sábado, 4 de abril de 2020

Cuentos viejos de los nonos: "Don Roso y la parihuela" │Tachiran Tales from the Past: "Don Roso and the 'Parihuela' (Spanish for stretcher)"




Bernardo Zinguer (2020)



¡Miserere Señor, miserere!


En los tiempos de los nonos había un mal de la asadura que nosotros los gochos le teníamos miedo, se llamaba “el cólico miserere” y es que viendo la pelona cerca uno se agarraba al salterio y repetía el salmo Miserere, o sea pidiendo ¡misericordia!

Eso mismito fue lo que le pasó a Don Roso Sandoval Mora.

Don Roso fue muy querido por estas tierras de Lobatera y además era hermano de aquel padre que fue Monseñor José Teodosio Sandoval Mora, cura párroco de los Ángeles en La Grita, emparentado también con las Sandoval muy recordadas en Lobatera, y de paso con Don José Trinidad Mora que era más preparado que un almuerzo de Jueves Santo.

A don Trinidad se le podía preguntar de todo que de todo sabía, y les decía a los niños:

― La fe y la ciencia son la base de la razón.

Hasta un periódico sacó en Lobatera.

Pero no es eso lo que les vengo a contar. El cuento que les quiero echar es de cuando a Don Roso le dio el cólico miserere.

Tampoco es tan viejo, déjeme echar moya pa´ ver si me acuerdo, ahhhh ¡ya! eso fue en 1953 porque ese mismo año mi mamá se despachó de mi hermano Ezequiel y ese muérgano cumplió 67 hará uno días, yo era un sute treque pero muy entendido.
Nosotros éramos vecinos de los Sandoval Mora, que vivían pa´ ese entonces en La Molina, es que me recuerdo ole como si fuera ayer.

Un día la hermana de Don Roso empiezó a dar unos gritos al cielo diciendo que se le muere el hermano, todos salimos corriendo a ver qué pasaba.

Don Roso se agarraba el estógamo y estaba tumbao, y aunque se veía jipato, doña María decía que tenía calentura. Mano Hilario, el vecino de la toma de más allá, dijo que tal vez tenía un empacho y al ensuciar se le quitaba. Eso calmó los ánimos. 

Pero mano Saturnino que era más conocedor dijo con voz juerte:

― Esa vaina es el cólico miserere.

Todo el mundo se calló. Y ahí sí que las ayes de la doña fueron pior. Cuando recuperaron el aliento, Wenceslao dijo:

― Yo si paso a creer que lo de Roso es un miserere, y si no lo sacamos va a estirar la pata antes de lo que cante un gallo porque al miserere hay que andarle rápido. Mientras hacemos La Parihuela pa´ cargarlo, háganle leer el salmo.

Corriendito la doña le trae el salterio y empieza Roso a mascullar:

“Misericordia, Señor, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa".

Lista la parihuela, Don Anselmo grita:

― Muevan el julepe que Roso está pa´ despegarse.

Los hombres empiezan a cargarlo, Silvino comenta:

― Güenos mal que está la nueva medicatura y el médico Sierra, que todo el mundo le tiene fe porque es muy güeno, y aférrese Usté Rosito a Nuestro Señor, rece con fe el miserere que eso es milagroso pa´ ver si entre los dos lo sacan de esta.

A cada tramo un palo e´ miche blanco se pegaban los miembros de la procesión mientras van bajando al trote, camino a Lobatera con Roso a las costillas. Después de tanto caminar llegaron con el quejoso, la hermana de Roso se adelanta y le cuenta al doctor Sierra la novedad.

El doctor cuando nos ve venir con la parihuela sale corriendo pal carro de él y apela por una cámara fotográfica y le pide a la gente que esperen un tantico pa´ tomarle una foto cargando la parihuela, luego nos explicó que estaba haciendo un libro, muy letrado es ese doctor.

Como los hombres ya están pintones de tanto tomar miche claro, no se les da nada, al único que se escucha rezongar es al Abilio Morales que hablando pasito dice:

-Y que pa´ un libro que está haciendo, medio loco el doctorsito, que le va a servir esa joda pa´un libro.

Pero rapidito lo atiende y dice que tiene que operarlo es una “obstrucción”.

― ¿Y qué es esa joda doctor? Le pregunta mano Saturnino. 

― Pues eso es lo que ustedes llaman el “Cólico miserere”, respondió el doctor.

El toche de Saturnino mira a todo mundo como queriéndosela tirar de médico porque la pegó con el mal, ¡ja! pero nadie le paró bolas, ni que juera él que le va a echar cuchillo al pobre de Rosito.

No hubo tiempo de sacarlo al hospital de Colón ahí mismo en la Medicatura, el doctorcito con la ayuda de la enfermera le echó cuchillo, le quitó un pedazo de tripa picha y más de buenas el Roso, que de tanto rezar el miserere y ponerse en las manos del doctor Sierra vivió hasta los 82 años, pues había nacido aquí en Lobatera en 1905 y murió en el año 87. ¡Aquí mismo, ahí está! En el barrio donde el que entra acostado no vuelve a salir, al pasar la quebrada.

Los hombres contentos y pintones por haber salvado la vida de don Roso se regresaron hablando y riendo, pero de vez en cuando se quedaban callados, cada uno de recordaba estas palabras: "¡Miserere Señor, miserere!"


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Narración elaborada por Bernardo Zinguer, abogado, académico e investigador, a partir de una anécdota que le relató el Dr. Samir A. Sánchez, Cronista Emérito de Lobatera. Este narración fue publicada originalmente por el autor en su página del grupo de Facebook "Retazos históricos del Táchira" en abril de 2020. 




Don Roso Sandoval Mora (Lobatera, 1905 - San Cristóbal, 1987) en diciembre de 1924 luego de la ordenación sacerdotal de su hermano Mons. José Teodosio Sandoval Mora, en la Catedral de San Cristóbal (Estado Táchira). Foto que se conserva en el archivo fotográfico familiar de la familia Sandoval Zambrano.






Don Roso Sandoval Mora a su llegada a la Medicatura de Lobatera en una parihuela, un instrumento de transporte de enfermos en los Andes tachirenses desde la época colonial española hasta mediados del siglo XX. La foto la tomó el Dr. Clemente E. Acosta Sierra para ilustrar su libro "Distrito Lobatera. Estudio geográfico, económico y social de la zona", publicado en 1953 (Foto cortesía de Bernardo Zinguer, Retazos Históricos del Táchira, 2020).





Libro del Salterio, también conocido como Libro de los Salmos o Laudes. Forma parte de los libros canónicos de las Sagradas Escrituras. Un ejemplar como este, en edición de fines del siglo XIX, se encontraba en la casa de la familia Sandoval Mora en La Molina (Lobatera, Estado Táchira, Venezuela). Foto: © Google Book 2020. Edición e impresión de 1850.




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