Sumario
El Capitolio tachirense... Palacio de los Leones y Parque Sucre con las caminerías y parterres simétricos o jardines originales de 1915 caracterizados por repoducir el estilo francés del tipo sinuoso o de bordado (parterres en broderie). Panorámica aérea para 1971. La que fuera casa-residencia del Presidente del Estado Táchira General Eustoquio Gómez, mandatario estadal que ordenó la construcción de la imponente edificación, es la que se observa en el ángulo superior derecho de la imagen, de patio central y fachada con croterio de jarrones ornamentales. La misma ya no existe (Foto: Marzo de 1971. Dr. Luis Hernández, Cronista de la ciudad de San Cristóbal, 2020).
Presentación
Desde el mar de la memoria tachirense, rodeado por un océano de olvido, emerge la fecha del 16 de julio de 1925. A la hora del antiguo toque del alba, cuando las campanas de Catedral y de La Ermita repicaban casi a rebato, anunciando el inicio de la festividad del Carmen, un cuidado automóvil marca Ford, cruzó por frente de la edificación -en obras- del versallesco Palacio Municipal de San Cristóbal. Con voz de imperio, aún desde su ocaso, una voz emergió de las sombras del puesto trasero, y se dirigió al conductor: «¡deténgase!».
Con mirada escrutadora, los ojos del pasajero recorrieron muros y altillos; arcadas y ventanas; ornamentos y esculturas, y evaluó por igual la resistencia de las agujas o cuñas de madera que aún sostenían los encofrados de tapiales y mampostería. En tono bajo y lento musitar, se le oyó decir: «¡Umjú!, lo hecho, hecho queda», para luego retomar la voz de mando con la expresión: ¡Siga!». El último «siga»; un siga sin retorno.
Así, hace noventa años, desaparecía para siempre de la escena pública tachirense, la contradictoria figura del General Eustoquio Gómez.
A cien años de la inauguración del Parque Sucre y noventa años de los trabajos externos del Palacio de los Leones, se sigue reconociendo la obra material creada en esa época como patrimonio cultural, como un legado de nuestros antepasados, como un magno monumento de la tachirensidad.
Por ello, impera la obligación de profundizar en la historia y en el arte de lo edificado. De esta forma, las nuevas generaciones de tachirenses no olvidarán ese pasado –con sus matices blancos y negros- y por igual, tendrán la oportunidad de contemplar -in splendor maximus artis- la riqueza patrimonial que ha generado esta tierra.
1. El déspota civilizador o el mejor alcalde de San Cristóbal
Este gobernante regional, cual
sátrapa persa regente de dioses y de hombres, de inicios del siglo XX
tachirense, nacido en Rubio, Estado Táchira según DÍAZ BRANTES, Humberto, Estado Táchira, Álbum gráfico 1930,
impreso en los talleres de la Tipografía Americana, de P. Valery Risquez,
Caracas, 1930 (reedición facsimilar de la Gobernación del Estado
Táchira-Lotería del Táchira, San Cristóbal, 1997, s/n, información del Distrito Junín). Asimismo, en el Cementerio Municipal de Rubio, se encuentra un monumento funerario con cripta -ya destruida en parte-, salido de los talleres caraqueños del artista italiano Emilio Gariboldi, donde se encuentra la tumba de Fernando Gómez [padre de Eustoquio Gómez y quien falleció de viruelas en 1900] en 1868. Falleció –víctima de varios disparos de origen
aún incierto- en el despacho del Gobernador del Distrito Federal, en Caracas, la
mañana del 21 de diciembre de 1935. Es de especificar que investigaciones realizadas por el Dr. J. J. Villamizar Molina, siendo Cronista de la ciudad de San Cristóbal, ubica el nacimiento de Eustoquio Gómez el 2 de noviembre de 1866, en jurisdicción de la parroquia eclesiástica de San Antonio del Táchira, donde es bautizado por el Pbro. Dr. Elio Caicedo con licencia del cura párroco y rector de la parroquial de San Antonio, el Pbro. Camilo Otero.
Su personalidad y obra política
–la cual ha sido estudiada y valorada, desde diferentes puntos de vista, por
cronistas, académicos, historiadores, investigadores universitarios y
novelistas- se inició en 1911 en cargos de alto gobierno, primero como
Comandante de Armas de la plaza de San Cristóbal y luego como Presidente constitucional
del Estado Táchira hasta 1925.
Todos, por designación de su primo hermano el
General en Jefe Juan Vicente Gómez, presidente de los Estados Unidos de Venezuela y
Comandante en Jefe del Ejército, Marina y Aviación, desde 1908 hasta su fallecimiento el
17 de diciembre de 1935 (período conocido como el «régimen gomecista» o
«gomero», en la historiografía venezolana).
Desde el punto de vista
arquitectónico y urbanístico tachirense, su férrea voluntad hizo saltar -de las
manos de presos políticos, presos comunes, delincuentes y vagos- cinceles y
buriles, dirigidos por reconocidos artesanos, en la labra transmutadora de las
piedras «eustoquianas».
San Cristóbal fue la primera en
ser transformada y en hacerse digna de ser llamada la capital del Estado
Táchira. Si bien no es el objetivo del presente ensayo describir los cambios
que sufrió la urbe, si se podrían resumir siguiendo una descripción de las principales obras.
El
primer paso para crear una ciudad, era adecuar el terreno y aderezar sus
calles. Para ello, hizo traer de Caracas a un arquitecto especialista para
alinear las calles de la ciudad y hacer desaparecer los ranchos y las
construcciones anárquicas, que obstaculizaban el trazado y continuidad de las
mismas.
Cubrió de empedrados las calles y obligó a los vecinos a construir las
aceras de las mismas en el tramo de sus respectivas casas; impuso casi un estilo de arquitectura duradera, universal e institucional –a partir de
la remodelación de su casa de habitación- con un gusto por el estilo barroco
clasicista e italianizante, logrando que las casonas de los personajes con mayor poder
político y económico, remodelaran o construyeran las fachadas de sus casas con
remates –que eliminaban los viejos aleros coloniales- coronados por formas
ornamentales de jarrones y flameros.
Reubicó el basurero local, en el cual se
había convertido la vieja plazuela de San Sebastián, para transformarla en el
Parque Sucre, el segundo en importancia de la ciudad; contrató el servicio de
ingenieros alemanes especialistas para crear y ampliar plantas hidroeléctricas,
para el mejoramiento del servicio de alumbrado público de la urbe; erigió el
primer sistema de acueducto moderno para San Cristóbal.
Construyó, entre otras cosas:
El primer aeródromo en la planicie de Sabana Larga (actual ubicación de la Universidad Católica del Táchira, sede nueva).
El primer sistema de acueducto para la ciudad [los viejos depósitos de agua permanecen cumpliendo sus funciones, junto a la actual Iglesia de Ntra. Sra. de Coromoto y frente a la calle a la cual le dio su nombre el 'Pasaje Acueducto'].
Una red de sólidos túneles subterráneos «al estilo de los de París» [en la re-planificación urbanística del centro de París, del siglo XIX, diseñada por el barón Haussmann, todas las casas y edificaciones debían estar conectadas con las cloacas principales por medio de túneles de dos metros y treinta centímetros de altura y de un metro y treinta centímetros de ancho].
Según reseñaba la prensa sancristobalense de la época, eran amplios sistemas de drenajes para canalizar las aguas de las quebradas que atravesaban el caso urbano de la ciudad (Ej. quebrada de San Sebastián que pasaba por el actual Palacio de los Leones, y quebrada del Tejar, que pasaba por la actual plaza Bolívar y drenaban en el río Torbes). Fue un sistema de alcantarillado -no para aguas servidas o negras- sino para la canalización y embaulamiento (por cauce cubierto de las abundantes corrientes de agua) de las quebradas que cruzaban la ciudad las cuales, en época de lluvias abundaban y se desbordaban, impidiendo o fracturaban la comunicación y continuidad de la trama urbana de la ciudad.
No obstante esta intención o uso original se perdió y su existencia sólo permanece difusa -entre lo fantástico y lo real, como aquella diferencia entre el soñar y el vivir de los escritos de Jorge Luis Borges- en el imaginario colectivo como una de las leyendas urbanas de San Cristóbal que más interés depierta.
Esta leyenda magnifica el origen de los túneles -y los multiplican en número- como obras encerradas en el misterio de haber sido diseñadas y construidas para servir como vías expeditas de escape a los gobernantes de la época, en caso de invasión o levantamiento de la población, en los lejanos tiempos de la férrea dictadura gomecista.
Asimismo, continuando la lista de obras, el General Eustoquio Gómez ordenó la apertura de las vías carreteras que unirían a la ciudad con los pueblos del sur del Estado; dejó en fase de acondicionamiento interno las imponentes estructuras del Hospital Vargas y del Palacio Municipal de San Cristóbal, el cual se comenzó a conocer en su época como «El Capitolio», y posteriormente como «Palacio de los Leones».
Plano de la ciudad de San Cristóbal (y proyecto de acueducto) para 1915. Publicado en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Obras Públicas de los Estados Unidos de Venezuela, para 1916. Tomo I, Editorial del Ministerio de Obras Públicas, Litografía y Tipografía El Comercio, Caracas, 1916 (Foto tomada al plano original y cortesía del historiador y académico Bernardo Zinguer, 2022. Reproducción con fines didácticos de difusión del conocimiento).
Información publicada por el Diario La Nación de San Cristóbal (de fecha 5 de julio de 1977) donde daba a conocer el hallazgo de un túnel antiguo al momento de hacer las excavaciones para la construcción del actual edificio de la Torre E (5ta Avenida, entre calles 7 y 8). El sistema de construcción es similar al túnel de la casa Biaggini por lo que se presume que daten de la misma época, cuando se drenaron las corrientes de las aguas de las quebradas de San Sebastián (que pasaba por el actual Palacio de los Leones) y del Tejar (que pasaba por la actual Plaza Bolívar) según lo señalaba el plano de la ciudad de San Cristóbal de 1883 (Foto: Hemeroteca Pública del Estado Táchira "Prof. Pedro Pablo Paredes", 2023. Reproducción con fines didáctivos):
Dominando la visual urbana de la Villa... Panorámica aérea de la imponente y sobria volumetría del Palacio de los Leones en su entorno urbano, antes de la agresiva intervención de su espacio posterior que desvirtuó la lectura visual arquitectónica de aislada majestuosidad y unidad estilística original (Foto: Gustavo Ignacio Hernández Rojas, Oficina Regional de Información de la Gobrrnación del Estado Táchira, 1985. Publicada por el Lcdo. José D. Rico Carrillo en el grupo de Facebook "Retazos históricos del Táchira". Reproducción con fines didácticos).
Todo lo realizó a partir de los
limitados recursos de la Tesorería del Estado, sin ser obligado por un plan
nacional de urbanismo o por una orden impuesta por el gobierno central de Caracas. Sólo motivado y movido por su propio criterio y libre elección de querer hacer las cosas -y hacerlas bien-.
Al marcharse de su tierra,
aquel 16 de julio de 1925, el General Eustoquio Gómez, bien pudo vanagloriarse
–como Augusto, emperador de Roma- de haber recibido la ciudad en adobe y
dejarla en mármol. Nunca antes -ni después- la ciudad de San Cristóbal había
tenido «un mejor alcalde».
2. El Parque Sucre, antesala
romántica al palacio
El 19 de diciembre de 1915, el
General Eustoquio Gómez inauguraba el Parque Sucre transformado en un enlosado, de
arboledas, jardinería y caminerías en torno a un reducido espacio rectangular
central. Siguiendo el estilo de paisajismo de los parques ingleses de la época, se proyectó con una jardinería a la moda victoriana con plantas y arbustos plantados en un determinado orden, como un modelo de jardín botánico, con una tendencia en -en su estilo- propia del romanticismo.
El Presidente del Estado, lograba, de esta forma, la transformación definitiva de la vieja plazuela de San Sebastián (ya denominada Plaza Sucre, por acuerdo de la Municipalidad de San Cristóbal, de fecha 6 de enero de 1895, como parte del inicio de las celebraciones del centenario del nacimiento del Gran Mariscal de Ayacucho) como un nuevo polo de centralidad residencial urbana (desplazándolo del área de Catedral, antigua Parroquial de San San Cristóbal y San Sebastián mártires).
Por este motivo las familias más adineradas de San Cristóbal, comenzaron a migrar hacia el entorno del parque y/o remodelar y refaccionar las fachadas de sus viviendas, al estilo y gusto artístico del mandatario regional.
Acto seguido a la inauguración, el General Eustoquio Gómez adquirió las casas y demás construcciones ubicadas al este del parque, las cuales eran propiedades centenarias de la familia Rivera Vivas. En un acto, especie de disposición de mero imperio, luego de lograr que la familia emigrara a Caracas por "considerar eran espías enemigos del gobierno y de la Causa", compró a bajo precio las mismas, ordenó su derribo y encargó al ingeniero Enrique Loynaz Sucre, el primer estudio de planos y cálculos del futuro Palacio Municipal de la ciudad.
El Presidente del Estado, lograba, de esta forma, la transformación definitiva de la vieja plazuela de San Sebastián (ya denominada Plaza Sucre, por acuerdo de la Municipalidad de San Cristóbal, de fecha 6 de enero de 1895, como parte del inicio de las celebraciones del centenario del nacimiento del Gran Mariscal de Ayacucho) como un nuevo polo de centralidad residencial urbana (desplazándolo del área de Catedral, antigua Parroquial de San San Cristóbal y San Sebastián mártires).
Por este motivo las familias más adineradas de San Cristóbal, comenzaron a migrar hacia el entorno del parque y/o remodelar y refaccionar las fachadas de sus viviendas, al estilo y gusto artístico del mandatario regional.
Acto seguido a la inauguración, el General Eustoquio Gómez adquirió las casas y demás construcciones ubicadas al este del parque, las cuales eran propiedades centenarias de la familia Rivera Vivas. En un acto, especie de disposición de mero imperio, luego de lograr que la familia emigrara a Caracas por "considerar eran espías enemigos del gobierno y de la Causa", compró a bajo precio las mismas, ordenó su derribo y encargó al ingeniero Enrique Loynaz Sucre, el primer estudio de planos y cálculos del futuro Palacio Municipal de la ciudad.
Parque Sucre y Palacio de los Leones, en obras. San Cristóbal, 1930. Foto: Diario La Esfera, Caracas, año III, N° 1.361, diciembre, 1930. Imágenes antiguas del Táchira (2015). |
La adaptación de la plazuela a
un trazado de parque-jardín, le daría un carácter romántico e informal al
severo diseño ya preconcebido para el palacio. Así, el Parque Sucre -de forma rectangular
irregular- presentó su cabecera situada al este (carrera 10ª), con una
escalinata descendente, hasta el espacio donde se levantaría el busto del Gran
Mariscal de Ayacucho. Tiempo después, se ubicaría allí una fuente con tres
arcos toscanos, de sillares almohadillados y construidos en 1940 por artistas vascos residentes en San Cristóbal, quienes había llegado en 1939 como exiliados, luego de la cruenta Guerra Civil Española, sus nombres y
oficios eran: Segundo Achurra Aspiazu (constructor), Ceferino Bilbao
Echederra (ebanista) e Isidoro Ibáñez Uribe (zapatero). Los arcos simbolizaban las dos grandes acciones militares
dirigidas por Sucre y la tercera, donde obtuvo una participación destacada:
Pichincha, Ayacucho y Junín.
De esta forma, el parque quedó dividido
entre once parterres al estilo francés, poblados por almendros, acacias, chaguaramos, sauces
llorones y plantaciones florales, de carácter temporal.
En el plano de fondo se puede observar parte de las amplias casonas que se levantaban en 1915, en el cruce de la carrera 10 con calle 4, actual sección suroeste del edificio del Palacio de los Leones en la ciudad de San Cristóbal. La señalada por la flecha, pertenecía a Don Francisco Rivera Vivas, padre del médico Nicasio Rivera Pérez y del odontólogo, historiador, académico y docente del antiguo Liceo Simón Bolívar, Félix María Rivera Pérez (Foto: Félix María Rivera, 1915. Inauguración del Parque Sucre, 19 de diciembre de 1915. Publicada en su artículo "El solar de la abuela", Diario Católico, martes 7 de agosto de 1990, p. 9. Investigación hemerográfica y coloreado: Bernardo J. Zinguer, 2020).
El diseño y plano original de 1915, se mantienen -en considerable proporción- hasta el presente. Se puede decir que ‘sobrevivió’ al ‘vendaval’ de
reformas paisajísticas urbanas que afectó a las principales plazas y parques de
la ciudad, en la época de las celebraciones del cuatricentenario (1960-1961).
Las mismas se caracterizaron por la implementación de un esnobismo arquitectónico, que hizo desaparecer el orden y la simetría clásica de las plazas junto con parte del paisajismo romanticista de su ornamentación vegetal, desplazando por igual de su centralidad tradicional -o derribando- las estatuas y los monumentos a los héroes.
Las mismas se caracterizaron por la implementación de un esnobismo arquitectónico, que hizo desaparecer el orden y la simetría clásica de las plazas junto con parte del paisajismo romanticista de su ornamentación vegetal, desplazando por igual de su centralidad tradicional -o derribando- las estatuas y los monumentos a los héroes.
Estado de la fachada del Palacio de los Leones, de San Cristóbal, para 1930. Foto: Colección del Dr. Luis Hernández Contreras, Cronista de la ciudad de San Cristóbal, 2016. |
3. Escaparate del poder: El Capitolio de San
Cristóbal
Una vez iniciados los trabajos de construcción, el Palacio Municipal parecía seguir los esquemas del arquitecto renacentista León Bautista Alberti (1404 - 1472), quien propuso que este tipo de obra, se levantara fuera de la ciudad y al mismo tiempo en ella.
Así, en el imaginario colectivo de los residentes de San Cristóbal, la cual no sobrepasaba los 26.000 habitantes entre 1922 y 1924, al ir tomando la edificación su forma monumental, el común –orgulloso de la estructura que veían emerger de la nada- utilizó una sinécdoque para identificarlo: «el Capitolio».
Por igual, es de importancia acotar que en el espacio sobre el cual se construía -y área donde concluía la trama urbana- en el siglo XVII estuvo ubicada la ermita e iglesia de San Sebastián, y para 1749 el Hospital Militar de la Villa de San Cristóbal.
Así, en el imaginario colectivo de los residentes de San Cristóbal, la cual no sobrepasaba los 26.000 habitantes entre 1922 y 1924, al ir tomando la edificación su forma monumental, el común –orgulloso de la estructura que veían emerger de la nada- utilizó una sinécdoque para identificarlo: «el Capitolio».
Por igual, es de importancia acotar que en el espacio sobre el cual se construía -y área donde concluía la trama urbana- en el siglo XVII estuvo ubicada la ermita e iglesia de San Sebastián, y para 1749 el Hospital Militar de la Villa de San Cristóbal.
Nunca pensaron, los asombrados habitantes, que –años
después- la edificación cumpliría verdaderas funciones de capitolio regional,
como asiento del Poder Legislativo tachirense. Por ello, esta estructura se convierte en uno de los conjuntos artísticos y monumentales más sobresalientes del patrimonio histórico-arquitectónico de la ciudad de San Cristóbal y del Táchira.
Palacio de los Leones, San Cristóbal, Estado Táchira. Imagen anterior a 1981 por cuanto el ático o soporte del escudo y bandera está completo, al igual que los jarrones ornamentales de la cornisa superior o de remate del edificio (Foto: José Darío Ochoa, 2022).
Su construcción se inició, en principio para Palacio de la Municipalidad de San Cristóbal, por decreto de fecha 6 de diciembre de 1922 y sus obras finalizaron con una solemne inauguración, el 19 de diciembre de 1931. Cuando el ya Palacio de los Leones fue completado en 1931, se convirtió en la edificación –de carácter público- más alta de la ciudad y en un importante símbolo de la era moderna.
“General Eustoquio Gómez, Presidente constitucional del Estado Táchira.Considerando: Que el grado de progreso, de civilización y de cultura que ha alcanzado en estos últimos años la ciudad capital, así como también la importancia que tiene en el orden civil, político, social y comercial, hacen necesaria la construcción de un edificio para que actúen en él la Corporación Municipal, legítima representación de la soberanía del pueblo, y las autoridades distritales dependientes de ella y del Ejecutivo del Estado.
Considerando: Que ese edificio por el fin a que está destinado, por la época esencialmente progresista en que vivimos, para que sea cónsono con el adelanto positivo de que disfrutamos, deba reunir condiciones de belleza, para contribuir al ornato de la capital; de amplitud, para que llene bien el objeto a que se destina, de solidez en su construcción, que ha de ser con los últimos adelantos cinéticos, porque los gobiernos deben laborar en tal suerte, que sus obras no beneficien tan solo las generaciones del presente sino también a las del porvenir, como con sabia provisión, con talento práctico y con espíritu patriótico lo hace en todas las obras públicas el Benemérito general Juan Vicente Gómez.
Considerando: Que la ilustre Corporación Municipal de este distrito, a pesar de las rentas de que dispone y los fondos que mantiene en reserva por su buena administración y honradez, no puede acometer tal empresa, por tener que llenar muchas otras necesidades imperiosas de la comunidad que representa, este gobierno, por ser un esfuerzo que se hace en bien del pueblo, lo cual ha constituido su programa y su norma desde los primeros instantes, por ser de verdadera utilidad pública, condición esencial en las decisiones administrativas y por ir marcando con obras de poderoso aliento y que justamente reclama el pueblo su acción en esta era de engrandecimiento patrio, que felizmente preside un hijo esclarecido del Táchira, Benemérito general Juan Vicente Gómez, decreta:Art. 1°- Procédase a la adquisición legal de los terrenos y casas que existen en la manzana situada al oriente del Parque Sucre, y limitada por las calles Miranda y Bolívar, en las dimensiones suficientes para construir un edificio de base sólida, de amplitud, comodidad, de aspecto bello y de dos pisos con sus departamentos especiales, bien definidos, para que actúen en él la ilustre Corporación Municipal y las oficinas de su dependencia, la gobernación del distrito y el cuartel de Policía.Art. 2°- Comisiónese al ciudadano Procurador general del Estado para que compre a sus propietarios de contado y en dinero efectivo, los terrenos e inmuebles a que se refiere el artículo anterior.Art. 3°- Por Tesorería General, y con cargo del capítulo Fomento y Obras Públicas, se erogará la cantidad de doscientos mil bolívares para los gastos que ocasione la ejecución del presente decreto.Art. 4°- Comuníquese y publíquese. Dado en el Despacho del Ejecutivo del estado, en el Palacio de Gobierno, en San Cristóbal a los seis días del mes de diciembre de 1922. Año 113 y 64. Eustoquio Gómez. Refrendado, el Secretario general de Gobierno, Pedro León Arellano” (Archivo General del Estado Táchira, Leyes y Decretos Año 1922).
No obstante, en el lapso posterior a la salida del General Eustoquio Gómez de la Presidencia del Estado, único promotor e interesado en la conclusión de la obra, entre 1925 y 1931 los trabajos
se paralizaron en varias ocasiones.
Los recursos destinados a la misma, eran transferidos a otras partidas de gastos del Estado (consúltese al respecto el mensaje presentado por el Presidente del Estado, General Pedro María Cárdenas, a la Asamblea Legislativa del Estado Táchira, en sus sesiones de 1930).
Asimismo, y luego de su inauguración en 1931, se desestimó su destino original para la Municipalidad y se traspasó la edificación para sede del Gobierno del Estado y de la Asamblea Legislativa, distribuyéndose sus espacios para los despachos y oficinas de los poderes ejecutivo y legislativo así como para las secretarías y direcciones de ambos, encargadas de la alta administración de los asuntos del Estado. En cuanto a la Municipalidad de San Cristóbal, que perdió esta sede que el General Eustoquio Gómez consideró digna para su rango como la institución de la administración y poder público municipal más antigua de la ciudad y del Estado Táchira, pues fue creada en 1561, comenzó un deambular por diferentes sedes que terminó al ocupar, en nuestro tiempo, el espacio diseñado y construido para un mercado cubierto periférico.
Los recursos destinados a la misma, eran transferidos a otras partidas de gastos del Estado (consúltese al respecto el mensaje presentado por el Presidente del Estado, General Pedro María Cárdenas, a la Asamblea Legislativa del Estado Táchira, en sus sesiones de 1930).
Asimismo, y luego de su inauguración en 1931, se desestimó su destino original para la Municipalidad y se traspasó la edificación para sede del Gobierno del Estado y de la Asamblea Legislativa, distribuyéndose sus espacios para los despachos y oficinas de los poderes ejecutivo y legislativo así como para las secretarías y direcciones de ambos, encargadas de la alta administración de los asuntos del Estado. En cuanto a la Municipalidad de San Cristóbal, que perdió esta sede que el General Eustoquio Gómez consideró digna para su rango como la institución de la administración y poder público municipal más antigua de la ciudad y del Estado Táchira, pues fue creada en 1561, comenzó un deambular por diferentes sedes que terminó al ocupar, en nuestro tiempo, el espacio diseñado y construido para un mercado cubierto periférico.
4. El Palacio de los Leones, el
arte en albañilería maciza
La edificación, descrita como una obra blanca con los relieves de zócalo en gris marengo sobre fondo blanco -por las personas que la conocieron en su origen- se conformó a partir de un basamento o zócalo, un desarrollo en dos niveles de pronunciada horizontalidad y una culminación en cubiertas de armadura, tras un ornamentado remate y ático central blasonado.
Su estilo artístico vino a responder a lineamientos inspirados en un estilo barroco, clasicista e italianizante, que tuvo un 'revival' en los arquitectos de fines del siglo XIX.
En su alzado occidental y principal, quedan reflejadas las proporciones y el carácter general de la obra, invirtiéndose aquí el esquema arquitectónico creado por Andrea Palladio (1508-1580), a partir del Palacio Chiericati de Vicenza (Italia), de huecos (laterales) y paños o muros ciegos (centrales).
En cuanto a este orden clásico y su aplicación en el Palacio de los Leones, se dio a través de una galería y logia central (huecos), ubicada entre los paños o muros macizos ciegos, de las crujías y esquinas.
El palacio está emplazado en el espacio que ocupa la mitad de la cuadra o manzana formada entre la carrera 10ª y carrera 11° con calles 4ª y 5ª. A una altura de 840 m.s.n.m y sobre un área de 2.509,45 m2 (53,45 m frente a la carrera 10ª x 46,95 m en las calles 4ª y 5ª) y sus muros exteriores, que limitan el espacio arquitectónico, varían entre 0,75 m y 1 m de espesor.
Su fachada central y entrada principal, se abre hacia el oeste u occidente y presenta -en su exterior- 68 alargados ventanales, espaciados simétricamente, a lo largo de cada fachada lateral y parte de la sección principal, en el lienzo o muro exterior, y en sus dos niveles.
Los vanos y ventanales se repiten por pares, en un orden secuencial clásico (2, 2, 2, 2, 3, 2, 1), estructurados, todos, con batientes de madera para cerrar el vano.
Se encuentra resguardados -cada uno- por un enrejado en hierro forjado, del tipo o modelo castellano, terminado en punta de lanza, con excepción de los ventanales del nivel superior de la fachada principal, que presentan solo una reja de protección -en hierro forjado- baja y arqueada o convexa, que da profundidad al alfeizar.
Completan la fachada principal una puerta principal y dos laterales o secundarias bajo pórtico, en el primer nivel. En el segundo o superior, una alargada logia o galería balconada (según el modelo ya desarrollado por Palladio en la Basílica de Vicenza, Italia).
Los cimientos de la edificación se identifican con facilidad a partir de la línea del zócalo o basamento, el cual señaliza a su vez la pendiente del terreno a través de una moldura en toro o bocel en su límite superior, denotando así el proceso de nivelación hecho en los basamentos del edificio.
Al observar la edificación desde cualquiera de sus ángulos, se puede precisar la destreza del arquitecto o alarife para allanar el terreno, ante las diferencias de altura que presentaba la topografía -declive o pendiente en sentido noreste-suroeste- dado que los terrenos formaba parte de las primeras laderas del piedemonte oriental de la ciudad, en la sierra de La Maravilla.
Su estilo artístico vino a responder a lineamientos inspirados en un estilo barroco, clasicista e italianizante, que tuvo un 'revival' en los arquitectos de fines del siglo XIX.
En su alzado occidental y principal, quedan reflejadas las proporciones y el carácter general de la obra, invirtiéndose aquí el esquema arquitectónico creado por Andrea Palladio (1508-1580), a partir del Palacio Chiericati de Vicenza (Italia), de huecos (laterales) y paños o muros ciegos (centrales).
En cuanto a este orden clásico y su aplicación en el Palacio de los Leones, se dio a través de una galería y logia central (huecos), ubicada entre los paños o muros macizos ciegos, de las crujías y esquinas.
El palacio está emplazado en el espacio que ocupa la mitad de la cuadra o manzana formada entre la carrera 10ª y carrera 11° con calles 4ª y 5ª. A una altura de 840 m.s.n.m y sobre un área de 2.509,45 m2 (53,45 m frente a la carrera 10ª x 46,95 m en las calles 4ª y 5ª) y sus muros exteriores, que limitan el espacio arquitectónico, varían entre 0,75 m y 1 m de espesor.
Su fachada central y entrada principal, se abre hacia el oeste u occidente y presenta -en su exterior- 68 alargados ventanales, espaciados simétricamente, a lo largo de cada fachada lateral y parte de la sección principal, en el lienzo o muro exterior, y en sus dos niveles.
Los vanos y ventanales se repiten por pares, en un orden secuencial clásico (2, 2, 2, 2, 3, 2, 1), estructurados, todos, con batientes de madera para cerrar el vano.
Se encuentra resguardados -cada uno- por un enrejado en hierro forjado, del tipo o modelo castellano, terminado en punta de lanza, con excepción de los ventanales del nivel superior de la fachada principal, que presentan solo una reja de protección -en hierro forjado- baja y arqueada o convexa, que da profundidad al alfeizar.
Completan la fachada principal una puerta principal y dos laterales o secundarias bajo pórtico, en el primer nivel. En el segundo o superior, una alargada logia o galería balconada (según el modelo ya desarrollado por Palladio en la Basílica de Vicenza, Italia).
Los cimientos de la edificación se identifican con facilidad a partir de la línea del zócalo o basamento, el cual señaliza a su vez la pendiente del terreno a través de una moldura en toro o bocel en su límite superior, denotando así el proceso de nivelación hecho en los basamentos del edificio.
Al observar la edificación desde cualquiera de sus ángulos, se puede precisar la destreza del arquitecto o alarife para allanar el terreno, ante las diferencias de altura que presentaba la topografía -declive o pendiente en sentido noreste-suroeste- dado que los terrenos formaba parte de las primeras laderas del piedemonte oriental de la ciudad, en la sierra de La Maravilla.
En cuanto al plano de plantas, el arquitecto
siguió el esquema español de planta rectangular, a dos niveles y patio claustral central estructurado a partir de arcadas sostenidas por 22 pilastras en el primer nivel y 22 en el segundo o superior. No obstante, encontramos una originalidad en el diseño, que rompe el esquema tradicional o canon tradicional de esquinas en ángulo.
El autor aplicó en las referidas esquinas o ángulos de la fachada principal (frente a la carrera 10ª) y que articulan a ésta con las fachadas laterales, una solución constructiva de ángulos redondeados o de cuarto de círculo, a partir de la prolongación de las crujías laterales en salientes y con cerramiento o doblez, y un efecto visual de retranqueo de la fachada.
Este modelo de esquina en curva, característico del Art déco desarrollado entre los años 20 y 30 del siglo XX, viene a representar -en las construcciones históricas de la ciudad de San Cristóbal- el primer modelo o elemento de transición de una arquitectura de inspiración historicista hacia un esquema más racional y geométrico de edificaciones, a partir de la búsqueda de soluciones visuales y constructivas más funcionales. Con esta fórmula arquitectónica, matizó el avance de los bloques laterales los cuales tienen la intención de romper la horizontalidad del largo frente y dar dinamismo a la fachada, a su vez, favoreciendo la creación de zonas de claroscuros o sombras que aligeran las monumentales proporciones de la construcción.
De esta forma, y con el ensable armónico de todos los elementos de la fachada principal, el arquitecto o alarife creó un adecuado espacio para el atrio escalonado, porticado y balconado -generando así un impresionante efecto de constraste de la perspectiva frontal- a partir del aparente o falso retranqueo, de la fachada.
El autor aplicó en las referidas esquinas o ángulos de la fachada principal (frente a la carrera 10ª) y que articulan a ésta con las fachadas laterales, una solución constructiva de ángulos redondeados o de cuarto de círculo, a partir de la prolongación de las crujías laterales en salientes y con cerramiento o doblez, y un efecto visual de retranqueo de la fachada.
Este modelo de esquina en curva, característico del Art déco desarrollado entre los años 20 y 30 del siglo XX, viene a representar -en las construcciones históricas de la ciudad de San Cristóbal- el primer modelo o elemento de transición de una arquitectura de inspiración historicista hacia un esquema más racional y geométrico de edificaciones, a partir de la búsqueda de soluciones visuales y constructivas más funcionales. Con esta fórmula arquitectónica, matizó el avance de los bloques laterales los cuales tienen la intención de romper la horizontalidad del largo frente y dar dinamismo a la fachada, a su vez, favoreciendo la creación de zonas de claroscuros o sombras que aligeran las monumentales proporciones de la construcción.
De esta forma, y con el ensable armónico de todos los elementos de la fachada principal, el arquitecto o alarife creó un adecuado espacio para el atrio escalonado, porticado y balconado -generando así un impresionante efecto de constraste de la perspectiva frontal- a partir del aparente o falso retranqueo, de la fachada.
El resultado final, un palacio cuya
tipología edificatoria es de inspiración renacentista, específicamente la iniciada con los primeros palazzi florentinos
del siglo XV.
La fachada o cuerpo
noble de la edificación, sobresale por las definidas columnas y pilastras toscanas, cajeadas sobre pedestal (la mayoría adosadas al edificio como un dibujo al relieve, sin función estructural), y de molduras geométricas. Las mismas unen dos pisos (con 6 m de altura
promedio) de ventanas y arcadas, consiguiendo un efecto dinámico, acentuado por la visual de retranqueo y porticado del muro exterior o de cerramiento.
Palacio de los Leones, en construcción y aún en sopandas, mechinales y varas de andamios, San Cristóbal, 1924. Foto: Imágenes antiguas del Estado Táchira |
En cuanto al alzado del palacio, este se estructura en dos niveles o cuerpos superpuestos que se conectan en sus laterales por escaleras imperiales, con balaustres y pasamanos, de dos tramos y cuyo escalón de arranque está enmarcado por moldurados arcos y pilastras con formas de sillería en sus cantos, generando una perfecta armonía clásica de transición entre las plantas y el alzado. El primer nivel o de acceso, comprendía veintiún espacios para oficinas y el segundo, el superior o piano nobile (piso noble), dieciocho –incluyendo los despachos principales y el salón para el pleno y/o sesiones-.
Los pisos, en ambos niveles, fueron solados con baldosas de tipo hidráulica en modelo de mosaico hispano-árabe, con figuras geométricas ornamentales que imitan un alfombrado moruno, elaborados por la Casa Cattafi Isgro de San Cristóbal (fundada en 1919, por Angelo Cattafi Isgro, natural de Barcellona, Messina, Italia y fallecido en San Cristóbal en 1961).
El esplendor de un solado maravilloso, una riqueza arquitectónica que merece la atención... Estos pisos, hechos a mano por artesanos tachirenses, olvidados en el tiempo y quienes aprendieron la técnica de viejos migrantes de la península itálica y sus islas, representan uno de los elementos más llamativos del Palacio de los Leones, aún cuando pasan desapercibidos y son escasamente valorados por quienes los transitan. Son los suelos o pisos de mosaico con baldosas hidráulicas decorativas, intrincados solados de llamativos colores y figuras que responde a un patrón geométrico propio del estilo hispano-árabe, y reproduce una alfombra moruna. Mosaicos que, en combinación perfecta, reflejan el esplendor de un pavimento maravilloso que reivindica la belleza del palacio. A casi cien años de su instalación por operarios de la Casa Cattafi Isgro, de San Cristóbal, fundada en 1919, el excelente estado de los pisos de mosaico evidencian la perfección del trabajo y la calidad de los materiales (fabricadas pieza a pieza en plantillas cuadrangulares, cada baldosa está hecha de cemento blanco y gris, arena, polvo de mármol blanco, goma de agua y pigmentos de sobrios colores, un todo comprimido en prensas hidráulicas para su comprimido) con los cuales fueron confeccionadas las baldosas, casi irrepetible en la actualidad. Un lujo en tiempos modernos. Lugar de la foto: galería y pasillo en el nivel superior del palacio. Sirve de acceso al salón de sesiones de la antigua Asamblea Legislativa del Estado Táchira y despachos de Gobierno, a la fecha denominado Consejo Legislativo (Foto: Lcdo. Abraham Josué Blanco G. 2022. Reproducción con fines didácticos). Datos sobre los mosaicos aportados por el alarife Don Celestino Andrade, quien había nacido en Rubio en 1903 y falleció en San Cristóbal en 1993. Se había casado en Lobatera con Doña Florencia Rosales en 1925, año cuando dirigió las obras de construcción del antiguo puente de hierro tipo warren pony truss que conectó al pueblo con la vía al cementerio, La Parada y la Carretera Central del Táchira.
Los techos de las oficinas y salones (planos, formados con losas de concreto sostenidas directamente por vigas de acero, en el primer nivel y techos de armadura, en el segundo) se cubrieron con cielo raso metálicos (importados por la Casa Pablo E. González y sucesores, de San Cristóbal), ornamentados con plafón central para las lámparas y arañas de época, cornisa y guardas molduradas en escayola.
Los cielo raso, con cenefas lineales, fueron recubiertos con una decoración pictórica policromada, geométrica y marcos en forma de cubos o mosaicos distribuidos simétricamente semejando artesonados mudéjares, todo al óleo.
Cada una de las plantas o pisos arquitectónicos del edificio, se estructuraron a partir de las formas de las pilastras toscanas, cajeadas y con pedestal, ornamentación tomada del estilo manierista, último trazo artístico del Renacimiento. Modelos originales de este tipo de pilastra cajeada, escasamente empleada en la arquitectura historicista regional, se pueden observar en las pilastras renacentistas de la nave principal de la Iglesia de San Salvador, del siglo XVI, en Venecia (Italia).
Los capiteles del Palacio de los Leones -de carácter geométrico- se encuentran trazados sobre un plano cuadrado y, al igual que los pedestales, presentan una ornamentación de trazo lineal, que a su vez resulta un trazo incipiente que le imprimió el artista, quizá ya imbuido en las nociones del Art déco.
Fachada del Palacio de los Leones para 1956. Esta imagen permite observar los jarrones versallescos ornamentales de la cornisa y el ático con el escudo nacional y su remate original (Foto: Rivera, Julio C. Teatro Infantil Literario, Edotiral Rex, San Cristóbal, 1956. Digitalización del historiador y académico José Antonio Pulido Zambrano, 2022. Reproducción con fines didácticos).
Rematando la cornisa superior y para ocultar los techos tradicionales de armadura a dos aguas cubiertos con teja (renovadas en los tiempos presentes), se
planificó un pretil (remate) o antepecho, corrido, enfoscado y revocado con formas de casetones,
probablemente con el fin de dotar a la construcción de un aire más clasicista.
Por igual, en el remate de cada dado de los pilares
cajeados del antepecho, los cuales cumplen la función estructural de plintos o especie de pedestales de refuerzo del pretil, se colocaron jarrones o vasos ornamentales.
Los jarrones del Palacio de los Leones son monumentales. Sobre un plinto de 0,43 x 0,43 x 0,37 cm se levantan con una altura de 1, 70 m cada uno y se fijan al antepecho por medio de una varilla de hierro, en la cual se incrustan. Poseen la sección inferior gallonada, una panza o centro cóncavo, liso y con guarniciones decorativas renacentistas grutescas, a partir de formas vegetales o guirnaldas, cintas y figuras antropomorfas (putti a cuerpo completo) a modo de asas, laterales, que unían sus extremos superior e inferior -ya desaparecidas la casi totalidad de las mismas. Son de clara inspiración francesa del s. XVIII, y los modelos artísticos de estos jarrones se pueden ver en el laminario de grabados "Cahier de Vases" de Jean François Forty (Imprenta de L. Laurent, París, 1775).
Los jarrones del Palacio de los Leones son monumentales. Sobre un plinto de 0,43 x 0,43 x 0,37 cm se levantan con una altura de 1, 70 m cada uno y se fijan al antepecho por medio de una varilla de hierro, en la cual se incrustan. Poseen la sección inferior gallonada, una panza o centro cóncavo, liso y con guarniciones decorativas renacentistas grutescas, a partir de formas vegetales o guirnaldas, cintas y figuras antropomorfas (putti a cuerpo completo) a modo de asas, laterales, que unían sus extremos superior e inferior -ya desaparecidas la casi totalidad de las mismas. Son de clara inspiración francesa del s. XVIII, y los modelos artísticos de estos jarrones se pueden ver en el laminario de grabados "Cahier de Vases" de Jean François Forty (Imprenta de L. Laurent, París, 1775).
Palacio de los Leones y antiguo aspecto del Parque Sucre con su enlosado original de mosaico. Tarjeta postal coloreada, de 1960 (Colección fotográfica de Francisco Arellano, 2015). |
Estas características responden al denominado estilo versallesco, por cuanto tienen su origen en los modelos de jarrones, de reminiscencia romana, elaborados por el arquitecto Louis Le Vau (1612-1670) para las balautradas del Palacio de Versalles. Un ejemplo del diseño decorativo para jarrones, empleados en el Palacio de los Leones, se puede observar en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid (España). Allí se conserva un jarrón de Sèvres en porcelana y bronce cincelado el cual se exhibe en el tramo superior de la escalera imperial del museo, obra de Louis-Pierre Schilt, 1862, presente institucional a la reina Isabel II de España, por parte del Emperador Napoleón III de Francia y la emperatriz Eugenia de Montijo, en 1865.
Igualmente, en esa sección superior, se colocaron las esculturas de dos leones en posición heráldica de detenidos en guardia (Statant guardant), al estilo o moda italiana del siglo XVI y XVII, representando la paciencia y la fuerza, como fue el caso de la Loggia dei Lanzi en Florencia (Italia), que posee dos esculturas de leones, las cuales vigilan las escaleras de acceso al edificio.
Asimismo, la funcionalidad de colocar los vasos o jarrones y esculturas en el Palacio de los Leones de San Cristóbal, separado del aspecto ornamental, permitía prolongar la visual perspectiva de verticalidad del edificio para compensar su horizontalidad, en todas las fachadas.
En cuanto a las fachadas laterales (que dan a las calles 4ª y 5ª), estas presentan una austera ornamentación, más cónsona con los cánones clásicos. Sólo la principal (frente a la carrera 10ª), resulta más barroquizante y se convierte en la parte más monumental del edificio a partir del marcado retranqueo, con respecto a la alineación general de la estructura.
Éste da paso a un área abierta, formada por el atrio escalonado que permite el acceso a la edificación a través de una
única puerta principal, alargada, de arco superior fijo, calado con vidrieras y de medio punto las cuales están enmarcadas por molduras de arco adintelado, y dos laterales. Un todo de formas y vanos que crean un espacio de considerable
perspectiva central.
Fachada y logia de entrada al Palacio de los Leones, para 1980 (perspectiva desde la calle 4 con carrera 10). Antes de los daños en la cornisa superior y remate del ático central que soporta el pabellón nacional, ocasionados por el terremoto de 1981 (Foto: Dr. Luis Hernández, Cronista de la ciudad de San Cristóbal, 2020).
Así, en esta sección central, y siguiendo
elementos renacentistas tradicionales para esta tipología de edificación, la
fachada resguardada tras el pórtico y la logia del palacio, presenta sus ventanales reproduciendo el modelo de la puerta principal y marco adintelado, en ambos niveles, en el espacio generado por el intercolumnio (de siete arcos en cada piso) con una logia o balcón central con techo plano o de tipo salón (probablemente construido sobre láminas de metal desplegadas tipo self-centery recubiertas de cemento, de uso para la época) y con un cerrado frontal a partir de balaustradas barrocas (formadas por balaustres con pedestal, vaso ornamental periforme y nudo superior). Un todo que conforma el segundo
nivel, alcanzando así el acabado y categoría de una fachada porticada renacentista.
El intercolumnio de las arcadas exteriores, se
reproducen hacia el interior del edificio a partir de las galerías que forman el cuerpo de tres de las cuatro
crujías yuxtapuestas o lados. Las mismas se abren entre columnas y arcos toscanos con dovelaje, clave y forma de medio punto en la sección central y rebajados o escarzanos -de mayor luz-, en los laterales, que dan al patio interior ajardinado.
De esta forma se generan los pasillos comunicacionales de la edificación que permiten dar a la estructura –desde lo interno- luz y ventilación. Tuvo cuidado el arquitecto diseñador de la obra, en marcar el límite superior del edificio, en su interior, con balaustradas y jarrones o vasos ornamentales (ya desaparecidos) que remataban cada uno de los ejes de los pilares.
El patio central, de 1931, de sobria ornamentación, fue transformado en jardines en una época posterior y pasó a denominarse el Patio Leonino (en los años posteriores se hizo su conversión en jardines con parterre o divisiones), por la figura esculpida sobre la fuente. Asimismo, en este espacio -adosada a la pared, en la estructura central de la crujía o lado oriental- y con el carácter funcional de corregir el desnivel o la diferencia de altura de esta sección con el patio o jardín central, en 1930 se construyó una escalera clásica de ingreso, de forma activa y trazado recto, con dos rampas diagonales ascendentes o de tramos laterales y descanso central (balcón), protegidas por barandillas barrocas clasicistas. Todo formando un perfecto equilibrio compositivo.
En el trapezoide base, recubierto en pared toscana con detallados sillares falsos, se encuentra una fuente con pila de agua, leonina (que da nombre al patio) o decorada con el emblema de la faz de un león, en mediorrelieve y bajo arco dovelado de medio punto. Presenta por igual, ornamentando la pila, dos achatados vasos ornamentales neoclásicos (en forma de copa-fuente), en sus laterales cuya forma es idéntica a las copas-fuente ornamentales que se encontraban en la cornisa de remate de dicho patio. Esta fuente está inspirada y repite las mismas características de la fuente del mismo nombre "del león" que se encuentra en el renacentista Palazzo Pitti, en la ciudad de Florencia (Italia) y data del siglo XVI.
De esta forma se generan los pasillos comunicacionales de la edificación que permiten dar a la estructura –desde lo interno- luz y ventilación. Tuvo cuidado el arquitecto diseñador de la obra, en marcar el límite superior del edificio, en su interior, con balaustradas y jarrones o vasos ornamentales (ya desaparecidos) que remataban cada uno de los ejes de los pilares.
El patio central, de 1931, de sobria ornamentación, fue transformado en jardines en una época posterior y pasó a denominarse el Patio Leonino (en los años posteriores se hizo su conversión en jardines con parterre o divisiones), por la figura esculpida sobre la fuente. Asimismo, en este espacio -adosada a la pared, en la estructura central de la crujía o lado oriental- y con el carácter funcional de corregir el desnivel o la diferencia de altura de esta sección con el patio o jardín central, en 1930 se construyó una escalera clásica de ingreso, de forma activa y trazado recto, con dos rampas diagonales ascendentes o de tramos laterales y descanso central (balcón), protegidas por barandillas barrocas clasicistas. Todo formando un perfecto equilibrio compositivo.
En el trapezoide base, recubierto en pared toscana con detallados sillares falsos, se encuentra una fuente con pila de agua, leonina (que da nombre al patio) o decorada con el emblema de la faz de un león, en mediorrelieve y bajo arco dovelado de medio punto. Presenta por igual, ornamentando la pila, dos achatados vasos ornamentales neoclásicos (en forma de copa-fuente), en sus laterales cuya forma es idéntica a las copas-fuente ornamentales que se encontraban en la cornisa de remate de dicho patio. Esta fuente está inspirada y repite las mismas características de la fuente del mismo nombre "del león" que se encuentra en el renacentista Palazzo Pitti, en la ciudad de Florencia (Italia) y data del siglo XVI.
Así, el alzado oriental de cierre interior del patio leonino, único sin galería o arcada abierta, quedó conformado por dos niveles superpuestos (separados por una cornisa moldurada), sobre un zócalo. En el primero, en su centro, una puerta con arco rebajado y marco de sillares falsos, permite, desde las escaleras y fuente, el ingreso al edificio. En muros recubiertos por sillares falsos ornamentales, se ubicaron tres ventanales a lado y lado, con la misma característica ornamental de la puerta y barandales con marmolejos neobarrocos, permiten la iluminación natural del interior. En el nivel superior, igualmente siete ventanales cumplen igual función.
En
una época posterior, en el centro del jardín, se improvisó un pedestal y
un busto de El Libertador Simón Bolívar, ambos de elaboración
industrial moderna, los cuales -en nuestro criterio- distan mucho de
encontrarse a la altura de rememorar la magna obra del Héroe que representa así como de la majestuosidad clásica del
edificio que lo rodea y de los poderes públicos regionales para los
cuales sirve de sede.
En cuanto a la fachada de Oriente de la edificación, la cual daba a un traspatio o terreno yermo, por ser la última sección del palacio en construirse, fue completamente sellada por un espeso muro de cerramiento (con 1 m de ancho). Su paramento exterior se dejó en obra limpia, sin frisado ni ornamentación, permitiendo de esta manera conocer la didáctica interna de la estructura, la cual se da a partir del sistema de mampostería ordinaria (en mampuestos de piedra).
Así, toda la carga ornamental y artística de la obra, quedó concentrada sólo en la fachada de Occidente, frente al Parque Sucre, sobre la carrera 10ª. La misma destaca –a la distancia- como principal, por la presencia de un cuerpo central añadido sobre la sección de la cornisa -con un friso festoneado barroquizante- y el pretil o antepecho.
La Fuente Leonina en los jardines o patio central del Palacio de los Leones, en San Cristóbal (Foto: Instituto del Patrimonio Cultural, Estado Táchira, 2010. Reproducción con fines didácticos). |
En cuanto a la fachada de Oriente de la edificación, la cual daba a un traspatio o terreno yermo, por ser la última sección del palacio en construirse, fue completamente sellada por un espeso muro de cerramiento (con 1 m de ancho). Su paramento exterior se dejó en obra limpia, sin frisado ni ornamentación, permitiendo de esta manera conocer la didáctica interna de la estructura, la cual se da a partir del sistema de mampostería ordinaria (en mampuestos de piedra).
Así, toda la carga ornamental y artística de la obra, quedó concentrada sólo en la fachada de Occidente, frente al Parque Sucre, sobre la carrera 10ª. La misma destaca –a la distancia- como principal, por la presencia de un cuerpo central añadido sobre la sección de la cornisa -con un friso festoneado barroquizante- y el pretil o antepecho.
Este elemento ornamental, probablemente elaborado en estuco, se conoce como ático. Ocupando un espacio de 8 m de ancho (1/7 de la longitud de la fachada) por 4 m de alto, su monumentalidad sólo es perceptible al observarse de cerca y su forma está inspirada en modelos barrocos, como el realizado en el ático de la fachada principal del Palacio Real de Madrid, frontera con la Plaza de Oriente o el de la fachada que da a la Plaza de la Armería.
De esquema rectangular, está flanqueado por pilastras toscanas de sección cuadrangular y fustes decorados en relieves, aletas laterales en abanico y balaustradas barrocas (formadas por balaustres con pronunciados vasos ornamentales, esféricos, central), cuya funcionalidad visual es la de romper la linealidad angular recta del ático blasonado, en su panel, con el escudo de armas de Venezuela, vigente para la época de construcción del palacio.
Asimismo, en el reverso del ático blasonado, a partir de una pilastra en ladrillos macizos trabados se fijó un asta (ya desaparecida), compuesta y metálica para colocar el pabellón nacional.
Esta sección del edificio, la más ornamentada y barroca del
palacio, es la única que conserva la impronta de su autor, el alarife y escultor
Don Jesús Eliseo Uzcátegui. La evidencia se encuentra la reproducción de las
formas geométricas, minuciosas y detalladas, que utilizó por igual en la ornamentación
exterior de la fachada del Hospital Vargas, inaugurado en 1927.
Don Jesús Eliseo Uzcátegui, era de las
sierras nevadas merideñas, de Ejido. Sólo se conoce de su biografía que nació
allí, a mediados del siglo XIX. Fue el único oficial mayor que se residenció en
el Estado Táchira, junto con Don Juan de los Santos Rangel, cuando este alarife
mayor finalizó –con su grupo de trabajadores y al igual que él, merideños- los
trabajos de construcción, remodelación y ornamentación de la Iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Consolación, en Táriba (entre 1904 y 1909).
Autodidacta, destacaba en la
escultura y en la ornamentación de exteriores en relieves. Si bien se formó en
la escuela de la experiencia con el maestro Juan de los Santos Rangel, de la
calidad de su decoración escultórica, se evidencia el desarrollo de un estilo
personal, singular y pintoresco, en el sentido artístico de la palabra, entendida
como el deseo de inclusión de todo lo hermoso, vivo, colorido y animado, en la
estética de las artes.
5. Los leones del palacio: La fuerza y la paciencia
Sobre las esculturas leoninas,
en bulto redondo, que dieron nombre a la edificación, después de 1931, gracias
a los datos recopilados por el Cronista emérito de la ciudad de San Cristóbal, el Dr.
José Joaquín Villamizar Molina (en 1986), se tienen dos versiones en relación
con su autor.
La primera, dada por Don Jesús Ramón Manrique –hijo de Juan de los Santos Rangel- quien afirmó que los leones fueron realizados por Don Jesús Eliseo Uzcátegui; la segunda, recibida de los señores Pedro Navarro y Enrique Branger, habitantes de la época, quienes atribuyeron la autoría a otro escultor, de nombre Efraín Salas.
Palacio de los Leones (acercamiento a la escultura del león ornamental izquierdo de la edificación -derecho del observador-), San Cristóbal. Foto: Lcdo. Yosel Molina, 2008 |
La primera, dada por Don Jesús Ramón Manrique –hijo de Juan de los Santos Rangel- quien afirmó que los leones fueron realizados por Don Jesús Eliseo Uzcátegui; la segunda, recibida de los señores Pedro Navarro y Enrique Branger, habitantes de la época, quienes atribuyeron la autoría a otro escultor, de nombre Efraín Salas.
Esta diferencia de autores
coincide con la diferencia de estilos y calidad de acabado final de las obras
descritas. Al comparar el acabado al detalle de la fachada del Hospital
Vargas y de sus esculturas de remate, idéntico al detallado acabado del panel
central del Palacio de los Leones, se concluye que ambos salieron de única
mano, la de Don Jesús Eliseo Uzcátegui.
No obstante, al comparar el acabado de las esculturas de los leones con las obras de Uzcátegui (pudiendo sumárseles -para efectos de comparación- las esculturas de Nuestra Señora de la Consolación -1909-, para la antigua iglesia de Táriba y de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá -1914- para el frontis de la antigua iglesia parroquial de Lobatera, ambas ya desaparecidas y sólo registradas fotográficamente), nos encontramos -al igual que ante las versiones- frente dos ópticas distintas, del arte de la escultura. Así, el tiempo seguirá guardando el nombre del autor. Luego de una detallada revisión de las esculturas, no se encontró la firma del escultor en las mismas.
No obstante, al comparar el acabado de las esculturas de los leones con las obras de Uzcátegui (pudiendo sumárseles -para efectos de comparación- las esculturas de Nuestra Señora de la Consolación -1909-, para la antigua iglesia de Táriba y de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá -1914- para el frontis de la antigua iglesia parroquial de Lobatera, ambas ya desaparecidas y sólo registradas fotográficamente), nos encontramos -al igual que ante las versiones- frente dos ópticas distintas, del arte de la escultura. Así, el tiempo seguirá guardando el nombre del autor. Luego de una detallada revisión de las esculturas, no se encontró la firma del escultor en las mismas.
Los leones rugientes del palacio, que
preceden desde la altura de los ángulos superiores de la edificación el acceso
al atrio y con unas medidas de 1,50 x 1,83 m cada uno, responden a un tipo de escultura por modelado, muy esquemática o
simplista, que tiende a representar sólo los rasgos más significativos del
animal, sin entrar en el detalle o la precisión naturalista, sino más a la linealidad esquemática o geométrica como se observa en las formas dadas a las guedejas, la mandíbula o las dimensiones craneales. Por igual, las esculturas están desprovistas de todo figurativismo -de inspiración
clásica y mitológica- y sin un determinado acento, dramático o expresivo.
Los animales, por su aspecto exterior probablemente trabajados en una mezcla de hormigón a partir de cemento (de pulverización y calcinación), áridos (elementos que dan consistencia al cemento) y agua, sin acabado a pulitura, repiten la misma postura, de pie o pasante (en términos heráldicos). Poseen una armazón en cabilla y se erigen sobre una peana ornamentada con simples marcas geométricas.
Si bien, a la distancia, la ótica pareciera dar la información de ser esculturas de los leones rugientes son idénticas, no lo son, y de allí su simbología al representar la fuerza y la paciencia. La principal diferencia radica en el león de la derecha (izquierda del observador) que presenta un acabado de líneas horizontales en su pecho, las cuales marcan los trazos de unas costillas expandidas -y que se forma cuando el león ruge o produce un bramido explosivo y profundo, siendo una de las principales razones del bramido la del marcado o proclamación territorial-, mientras que en el león de la izquierda (derecha del observar), el pecho resulta liso, sin marcas, propio de una actitud silenciosa de acecho o inicio a un lance de caza.
En cuanto a la peana, a su vez, forman un solo elemento estructural con la plataforma de concreto y madera que, incrustada entre los ladrillos del reverso del antepecho, sirve de base a las esculturas.
Los animales, por su aspecto exterior probablemente trabajados en una mezcla de hormigón a partir de cemento (de pulverización y calcinación), áridos (elementos que dan consistencia al cemento) y agua, sin acabado a pulitura, repiten la misma postura, de pie o pasante (en términos heráldicos). Poseen una armazón en cabilla y se erigen sobre una peana ornamentada con simples marcas geométricas.
Si bien, a la distancia, la ótica pareciera dar la información de ser esculturas de los leones rugientes son idénticas, no lo son, y de allí su simbología al representar la fuerza y la paciencia. La principal diferencia radica en el león de la derecha (izquierda del observador) que presenta un acabado de líneas horizontales en su pecho, las cuales marcan los trazos de unas costillas expandidas -y que se forma cuando el león ruge o produce un bramido explosivo y profundo, siendo una de las principales razones del bramido la del marcado o proclamación territorial-, mientras que en el león de la izquierda (derecha del observar), el pecho resulta liso, sin marcas, propio de una actitud silenciosa de acecho o inicio a un lance de caza.
En cuanto a la peana, a su vez, forman un solo elemento estructural con la plataforma de concreto y madera que, incrustada entre los ladrillos del reverso del antepecho, sirve de base a las esculturas.
Las leyendas urbanas y tradiciones
orales, del siglo XX explicaron el origen de estas esculturas –que simbolizan
metafóricamente el vigor, la valentía y la fuerza- al relacionarlas con la voluntad del
General Eustoquio Gómez, de representar la marca personalista o el poder
omnímodo de la familia Gómez, en el Táchira y en la Venezuela de su tiempo.
Por igual, el texto del discurso metafórico-simbólico empleado por el Dr. Vicente Dávila (Capacho, 1874 – Caracas, 1949) en el acto de sepelio del Dr. Abdón Vivas Sánchez (Lobatera, 1875 – Barcelona/España, 1917), permitiría concluir que la figura del león –en la mentalidad política e intelectual de la época-, era la representación simbólica de la fuerza tachirense a través de los ejércitos de la Revolución Liberal Restauradora (1899-1908) y luego del proceso político de la Causa de la Rehabilitación Nacional (1908-1935):
Si bien, desde el enfoque de la historia del Arte, las esculturas de los leones –en idéntica posición- han estado asociadas o forman ya parte de la ornamentación en las entradas de los palacios renacentistas, barrocos y neoclásicos, desde el siglo XVI.
Éstos se inspiraban en las figuras mitológicas griegas clásicas de Atalanta e Hipoménes. Castigados por haber profanado su templo, fueron metamorfoseados por la diosa Cibeles en leones, quien los puso a su servicio, unciéndolos a su propio carro para que lo arrastraran, sin poder alcanzar a mirarse el uno con el otro.
Por igual, el texto del discurso metafórico-simbólico empleado por el Dr. Vicente Dávila (Capacho, 1874 – Caracas, 1949) en el acto de sepelio del Dr. Abdón Vivas Sánchez (Lobatera, 1875 – Barcelona/España, 1917), permitiría concluir que la figura del león –en la mentalidad política e intelectual de la época-, era la representación simbólica de la fuerza tachirense a través de los ejércitos de la Revolución Liberal Restauradora (1899-1908) y luego del proceso político de la Causa de la Rehabilitación Nacional (1908-1935):
«Un día, las águilas del pensamiento y los leones de la fuerza, abandonando sus cumbres y cavernas andinas, llegaron al pie del Ávila no en son de conquista, sino en pos de sus hermanos para unificar en el seno de la patria la familia venezolana […] ¡Hermano y compañero en la santa religión de una Causa, descansa en paz en la tierra de tus mayores! que si no son rosas del hogar tachirense las que cubren tus despojos, son rosas avileñas, sus hermanas, las que piadosamente te ofrendan tus amigos ¡Adiós!» (Oración fúnebre pronunciada por el Dr. Vicente Dávila en el sepelio del Dr. Abdón Vivas Sánchez, Cementerio General del Sur, Caracas, 20 de diciembre de 1917) [DÁVILA, Vicente, “Abdón Vivas” en Gente del Táchira, recopilación y selección de Anselmo Amado, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 61, tomo II, p. 242].
Si bien, desde el enfoque de la historia del Arte, las esculturas de los leones –en idéntica posición- han estado asociadas o forman ya parte de la ornamentación en las entradas de los palacios renacentistas, barrocos y neoclásicos, desde el siglo XVI.
Éstos se inspiraban en las figuras mitológicas griegas clásicas de Atalanta e Hipoménes. Castigados por haber profanado su templo, fueron metamorfoseados por la diosa Cibeles en leones, quien los puso a su servicio, unciéndolos a su propio carro para que lo arrastraran, sin poder alcanzar a mirarse el uno con el otro.
Las esculturas de leones, con fines ornamentales, se retrotraen o
convergen en su origen, en los modelos de la figura del león, esculpidos por el
artista renacentista Flaminio Vacca o Vacchi (Roma, 1538 - Roma, 1605).
Vacca elaboraba sus trabajos -como es el caso de los Leones de Médici que se encontraban presidiendo las escalinatas de ingreso a Villa Médici en Roma- a partir de modelos de la antigüedad romana que él mismo encontró en las afueras de Roma, en la vía Prenestina cerca de la Porta Tiburtina o Puerta de San Lorenzo, los cuales databan del siglo II de nuestra era. La marca personal de escultor romano quedaba grabada en sus trabajos en mármol o bronce como «Opus Flaminii».
Vacca elaboraba sus trabajos -como es el caso de los Leones de Médici que se encontraban presidiendo las escalinatas de ingreso a Villa Médici en Roma- a partir de modelos de la antigüedad romana que él mismo encontró en las afueras de Roma, en la vía Prenestina cerca de la Porta Tiburtina o Puerta de San Lorenzo, los cuales databan del siglo II de nuestra era. La marca personal de escultor romano quedaba grabada en sus trabajos en mármol o bronce como «Opus Flaminii».
6. Finis coronat opus
El Palacio de los Leones de la
ciudad de San Cristóbal, resulta una perfecta
síntesis entre los elementos culturales y arquitectónicos inspirados en el renacimiento, el
barroco y las nuevas tendencias del clasicismo, de inicios del siglo XX. Es una obra salida
de las manos de maestros alarifes, canteros y escultores de una etapa de la arquitectura tachirense, que ya cerró la última página del libro de su historia.
Aún permanece ante nosotros, con casi un siglo de vida y un poco oculto para muchas miradas tras sus muros en piedra y argamasa, el logro arquitectónico del Palacio, junto al cuidadoso trabajo de sus detalles y proporciones. Testimonio de lo edificado, permitirá a las generaciones venideras reflexionar sobre su ingente pasado y exclamar, luego de una especie de anagnórisis, de un re-conocimiento: «cumplieron su misión».
Ostenta la categoría de «Monumento Histórico Nacional», por resolución N° 6 de la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, de fecha 3 de febrero de 1986 y publicado en la Gaceta Oficial N° 33.407, el 7 de febrero de 1986.
Aún permanece ante nosotros, con casi un siglo de vida y un poco oculto para muchas miradas tras sus muros en piedra y argamasa, el logro arquitectónico del Palacio, junto al cuidadoso trabajo de sus detalles y proporciones. Testimonio de lo edificado, permitirá a las generaciones venideras reflexionar sobre su ingente pasado y exclamar, luego de una especie de anagnórisis, de un re-conocimiento: «cumplieron su misión».
Ostenta la categoría de «Monumento Histórico Nacional», por resolución N° 6 de la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, de fecha 3 de febrero de 1986 y publicado en la Gaceta Oficial N° 33.407, el 7 de febrero de 1986.
Por suerte, para la historia
urbanística de la ciudad, apenas ha sido alcanzado por la manía
destructora o remodeladora de las épocas posteriores a su construcción.
Nocturno del día de la inauguración del Palacio de los Leones, el 19 de diciembre de 1931 (Foto: Abogado Wilmer Antonio Rey Lozada, 2015. Reproducción con fines didácticos). |
Conserva la casi totalidad de
su imagen palaciega original, diseñada en 1922. Sólo el terremoto del 18 de octubre de
1981, derribó la mayoría de los más de sesenta jarrones o vasos ornamentales y
el reducido frontón -sobre la cornisa con el pináculo de bulbo, que protegía la sección superior del ático blasonado con los relieves del escudo nacional, en su panel.
La urbe aún continúa a la
espera de su integral puesta en valor. Sólo una adecuada restauración y restitución -como dirían los antiguos romanos restitutionis in integrum materia- de estos elementos ornamentales -jarrones o vasos y frontón con pináculo, ya desaparecidos- devolverán a la edificación su aspecto originario. Sólo ellos pueden coronar, y cerrar, la majestuosidad arquitectónica de la obra.
Palacio de los Leones, para 1979. Conserva aún la totalidad de los jarrones o vasos ornamentales que remataban la estructura y ya desaparecidos. La incuria de todos los gobiernos y parlamentos tachirenses de turno, desde 1981 hasta el presente, ha considerado inversión superflua la restauración de dichos vasos y coronamiento del ático a su estado original (Foto: Gómez Espinoza, A. Panorama del Táchira, 1982, portada).
Sección posterior del ático central blasonado del Palacio de los Leones (estado para 2015). Se puede apreciar el estito constructivo, la base en ladrillo de obra y mortero de agarre -original para el asta del pabellón y el ático- así como los refuerzos con contrafuertes y cables tensados colocados luego del terremoto de del 18 de octubre de 1981 (Foto: Samir A. Sánchez, 2015).
Para concluir la descripción didáctica de la estructura exterior de uno de los más reconocidos íconos urbanos de la ciudad de San Cristóbal y del patrimonio arquitectónico de la Nación venezolana, quede la impresión de lo construido en la voz del poeta Pedro Pablo Paredes, cuando una mañana dominical, contempló la obra desde la arboleda del Parque Sucre:
«El Palacio de los Leones tal vez sea, entre nosotros, el único testimonio artístico de una época. Corresponde, en todo caso, a una manera de ser, a una manera de mirar la vida, a una manera de influir sobre los demás, que ya nos parecen extrañas. Esas maneras –no siempre buenas, como pudiera decir el famoso Carreño- estuvieron resumidas, aquí, en un hombre. Ese hombre que por tantos motivos, no podemos olvidar se llamó el General Eustoquio Gómez. Él fue quien ideó, hasta donde se nos alcanza, este Palacio de los Leones. Él fue quien puso a trabajar los obreros. Él fue quien llegaba antes que ellos todos los días, a vigilar la marcha de la obra. Él fue quien, a la hora de la verdad, dirigió el trabajo.Por los rincones y por las recias escaleras del Palacio de los Leones nos parece escuchar, asordinados por la leyenda, los pasos –pasos temibles- del General Eustoquio Gómez. Su presencia histórica, precisamente, es la que le da hondura tradicional, sabor de época, a este edificio de San Cristóbal. Sobre la personalidad de aquel implacable mandatario, se asienta su leyenda. Él es su fantasma. Él es, para decirlo de una vez, su legítimo, su auténtico, su verdadero trasfondo».
Galería
El Palacio de los Leones, lo particular en el arte de construir.
Proyecto Experiencia Arte agradece al Consejo Legislativo del Estado Táchira por la autorización concedida para recorrer y fotografiar en horas de la tarde, lluviosa sin luz y sin sol, del 10 del agosto de 2015, la antigua edificación; al Arquitecto Jonny Rojas, Coordinador del Gabinete de Cultura del Estado Táchira, quien tramitó los permisos; a la Dra. Rosario Raga, Directora de Gestión y Talento Humano del Consejo Legislativo por su cordial y atenta orientación y a todo el personal administrativo, empleado y operario quienes cordialmente nos atendieron, guiaron y por igual compartieron sus propias experiencias, en el marco de los fantasmas y apariciones que aún rondan pasillos y escaleras ocultas del Palacio, narraciones enriquecedoras para la memoria mítica y legendaria de la ciudad de San Cristóbal.
Bibliografía
BENET, F. Guía General de Venezuela 1929, primer tomo, impreso en la Casa
Oscar Brandstetter, Leipzig, Alemania, 1929, p. 91.
BOULTON, Alfredo, El arquetipo iconográfico de Bolívar, ediciones Macanao, 1984, Caracas, p. 38.
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CALDERÓN, C., Carlos, Del 'Cuba' a la Escuela de Artes y Oficios del Táchira, en Diario Deia, Bilbao Vizcaya/Bizkaia, miércoles 29 de abril de 2015.
DÍAZ BRANTES, Humberto, Estado Táchira, Álbum gráfico 1930, impreso en los talleres de la Tipografía Americana, de P. Valery Risquez, Caracas, 1930 (reedición facsimilar de la Gobernación del Estado Táchira-Lotería del Táchira, San Cristóbal, 1997).
DÍAZ BRANTES, Humberto, Estado Táchira, Álbum gráfico 1930, impreso en los talleres de la Tipografía Americana, de P. Valery Risquez, Caracas, 1930 (reedición facsimilar de la Gobernación del Estado Táchira-Lotería del Táchira, San Cristóbal, 1997).
HERNÁNDEZ CONTRERAS, Luis, Cien años de historia tachirense, 1899-2000,
Proculta/Producción Cultural Tachirense, San Cristóbal, 2012.
LOBO, Williams, NIETO, Maylin y RIVERO, Pedro, "Análisis dinámico lineal de una edificación histórica en San Cristóbal, Estado Táchira" en Revista Ciencia e Ingeniería, Universidad de Los Andes, vol. 3, N° 3, agosto-noviembre, Mérida, 2009, pp. 237-246.
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LÓPEZ CONTRERAS, Eleazar
(General en Jefe), Páginas para la
Historia Militar de Venezuela, Tipografía Americana, Caracas, 1944, pp.
245-246.
MORENO, Juan, Monumentos históricos nacionales, Instituto del Patrimonio Cultural, volumen I, Caracas, 1998, p. 98.
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PAREDES, Pedro Pablo, Pueblos del Táchira, Biblioteca de
Autores y Temas Tachirenses, Nº 80, Caracas, 1982, pp. 157-159.
PULIDO ZAMBRANO, José Antonio, El León de Juan Vicente Gómez, Biografía de
Eustoquio Gómez (1868-1935), Fondo Editorial Simón Rodríguez, San
Cristóbal, 2012.
REVISTA SHELL, Caracas, marzo
de 1961, año X, Nº 38, Dirigida por Guillermo Morón, página 8. Fotografías de
Leo Matiz para el Cuatricentenario de la ciudad de San Cristóbal.
SALAZAR, Temístocles, Eustoquio Gómez y el socialismo en el Táchira, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 140, San Cristóbal, 1997.
VILLAFAÑE, Edmundo, Eustoquio Gómez o el despotismo civilizador (novela), editorial Centauro, Caracas, 1992, p. 200.
Créditos de fotografía | Credit: Images courtesy
of
Proyecto ExpArt quiere dar las gracias
a los amigos e instituciones por permitir la reproducción de sus fotografías
con lo cual han contribuido a la realización del presente estudio.
Dr. Luis Hernández Contreras, Cronista de la ciudad de San Cristóbal
Lcdo. Yosel M. Molina M. Fotografías del Palacio de los Leones, diciembre de 2008.
Arquitecto Jonny Rojas (fotografía del túnel, 2015), Instituto del Patrimonio Cultural-Táchira.
Francisco Arellano (San Cristóbal, 2015).
Instituto Nacional de Turismo (INATUR), sede Estado Táchira, 2010.
Imágenes antiguas del Estado Táchira (2015).
Instituto del Patrimonio Cultural, Estado Táchira, 2010.
Lcdo. Yosel M. Molina M. Fotografías del Palacio de los Leones, diciembre de 2008.
Arquitecto Jonny Rojas (fotografía del túnel, 2015), Instituto del Patrimonio Cultural-Táchira.
Francisco Arellano (San Cristóbal, 2015).
Instituto Nacional de Turismo (INATUR), sede Estado Táchira, 2010.
Imágenes antiguas del Estado Táchira (2015).
Instituto del Patrimonio Cultural, Estado Táchira, 2010.
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Los derechos de autor de las fotografías y trabajos gráficos pertenecen a cada fotógrafo,
grupo o institución mencionada.