Regreso de la boda. Óleo y acrílico, 39 x 44 cm. Manuel Osorio Velasco (1983). Pintor costumbrista tachirense. Colección privada de la familia Hurtado Rubio, San Cristóbal, Estado Táchira (Fotografía, cortesía de la Lcda. Bibiana Rubio Maldonado de Hurtado, 2019).
Presencia y etimología de los vocablos nono y nona en el ámbito familiar del Táchira
Por Samir A. Sánchez (2019)
[El presente texto se ha organizado a partir de la actualización y los extractos de una conferencia impartida en el Colegio de Ingenieros del Estado Táchira, en el marco de las Jornadas de Identidad Tachirense: El poder y la tachirensidad, organizadas por estudiantes de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Católica del Táchira, en marzo de 2007].
Presentación
Si bien toda lengua se compone de un vasto inventario léxico, existen términos que adquieren una preeminencia particular, especialmente aquellos circunscritos al ámbito de los afectos y los vínculos familiares. Al indagar en el glosario de la identidad cultural tachirense, y en búsqueda de los vocablos con mayor arraigo (mainstream), los términos nono y nona se sitúan, indudablemente, entre los prioritarios.
Aunque constituyeron voces vernáculas empleadas por los habitantes del Táchira desde tiempos inmemoriales, han experimentado o están sufriendo un proceso de declive en la memoria colectiva y, consecuentemente, en el léxico particular del hogar tachirense. Este fenómeno se atribuye a los efectos de la globalización y al desarrollo exponencial de las plataformas de comunicación social, las cuales, como ya señalaba Ortega y Gasset en el distante 1926, tienden a disolver las particularidades en un tiempo caracterizado por la masificación y una homogeneidad inquietante.
Al hacer referencia a la designación utilizada por las generaciones precedentes para nombrar a los abuelos —nono (abuelo) y nona (abuela)—, o a sus diminutivos nonito o nonita, se advierte un vocablo de sonoridad agradable, aunque de origen incierto en el contexto regional tachirense. Su estudio se ve dificultado precisamente porque su uso ha estado restringido al ámbito familiar, sin haber quedado registrado en documentos del siglo XIX ni en épocas anteriores. Su pervivencia hasta el presente se debe únicamente a la transmisión oral inmediata, recibida de padres y abuelos.
Aproximación etimológica
Ante la incertidumbre planteada, se hace necesario recurrir a la etimología para obtener una mayor claridad sobre el origen de la palabra y su empleo en el territorio tachirense. Resulta notable que el término proviene de una raíz latina que pudo haber llegado al Táchira por dos vías lingüísticas distintas, ambas lenguas romances o derivadas del latín: en primer lugar, el ladino o judeoespañol (sefardí) y, en segundo lugar, el italiano. No obstante, hasta la fecha, no es posible precisar por cuál de ellas los vocablos nono y nona se integraron de manera tan profunda a la cultura local, equiparables a elementos identitarios como el río Uribante, el pan aliñado, la ciudad de Rubio o el café.
Considerando este origen y sus vías de propagación, se puede afirmar que cada vez que se emplea la palabra nono o nona, se establece una conexión, a menudo imperceptible, con el legado histórico y los valores de las generaciones familiares predecesoras. La preservación de estos términos contribuye a la continuidad de la identidad tachirense, actuando como una marca de origen y un signo distintivo ineludible en un entorno globalizado.
La profundización en las dos vertientes lingüísticas que señalan el posible origen del vocablo arroja los siguientes hallazgos:
La vía del ladino o judeoespañol (sefardí)
Por esta ruta, nono y nona se clasificarían como palabras relictas, es decir, aquellas que perduran en el tiempo, pero cuyo origen radica en un sustrato lingüístico ya extinguido en el entorno. Este primer sustrato pudo ser el ladino, una variedad dialectal del castellano (considerada, por ende, lengua romance) hablada por los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV, y que llegó a América y al Táchira en el siglo XVI con los conversos o criptojudíos. Se trata de grupos humanos, expulsados de España y Portugal, que continuaron practicando sus costumbres culturales semíticas y su tradición judía milenaria, mientras exteriorizan, por motivos de supervivencia en la diáspora, la adopción de costumbres occidentales y creencias cristianas. Estos grupos se afianzaron con admirable tenacidad en sociedades hispanoamericanas que a menudo les eran hostiles, ya fuera por ignorancia o fanatismo.
En este contexto de la lengua ladina o sefardí, y para quienes deseen ahondar en el conocimiento de este legado cultural en el Táchira —más allá de las voces nono y nona—, se sugiere la lectura de la obra pionera: Moreshet, el legado de los judíos en el Táchira (San Cristóbal, 2019), del abogado y académico Bernardo Zinguer.
La obra citada recuerda, entre otros aspectos, la presencia de un judío sefardí converso, Hernando Lorenzo Salomón, en los antiguos folios de los archivos históricos coloniales de la antigua Santa Fe de Bogotá, sede civil y eclesiástica metropolitana del Nuevo Reino y, posteriormente, Virreinato de la Nueva Granada. Salomón fue funcionario electo por los cabildantes y confirmado por el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe como Escribano Público, de Cabildo y Regimiento de la Villa de San Cristóbal en 1577. Su esposa, Isabel de Borrero, fue identificada como experta en medicina y curaciones.
Como ejemplo de esta lengua ladina o sefardí, todavía hablada por reducidas comunidades judías sefardíes en Israel y Turquía, y con el uso de los vocablos nono y nona, se transcribe el siguiente verso:
"Salonique se troko de kouando se tsamoucko. Respectar el padre i la madre quedo. El nono i la nona tienen la oultima palabra, I el ermano grande se entremete a la desizion. Bevamos a la saloud de Julia Sion" [1].
La vía del ladino o judeoespañol (sefardí)
Por esta ruta, nono y nona se clasificarían como palabras relictas, es decir, aquellas que perduran en el tiempo, pero cuyo origen radica en un sustrato lingüístico ya extinguido en el entorno. Este primer sustrato pudo ser el ladino, una variedad dialectal del castellano (considerada, por ende, lengua romance) hablada por los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV, y que llegó a América y al Táchira en el siglo XVI con los conversos o criptojudíos. Se trata de grupos humanos, expulsados de España y Portugal, que continuaron practicando sus costumbres culturales semíticas y su tradición judía milenaria, mientras exteriorizan, por motivos de supervivencia en la diáspora, la adopción de costumbres occidentales y creencias cristianas. Estos grupos se afianzaron con admirable tenacidad en sociedades hispanoamericanas que a menudo les eran hostiles, ya fuera por ignorancia o fanatismo.
En este contexto de la lengua ladina o sefardí, y para quienes deseen ahondar en el conocimiento de este legado cultural en el Táchira —más allá de las voces nono y nona—, se sugiere la lectura de la obra pionera: Moreshet, el legado de los judíos en el Táchira (San Cristóbal, 2019), del abogado y académico Bernardo Zinguer.
La obra citada recuerda, entre otros aspectos, la presencia de un judío sefardí converso, Hernando Lorenzo Salomón, en los antiguos folios de los archivos históricos coloniales de la antigua Santa Fe de Bogotá, sede civil y eclesiástica metropolitana del Nuevo Reino y, posteriormente, Virreinato de la Nueva Granada. Salomón fue funcionario electo por los cabildantes y confirmado por el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe como Escribano Público, de Cabildo y Regimiento de la Villa de San Cristóbal en 1577. Su esposa, Isabel de Borrero, fue identificada como experta en medicina y curaciones.
Como ejemplo de esta lengua ladina o sefardí, todavía hablada por reducidas comunidades judías sefardíes en Israel y Turquía, y con el uso de los vocablos nono y nona, se transcribe el siguiente verso:
"Salonique se troko de kouando se tsamoucko. Respectar el padre i la madre quedo. El nono i la nona tienen la oultima palabra, I el ermano grande se entremete a la desizion. Bevamos a la saloud de Julia Sion" [1].
Un dato de interés, que asocia circunstancialmente el empleo de la palabra nono con una primitiva comunidad judía tachirense, se halla en la novela Ventisca (1938, reeditada en 1953 y traducida al inglés en 1961), del escritor y militar tachirense Luis Felipe Prato (San Cristóbal, 22 de julio de 1909).
En la novela, Prato evoca experiencias de su juventud y de su familia en el Táchira a finales del siglo XIX y principios del siglo XX:
«El abuelo de mi nono era un judío más hereje que todos los lagartijos [liberales]... ¿Eres godo [conservador], Toñín? ¡Y a mucha honra niña ama! Soy azul de los de pinta en la raíz del pelo [...]» [2].
Es pertinente destacar que en esta novela se registra por primera vez, y hasta la fecha, la palabra "Gocho" circunscrita al ámbito tachirense, aunque solo con el valor de gentilicio despectivo, aplicado a los habitantes de Lobatera y su jurisdicción a finales del siglo XIX [por su afiliación política conservadora, según el contexto de la novela].
La vía de la lengua italiana
En su obra clásica La Democracia en América, Alexis de Tocqueville sentenció: “Los felices y los poderosos no se exilian”. En este sentido, durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, el Táchira recibió importantes oleadas de inmigrantes italianos que huían de la miseria, el conflicto, la falta de expectativas y las desigualdades sociales de su Italia natal. Precedidos por su reputación de eficientes trabajadores y artesanos, contribuyeron significativamente al desarrollo del comercio y las instituciones de la entonces joven provincia, y luego Estado Táchira [desde 1856], desempeñándose como escultores, ebanistas, carpinteros o comerciantes.
A pesar de ser una comunidad demográficamente reducida, se establecieron en toda la geografía regional. Era común escuchar en su lenguaje familiar el empleo de las voces nonno y nonna para referirse al abuelo y la abuela. Numerosos estudiosos de la etimología italiana sugieren que el término deriva del latín tardío medieval nonno (monje) y nonna (monja), utilizados originalmente para identificar al monje y/o monja de mayor edad en un monasterio. Posteriormente, su uso se extendió al lenguaje coloquial italiano para designar a las personas mayores o ancianas en un hogar y, finalmente, a los abuelos y abuelas [3].
La transferencia lingüística al vocabulario familiar tachirense
Aún se desconoce el mecanismo preciso por el cual los vocablos nono y nona transitaron de estas lenguas romances al vocabulario familiar tachirense. Solo es posible especular con ejemplos que podrían ofrecer indicios sobre cómo pudo haber ocurrido este proceso de migración lingüística.
Don José del Rosario Guerrero Briceño (1927-2005), primer cronista de Lobatera, relató que, a principios del siglo XX, en Lobatera, residía la familia Segnini Casanova. El padre, Pietro Segnini Paolini (o Pavolini), originario de la Toscana (Italia), se dedicaba a la carpintería y ebanistería. Su hijo mayor se llamaba Pedro Francisco Segnini Casanova (1891-1921). Cuando el padre lo requería para alguna tarea en su taller, y dado que el niño se encontraba jugando con sus amigos en la plaza, lo llamaba a viva voz por su nombre en italiano, Francesco, alargando la pronunciación de la penúltima sílaba. Debido a esto, sus compañeros de juego y contemporáneos comenzaron a apodarlo "Checo", sobrenombre que perduró.
A modo de cierre
Es nuestro deseo que la palabra nono y nona no desaparezca del vocabulario familiar. En el complejo contexto del mundo contemporáneo, la identidad cultural de los pueblos constituye uno de los eslabones más vulnerables. Su ruptura y consecuente desaparición conlleva la pérdida del legado cultural —una valiosa amalgama de tradiciones y saberes— y el "ser tachirense" dejaría de ser un sujeto histórico-cultural, cesando en su capacidad de reconocerse como parte de una geografía y una historia distintivas.
En la novela, Prato evoca experiencias de su juventud y de su familia en el Táchira a finales del siglo XIX y principios del siglo XX:
«El abuelo de mi nono era un judío más hereje que todos los lagartijos [liberales]... ¿Eres godo [conservador], Toñín? ¡Y a mucha honra niña ama! Soy azul de los de pinta en la raíz del pelo [...]» [2].
Es pertinente destacar que en esta novela se registra por primera vez, y hasta la fecha, la palabra "Gocho" circunscrita al ámbito tachirense, aunque solo con el valor de gentilicio despectivo, aplicado a los habitantes de Lobatera y su jurisdicción a finales del siglo XIX [por su afiliación política conservadora, según el contexto de la novela].
La vía de la lengua italiana
En su obra clásica La Democracia en América, Alexis de Tocqueville sentenció: “Los felices y los poderosos no se exilian”. En este sentido, durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, el Táchira recibió importantes oleadas de inmigrantes italianos que huían de la miseria, el conflicto, la falta de expectativas y las desigualdades sociales de su Italia natal. Precedidos por su reputación de eficientes trabajadores y artesanos, contribuyeron significativamente al desarrollo del comercio y las instituciones de la entonces joven provincia, y luego Estado Táchira [desde 1856], desempeñándose como escultores, ebanistas, carpinteros o comerciantes.
A pesar de ser una comunidad demográficamente reducida, se establecieron en toda la geografía regional. Era común escuchar en su lenguaje familiar el empleo de las voces nonno y nonna para referirse al abuelo y la abuela. Numerosos estudiosos de la etimología italiana sugieren que el término deriva del latín tardío medieval nonno (monje) y nonna (monja), utilizados originalmente para identificar al monje y/o monja de mayor edad en un monasterio. Posteriormente, su uso se extendió al lenguaje coloquial italiano para designar a las personas mayores o ancianas en un hogar y, finalmente, a los abuelos y abuelas [3].
La transferencia lingüística al vocabulario familiar tachirense
Aún se desconoce el mecanismo preciso por el cual los vocablos nono y nona transitaron de estas lenguas romances al vocabulario familiar tachirense. Solo es posible especular con ejemplos que podrían ofrecer indicios sobre cómo pudo haber ocurrido este proceso de migración lingüística.
Don José del Rosario Guerrero Briceño (1927-2005), primer cronista de Lobatera, relató que, a principios del siglo XX, en Lobatera, residía la familia Segnini Casanova. El padre, Pietro Segnini Paolini (o Pavolini), originario de la Toscana (Italia), se dedicaba a la carpintería y ebanistería. Su hijo mayor se llamaba Pedro Francisco Segnini Casanova (1891-1921). Cuando el padre lo requería para alguna tarea en su taller, y dado que el niño se encontraba jugando con sus amigos en la plaza, lo llamaba a viva voz por su nombre en italiano, Francesco, alargando la pronunciación de la penúltima sílaba. Debido a esto, sus compañeros de juego y contemporáneos comenzaron a apodarlo "Checo", sobrenombre que perduró.
A modo de cierre
Es nuestro deseo que la palabra nono y nona no desaparezca del vocabulario familiar. En el complejo contexto del mundo contemporáneo, la identidad cultural de los pueblos constituye uno de los eslabones más vulnerables. Su ruptura y consecuente desaparición conlleva la pérdida del legado cultural —una valiosa amalgama de tradiciones y saberes— y el "ser tachirense" dejaría de ser un sujeto histórico-cultural, cesando en su capacidad de reconocerse como parte de una geografía y una historia distintivas.
De esta manera, una vez silenciado, perderíamos identidad tachirense y orgullo por nuestra tierra y lo nuestro, y dejaríamos de expresar, como el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956): "Dem gleich ich, der den Backstein mit sich trug Der Welt zu zeigen, wie Haus aussah" [4] (Me parezco a aquel que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa).
Referencias
[1] Levine Melammed, Renée. "An Ode a Salonika, The Ladino verses of Bouena Sarfatty" (poetisa sefardí, 1916-1997), verso 178, Indiana University Press, 2013, p. 88.
[2] PRATO, Luis Felipe. Ventisca. San Cristóbal, 1938. (Fragmento adaptado).
[3] Bonomi, Francesco. "Vocabolario Etimologico della Lingua Italiana", 2008.
[4] BRECHT, Gillet, R. y Weiss-Sussex, G. "Verwisch die Spuren!": Bertolt Brecht’s Work and Legacy: A Reassessmen. Nueva York, 2008.
Referencias
[1] Levine Melammed, Renée. "An Ode a Salonika, The Ladino verses of Bouena Sarfatty" (poetisa sefardí, 1916-1997), verso 178, Indiana University Press, 2013, p. 88.
[2] PRATO, Luis Felipe. Ventisca. San Cristóbal, 1938. (Fragmento adaptado).
[3] Bonomi, Francesco. "Vocabolario Etimologico della Lingua Italiana", 2008.
[4] BRECHT, Gillet, R. y Weiss-Sussex, G. "Verwisch die Spuren!": Bertolt Brecht’s Work and Legacy: A Reassessmen. Nueva York, 2008.
© Proyecto Experiencia Arte / Experience Art Project 2012-2019. Algunos derechos reservados. Los derechos de autor de las fotografías pertenecen a cada fotógrafo, grupo o institución mencionada.















































