viernes, 8 de diciembre de 2023

Documentando nuestro patrimonio: Tesoros escultóricos del Táchira. La Inmaculada de Lobatera │ Our Documented Heritage: Táchira's Sculptural Treasures. Lobatera's Immaculate Virgin





Foto: Darío Hurtado (2023)


Texto: Samir Sánchez (2023)


Nos encontramos ante una de las obras cumbres e irrepetibles del arte sacro español del siglo XIX en tierras tachirenses: la talla en madera policromada de la Inmaculada Concepción, venerada en la Iglesia Parroquial de Lobatera.


Esta magnífica pieza -que sigue en tamaño natural el patrón iconográfico para las Inmaculadas, creado por el célebre pintor español Francisco Esteban Murillo en 1665- es obra del renombrado escultor catalán Francisco Vila. Fue adquirida en 1917 por el insigne Padre Pedro María Morales, y representa uno de los mejores ejemplos del arte sacro escultórico realizado en madera policromada, siguiendo los rigurosos patrones académicos de la época.


Su valor es incalculable, pues esta obra no solo atestigua una forma de manufactura ya extinta y puramente artesanal, sino que es un patrimonio tachirense de obligada preservación dado que es irrepetible.


El acabado perdido

Un aspecto crucial de su manufactura original radica en las encarnaciones cromáticas. Inicialmente, estas estaban realizadas con el antiguo y refinado acabado a pulimento (o 'a espejo'). Esta técnica era una de las formas más antiguas y refinadas de realizar las encarnaciones (la representación del color de la piel) en la talla o escultura de madera policromada. Se caracterizaba por lograr una superficie de aspecto claro, liso y muy brillante, casi vítreo o esmaltado, de ahí su nombre 'a espejo'.


La encarnación a pulimento estuvo muy en boga durante el siglo XVI y principios del XVII, retornando a finales del siglo XIX. A menudo se la criticaba por ser menos naturalista que la técnica en mate, ya que su brillo recordaba más a la porcelana o el esmalte. Sin embargo, su dureza y su acabado lujoso eran muy apreciados por la sensación de nobleza y divinidad que conferían a las figuras religiosas. 

Lamentablemente, este acabado desapareció durante las restauraciones subsiguientes debido al desconocimiento de esta técnica antigua por parte de los restauradores modernos que intervineron la imagen, resultando en la pérdida total de la sutil calidad sacra superficial que la pieza presentaba al salir del taller de Vila, tanto en las encarnaciones como en las vestiduras.


Resiliencia y restauración

Cabe destacar su resiliencia. La imagen fue tallada en madera de nogal, material que le permitió resistir los graves destrozos iconoclastas perpetrados en agosto de 2006. Gracias a ello, pudo ser restaurada a su forma original, si bien perdió algunas de sus partes simbólicas como lo es la cabeza de la serpiente con la manzana, elemento clásico de su iconografía.


Algo de historia

La Parroquial de Lobatera fue erigida canónicamente el 1 de junio de 1773 por el Arzobispo de Santa Fe de Bogotá. Su primer cura párroco llegó al pueblo el 20 de marzo de 1774, el día 22 creaba la cofradía de la patrona y tuitular Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y el día 3 de abril, su párroco, el Pbro. Dr. Manuel Antonio de Nava crea la Cofradía de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción y se registra la firma del primer alcalde de Lobatera, Don Antonio Tomás Rosales. 


La artística talla en madera policromada que se conserva a la fecha en la Iglesia de Lobatera fue bendecida solemnemente, según los antiguos rituales y rúbricas, en la misa de Tercia (9:00 am), la mañana del 22 de septiembre de 1917 en Visita Pastoral que hiciera el Obispo de Mérida Mons. Dr. Antonio Ramón Silva.


Memoria agradecida 

Es deber de gratitud evocar la memoria de una de sus antiguas priostas, la distinguida Srta. Delfina Sandoval Zambrano, quien con notable dedicación organizó las celebraciones de la solemnidad de la Inmaculada Concepción desde el año 1929 hasta 1984.


La función primordial de estos priostes y priostas radicaba en la preparación y el adorno de la imagen para la celebración litúrgica, la contratación de los músicos y adquisición de la pólvora que darían realce a las vísperas y a la misa y a la procesión, la adquisición de las flores destinadas a la imagen y al altar, así como la búsqueda del orador sagrado de la festividad, cargo que, por muchos años, recayó en Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo.


Todo lo anterior era sufragado mediante las limosnas generosas y voluntarias que ella recogía de los habitantes del pueblo y de las trece aldeas que constituían la parroquia eclesiástica de Lobatera, a saber: La Molina, El Molino, La Montaña, Las Minas, Llano Grande, Potrero de las Casas, Volador, Los Trapiches, La Parada, El Oso, La Victoria, La Trampa y La Cabrera.