«Si el nono no habla y los
nietos no escuchan, se pierde la memoria y no hay historia»
Don Primo Pellizzari (1910-1982), nativo de Preone, provincia de Udine e inmigrante italiano en
el Táchira
Historia urbana e identidad de una ciudad
La imagen de una avenida-parque (el park
avenue de la cultura inglesa) que combinaba una visión bucólica del tejido
urbano con amplias calles o calzadas que facilitaran la movilidad del tránsito
automotor, vino a representar un primer intento por quebrantar el secular
esquema de la ortogonalidad constructiva colonial española, en la ciudad de San
Cristóbal (capital del Estado Táchira, en Venezuela), a fines de la década de los años 20 del pasado siglo. En ella, el paisaje era interior, se desarrollaba sobre sus amplios patios con pila o fuente de agua central, en claustro, y sobre solares arbolados frutales y de sombra.
Foto: Samir Sánchez, 2014 |
Así, entre las primeras reformas de un plan de urbanismo inalterable por tres siglos, el 19 de diciembre de 1926 el Ejecutivo del Estado Táchira inauguraba la
primera avenida de la ciudad, a la cual se le dio el nombre de «Avenida General
Juan Vicente Gómez».
Su construcción había sido decretada en 1925, una vez finalizada e
inaugurada la carretera Trasandina, la cual interconectó -por primera vez- el
tránsito automotor entre la cordillera andina y el centro-occidente venezolano
con la ciudad de Caracas.
La avenida, debidamente pavimentada (por el sistema de macadamización), arborizada con pinares y otras
especies e iluminada con faroles eléctricos de calle, de inspiración romanticista
decimonónica, se ubicaba al norte de la ciudad.
Partía desde «Puente Rondón» (denominado así en homenaje al coronel
independentista Juan José Rondón, y en la actualidad puente sobre la quebrada
La Parada) y finalizaba frente a la casa de Don Miguel Ángel Granados, en el
sitio conocido como «Los Kioskos», luego de recorrer un tramo de 1,8 km.
En este último lugar se bifurcaba en su continuidad como carretera
Trasandina (obra en tierra) hacia Sabana Larga (viejo aeródromo, ahora campus nuevo de la
Universidad Católica del Táchira) y en la recién igualmente abierta (1926) carretera a la
población de Táriba que, pasando por el sitio de La Vichuta y los cafetales de
la hacienda «Los Teques» (actual sector urbano denominado Los Teques) de Don Manuel Sánchez, seguía a los sitios de la Machirí y
Arjona, y de allí a Táriba.
Esta vía fue conocida en su época como la «Carretera de los Doctores» por
ser una iniciativa de la Municipalidad de San Cristóbal, la cual -presidida por el Dr.
Eduardo A. Santos- estaba conformada por munícipes o concejales quienes -en su totalidad- habían alcanzado este máximo grado académico.
Una segunda avenida, con idénticas características se decretó para la
entrada sur de la ciudad, donde se iniciaba la carretera del Llano (que
finalizaba en el sitio de Río Frío), a partir del puente sobre la quebrada La
Chucurí, en el sitio de La Castra. La misma fue denominada «Avenida 24 de
julio».
De ellas sólo permanece el trazado. La masificación constructiva, no
planificada de fines del siglo XX y de los tiempos presentes, hizo que se
rompieran las fronteras del otrora orden urbano y con ello la ideal armonía
arquitectónica entre formas y espacios naturales.
Por ello, el experimento urbano de las viejas avenidas-parques quedó
como un relictus arqueológico diluido
entre muros o paredes de múltiples formas y tamaños. A la par, los octogenarios
árboles fueron doblegados por la modernidad, para ceder sus espacios al asfalto
y a los automóviles.
Un solitario farol atrapado en un libro ya
cerrado
En pie, junto a la antigua y tapiada entrada principal a las edificaciones del Sanatorio Antituberculoso de San Cristóbal, como único testigo de ese experimento y de otros tiempos y
mentalidades, permanece –invisible para conductores y transeúntes- el pedestal
de uno de esos faroles que iluminaron la primera avenida de la ciudad de San
Cristóbal. Objeto urbano que alcanzó a marcar –en el subconsciente colectivo de
su tiempo- la identidad de toda una ciudad.
Su enhiesta forma no cuenta su pasado, lo contiene, atrapado, como en sus
surcos el rostro de un anciano.
Los faroles instalados en la Avenida «General Juan Vicente Gómez»,
denominada en la actualidad «Avenida Guayana», estaban conformados por lámparas
eléctricas incandescentes, de arco eléctrico, operadas por un circuito en serie de alto voltaje y
protegidas por briseras en forma de globo o esfera, de color blanco. Este sistema, por la gran ilumnación que aportaba era empleado sólo en exteriores, y no servía para su uso dentro de las casas.
De pedestal de sección octogonal, fuste liso, basa circular y capitel octogonal con molduras en salientes, estaban elaborados
en concreto –por vaciado en molde-, reproduciendo en un estilo más estilizado los modelos romanticistas de las farolas europeas y estadounidenses de fines
del siglo XIX, realizadas en hierro. Internamente, lo conformaban una estructura central tubular metálica (para el cable de corriente) y seis barillas de hierro que le daban una especie de sostenimiento, a la estructura de concreto armado de la columna.
Cada farol se ubicó, alternándose a derecha e izquierda de la vía, con una separación de 100 metros cada uno y el modelo, con escasas variantes en las dos décadas siguientes, se reprodujo y extendió a todas
las luminarias de las áreas públicas de la ciudad, especialmente en sus plazas
y parques permaneciendo aún para 1947, como elemento simétrico de la identidad
urbana de San Cristóbal.
Plaza «Urdaneta», centro histórico de San Cristóbal, 1947. Foto: Martín López C., Galería Fotográfica Urbana del Estado Táchira, 1947(reproducción con fines didácticos). |
Civilitas et Humanitas
Cuando observamos los fantasmas del pasado urbano, atrapados en el tiempo
por una impresión fotográfica (galería de fotos de la ciudad, de 1929, 1930 y 1947), se concluye
–en nuestra opinión- que los valores de amplitud, altura, densidad, calidad e
interioridad sustentaron ese pasado o la civilitas
de una sociedad de realizaciones.
Escalón necesario para poder alcanzar la humanitas, un modo de vida que vale la pena vivir donde lo
construido (lo económico o lo útil) se realiza como soporte y con arte de lo
humano, algo contrario a las penumbras y decadencia de los tiempos presentes,
donde en lo construido y en lo espiritual predomina la exterioridad, superficialidad,
estrechez, dispersión y trivialidad.
Preservación y conservación
La permanencia del último farol de calle de la ciudad de San Cristóbal -ya cegado- navega entre el dualismo de un
réquiem a cuatro voces por su desaparición, sentenciado por el presente a ser memoria muerta del pasado, o una revalorización que tenga el alcance de un rescate y restauración.
Su reubicación en un lugar (museo) o área verde pública (parque o plaza) prolongaría su existencia al convertirlo en puente didáctico de contacto, entre el habitante de la San Cristóbal del presente y del futuro, con el patrimonio o la herencia cultural de un pasado de realizaciones.
Su reubicación en un lugar (museo) o área verde pública (parque o plaza) prolongaría su existencia al convertirlo en puente didáctico de contacto, entre el habitante de la San Cristóbal del presente y del futuro, con el patrimonio o la herencia cultural de un pasado de realizaciones.
Su sola presencia, ya resulta un fragmento
de lectura formal o decodificación del uno y las partes del entramado urbano
tachirense, de la comprensión de la función y el símbolo de lo construido, de
su contexto y de los elementos primordiales que proyectó, a lo largo de
diferentes épocas, la expresión arquitectónica de una sociedad.
Bibliografía
AMADO, Anselmo, Así
era la vida en San Cristóbal, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses,
Caracas, Nº 1, 1960; BENET, J. Guía
General de Venezuela, Leipzig, tomo I, 1929; CALDERA, Rafael Tomás, El Oficio del Sabio, Fundación Tomás Liscano, Caracas, 1991; DÍAZ BRANTES, Humberto, Álbum del Táchira, reedición facsimilar de "El Estado Táchira, álbum gráfico, 1930", publicado por la Gobernación del Estado Táchira en 1997, San Cristóbal; «Táchira» Homenaje de la Junta Pro Conmemoración del IV Centenario
del Descubrimiento del Táchira, San Cristóbal, 1947 (galería fotográfica urbana del Estado Táchira, de Martín López C.); SÁNCHEZ, Samir, Mors Memoriae o la Extinción de la memoria, el espíritu de una época, Fondo Editorial Simón Rodríguez, San Cristóbal, 2011.
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Acerca del autor
Samir A.
Sánchez es profesor de Historia del Arte y Métodos de Investigación en la
Universidad Católica del Táchira (San Cristóbal - Venezuela). Es autor, entre otras publicaciones, de San Cristóbal Urbs quadrata (2003) y Mors Memoriæ o la Extinción de la memoria
(2011).
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