miércoles, 1 de diciembre de 2021

Capilla votiva de Santa Leocadia (Lobatera, Estado Táchira, Venezuela): un elocuente símbolo de lo que hemos perdido | St. Leocadia Chapel (Lobatera, Táchira State, Venezuela): The chapel that God forgot








In Memoriam
Dra. Gracia Josefina Vivas Terán (1933-2020)


Desvelando magnificencias sobre espacios sencillos

En la pupila de las personas más ancianas de Lobatera siempre se reflejaba la imagen de quien se adentraba en la vieja iglesia, en la búsqueda de aquellos rincones más recónditos donde el alma, en silente oración, podía encontrarse con su Creador. 

Uno de estos rincones que nos permite escrutar ese pasado era la Capilla votiva y funeraria de Santa Leocadia. Había sido mandada a construir por el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez (Lobatera, 1864 - París, 1919), personaje destacado en la política venezolana de inicios del siglo XX, y la misma era una verdadera joya arquitectónica religiosa tachirense de principios del siglo XX. 

Un recopilatorio de la arquitectura y de las artes decorativas que llegó a contener dentro de sí las mejores expresiones de las artes mayores y menores: noble arquitectura, armoniosa pintura y escultura de cuidados acabados así como trabajos en bronce y en madera torneada.


Emprendiendo un viaje en el tiempo

Como el texto del Cantar de los cantares, esta capilla bien pudo decir: "Soy hermosa y perfecta". Su contemplación resultaba en un apasionante viaje de retorno a la magnificencia del arte y de la religiosidad de otros tiempos, pero también a una muestra de exhibición del poder que ostentaba su mecenas, el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez, Secretario privado del Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, el General Juan Vicente Gómez.

Construida en la Iglesia parroquial de Lobatera entre el 8 de julio de 1915 y el 20 de septiembre de 1916, la misma fue bendecida y dedicada solemnemente el día 27 de setiembre de 1916. Recibió el nombre por el onomástico de la señora madre de Dr. Vivas Sánchez, Santa Leocadia (virgen y mártir cristiana toledana, martirizada en el 304 d.C).

Esta impresionante estructura fue demolida en su totalidad a fines de 1960, perdiéndose con ella parte importante del patrimonio cultural tachirense, representado por un pasado artístico de cuidadas y elaboradas realizaciones.

Su desaparición obedeció al derribo de la vieja estructura colonial y a la reconstrucción y remodelación, en un estilo uniforme neorrománico, de la actual Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera (Estado Táchira - Venezuela).


¿Cómo era la antigua capilla de Santa Leocadia, en Lobatera?

Se levantaba próxima a la torre del reloj o torre sur, sobre un plano centralizado o cuadrangular y cerrada con muros de tapia pisada y cubierta de pares y nudillos, y teja. Su ornamentación seguía el estilo o gusto arquitectónico imperante en la época: el neobarroco. 

Así, toda la obra era un compendio de ese arte que supo exaltar lo divino al representar el esplendor y triunfo de la fe sobre las herejías, motivo por el cual fue retomado en las principales construcciones religiosas tachirenses de la época, hasta mediados del siglo XX.

En su muro sur se levantaba el altar principal. Era de tipo retablo acorde a la liturgia conciliar tridentina y contenía un alargado nicho central con arco de medio punto donde se encontraba la imagen de Santa Leocadia de Toledo, virgen y mártir romana. Talla en madera, naturalista, obra del escultor catalán Francisco Vila, de la Escuela española de imaginería religiosa de Olot, de fines del siglo XIX, que a la fecha aún se conserva en la iglesia de Lobatera.

El nicho estaba ornamentado por pilastras corintias ordenadas en posición de abocinamiento, todas de sección rectangular y fuste acanalado que sostenían un elaborado entablamento y sobre este un frontón rebajado (surbaissé) y partido en la sección inferior. A cada lado de la imagen, y sobre dos dados o peanas molduradas clásicas, se encontraban las imágenes de los Ángeles de la adoración perpetua (tallas en madera de la Escuela de Olot, de la acreditada casa de escultura y pintura de Francisco Vila, Plaza de Santa Ana, 7 y 26, Barcelona, España, y actualmente -repintados de forma errónea- se encuentran junto al sagrario de la iglesia de Lobatera).

La mesa del altar principal, de tipo retablo, estaba elaborada en mampostería, adosada a la pared de cierre bajo el nicho de Santa Leocadia y sostenida por cuatro marmolejos o pequeñas columnas corintias exentas y de fuste cilíndrico, dos en fila, en cada extremo del frontal de la base de la mesa del altar, todo sobre una tarima forrada en porcelana. 

El suelo de la capilla consistía a su vez en un solado de baldosas de mosaico hidráulico o de prensa, italiano, con formas geométricas de atrayentes colores por sus características.

La pared de cerramiento que contenía el nicho, hacia los lados de los ángeles, fue recubierta con relieves marmorizados de columnas y arcos neogóticos que semejaban doradas arcadas entrelazadas. 

El techo interior de la capilla presentaba un centro abovedado (cúpula) enmarcado por un ornamentado plafón sostenido en los cuatro extremos o ángulos, en el espacio que deberían ocupar las pechinas, por sólidas y ornamentadas columnas corintias de fuste exento recubiertas con pinturas que semejaban al mármol. 

Adosado al muro oriental se ubicaba el monumento memorativo a Doña Leocadia Sánchez de Vivas, con el grupo escultórico en mármol de Carrara de “La oración de Jesús en el huerto” (en la actualidad en el Cementerio Municipal de Lobatera y presentado graves signos de destrucción), obra del artista italiano Emilio Garibildi (esculpida en su taller de Caracas en 1916). La inscripción en el lado frontal del pedestal, describía toda la magnitud de la obra: «DR. EZEQUIEL A. VIVAS / A LA MADRE ADORABLE / SANTIFICADA EN EL DOLOR».

En el muro occidental se colocó la imagen de la Sagrada Familia (obra de la Escuela de Olot que en la actualidad se encuentra -igualmente repintada de forma errónea- en la capilla del Bautisterio). Este grupo escultórico tallado en madera se colocó sobre sobre un moldurado pedestal clásico.

Con una doble cubierta, el intradós de la bóveda de la cúpula, en semiesfera sin tambor ni linterna, estaba pintado al fresco con escenas de las sagradas Escrituras. A través de una cadena, desde el centro de cierre de la cúpula, pendía una artística lámpara de varios brazos o tipo araña para colocar velas, con briseras de vidrio y cristales, que daba iluminación artificial al espacio. En el exterior, la bóveda o cúpula de la capilla estaba recubierta por un techo sostenido a su vez en una armadura de madera de pares y nudillos, a cuatro aguas.

El muro norte contenía el amplio vano de entrada o acceso a la capilla. Estaba rematado por un arco de medio punto, moldurado, con figuras ornamentales pintadas al óleo en su intradós y con la inscripción, en letras latinas capitales: CAPILLA DE SANTA LEOCADIA, en su extradós. Una baranda tallada en madera cerraba el acceso al interior de la capilla y la formaban marmolejos barrocos torneados que cumplían la función de columnillas que a su vez sostenían una arcada entrelazada (creada a partir de una sucesión de arcos apuntados intercalados), figuras estas que reproducían a su vez los relieves de los espacios vacíos de los cuatro muros de cierre de la capilla, si bien los arcos de las paredes eran de medio punto.

La ejecución de los trabajos de arte y ornamentación  de la capilla fue obra de los artesanos, enviados por el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez desde Caracas, de nombre Eduardo Gámez y Jacobo Capriles M.

Por igual, el 7 de marzo de 1920 el suelo central de la capilla acogió el féretro con el cuerpo de su benefactor, el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez (fallecido en París en diciembre de 1919), hasta 1960 cuando es exhumado y trasladado al Panteón de la familia Vivas Sánchez en el Cementerio del Torreón (Cementerio Municipal de Lobatera).

La única foto que se conserva, a la fecha, de lo que fue la Capilla de Santa Leocadia en la Parroquial de Lobatera fue cortesía del Abogado Wilmer Antonio Rey Lozada (2020) quien ha conservado, ordenado y clasificado el archivo personal de su tía-abuela Doña María de los Remedios Lozada Bustamante de Mora (Borotá, 1892 - Lobatera, 1993).


La lepra: enfermedad, estigma y un hijo agradecido

Doña Leocadia Sánchez de Vivas (1845-1882) pertenecía a una de las más destacadas familias lobaterenses del siglo XIX y estaba casada con Don Abdón Vivas Casanova. Esta matrona había fallecido a consecuencia de haberse contagiado de la enfermedad de la lepra, que padeció con paciencia y resignación, al igual que el estigma, hasta sus últimos días. Momentos de dolor que quedaron en la memoria agradecida y compungida de uno de sus hijos, quien le erigió una capilla poema adosada al suelo santificado de su tierra natal.



Santa Leocadia. Talla en madera del escultor español Francisco Vila, de la acreditada casa de escultura y pintura religiosa del mismo nombre (Barcelona, Plaza de Santa Ana, Nº 7 y 26. Fines del s. XIX). Presidió la antigua capilla de Santa Leocadia (desde 1916 hasta 1960) y la actual (desde 1967). Fue repintada en 2006 perdiendo el acabado original. Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera. Foto: Samir Sánchez, 2006.




Imagen de Santa Leocadia con su policromía original, para 1916, y acabado a pulimento en la zona de la piel o encarnado, según la antigua técnica de los imagineros del s. XIX, así como el elaborado esgrafiado y estofado en pan de oro de los ribetes de la túnica y manto. Todo ya desaparecido o sustituido por formas menos elaboradas. Estado de la imagen luego del acto vandálico del 17 de agosto de 2006 cuando un perturbado mental derribó de su peana varias imágenes de la Iglesia parroquial de Lobatera (Foto: Samir A. Sánchez, 2006).




Panorámica del centro histórico de la población de Lobatera (Estado Táchira - Venezuela). Junto a la torre del reloj (izquierda del observador) se aprecia los muros exteriores y el techo a cuatro aguas de la antigua  capilla votiva de Santa Leocadia (Foto: Marco Aurelio Vila, 1947).







Por esta nota aclaratoria, publicada en el períodico "Horizontes" de la ciudad de San Cristóbal en su edición del 6 de marzo de 1916, se conoce que la imagen de Santa Leocadia llegó a Lobatera en una fecha posterior a la referida nota de prensa (Foto: Coetesía del Dr. Bernardo Zinguer, 2023).



Estado del grupo escultórico "La oración de Jesús en el huerto", de 1916, en el Cementerio Municipal de Lobatera (Foto: Samir A. Sánchez, 2010).




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martes, 12 de octubre de 2021

Scripta in Memoriam: José Ernesto Becerra Golindano (1953-2021) │ Scripta in Memoriam: José Ernesto Becerra Golindano (1953-2021)

 


Foto: Archivo fotográfico de la Academia de Historia del Táchira (2013)


En el día de ayer, 11 de octubre de 2021, el maestro, el académico el profesor y el amigo, José Ernesto Becerra Golindano, pasó la última página y cerró el libro de su vida.


Lo hizo como quería y como quiso, en su casa de Táriba, como los viejos pater familia tachirenses para quienes no existía otro lugar donde rendir su existencia como en su casa, rodeado del irremplazable sentido de su fe y de su cariño y afecto de familia, de los suyos. A su estimada familia, mis respetos y sentido pésame.


Se va a navegar otros mares, ignotos para nosotros, pero sus alforjas de viajero están cargadas de buenas obras. Tengo la certeza que al llegar a buen puerto le dirá a quien lo recibirá, como el poeta: "No puse nunca, Señor, la luz bajo el celemín/Me diste cinco talentos y te devuelvo otros cinco".


En su memoria, y una memoria agradecida por su amistad, apoyo, sus certeros consejos y orientaciones, sólo me resta despedirlo con las palabras que le escribí para prologar su último libro, en agosto de 2020. Libro donde, en los párrafos de cierre, dejó un testamento académico de vida útil y de generosa fraternidad:

 


Gentilitium

El académico Licenciado José Ernesto Becerra Golindano, de meritoria labor en las cátedras del liceo y de la Universidad Católica del Táchira, ha colocado en manos del lector su más reciente obra, titulada "Algunos personajes relacionados con la Historia de Michelena". Repasar sus páginas, se convierte en un ejercicio donde retornan con mayor esplendor y lustre las acertadas palabras del Dr. Horacio Cárdenas Becerra, uno de los más descollantes intelectuales tachirenses de los tiempos presentes, cuando expuso: «La historia de una nación es también la de sus pueblos y de sus hombres que cumplieron con su destino en tierra adentro. No podemos renunciar a nada de la patria sin que estemos renunciado a toda ella».


Con el talante serio y trato fino y selecto que le caracteriza, José Ernesto Becerra Golindano, cual rapsoda de la Grecia clásica, reconoce que la muerte tiene menos poder que el olvido, cuando se deja el nombre al pie de una palabra. Por ello, devuelve a la vida acciones y obras de aquellos tachirenses quienes, desde humanas fortalezas y fragilidades, echaron sobre sus fuertes espaldas de lugareños grandes sueños y voluntades, o todo un pueblo, como Michelena, en el caso del Pbro. Dr. José Amando Pérez o toda una nación, en el caso del General de División Marcos Pérez Jiménez. Cada vida es un ir adentrándose de modo incansable y fructífero en la historia y la crónica del Táchira, real Finis terræ del occidente venezolano, encendiendo más luces sobre el Gentilitium, esto es sobre el patrimonio o herencia de los antepasados.


Como escritor, que se propone leer e interpretar los tiempos, nos conduce desde un viejo pretérito zurcido en el silencio de la levadura o fermento que se adentra en las nobles raíces de esa Lobatera viajera, itinerante y hacedora de destino del siglo XVIII, pasando por la fundación de la ciudad de Michelena, hasta llegar a la misma gente que dio continuidad a la vida del Táchira de hoy. No en vano, uno de sus hijos marcó una etapa de la historia de Venezuela, como república y como Estado, aún recordada y añorada en estos tiempos de incertidumbre y oscurantismo que nos abaten.


Trece biografías nos convocan a una cita con la historia y con el paisaje físico y espiritual de esta tierra nuestra. Con la memoria de su gente sacada de entre viejos y olvidados papeles la cual, como hijos de la montaña, se acostumbró a mirar el valle y a otear altos horizontes. Esta nómina de michelenenses ilustres por su contribución al patrimonio de pensamiento, fe y acción del Táchira, es extraordinaria en número y en relieve. Nos impresiona la acumulación de las realizaciones que hicieron, en los más variados escenarios de la cultura, en el tiempo creador de los siglos XIX y XX.


Los lectores, a quienes interese más el acercamiento a lo que queda oculto y precede a lo que es manifiesto de nuestra historia, apreciarán el esfuerzo del autor por poner al descubierto nuestras raíces y hacer presente a las generaciones pasadas, surgidas de la recia sustancia de la tierra madre. Con una autenticidad y vida sobria, hicieron, con menos recursos, pero con abundante voluntad férrea, indoblegable ante las vicisitudes, una inmensa obra de crecimiento material y espiritual vivido desde la fidelidad a lo eterno de su propia tradición, en épocas cuando la confluencia entre fe y razón, desde el equilibrio tomista, era capaz de superar la mera identidad entre inmanencia y trascendencia.


Sin lugar a dudas, es allí donde radica el valor y el aporte principal de esta obra. En tiempos de eclipse del sentido de trascendencia, esta se difumina y disuelve. Sólo el regreso a los orígenes hará retornar a las mentes lúcidas y de sindéresis. Ellas deben levantarse sobre las ruinas de lo que fueron unos sueños de país que sofocó el subordinar el interés común a miras personales y abordar el futuro, lejos de la trivialidad. Con optimismo y franquía deberán experimentar de nuevo la trascendencia creadora que movió a las generaciones que les precedieron y así posibilitar el fijar horizontes a toda existencia humana, desde un modo de pensar y proceder ético, justo y solidario, para la construcción de una nueva humanidad en tierras tachirenses.

Dr. Samir A. Sánchez
Cronista Emérito de la ciudad de Lobatera

El Remanso de Santiago, San Cristóbal, Julio de 2020.




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