jueves, 28 de marzo de 2024

Traje típico tachirense | The Typical Tachiran Costume




La sencillez de la tradición. Trajes típicos tachirenses en el legendario y ya desaparecido Mercado Cubierto de San Cristóbal, fundado en 1874. Los mercados en las plazas y lugares techados o cubiertos, fueron el lugar de resguardo, conservación y resistencia cultural tachirense, donde, según los especialistas, se preservaron las expresiones del patrimonio material e inmaterial, contribuyendo a la protección de la tradición oral, de vestuario y de la herencia alimentaria. Foto: Imágenes viejas del Táchira. Panorámica de uno de los cuatro patios en los cuales se dividía el espacio interior del edificio del mercado. La imagen data de alrededor de 1905. (Reproducción con fines educativos).





Una muy lograda coreografía y representación contemporánea del traje típico tachirense, en damas. Un grupo dancístico hace el baile que escenifica la antigua tradición familiar tachirense de la quebrada del chorote, fiesta y acto simbólico que hacía el padre de familia al finalizar el período de la dieta o los cuarenta días después de un parto (puerperio) de su esposa. La música de acompañamiento es el bambuco titulado "El Chorote", obra del maestro Apolinar Cantor (Táriba, Estado Táchira, 1909 - Maturín, Estado Monagas, 1976). Foto: NotiTáchira, 13 de marzo de 2024. Reproducción con fines didácticos.



Presentación

Este trabajo es un homenaje de gratitud y reconocimiento a los bizarros hombres y mujeres de los valles, colinas, montañas y páramos del Táchira. 

Desde ese idílico y tradicional entorno rural, en un quehacer callado y anónimo, aferrados a la tierra y a su trabajo arduo, se convirtieron en los guardianes del legado cultural y tradicional tachirense. 

Sus vestimentas pasaron a simbolizar unos valores que estaban a punto de perderse y su modo de vestir se convirtió en modelo de lo que, hoy en día, es el vestuario tradicional y representativo de las entrañables tierras del Táchira, único y eterno.


Samir A. Sánchez, 2012

Orígenes

El traje típico, como indumentaria de diario o de fiesta de nuestra parentela mayor, expresaba la identidad cultural del territorio tachirense. Se puede decir que sus características se conformaron y afianzaron a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, y permaneció con pocas variaciones hasta inicios del siglo XX.

Una primera descripción detallada del mismo –ubicada hasta la fecha- fue la realizada por el Dr. Juvenal Anzola en su visita a San Cristóbal, en octubre de 1912.

Refería el Dr. Anzola que:

«Los trajes de visita y de paseo, los mismos de París y de Caracas en San Cristóbal y demás poblaciones, en la gente con mayor poder adquisitivo. La gente de los campos, viene al poblado con traje corriente de casimir o de dril, camisa blanca, botines y sombrero de terciopelo, y su ruana de paño que recogen por delante y echan al hombro izquierdo: si no calza botines sino alpargatas, la ruana denominada entonces chamarreta, la lleva doblada sobre el hombro izquierdo: las mujeres del pueblo visten de falda negra o de color, blusa ceñida al talle, sombrero de jipijapa pequeño, y un zapato de tela, corte-bajo sin tacón […]» (Anzola, Juvenal, De Caracas a San Cristóbal, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 79, Caracas, 1981, p. 214).

Años después, entre 1955 y 1956, ataviados con sus trajes típicos y bailando en cuadrilla una música de gran tradición en celebraciones como la denominada “Quebrada del chorote” (fiesta que se hacía cuando una parturienta cumplía el puerperio y se quebraba, con algarabía de familiares y vecinos, la vasija de barro cocido –chorote- donde se había preparado el chocolate caliente que bebió diariamente en ese tiempo), diferentes comunidades locales esparcidas por la geografía del Estado Táchira permitieron a los investigadores Isabel Aretz y Luis Felipe Ramón y Rivera (Ramón y Rivera. L. F. y Aretz, Isabel, Folklore Tachirense, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 37. tomo II, Caracas, 1963, p. 238 y ss) dejar registrado y documentado esos trajes, así como el folklore material o ergológico de los recios y austeros hombres y mujeres de las montañas de los Andes tachirenses.

Los trajes referidos fueron testimonio visual de una etapa de nuestra evolución como amalgama y crisol de culturas que se inició en el siglo XVI y desapareció poco después de 1956, marcando la impronta y el carácter del ser tachirense.

Si bien en la actualidad, dicha indumentaria debería constituir una de las más valiosas señas de identidad del Táchira, fue olvidada y relegada por una sociedad globalizada y masificada que valora más aquello que viene de afuera que lo propio, y con el sentido de “lo propio”, quiero identificar todo aquello, ya muy poco en lo cultural, que queda de lo esencial y exclusivamente tachirense.

O, parafraseando el estilo poético llano del gran Aquiles Nazoa, bien podemos decir: “El Táchira perdió su tradición, y para muestra un botón, al mute le dice mondongo y a la panela papelón”.

No obstante, hemos visto, sólos y aislados, en los campos de las altas montañas, contados casos de personas mayores que permanecen a contracorriente de los cambios producidos por los tiempos modernos y portan, aún con orgullo, estos sencillos trajes y sombreros de identidad.


Descripción... para quien esté interesado

Al plasmar las siguientes descripciones, de lo que fue el traje típico tachirense, quiera Dios que la voluntad de alguna o algún avezado dibujante los quiera llevar como testimonio en trazos de dibujo y color al papel, para que los mismos se difundan y sirvan como ejemplo y testimonio para la formación cultural y educativa de las nuevas generaciones de tachirenses.

Características del traje típico tachirense, en lo que respecta a la mujer


Estaba conformado por las siguientes prendas: una larga y amplia falda o fustán, cotilla, saquito, merino o pañolón y sombrero. Cada una de estas prendas típicas quedó descrita como (a) Falda larga y amplia que llega casi hasta el suelo, conocida como fustán. Estaba hecha con dos paños unidos y enteros de color negro, uno para la parte de adelante y otro para la parte de atrás. Entre los paños van incrustadas tres cuchillas o varillas metálicas (conocidas también como ballenas, godets en inglés), que dan más vuelo y amplitud a la falda, remarcando las caderas. El borde inferior de la falda va cosido una serpentina de colores amarilla, verde y roja, que es una larga tira a manera de faralaes, pero en lugar de frunces lleva sobrepuesto tachones que coinciden uno por cada costura de las cuchillas. El fustán va atado a la cintura con un cordón que pasa por un doblez hecho en la tela, llamado vainicas; (b) La cotilla es una especie de chaleco, sin mangas, que se cierra por delante con botones y está confeccionado de la misma tela del saquito; (c) El saquito –conocido en otras partes como jubón o juboncillo- es una prenda de color blanco que se coloca sobre la cotilla y es cerrado por delante. Tiene un faralao desde la cintura que cae sobre la falda unos cuatro dedos. De los hombros sale una especie de cuello llamado capita, el cual va contorneado por una pasa cinta. La capita está cortada en forma de campana que terminaba con un volado plisado y poseía un breve cuello levantado; (d) El merino, mantón o pañolón, era una especie de capa negra con flecos que se dejaba caer desde la cabeza. En las regiones de la montaña alta, las mujeres utilizaban el merino o pañolón negro cerrado debajo del mentón para resguardarse del frío; (c) El sombrero completaba el atuendo y se colocaba sobre la parte del merino o pañolón que cubría la cabeza. Era pequeño, podía ser de fieltro o de caña brava, tejido en crinejas y cosido a mano, parecía una especie de sombrero pajilla, con ala recta y se adornaba con una cinta, negra, marrón o amarilla. Las mujeres acostumbraban a llevar el cabello largo, tejido en dos crinejas recogidas sobre la nuca.

Como calzado, empleaban tanto las alpargatas, cerradas, con capelladas tejidas con hilos de algodón, negras o de variados colores con anchas rayas horizontales, y por base una suela de cuero, como el calzado de dril negro o azul llamado breca o chinela, especie de zapato hecho de tela con planta de suela de cuero.


Características del traje típico tachirense, en lo que respecta al hombre


El traje en lo que respecta a los hombres tachirenses, estaba conformado a su vez por las siguientes prendas típicas: un pantalón, una camisa, una bayeta o ruana y un sombrero. (a) El pantalón era oscuro, de lana o casimir, sujeto con una ancha faja de cuero trabajado o claveteado en plata, llamada "chaparra" (de chapa, por estar guarnecida con chapas) en el occidente del Táchira o “chácara” (la cual presentaba compartimiento denominado garniel para cargar las morocotas de oro y los fuertes o antiguas monedas de 5 bolívares de plata, así como la cajeta elaborada de asta o cuerno de toro, donde se guardaba el chimó, conocido en el Táchira, hasta fines del siglo XVIII como ambir) ["chácara" es una palabra del castellano americano de la segunda mitad del siglo XVI. Proviene de la voz quechua 'chácara' que significa 'campo sembrado'. Esta palabra pasó al lenguaje coloquial tachirense como analogía entre la forma de un campo cultivado y el aspecto que presentaba el cinturón de cuero con chapas en plata y otro metal], la voz "chácara" se empleaba con mayor frecuencia en el oriente del estado.

El pantalón se ajustaba a la cintura con un cordel sencillo atado al cinto y del cual pendía un machete con su vaina de cuero trabajado. Por lo general, la bota del pantalón se doblaba o recogía hasta el tobillo o hasta media pantorrilla para evitar el lodo de los caminos de los páramos y montañas; (b) La camisa era de color blanco, de pechera alforceada y puños duros; (c) La balleta o ruana, era una especie de cobija o chamarra de lana, de doble faz, azul y roja, que protegía de las inclemencias del tiempo y las borrascas de los páramos y cumbres que atravesaban los caminos tachirenses; (d) El sombrero era sencillo, de fieltro o de cogollo. De calzado utilizaban las alpargatas, abiertas, tejidas.

Nota: el pollero, talego o saco abierto por el centro y cerrado por los extremos (versión tachirense de las alforjas castellanas), que los hombres por lo común llevaban terciada (sobre un hombro) y que servía para cargar el "avío" (comida para el camino) o alguna mercancía menor o cosas de tener a mano, no forma parte de la vestimenta típica por no ser un accesorio de vestir o cubrir sino de transporte o carga.




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viernes, 22 de marzo de 2024

La sierra de la Maravilla en la ciudad de San Cristóbal. Parque Nacional y reserva de la biosfera tachirense | Natural History in the 'Sierra de la Maravilla' ('La Maravilla' Mountains). An untouched natural Andean scenery in San Cristóbal City (Natural Park - Táchira State - Venezuela)






Texto de Samir A. Sánchez (2024)
Foto de Inés Fernández (2012) 
Foto de José Manuel Vera C.(2024)


"Porque la mano derecha del propio valle como en él entraron, que es hacia la parte este, dio la tierra demostración de muy ásperas y montuosas sierras que amenazando desde lejos con la altura y empinamiento de que la naturaleza les había dotado, con las grandes y espesas montañas de que estaban cubiertas, se hacían y figuraban muy dificultosas a los ojos de los que las miraban".

 (Descripción de la sierra de la Maravilla, para 1558, Fray Pedro de Aguado OFM).



¿Qué es?

Viene a ser para los tachirenses y sancristobalenses lo que el cerro El Ávila o Warairarrepano (nombre dado por los aborígenes de ese lugar y que significaba “Montaña o sierra grande”) para los habitantes de Caracas y el Litoral Central.

Comprende una fila o cordillera de montañas, montes, lomas y colinas al este del valle de Santiago, de origen geológico reciente, cuya estratigrafía va desde el jurásico, hace más de 200 millones de años, hasta el cuaternario cuando adquieren su actual forma luego del período erosivo glaciar, caracterizado por intensas lluvias y heladas que redujeron su altur
a, producto de ser tierras jóvenes emergidas no consolidadas o compactadas por altas presiones, y arrastraron progresivamente sus sedimientos al valle formando las terrazas.

Una parte considerable de sus hectáreas integran el área natural protegida denominada Parque Nacional 'Chorro del Indio', creado por decreto del Ejecutivo Nacional de la República de Venezuela en 1989, presidido por el Sr. Carlos Andrés Pérez, resguardando bajo esa figura jurídica de gestión y protección al gran pulmón vegetal del área metropolitana de la ciudad de San Cristóbal.

Así, la sierra de la Maravilla resulta en un majestuoso espacio de exuberante belleza y oasis de vida natural sobreabundante en fauna, flora, recursos hídricos y cascadas, y en diversidad de lugares paisajísticos andinos. Como parque nacional fue una verdadera apuesta a futuro de un grupo de tachirenses, encabezados por el mismo presidente Pérez, por la protección de nuestra naturaleza y sus ecosistemas ligados a los bosques tropicales andinos y de especies amenazadas por la salvaje depredación que causaba y sigue causando el crecimiento urbano anárquico y destructivo de la ciudad.


¿En qué consiste?

Es una sucesión de montañas cubiertas de bosques premontanos, selvas nubladas y páramos, casi prístina, que se inicia en el noreste de San Cristóbal, en el abra denominada Callejón Colorado junto al actual páramo Colorado a 3.350 m, en las alturas de montaña del caserío y aldea de Mesa de Aura, extendiéndose como muralla natural, en sentido suroeste, hasta finalizar en las colinas y lomas inmediatas a la población de San Josecito. Conforma por igual, en parte, el límite urbano oriental de la ciudad y zona metropolitana de la capital del Estado Táchira, San Cristóbal.

A su vez, su vertiente o derrames montañosos occidentales es el lugar donde tienen sus cabeceras o se originan las principales corrientes de agua que cortan las terrazas de sedimentos cuaternarios y pendientes del valle de Santiago, en sentido este-oeste (quebradas de La Bermeja, La Potrera, La Parada, La Vichuta y La Machirí entre otras).


¿Cuál es el origen del nombre?

Según algunas tradiciones orales tomadas de personas ancianas y agricultores de la vieja aldea de Pueblo Nuevo y del caserío Barebare, se debe a un monte que, en épocas pasadas, antes del actual cambio climático, estuvo muy poblado de una hierba de raíces tuberosas, hojas opuestas aovadas y de abundantes flores campanuláceas de un intenso color amarillo, que eran especialmente resaltantes, para caminantes y arrieros, desde el camino que llevaba de la antigua villa y ciudad a Táriba, en el siglo XIX. De manera especial, en horas del atardecer cuando el sol incidía sobre ellas destacando las mismas sobre el verdor de la montaña. Estas flores eran conocidas en la región como ‘Flor de la maravilla’ (nombre científico: Miravilis jalapa aurea y en inglés, 'Marvel of Perú'). En épocas anteriores al siglo XIX la sierra de la Maravilla sólo era conocida como ‘La Serranía’.

El monte referido está ubicado en el páramo El Pino, a 2.395 m de altitud y se denomina ‘cerro de la Maravilla’. Las principales alturas de la serranía que se inicia con él, aparte del páramo Colorado, son los páramos de Guarín, El Oso, de Moraleño, y el páramo de Peña Bermeja (donde tiene sus orígenes o nacientes la quebrada de Chorro del Indio.

La más antigua descripción que se conoce de estas montañas guardianas naturales de nuestra ciudad cordial, la hizo el fraile franciscano y Cronista de Indias Pedro de Aguado en 1569, cuando redactó la primera historia escrita de la villa de San Cristóbal (fundada en 1561).

Refirió Aguado que el capitán Juan Rodríguez Suárez, proveniente de Pamplona de Indias, en el Nuevo Reino de Granada, en su expedición de exploración en busca de minas de oro para dicha ciudad pero que finalizó con la fundación no autorizada de la ciudad de Mérida, en 1558, al iniciar la marcha de salida del valle de Santiago al cual había llegado un 25 de julio de 1558 (desde 1561 asiento geográfico de la ciudad de San Cristóbal) analizó el terreno que lo rodeaba para seleccionar la ruta de exploración a seguir en busca de las míticas Sierras Nevadas y su oro, en la siguiente forma:

“Había Juan Rodríguez mirando y considerando toda la serranía que cerca el valle de Santiago y ninguna le había contentado para arrojarse por ella, porque la mano derecha del propio valle como en él entraron, que es hacia la parte este, dio la tierra demostración de muy ásperas y montuosas sierras que amenazando desde lejos con la altura y empinamiento de que la naturaleza les había dotado, con las grandes y espesas montañas de que estaban cubiertas, se hacían y figuraban muy dificultosas a los ojos de los que las miraban, para por ellas pasar a la parte oriental. Tenían certidumbre que detrás de ellas estaban los llanos de Venezuela, de donde no esperaban haber ningún buen fruto, además de que asimismo las sierras que por aquella parte veían, también eran muy arcabucosas. La tierra que a la parte norte se mostraba era pelada y más apacible que otra ninguna de la que por allí se vía, y así se determinó Juan Rodríguez, y aun le fue forzoso, pues la incomodidad de la tierra no le daba lugar a más, seguir aquella vía del norte” [Recopilación Historial de Venezuela, tomo II, Caracas, 1963, p. 329].

Al salir del valle, los expedicionarios, siguiendo en más porcentaje las antiguas sendas aborígenes que la intuición referida por el cronista, llegaron al valle de San Bartolomé (actual El Cobre) el 24 de agosto, el 14 de septiembre al valle de La Grita y luego siguieron al valle que bautizaron como del Alarde, por los gritos y señales de guerra que desde sus cumbres hacían los pobladores aborígenes al paso de los conquistadores, valle que se encuentra entre la actual Sabana Larga y Pueblo Hondo, en jurisdicción de la ciudad de La Grita.


Crear consciencia...

Para finalizar, solo podemos resumir que conocer los paisajes y especies de la vida salvaje tachirense resulta en un primer paso para alcanzar la comprensión y protección de todas las piezas naturales que los componen y enfrentar la deforestación intensiva. De lo contrario, convertiremos a la madre tierra tachirense en un árido desierto de altura.


Foto: Panorámica central de la sierra de La Maravilla y ciudad de San Cristóbal, en el valle de Santiago [Inés Fernandez, viajera, 8 de febrero de 2012. https://misviajesporahi.es/.../san-cristobal-venezuela.html. Reproducción con fines educativos].



La sierra de la Maravilla es un lugar de escenarios naturales sorprendentes, a pocos minutos de la ciudad de San Cristóbal. Un ejemplo de estos es la recta de Loma de Pío, aldea y lugar geográfico donde se comienza a divisar la ciudad y el valle de Santiago desde la sierra, en la carretera que lleva al salto de agua conocido como "Chorro del Indio" que da nombre al parque nacional (Foto: Abogado, licenciado y excursionista, José Manuel Vera C. 2024).





La sierra de la Maravilla en el arte pictórico. Pintura panorámica de la ciudad de San Cristóbal, las montañas de la sierra y la amplitud de valle de Santiago. Obra del artista plástico tachirense Gerardo Duque, acrílico sobre lienzo, 50 x 152 cm (Foto cortesía del Prof. Jack de la Parra, 2024).


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viernes, 8 de marzo de 2024

«Nuestra Señora de Deusto». Una obra de arte en la capilla gótica de la Universidad de Deusto | 'Our Lady of Deusto', the sculpture of the Madonna and Child of the Deusto University (Bilbao, Spain)



Texto de Samir A. Sánchez (2024)
Fotos de Samir A. Sánchez (2024)






In memoriam 
Prof. Dr. José Ángel Barrio Loza
Amicus et magister


Desde mis años de estudiante y luego como profesor de la Universidad de Deusto (Bilbao, País Vasco, España), la capilla gótica de la Universidad y esta escultura captaron y siguen captando mi atención por su austera solemnidad y exultante naturalidad, y más en los días de celebraciones cuando el espacio se inunda con la música del clásico órgano de tubos y las voces que, en coro, entonan el canto de despedida ‘Agur Jesusen ama’.

La talla representa el momento de la Epifanía (Mateo 2, 1-12) cuando los magos, o sabios, o reyes venidos de Oriente presentan sus regalos -oro, incienso y mirra- a Jesús niño quien estaba en los brazos de María.





Inspirado en este pasaje neotestamentario, el escultor vizcaíno Tomás Martínez Arteaga (1906-1962), especializado en estatuaria clásica, tradicional y religiosa, y cercano a la Compañía de Jesús, en un lento proceso de desgaste y pulido, volcó su talento creativo a través de mazas, gubias y formones en esta talla, en 1955. 

Desde entonces, la imagen, a la cual le he dado el nombre de Nuestra Señora de Deusto por cuanto es una expresión que la identifica y une con su inequívoco contexto espiritual-académico, preside desde el altar mayor la capilla gótica de la Universidad, antigua capilla de estudiantes antes de 1955. 

Como lo explicara nuestro catedrático y eximio maestro de Historia del arte José Ángel Barrio Loza (fallecido el pasado 27 de febrero de 2024) y que le transmitiera el P. Luis Mateo de Reizábal s.j. [autor del libro Génesis de la Universidad de Deusto, (Bilbao, 1985), para la escultura, Martínez Arteaga reutilizó y talló la madera proveniente de una de las gruesas vigas transversales de soporte del viejo altozano en madera del coro de esta capilla, construida en 1886, y reformada ese mismo año de 1955.

Es de destacar que esta obra del arte en madera del siglo XX, está inspirada en los trabajos escultóricos de arte sacro -entre lo renacentista y barroco- que se iniciaron con Miguel Ángel y su Madonna de Brujas, especie de presea que fue codiciada y robada por los revolucionarios franceses y los nazis.  

Es una valiosa escultura de la Virgen con el Niño realizada en mármol blanco de Carrara entre 1501 y  1504, la cual que se encuentra en la catedral de la ciudad de Brujas (Bélgica), hasta llegar a la escultura de la Virgen de los Reyes Magos de la catedral de Burdeos (Francia) que le sirvió de inspiración directa a Martínez Artega para su obra en la Universidad de Deusto.





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