter medicinal. Los botánicos no han coincidido en su clasificación por cuanto los habitantes del Ande venezolano le dan el mismo nombre a plantas de características similares. Por ello, su nombre científico puede encontrarse entre Drossera cendeensis, Gentiana nevadensis, Hypericum struthiolaefolium, Lysiponia bourgoinii o Savastana mexicana. El Dr. Clemente E. Acosta Sierra, médico residente en Lobatera para 1953 e investigador, clasifica el díctamo real entre las plantas del herbario del Municipio, empleada por los habitantes de la época, para generar efectos antinflamatorios y depurativos (ACOSTA SIERRA, Clemente, Distrito Lobatera, estudio geográfico y social de la zona, Tipografía del Estado, San Cristóbal, 1954, p. 109).

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Cuatro campanas que tocan a rebato


Si bien La Chiquinquirá es la campana más antigua que se conserva en Lobatera y probablemente la más antigua -en uso- del Estado Táchira, por cuanto está fechada en 1839, en inscripción que dice «§ De Ma Chqqa § Año de 1839 (De María de Chiquinquirá, año de 1839 y aún permenace  en el otero de la Capilla del Humilladero -capilla del viejo cementerio del pueblo- (Nota: esta campana fue robada por los mercenarios del comercio ilícito del bronce en la madrugada del 13 de noviembre de 2018, y con ella desaparece parte importante de la memoria y del patrimonio lobaterense, cercenado en estos tiempos de decadencia), por ahora haremos un pasar respetuoso frente a ella y continuaremos nuestros andar de remembranzas por la calle real, hasta detenernos y observar el tercer cuerpo de la torre del campanario de la emblemática Iglesia parroquial de Lobatera (población fundada en 1593), frente a la antigua Plaza Mayor (actual Parque Bolívar).


Allí, en un habitáculo ochavado y mampuesto, de la clave de cada uno de sus cuatro ventanales de medio punto y sobre molduradas balaustradas, penden cuatro trabajados bronces como signum y eccum de distantes tiempos.




Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Lobatera, Estado Táchira (Foto: Banco Santander Central Hispano, 2004).




La bóveda del campanario de la Iglesia de Lobatera, permanece como testigo silencioso de generaciones y generaciones de lobaterenses que han estado junto a las campanas. Letras curvilíneas o molduradas conforman un mosaico de grafitis de 1919, 1924 o actuales, mezclados en un verdadero caos histórico (Foto: Samir Sánchez, 2007).



Detalle de uno de los grafitis: "Carlos R. Alviárez, Lobatera 24 de diciembre de 1924" (padre del distinguido periodista lobaterense Carlos Alviárez Sarmiento); en la parte inferior se lee parcialmente "Juan Sandoval" (corresponde a la firma de Juan Sandoval Mora, 1914-1972, primo segundo de quien esto escribe y  monaguillo en 1924). Foto: Samir Sánchez, 2007.

Detalle de otros grafitis: "José Eliécer Alviárez"; en la parte inferior se lee  "Ricardo Parra"  nacido en 1927, respetado habitante de la Lobatera actual y testigo de otros tiempos. Bajo este nombre, se encuentra el de "J. Cancio Pino, 18 - 3 - 46" y "José Pablo Sánchez" entre otros. Foto: Samir Sánchez, 2007.



Son cuatro campanas del tipo fijo, con yugos encajados  y enejados en aros metálicos que se incrustan en la clave del arco de medio punto de los vanos. 



Torre norte de la Iglesia de Lobatera, desde el patio central de la Casa Cural. Se observa el vano norte donde está la Campanilla de plegaria (Foto: Samir Sánchez, 2013)

El sonido de las mismas se obtiene haciendo mover el badajo contra la forma copiforme o panza de las campanas por medio de unas cuerdas que llegan desde el campanario hasta la puertecilla de entrada a la torre.
Las campanas poseen en su tono los armónicos habituales tridentinos (octava primera, quinta, tercera menor y octava baja) pero en el pueblo se les conoce, por el sonido que emiten, como: la Mayor, la Tan, la Ten, la Tin o la campanilla de plegaria. En el Inventario General Eclesíastico, realizado luego del fallecimiento del Padre Pedro María Morales en 1925, el reloj quedó inventariado en el registro Nº 1 «Templo Parroquial», con las siguientes características: «El templo tiene dos torres y frontis de mampostería, en la torre de la derecha está el reloj público y en la otra están las campanas en número de cuatro que se distinguen en mayor, menor, media y mínima (...)»
Sobre las primeras campanas que hubo en el pueblo, sólo se tiene que en 1776 -en el Libro de la Cofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá- el primer cura párroco del pueblo, Don Manuel Antonio de Nava escribió:
«Diziembre 27 de 1776 En este dia rindio quentas Juan Simón Chacón como Prioste desta Cofradia ysolo apruevan las que estan arregladas, yde la aprovacion del Señor Cura parroco; del (ilegible) Alcalde y de la confraternidad que a este fin seconvoco ason de campana en esta santa yglecia que como la firmamos».
Otra referencia indica:
«En esta Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquira en 29 de Diziembre de 1779 (ilegible) el Doctor Don Manuel Joseph Arizizabal cura Propio de ella hise tañer las campanas para las elecciones de Alferes».



La campana mayor (bautizada Nuestra Señora de Chiquinquirá III, f. 1894)
Ubicada en el vano oeste de la torre norte, de forma clásica, fue una donación hecha por Sixto Zambrano (Lobatera, 1832 - Lobatera, 15 de junio de 1896), católico devoto vecino de la aldea Zaragoza, quien en acción de gracias costeó los gastos de adquisición de la misma y su posterior donación a la Iglesia Parroquial. 

Recordaban -con nostalgia- las personas más ancianas del pueblo que el sonoro tañer de esta campana mayor adoptaba un inusual acompasamiento con el armonio de la Iglesia, cuando la hacían tocar a gloria en Navidad y en la Semana Mayor o con el canto de la Salve Regina y el Tantum Ergo que el viejo organista, Don Jesús Pino, leía e interpretaba musicalmente de un desgastado y deshojado -por el paso del tiempo- Liber usualis missae et officii







Campana Mayor de la Iglesia de Lobatera (Foto: Samir Sánchez, 2007)



Sección inferior de la Campana Mayor de la Iglesia de Lobatera (Foto: Samir Sánchez, 2007).

La campana mayor -de tipo esquilonada- pende de un yugo de travesaño, elaborado probablemente en hierro forjado. La sujeción se da por medio de un grueso tornillo que se encaja en la corona, por su parte inferior, y en el hierro, por su parte superior. Esta característica es específicas e identificativa del estilo propio de las campanas de factura estadounidense. 


Su altura, desde la base hasta la corona, es de setenta y cinco (75) centímetros y el diámetro de la base es de setenta y dos (72) centímetros, aproximándose a la fórmula clásica H=D (altura igual al diámetro). Da una nota vibrada y no seca de do#5 o tono medio y en atención a su diámetro, el peso de la misma debe aproximarse a las 500 libras (227 kilogramos). 


En la sección media se puede leer lo siguiente: "REGALO DE SIXTO ZAMBRANO Á LA IGLESIA PARROQUIAL DE N. S. DE CHIQUINQUIRÁ DE LOVATERA AÑO * DE 1894 - Importada por Branger hermanos de San Cristóbal - MC SHANE Bell Foundry. Baltimore Md. 1894". Asimismo, posee el escudo de la compañía fundidora conformado por la figura de dos campanas contrapuestas y el texto en los laterales del mismo con la inscripción "TRADE/McShane/MARK". El acabado exterior de la obra de fundición es perfecto y su timbre resulta sonoro, prolongado y armonioso.

Igual, entre los pobladores más ancianos, el sonido de la campana mayor está asociado con el toque de la oración o toque del angelus, a las 12 m y 6 pm, especialmente en los días de vísperas de festividades, cuando era tocado "al por mayor", osea, con repique continuo de la campana mayor. El toque del angelus tiene su origen, según los especialistas, en una disposición pontificia del papa Juan XXII (papa entre 1316 y 1334), quien ordenó que, a toque de campana, se rezaran tres avemarías al atardecer, en honor de la anunciación, el nacimiento y redención, momentos o hitos que marcaron la vida de Jesucristo.

El Sr. Félix Zambrano sostiene un antiguo marco de madera con la fotografía de su bisabuelo Don Sixto Zambrano, el donante de la campana mayor de Lobatera en 1894 (Foto: Darío Hurtado, 2022).





La campana mediana (la Tan, bautizada Nuestra Señora de Chiquinquirá I, f. 1872)
De tipo esquilonada, se encuentra fija a la clave del ventanal o vano sur, a través  de un mecanismo de sujeción de sección cuadrangular con un orificio circular para el agarre. Tiene una altura de cincuenta y cinco (55) centímetros y un diámetro de sesenta centímetros (60) y, según el documento de encargo, posee un peso de diez arrobas (equivalente a 115 kilos, aproximadamente).



Sección inferior de la Campana Mediana de la Iglesia de Lobatera. Se aprecia en su inscripción el año de fundición, 1872. (Foto: Darío Hurtado, 2013).
 

En su sección media se lee: "Iglesia Parroquial de N.S. de Chiquinquira de Lovatera Año de 1872 - Troy Bell Foundry Jones & Company, Troy N.Y. 1872". Fue donada por el Padre José Amando Pérez, por orden del Obispo de Mérida de Maracaibo (enero de 1872), en restitución de la campana mayor de Lobatera que el Padre Pérez había donado inicialmente en diciembre de 1848 a la Parroquial de Lobatera la cual, motivado a los sucesos posteriores al terremoto del 26 de febrero de 1849, se había llevado a la nueva Iglesia de Michelena, población que fundó en el sitio de Sabana Larga.

La campana de 1872, tiene como antecedente una anterior, bendecida el 30 de diciembre de 1848 por el Pbro. Dr. José Amando Pérez, Cura Párroco de Lobatera, quien acompañado del Padre Manuel Fernando Ramírez Cura interino de Táriba, y reunido con todo el pueblo, la bendijo como campana mayor de su iglesia parroquial a la cual, siguiendo el Ritual Romano, nombró “Chiquinquirá”.



Campana "Chiquinquirá"  y campana mayor de la antigua Iglesia de Lobatera, fundida en Seboruco (Estado Táchira) en 1848. De forma esquilonada o de esquilón, es la conocida históricamente como "la campana de la contienda" debido al litigio que se prolongó por veintidós años entre las ciudades de Lobatera y Michelena por su posesión, luego de los sucesos posteriores al terremoto del 26 de febrero de 1849, los cuales habían dado origen a la nueva población de Michelena, al noreste de Lobatera. En la actualidad es propiedad de la Iglesia parroquial de San Juan Nepomuceno. Se encuentra en la torre sur o torre del campanario de la iglesia de la población de Michelena, Estado Táchira (Foto: José Ernesto Becerra Golindano, 2013).



Frontis de la Iglesia parroquial de San Juan Nepomuceno, en Michelena (Estado Táchira - Venezuela) y busto del Pbro. José Amando Pérez, fundador de Michelena, el 4 de marzo de 1849. El busto es obra del escultor Alejandro Colina (1901-1976) y se fundió y vació en los Diques y Astilleros Nacionales, en 1949, con ocasión del centenario de la ciudad. En la torre de la izquierda (torre sur), se guarda la Campana Mayor de Lobatera de 1848 (Foto: Darío Hurtado, 2015).


La campana, con un peso de ocho arrobas (92 kilos, aproximadamente) y un costo de ciento cuarenta pesos, según el texto escrito por el P. José Amando Pérez, había sido fundida en “un campo de la Ciudad de La Grita llamado Seboruco por el Maestro Sr. Zeferino Contreras. Y la dona a la misma Iglesia el dicho Cura” (Libro de Bautismos de la Iglesia Parroquial de Lobatera, 30 de diciembre de 1848). 

En este mismo día 30 de diciembre de 1848, se bendijo un nuevo púlpito, un pendón, un guión procesional, un palco y un nuevo confesionario así como una alfombra para el camarín de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.



Acta de donación a la Santa Iglesia Parroquial de Lobatera y bendición, según el ritual romano, de una campana para mayor, bautizada "Chiquinquirá" así como de otros objetos litúrgicos, donados por el párroco y vicario P. José Amando Pérez, el 30 de diciembre de 1848. En nota marginal hecha en 1850 o 1851 [luego de creada la parroquia civil de Michelena], al final del acta, el P. Pérez insertó lo siguiente: "[...] es de advertir que es a la iglesia de Michelena donde corresponden los tres muebles (campana, alfombra y confesionario) así lo han permitido las circunstancias del terremoto".

No obstante, este argumento empleado por el P. Pérez para traspasar a la Iglesia de Michelena lo que él había donado con anterioridad a la Iglesia de Lobatera, tenía sólo el carácter de una referencia a título personal que no generaba ningún derecho. Resultando ineficaz por no producir efectos entre las partes o terceros, al no estar sustentada en ninguna fundamentación canónica.

Al respecto, la legislación de la Iglesia prohibía modificar o reversar toda enajenación legal o acto de transferencia gratuita de la propiedad de un objeto de uso litúrgico que hubiese sido donado, como en el caso estudiado, cuando en 1848 el P. Pérez, actuando como persona donante, transfirió a la Iglesia parroquial de Lobatera, institución donataria, la propiedad de dichos objetos de culto divino, en un acto que fue de forma voluntaria y provisto, sin lugar a dudas,  de un animus donandi.

Este principio fue confirmado y lo hizo cumplir el Obispo de Mérida de Maracaibo en su decreto-sentencia de fecha 20 de enero de 1872, que daba solución de continuidad a este pleito o contienda por la campana mayor de Lobatera, al obligar al P. Pérez a donar una nueva y mejor campana a la Iglesia de Lobatera, ante la imposibilidad alegada por el P. Pérez, párroco de Michelena, de devolver la campana de donación original de 1848 que se había llevado a la nueva población, en 1849.

Con anterioridad, el Obispo, en su Visita Pastoral a la parroquia de Lobatera, en fecha 14 de octubre de 1856, al revisar el libro de bautismos dejaba la siguiente constancia, : “Lobatera, 14 de octubre de 1856/Este libro fue presentado al Ilustrísimo Señor Obispo diocesano Dr. Juan Hilario Boset en su Santa Pastoral de esta dicha, y dijo: que reprueba el que se hubiera estampado en él las diligencias que se encuentran al folio 136 vuelto sobre bendición de la campana mayor, construcción de una alfombra y confesionario, pues en el caso de ponerse otra diligencia ha debido ser en el libro de Gobierno y no en el de Bautismos. Lo que certifica el infrascrito Secretario. Tomás de Zerpa” (en: Libro de Bautismos de la Iglesia parroquial de Lobatera 1842-1853, nota de Visita escrita en una hoja en blanco antes de la partida 7531 que se inicia el 1 de abril de 1853).


El acta de donación se conserva en el Libro de Bautismos 1842-1853, en el Archivo Parroquial Eclesiástico de la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera (Foto: Bernardo Zinguer/MyHeritage, 2020).


El 18 de enero de 1872, en Visita Pastoral que hiciera Monseñor Juan Hilario Boset a la vecina población de Michelena, una vez conocida la solicitud de la Municipalidad de Lobatera, ordenó por decreto episcopal al cura párroco de San Juan Nepomuceno de Michelena, el padre Amando Pérez, devolver la campana mayor que él había donado a la Iglesia de Lobatera el 30 de diciembre de 1848 y que se había llevado para la Iglesia de Michelena, luego del terremoto. 

El Padre Pérez manifestó que no podía devolverla por cuanto se levantaría una poblada que impediría el traslado de la misma. En tales circunstancias, y para evitar enfrentamientos que agravaran la situación, sin anular el decreto de devolución, el mismo Señor Obispo emitió un nuevo decreto el día 20 de enero, donde encargaba a los Estados Unidos una nueva campana para la Iglesia de Lobatera y los gastos de compra y traslado de la misma correrían por cuenta del Padre Amando Pérez. 

Lo anterior se hizo en cumplimiento del principio del antiguo derecho civil y canónico, que especificaba como -en este caso las campanas- lo donado a una iglesia es propiedad de esa iglesia cualesquiera que sean sus donantes por cuanto aplica el principio del derecho eclesiástico que define: «Por lo que toca a la Iglesia, la naturaleza del don le es indiferente, la intención del donador es el todo», aún más cuando han recibido la bendición parroquial o consagración episcopal. Por esta bendición, ellas se convierten en cosas eclesiásticas. 

La copia del acta de dicha orden episcopal se encuentra en el Libro de Gobierno Eclesiástico  de la Iglesia de Lobatera (año de 1872) y dice: 


«[roto]toral Visita de la/[ roto] de Michelena a 20/[roto]de 1872/[roto] interesado Su Señoria Ylma de las dificultades que se presentaron para que el Venerable Cura de esta Villa, de pronto y puntual cumplimiento al Decreto que fue expedido con fecha 18 del corriente, en que ordenaba en vista de los documentos que se le presentaron, restituyese el [roto] Dr. Amando Perez a la Parroquia de Lobatera la campana perteneciente a ella, no solo por haberla donado, sino tambien por el documento que otorgo ahora veintidos años, exigido por la Municipalidad de devolverla dentro de [roto] meses. Su Señoria Ilustrisima en vista de varios motivos que obrando en su animo i la oposicion general a cumplir su determinacion, despues de haber conferenciado largamente con el citado Venerable Cura Perez, acordó que, dejando existente el decreto ya expedido, el mismo Ilustrisimo Señor encargaria inmediatamente una campana a los Estados Unidos, del peso de diez arrobas, para sustituir i poner en [roto] el campanario por la que se trajo el mencionado[roto]esta parroquia[roto]motiva el prese[roto] del Pbro. Dr. Amando [roto] pasa al mismo Ilustrísimo Señor Obispo el costo de dicha campana que la haga traer del Norte hasta su colocación en la Parroquia de Lobatera, i finalmente que el sobrecitado Pbro. Perez se oblig[roto] su pago y solucion con sus bienes habidos y por haber, i aun con los productos de la fabrica de su Iglesia. En consideración a lo expuesto en esta acta, firma el enunciado Pbro Dr Amando Perez i el Venerable Cura de Lobatera con su Señoría Ilustrísima en presencia del señor Vicario de San Cristobal Preb. Dr  Jose Concepcion Acevedo, Pbro. Justo Pastor Arias y Pbro. Cecilio Niño y Pbro Francisco de Paula Hernández Bello por ante mi el infraescrito prosecretario que lo certifica. Pbro. Jesús Manuel Jáuregui».



La campana mediana (La Tan). Donada en 1872 por el P. José Amando Pérez a la Iglesia parroquial de Lobatera, en cumplimiento del decreto episcopal de fecha 20 de enero de 1872. Se observa la torre sur y el centenario reloj público (1913-2013) Foto: Samir Sánchez, 2007



La campana menor (la Ten, bautizada Nuestra Señora de las Mercedes, f. 1860)
Presenta una forma románica tipo (por reproducir la forma, única, adoptada por las campanas de la península Ibérica, en el período artístico conocido como el románico, ss. IX al XII, y cuya forma difería del resto de las campanas de la Europa occidental) y por su apariencia e inscripción, resulta la más antigua de aquel campanario. Se desconoce su lugar de fundición. Está ubicada en el vano este, su altura es de sesenta (60) centímetros y su diámetro de cincuenta y cinco (55) centímetros. En su pie se lee "Dona que le hiso Pedro María Reina a Nuestra Señora de las Mercedes en el año de 1860". El mecanismo de sujeción está conformado por anillas o asas y su acabado, a diferencia de las otras, es rústico y tosco. Posee una forma atípica para una campana ya que no se diferencia la sección media de la sección del pie. Resulta así muy similar a la forma de antiquísimas campanas (del siglo X, que se conservan en el Museo Arquidiocesano de Mérida).



Campana menor (La Ten). Del tipo esquilonada o de esquilón, domina desde su altura las bóvedas de crucería de la techumbre correspondiente a la nave central y a la lateral norte. Al fondo, la cúpula de la neorrománica Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera (Foto: Samir Sánchez, 2007).




Antigua talla del arte sacro español, en madera policromada, de Nuestra Señora de las Mercedes. Data de finales del siglo XIX. La misma ya se encontraba en la iglesia parroquial de Lobatera para sustituir a otra imagen más antigua al momento del terremoto de 1875, por cuanto se documenta, en los inventarios de daños, su presencia, especificando que en esa tragedia la talla nueva sólo sufrió daños en la nariz. Su aspecto actual es producto de varios retoques y repintes realizados sobre la policromía original desde 1991. Una antigua oración que rezaban nuestros nonos y nonas, probablemente adaptada o derivada de una vieja súplica a la Virgen del siglo XVII, decía: "Bendecid y saludad, buenos lobateros/a la Virgen redentora,/alce cánticos festivos/la devota cristiandad;/ ¡Oh, que hermoso brilla el dia/ en que el mundo su bandera,/ que a los cielos da alegría/tremoló la caridad!  (Foto: Javier Mujica, procesión del 24 de septiembre de 2015).



Sobre su donante, Don Pedro María Reina, se conoce que fue un personaje destacado de Lobatera que ocupó varios cargos públicos en la Municipalidad, fue el padre del ilustre educador Br. Francisco de Paula Reina (Lobatera, 1851- San Juan de Colón, 1932) y era tío-abuelo del ilustre músico y director de orquesta Pedro Antonio Ríos Reina (San Juan de Colón, 1903- Nueva York, 1971). Los padres de Don Pedro Antonio Ríos Reina, José Asunción Ríos (nacido en Maracaibo) y Josefa Antonia Reina Cepeda (nacida en Lobatera e hija de Don José del Carmen Reina y Trinidad Cepeda), se casaron en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera, el 2 de octubre de 1898.

Don Pedro María Reina falleció el 3 de agosto de 1859 y se encuentra enterrado en la sacristía de la Capilla del Humilladero, siendo la única tumba que permanece hasta nuestros días como relictus con su respectiva lápida sepulcral, del antiguo cementerio que funcionó allí, cuyo dato más antiguo se remonta a 1805 ya que en el libro de defunciones del referido año es mencionado con el nombre de Cementerio de la capilla del Humilladero. 



Firma autógrafa de Don Pedro María Reina, en el documento por medio del cual los vecinos de Lobatera autorizaban al Sr. José Antonio Ugarte (vecino de La Grita), para que los representara y tramitara en Mérida y Caracas, la restitución a la condición de Cantón (municipio), como lo estuvo en 1811, a la parroquia civil de Lobatera, adscrita para la época al Cantón de la Villa de San Cristóbal. Lobatera, 29 de octubre de 1831 (jurisdicción del Cantón de San Cristóbal, en la Provincia de Mérida de Venezuela). Archivo del Registro Público Subalterno del Municipio Lobatera, tomo III, Lobatera, Estado Táchira (Foto: Samir Sánchez, 2011).



Lápida sepulcral de Don Pedro María Reina, en la pared oeste de la sacristía de la Capilla del Humilladero. Única lápida que existe del antiguo cementerio del Humilladero de Lobatera (1784-1849). Aún cuando el cementerio fue clausurado por él mismo (en 1849) para nuevos entierros, su última voluntad fue descansar en la misma tumba de sus padres, la cual se encontraba en el suelo de la capilla, sin que ello implicara abrir una nueva fosa. Foto: Darío Hurtado, 2017.


Si bien la fecha de la fundición de la campana es posterior al fallecimiento de su donante, puede estar vinculada su realización, en 1860, con una promesa del fallecido; una donación posterior de los herederos de Don Pedro María Reina o con la fundida en el pueblo cuyo recuerdo quedó en el mito o la leyenda de los espíritus de la montaña encerrados en la campana.




La campanilla de plegaria (la Tin, f. s/f)
De tipo pascualeja, debe su nombre a que la misma era tocada a clamores (toque para difuntos) en los dobles (tres dobles, para encomendarle, si el fallecido era hombre y dos dobles si era mujer, segfún la antigua tradición de los sacristanes de Lobatera) como en el Día de Difuntos (2 de noviembre), con tañidos solitarios y pausados (largos y cortos). La pausa corta venía marcada, nos refería el viejo sacristán y campanero Don José Zambrano (1921-1985) de forma tal que entre toque y toque se pudiese rezar un Requiem aeternam dona ei, Domine, et lux perpetua luceat ei. Requiescat  in pace. Amen y la larga, una salve rezada.  Por igual nos explicaba que el toque o tañer es diferente del repique, el toque es uno solo, pausado y en intervalos; el repique es seguido, acompasado por otras campanas, más armónico y se utilizaba para dar los tres llamados a misa -siendo el último el denominado deje-, el canto del Gloria, las procesiones o al momento de la consagración. Por igual, relataba que si las campanas tañían solas, como en muchas ocasiones ocurrió -según sus recuerdos- era un presagio de la próxima muerte de un vecino o de una calamidad por venir.

En cuanto a la forma y tamaño de esta campanilla, la misma se corresponde con el perfil de las campanas pascualejas españolas, que tañían en los bautizos. 

Ubicada en el ventanal norte, no posee ninguna inscripción ni datos sobre su fundidor. Se encuentra fija a la clave a través  de un mecanismo de sujeción de sección cuadrangular con un orificio circular para el agarre. A su vez cuenta con dos placas cuadrangulares de madera que reduce cualquier movimiento, especialmente el que provocaría el viento, pudiendo afectar la campana en caso de tormentas.

Sus dimensiones nos dan treinta y cinco (35) centímetros de alto por treinta y cinco (35) centímetros de diámetro. El estilo y líneas que adornan la panza y la corona, así como el la forma del yugo y el acabado de la misma, resultan idénticos a la campana mediana, lo cual es un indicio que la misma puede datar de 1872 o antes.


La campanilla de plegaria (la Tin, s/f). Foto: Samir Sánchez, 2007.




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'For Whom the Bell Toll'... Otras campanas de Lobatera



Capilla del Humilladero


Capilla del Humilladero (Lobatera). Reedificada en 1965, conservó la forma original de la capilla de 1875 que a su vez se edificó sobre la antigua capilla del Cementerio o Campo Santo, abierto en 1805 y clausurado en 1849 luego del terremoto. Frente a la misma, estuvo ubicado el humilladero que marcaba el inicio o el fin del camino entre Lobatera y la Villa de San Cristóbal  (Foto: Samir Sánchez, 2012).



Antigua cruz flordelisada y en hierro forjado que, desde fines del XVIII y hasta 1856, estuvo sobre la columna en piedra y argamasa del humilladero que se encontraba a la entrada de Lobatera, en el camino real que conducía de esta población a la Villa de San Cristóbal, también conocido como camino de Mochileros o de La Cuchilla. Al derribarse la columna, la cruz se guardó en la capilla del antiguo cementerio (clausurado luego del terremoto de 1849), conocida como Capilla del Humilladero y, desde 1875, como Capilla del Nuestra Señora de Lourdes del Humilladero. En la remodelación de la capilla, hecha en 1965 y por iniciativa de Mons. Manuel García Guerrero, quien conoció la historia de la misma, relatada por el primer Cronista de Lobatera, Don José del Rosario Guerrero Briceño, la cruz del viejo humilladero fue reinstalada y se encuentra en lo más alto de la torre del campanario de la capilla. (Foto: Darío Hurtado, 2016).



Sin fecha de fundición conocida


Sección frontal de la campana mediana de la Capilla del Humilladero. De tipo  románica, no se conoce su fecha de fundición si bien por su forma atípica, se deduce que es de muy antigua data  (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2013).


"María de Chiquinquirá - Año 1839"




María de Chiquinquirá es la campana más antigua que se conserva en Lobatera la cual data de 1839. Su forma esquilonada, otea desde la altura del campanario de la Capilla del Humilladero. En la foto se puede apreciar la sección izquierda (derecha del observador) la antigua Calle Real, ahora Carrera 4° o Bolívar que conduce hasta la Iglesia parroquial y la plaza Bolívar de Lobatera. La campana, en sus orígenes, perteneció a la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera y en diciembre de 1848, cuando se adquiere una nueva campana para la Iglesia, la misma fue trasladada a la capilla del Cementerio (actual capilla del Humilladero) donde ha permanecido y sobrevivió por igual al terremoto del 26 de febrero de 1849, que destruyó al pueblo. Es la campana, que continúa en uso, más antigua del Estado Táchira. En su medio pie se puede leer la siguiente inscripción «§ De Ma Chqqa § Año de 1839 (De María de Chiquinquirá, año de 1839)». Se encuentra en la torre del campanario de la Capilla del Humilladero. (Foto: Darío Hurtado, 2016). Estas campanas fueron robadas por los mercenarios del comercio ilícito del bronce en la madrugada del 13 de noviembre de 2018, y con ellas desaparece parte importante de la memoria y del patrimonio lobaterense, cercenada en estos tiempos de oscurantismo.






Conjunto de antiguas campanas de la Capilla del Humilladero (Lobatera - Estado Táchira). Foto: Darío Hurtado, 2016. Estas campanas fueron robadas por los mercenarios del comercio ilícito del bronce en la madrugada del 13 de noviembre de 2018, y con ellas desaparece parte importante de la memoria y del patrimonio lobaterense, cercenada en estos tiempos de decadencia.





Capilla del Santo Rostro (Aldea Volador, Municipio Lobatera, f. 1941)





Capilla del Santo Rostro, aldea Volador, Municipio Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2012)









Fundidas en 1941



Sección posterior de las campanas, de forma híbrida entre la campana clásica y la románica, de la Capilla del Santo Rostro, de la aldea Volador. Las mismas fueron donadas en 1941 por la familia Guerrero Rosales (Don Sabino Guerrero Colmenares y Doña Rosario Rosales de Guerrero) y por otras. La capilla fue edificada y bendecida en 1930  (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2013). Por el modelo o forma de la campana -similares a las de la capilla del Cementerio Municipal de San Cristóbal-, resulta probable que hayan sido fundidas en la ciudad de San Cristóbal, en el taller de fundición de campanas de Don José Venencio Guerrero Arias que existía en el sector de La Ermita (carrera 2, N° 11-19).








Sección posterior de una de las campanas de la Capilla del Santo Rostro, de la aldea Volador. Las mismas fueron donadas, según la inscripción en su sección media, en 1941 por la familia Guerrero Rosales y por otras. La capilla fue edificada y bendecida en 1930  (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2013).










Sección posterior de la campanilla de la Capilla del Santo Rostro, de la aldea Volador. La misma fue donada en 1941 por la familia Guerrero Rosales y por otras. La capilla fue edificada y bendecida en 1930  (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2013).




Capilla del Santo Cristo de Llano Grande (Aldea Llano Grande, Municipio Lobatera, f. 1965)

 
Campana de forma esquilonada, de la capilla principal de la aldea Llano Grande, del Municipio Lobatera. Data de 1965 y fue fundida en la ciudad de Aarle Rixtel, en los Países Bajos (Holanda), por la compañía de fundición Petit & Fritsen, quienes tienen la categoría de real casa de fundidores de campanas de la Corona de los Países Bajos (Holanda). Foto: Darío Hurtado, 2016.


Capilla de Nuestra Señora de la Tablita (caserío La Lajita, aldea La Trampa, Municipio Lobatera, s/f)


Campanas esquilonadas de la Capilla de Nuestra Señora de la Tabilita, caserío La Lajita, aldea La Trampa, Municipio Lobatera (Foto: Darío Hurtado, 2016).

Créditos  de fotografía | Credit: Images courtesy of 

Proyecto ExpArt quiere dar las gracias a los amigos e instituciones por permitir la reproducción de sus fotografías con lo cual han contribuido a la realización del presente estudio.
 
Darío Hurtado Cárdenas, Lobatera
José Bruno Zambrano (1921-1985), antiguo sacristán de Lobatera
José Ernesto Becerra Golindano, Michelena
Ivanosky Ramírez Sánchez, Lobatera.
Pbro. Oscar Fuenmayor, Párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Lobatera.
Pbro. Nelson Duque, Vicario parroquial de la Iglesia de San Juan Nepomuceno, Michelena.
Banco Santander Central Hispano




Monumento al novelista francés Pierre Loti (Julien Viaud, 1850-1923), autor de Ramuntcho. Esculturas en bajorrelieve que se encuentran sobre la antigua muralla defensiva de Hendaya (Bd. du Général de Gaulle), frente a la bahía de Chinguody/Chingudi/Txingudi (Foto: Samir Sánchez, 2013).



«Y la campana habló diciendo: ‘No, no os marchéis para siempre; los países lejanos son buenos para los días de la juventud, pero es preciso volver; aquí hay que envejecer y morir; en ninguna parte del mundo dormiréis como en este cementerio, junto a la iglesia, donde podáis oír mis voces aun estando sepultados en la tierra» Pierre Loti, Ramuntcho (1897).
  

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