Texto: Samir A. Sánchez (2018)
Fotografías: Bernardo J. Zinguer D. (2018)
Fotografías: Bernardo J. Zinguer D. (2018)
Así, y accediendo a la cordial
invitación de uno de sus miembros para realizar dicho estudio, invitación realizada
desde el conocimiento previo de esa indagatoria singular que, de forma metódica,
Proyecto Experiencia Arte ha venido realizando sobre el paisaje urbano de la
ciudad de San Cristóbal (Estado Táchira, Venezuela), llegamos al encuentro de una
de esas edificaciones singulares: la sede de la Respetable Logia «Sol del
Táchira» Nº 85.
Luego de recibidos los
respectivos permisos de la fraternidad y guiado por dos integrantes de la misma,
procedimos al análisis de la arquitectura, el arte y los crípticos signos que
le han caracterizado.
Sin ofrecer un tratado exhaustivo sobre lo estudiado, el objetivo del trabajo se centró en insistir en algunos elementos fundamentales de esa arquitectura, de ese arte y de esos signos, para suscitar con ellos, desde el interior de ese recinto y hacia el exterior, una consciencia sobre el valor de las obras allí contenidas y erigidas por el pasado de esta fraternidad, las cuales son el resultado de una materialización -entendida como aquello que se puede percibir de manera directa- del pensamiento y de la concepción del mundo, por parte de quienes la fundaron en 1928 y de aquellos que actualmente la conforman.
En otras palabras, es un intento por una puesta en valor de lo allí contenido como bien y patrimonio cultural tangible de la polifacética y cuatricentenaria historia del urbanismo de la ciudad de San Cristóbal, partiendo del principio teórico urbano que define toda actividad constructiva que se observa en una ciudad como el producto de las ideas y las representaciones de la estructura, densa y compleja, de todos los grupos humanos que la habitaron y la habitan, con su carga de signos, y que señalan y direccionan su particular posición en el mundo.
Sin ofrecer un tratado exhaustivo sobre lo estudiado, el objetivo del trabajo se centró en insistir en algunos elementos fundamentales de esa arquitectura, de ese arte y de esos signos, para suscitar con ellos, desde el interior de ese recinto y hacia el exterior, una consciencia sobre el valor de las obras allí contenidas y erigidas por el pasado de esta fraternidad, las cuales son el resultado de una materialización -entendida como aquello que se puede percibir de manera directa- del pensamiento y de la concepción del mundo, por parte de quienes la fundaron en 1928 y de aquellos que actualmente la conforman.
En otras palabras, es un intento por una puesta en valor de lo allí contenido como bien y patrimonio cultural tangible de la polifacética y cuatricentenaria historia del urbanismo de la ciudad de San Cristóbal, partiendo del principio teórico urbano que define toda actividad constructiva que se observa en una ciudad como el producto de las ideas y las representaciones de la estructura, densa y compleja, de todos los grupos humanos que la habitaron y la habitan, con su carga de signos, y que señalan y direccionan su particular posición en el mundo.
La logia
antes de la logia
Se desconoce cómo era la
estructura o diseño arquitectónico decimonónico que pudo haberle dado forma a
la primera logia masónica fundada en la ciudad de San Cristóbal, la cual, según
las crónicas recogidas por el Dr. José Joaquín Villamizar Molina, cronista
emérito, en el archivo general de la Municipalidad, se denominó Respetable Logia «Sol de los Andes» Nº 46 -cuando el
actual Estado Táchira era solo una sección del Estado de los Andes- y fue
instalada en enero de 1889, desapareciendo pocas décadas después. No obstante,
la tradición masónica que no ha pasado por grandes modificaciones hizo que todo
templo y área para la asamblea o reuniones tuviese una distribución casi
constante en su interior, aunque no resultara igual en su exterior.
Esta distribución estaba orientada -en un proceso de reproducción- por la planta que, trazada según el diseño del rey David (II Crónicas 28:11-19) y edificada por su hijo Salomón, se correspondía con el templo de Jerusalén, levantado en lo alto del monte Moria, en la era que compró David a Ornán o Arauná, el jebuseo, por cincuenta ciclos de plata (II Samuel, 24: 18-25).
Así, no se comprendería el espacio funcional y ritual de un templo masónico si no se conoce la descripción de la distribución en planta de la edificación de donde proviene su inspiración e identidad formativa: el templo de Jerusalén.
Este respondía a una alargada edificación de sólidos muros de sillería, con piedras labradas en cantería, y conformada por tres cámaras o espacios sucesivos. El primero el ulam o entrada (vestíbulo frente a un atrio o parvis) con una puerta frontal, de acceso principal, con dos hojas que se plegaban en dos partes: dos partes para una hoja y dos para la otra, siendo el vano o marco de cuatro lados (según el significado de la palabra hebrea rebi'it); le seguía el hekal o salón santo, el más amplio, como gran salón de culto, y por último el debir o el salón del santo de los santos, donde descansaba el arca de la alianza, y contaba con una única puerta de acceso de cinco lados (del hebreo hamshit), permaneciendo como enigma si el término 'cinco lados' hacían referencia a un vano con dintel triangular superior, o a cinco molduras rectangulares, continuas -en especie de arquivoltas medievales- partiendo de las diferentes hipótesis de los investigadores y arqueólogos bíblicos, cuando plantean la reconstrucción de las puertas -con una base histórica- con basamento en la descripción que se encuentra en el libro de los Reyes (I Reyes 6:31-33) .
En rededor, y adosados a los muros del hekal y del debir, se construyeron salas, salones de servicio, bóvedas para el tesoro del templo y depósitos, en tres pisos o niveles a los cuales se accedían por escaleras de caracol, desde una puerta lateral al templo.
Esta distribución estaba orientada -en un proceso de reproducción- por la planta que, trazada según el diseño del rey David (II Crónicas 28:11-19) y edificada por su hijo Salomón, se correspondía con el templo de Jerusalén, levantado en lo alto del monte Moria, en la era que compró David a Ornán o Arauná, el jebuseo, por cincuenta ciclos de plata (II Samuel, 24: 18-25).
Así, no se comprendería el espacio funcional y ritual de un templo masónico si no se conoce la descripción de la distribución en planta de la edificación de donde proviene su inspiración e identidad formativa: el templo de Jerusalén.
Este respondía a una alargada edificación de sólidos muros de sillería, con piedras labradas en cantería, y conformada por tres cámaras o espacios sucesivos. El primero el ulam o entrada (vestíbulo frente a un atrio o parvis) con una puerta frontal, de acceso principal, con dos hojas que se plegaban en dos partes: dos partes para una hoja y dos para la otra, siendo el vano o marco de cuatro lados (según el significado de la palabra hebrea rebi'it); le seguía el hekal o salón santo, el más amplio, como gran salón de culto, y por último el debir o el salón del santo de los santos, donde descansaba el arca de la alianza, y contaba con una única puerta de acceso de cinco lados (del hebreo hamshit), permaneciendo como enigma si el término 'cinco lados' hacían referencia a un vano con dintel triangular superior, o a cinco molduras rectangulares, continuas -en especie de arquivoltas medievales- partiendo de las diferentes hipótesis de los investigadores y arqueólogos bíblicos, cuando plantean la reconstrucción de las puertas -con una base histórica- con basamento en la descripción que se encuentra en el libro de los Reyes (I Reyes 6:31-33) .
En rededor, y adosados a los muros del hekal y del debir, se construyeron salas, salones de servicio, bóvedas para el tesoro del templo y depósitos, en tres pisos o niveles a los cuales se accedían por escaleras de caracol, desde una puerta lateral al templo.
En el caso específico de la edificación
estudiada, la Logia «Sol del Táchira» Nº 85, que se levanta en el cruce de la
carrera 10 con la calle 14, en el inicio del sitio denominado para la época de su
construcción, poéticamente, como «Llano de Luna» en el Barrio San Carlos, de la ciudad de San Cristóbal, aun cuando se desconocen los nombres de aquellos quienes trazaron los planos o idearon la estructura -el Aedis feci de los romanos o quien construía para una idea humana- por la supervivencia del plano construido que ha llegado hasta nuestros días, se deduce que ellos continuaron esa
tradición masónica en esta edificación, pero su forma actual es el resultado de la sumatoria de diferentes
técnicas locales constructivas iniciadas en 1930 y prolongadas hasta el
presente.
Su diseño, general, está
relacionado a su ve, con la tradición y ritualidad constructiva masónica americana, concretamente con
el edificio de ecléctica fachada, de la Gran Logia de Venezuela, ubicado en Caracas y edificado en
tiempos del presidente Guzmán Blanco, en 1876.
Así, la construcción del actual templo de la la Logia «Sol del Táchira» Nº 85, según los datos aportados por el historiador regional abogado Bernardo Zinguer, la primera piedra o piedra angular, desbastada de forma artesanal y colocada según el ritual de las antiguas tradiciones de los alarifes masones, fue puesta el 27 de diciembre de 1949, en el tiempo solsticial de invierno, bajo la veneratura de Don Hernán Grimaldo Ruiz.
Así, la construcción del actual templo de la la Logia «Sol del Táchira» Nº 85, según los datos aportados por el historiador regional abogado Bernardo Zinguer, la primera piedra o piedra angular, desbastada de forma artesanal y colocada según el ritual de las antiguas tradiciones de los alarifes masones, fue puesta el 27 de diciembre de 1949, en el tiempo solsticial de invierno, bajo la veneratura de Don Hernán Grimaldo Ruiz.
En consecuencia, y desde un contexto de arquitectura constructiva aditiva, se tiene que la actual
edificación de esta logia, la más antigua de la ciudad de San Cristóbal, se
levanta, en diferentes niveles, sobre un considerable basamento pedregoso y rectangular,
en sentido este-oeste. Ocupa la plataforma central, en torno a la cual gira
toda la edificación, una superficie de 93,6 m2.
Es un espacio rebajado y ganado, de forma artesanal o manual en los años 40 del pasado siglo XX, a la pronunciada pendiente del talud de una de las terrazas aluviales del valle de Santiago. Este talud da forma a una de las históricas colinas de la ciudad, y finaliza o tiene su cima en la Loma del Tejar, actual emplazamiento de la Universidad Católica del Táchira, sede antigua, en el añejo barrio San Carlos.
Es un espacio rebajado y ganado, de forma artesanal o manual en los años 40 del pasado siglo XX, a la pronunciada pendiente del talud de una de las terrazas aluviales del valle de Santiago. Este talud da forma a una de las históricas colinas de la ciudad, y finaliza o tiene su cima en la Loma del Tejar, actual emplazamiento de la Universidad Católica del Táchira, sede antigua, en el añejo barrio San Carlos.
Esta plataforma o explanada, construcción clave del espacio ritual descrito, se divide en dos espacios con funciones diferentes. La primera, la del templo propiamente el cual ocupa un área de 73,8 m2 y la segunda con el denominado parvis o sala de acceso al templo y entrada o bocamina a la galería subterránea de los iniciados o de iniciación, ocupando un espacio de 19,8 m2. Alrededor de estas dos estructuras se edificaron, en niveles diferentes y salvados éstos por un sistema de escalinatas, una serie de salones destinados a complementar los rituales y ceremonias que se realizan en el templo.
El exterior
La fachada se corresponde con una
austera construcción geométrica lineal, de vigas, columnas y muros, en concreto,
ladrillo y bloque frisado. Desde una primera visual, presenta una única planta hacia
el exterior, pero imperceptibles desde ese mismo exterior. Al ingresar a su intertior, se perciben las diferentes soluciones prácticas de los viejos maestros de construcción o alarifes, para adaptar los espacios requeridos al terreno en pendiente.
Las paredes exteriores se encuentran recubiertas de pintura azul claro y blanco y todo el esfuerzo de ornamentación de la fachada quedó agrupado y reducido a las formas simbólicas que enmarcan la puerta de entrada.
Todo el edificio está construido u ordenado a partir de un axil en
esquina donde los muros perimetrales pierden su alineación en ángulo recto, a través de una solución de unión de muros de distinta dirección sin que aparezcan aristas. Se sacaba así utilidad a una ordenanza municipal de fines del siglo XIX que disponía para las nuevas
esquinas de la ciudad de San Cristóbal, una construcción en forma recortada o de
chaflán recto, abandonando de esta forma la rígida norma de esquina en ángulo de arista (en ángulo recto), que permanecía vigente desde de
la época colonial española.
Esto se pudo realizar por cuanto el sector urbano donde se levantó la edificación de la logia, se urbanizó a partir de los antiguos potreros de los ejidos coloniales de la villa y luego de la ciudad, entre los años 1883 y 1903; información que se desprende al revisar los diferentes planos de la ciudad, elaborados a partir de 1883, los cuales se conservan en la sección de planos históricos de la Municipalidad de San Cristóbal, en su archivo general.
Esto se pudo realizar por cuanto el sector urbano donde se levantó la edificación de la logia, se urbanizó a partir de los antiguos potreros de los ejidos coloniales de la villa y luego de la ciudad, entre los años 1883 y 1903; información que se desprende al revisar los diferentes planos de la ciudad, elaborados a partir de 1883, los cuales se conservan en la sección de planos históricos de la Municipalidad de San Cristóbal, en su archivo general.
El marco al acceso principal a la logia está estructurado por un vano tradicional rectangular con marquesina plana de concreto, flanqueadas por dos estilizadas columnas ornamentales, aisladas, de basamento toscano, sin éntasis ni estrías o exentas, recubiertas con una pintura de color dorado, y finalizando en capiteles esferoidales.
La puerta, con un jambaje (jambas, dintel y quicio en grada o escalón) en sección rectangular, es de paneles metálicos y dorados, con dos hojas o batientes. La conforman a su vez dos secciones: la primera o inferior, ornamentada por veinte cuarterones en relieve -uno de los cuales cumple la función de mirilla- y la superior por dos paneles exentos sobre los cuales se colocaron los principales símbolos, yuxtapuestos, que identifican a la masonería: el compás y la escuadra o antigua regla y vara de los constructores, que enmarcan una letra G en su centro, signo de la expresión masónica de entendimiento que se tiene del gran poder universal como «Gran Arquitecto del Universo». Sobre todos estos elementos descritos, se ubicó una placa metálica que proporciona la identificación de la logia, precedida por la fórmula universal de respeto masónica al Gran Arquitecto del Universo, las siglas A.L.G.D.G.A.D.U.
En los muros de cerramiento de la edificación o perimetrales, en las paredes laterales a la puerta principal, se colocaron sendos tondi o formas circulares que portan por igual los signos masónicos y la identificación de la logia.
El interior
Al traspasar la puerta principal,
se da con una pared formada a partir de un muro de contención, el cual ya dice
sobre las dificultades que tuvieron los constructores para ganar un espacio horizontal
a la montaña. Sobre este muro, un panel de cristal tamizado y burilado que
cierra el espacio, contiene la identificación del salón o primer vestíbulo
denominado «cenáculo». Es el salón de reuniones de la fraternidad y lleva el
nombre de un destacado médico que trabajó en la ciudad de San Cristóbal, desde
mediados del pasado siglo, el Dr. Antonio Vicente Ramírez Calderón, quien fuera
miembro y benefactor de la logia y cuyo grado alcanzado, el de Venerable
Maestro, antecede en abreviaturas codificadas, a su nombre.
Vidriera con la identificación del epónimo del cenáculo de la logia (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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El cenáculo, al cual se accede desde
la entrada por una escalinata lateral izquierda, está construido próximo y en
relación con el templo, por cuanto, como se explicó inicialmente, sigue la prescripción
constructiva salomónica de edificar cámaras laterales en rededor del templo.
Exenta de ornamentación, entre
sus paredes recubiertas de friso y pintura blanca, separadas por columnas de
fuste rectangular, acanaladas, adosadas y de capiteles corintios, sólo destaca
un testigo o tramo de pared sin frisar, de 7, 65 m2 (3 x 2,55 m), que deja al
descubierto la masonería original o fundacional de parte del muro de contención occidental de la plataforma del templo: un
muro formado por 33 hiladas de ladrillo rectangular cocido y unidos originalmente con argamasa pero protegidas dichas uniones con un cemento superficial, en época posterior. Por igual y de forma coincidente, no intencional, se da un paralelismo entre este muro de contención y el muro de los lamentos, en Jerusalén, único resto que queda del muro que contenía, por su extremo occidental, la plataforma del segundo templo de Jerusalén, de la época herodiana.
En su pared sur, pende un lienzo
de considerables dimensiones, pintado al natural, en acrílico, siguiendo la
técnica de grisalla con predominio del color marrón, obra del artista Ernesto
González (quien lo realizó entre 1980 y 1981), que representa una visión
idealizada del «Templo de Salomón», reconocido por los masones, a partir de los
gremios de alarifes y albañiles que lo construyeron, como el lugar de origen de
su fraternidad. No obstante, en el lienzo se reprodujeron las características del segundo templo, construido por Herodes a principios del siglo I de la era común.
Cenáculo de la logia «Sol del Táchira» Nº 85, de la ciudad de San Cristóbal (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Por igual, aparte de la alargada mesa de reuniones ubicada en el espacio central del cenáculo, sobresalen en las paredes oriental y noroccidental, dos reducidos vanos cuadrangulares, cerrados por una armazón de madera, cuya presencia es solo funcional. Son los portillos de las honras fúnebres, las cuales permiten el ingreso al templo, del ataúd de un integrante de la logia fallecido, salvando así de manera práctica, las dificultades que presenta la construcción adaptada a la pendiente del terreno.
Portillo de honras fúnebres (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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En otra pared de este salón de
reuniones, penden las placas de reconocimiento a los fundadores y a otros
benefactores de la logia, y de su detenida lectura, se puede recoger parte
importante de la historia y trayectoria de los noventa años de existencia de esta.
Placa conmemorativa del primer cuadro logial o cuadro fundador (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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El parvis
o sala de acceso al templo
Continuando el ascenso por las
mismas escalinatas que condujeron al cenáculo, y a través de un vano lateral
derecho, se llega al parvis o sala de
acceso al templo propiamente, que evoca el salomónico gran patio de los
israelitas u atrio frente a la entrada del templo de Jerusalén. Esta sala, porticada
o cubierta está iluminada naturalmente por un ojo de patio que se encuentra a lo
largo de la pared occidental. Según otras tradiciones arquitectónicas masónicas,
que siguen por igual la construcción del templo de Salomón, este espacio vendría
a representar o se correspondería con el atrio interior, vestíbulo o ulam, delante del recinto del templo o hecal. Su uso, en la logia, está
destinado tanto para reuniones de los hermanos masones, para presentar los
debidos respetos a un visitante, firmar el libro de asistencia como para revestirse
correctamente antes del ingreso al recinto del templo.
Bocamina de entrada a la cámara o cuarto de reflexión para los neófitos o iniciados en la logia, bajo el suelo del parvis (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
A la derecha, y en el piso de este
salón cerrado entre paredes blancas y solado con losetas del tipo ladrillo, se
encuentra la entrada o bocamina, en paredes o muros de color rojo, que permite el descenso a la cámara o cuarto de reflexión para los neófitos o iniciados en la masonería. Es un espacio subterráneo
de carácter ritual iniciático y su acceso está estrictamente vedado a quienes no forman parte de la logia.
En este lugar, por igual, en
aparadores, se guardan los archivos de la logia y las insignias de los
miembros. Sobre un pedestal en madera cuya pintura y labrado denota su antigüedad,
se encuentra un busto, en cerámica vidriada, de El Libertador Simón Bolívar rodeado,
de forma honorífica, por las principales insignias de los miembros de la logia. La tradición masónica ha considerado a la figura de El Libertador como una de sus más grandes integrantes. Al respecto -si bien los estudiosos del tema aún debaten si formó parte o no- un documento conservado en la Biblioteca Nacional de Francia, en su sede de la rue Richelieu Nº 58 (Richelieu-Louvois), en la sección de Manuscritos, Fondo Masónico (F.M. 2100, Dossier 3), conserva un texto en doble versión (manuscrita e impresa), sin fecha precisa, sólo el año, y en el mismo, el nombre de El Libertador. El documento se titula «Cuadro general de miembros que componen la Respetable Logia Escocesa de San Alejandro de Escocia, al oriente de París». Esta logia, hasta 1799 y antes de las reformas napoleónicas, recibió el nombre de «Respetable Logia del Contrato Social».
Está fechado «el año de la Gran Luz 5804, de la Restauración 5864 y de la Era vulgar del año 13». Es de recordar que para el momento de la expedición del documento, en Francia regía el calendario revolucionario francés. Este equivalía al año 1804-1805 de nuestra era (tomando en cuenta que el calendario revolucionario iba de septiembre a septiembre, en el calendario gregoriano). En la identificación de firmas, aún cuando el espacio para que firmara El Libertador está en blanco, es descrito como «Simón Bolívar, Oficial español, Maestro masón».
Continuando con la descripción del parvis, junto a los muebles e inmediato al muro de cerramiento sur o meridional, se pudo observar, en el nivel del piso, un escotillón, cuadrangular, en madera y en color negro, con la figura del triángulo equilátero formada por
círculos calados, Al igual que la cámara de reflexión, es otro espacio destinado a los ritos de iniciación y está conformado por unas escalinatas de descenso que casi alcanzan la verticalidad hasta una galería subterránea, con probabilidad de bóveda o techo aterrazado y que, luego de un trazado y recorrido ritual, finaliza o desemboca en el interior del templo.
Su acceso está igualmente vedado a los no aspirantes o no integrantes de la fraternidad y su simbología está directamente asociada con el espacio conformado por una recámara bajo el debir o sanctasantorum, y pasadizos subterráneos, que tanto la tradición masónica como la tradición rabínica aseguran existió y existen aún bajo las ruinas del templo de Salomón. Los referidos espacios cumplirían la función de resguardar el Arca del Convenio o Arca de la Alianza, colocada allí para ese efecto por el rey Josías, veintidós años antes del 587, cuando los babilonios arrasaron Jerusalén y su primer templo.
Está fechado «el año de la Gran Luz 5804, de la Restauración 5864 y de la Era vulgar del año 13». Es de recordar que para el momento de la expedición del documento, en Francia regía el calendario revolucionario francés. Este equivalía al año 1804-1805 de nuestra era (tomando en cuenta que el calendario revolucionario iba de septiembre a septiembre, en el calendario gregoriano). En la identificación de firmas, aún cuando el espacio para que firmara El Libertador está en blanco, es descrito como «Simón Bolívar, Oficial español, Maestro masón».
Su acceso está igualmente vedado a los no aspirantes o no integrantes de la fraternidad y su simbología está directamente asociada con el espacio conformado por una recámara bajo el debir o sanctasantorum, y pasadizos subterráneos, que tanto la tradición masónica como la tradición rabínica aseguran existió y existen aún bajo las ruinas del templo de Salomón. Los referidos espacios cumplirían la función de resguardar el Arca del Convenio o Arca de la Alianza, colocada allí para ese efecto por el rey Josías, veintidós años antes del 587, cuando los babilonios arrasaron Jerusalén y su primer templo.
Escotillón de ingreso a la galería de iniciación, en el suelo del parvis (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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El templo
La pared oriental del parvis está conformada por la fachada propiamente
del templo. Sigue el modelo de arco triunfal romano y permite el acceso al interior
a través de tres vanos de igual altura, rematados con arcos de medio punto el
central y de cuarto de punto los laterales.
Resulta, quizá, la parte más artística de la arquitectura de toda la edificación por el soberbio trabajo en madera noble de las puertas de entrada. Por analogía y a partir de la naturalidad y cuidado en el tallado y pulido de la madera, así como la fecha de su realización, principios de los años 40 del pasado siglo, estas puertas pudieron ser realizadas por el ebanista y exiliado republicano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra (Bermeo, Vizcaya, Euskal Herria/País Vasco, 26 de agosto de 1903 - San Cristóbal, Estado Táchira, 4 de marzo de 2004), quien emigró a tierras tachirenses luego de la guerra civil española (1936-1939).
Este destacado artista de la talla realizó importantes obras para el ejecutivo del Estado como para la comunidad hebrea de San Cristóbal. En este contexto, es el historiador de la comunidad judía en el Estado Táchira, el abogado Bernardo Zinguer, quien a través de sus investigaciones hemerográficas pudo precisar que, para 1954, Don Ceferino Bilbao poseía un establecimiento comercial denominado "Mueblería y Ebanistería Bilbao", el cual se encontraba en la antigua esquina de la carrera 6 con calle 3, del centro de San Cristóbal.
Fachada del templo de la Respetable Logia «Sol del Táchira» Nº 85 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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La puerta principal o central ordena
sus listones y peinazos en un marco conformado por dos piezas labradas verticales, en cuarterones que se prolongan hasta el arco de medio punto, y que dan forma al
jambaje. Adosada al marco se encuentra la puerta propiamente dicha, de dos macizos batientes,
trabajadas igualmente en casetones consecutivos que conforman doce entrepaños o cuarterones labrados, esto es seis cuadrangulares (centrales), dos rectangulares
(inferiores o de los quicios) y cuatro semitriangulares (superiores o del
tímpano). En los paneles intermedios centrales, fueron tallados, al natural, los
principales símbolos de la masonería: en el panel izquierdo (derecho del
observador), el compás, la regla y el ojo divino radiante. Tiene la
particularidad este ojo de poder abrirse desde dentro, como especie de antigua
mirilla, para permitir al miembro guardatemplos de la logia observar
quien se encuentre afuera, a la puerta. En el panel derecho (izquierdo del
observador), el compás, la regla y la figura denominada phóspherein, del griego que significa «Aquel que porta la luz»,
conformada por una antorcha encendida y radiante, símbolo de la iluminación,
sostenida firmemente por una mano.
Puerta principal de ingreso al templo de la logia (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Las puertas laterales, ambas,
repiten la estructura de la central pero solo en una sección u hoja de puerta,
configurando así un vano de cuatro de punto. Resultando en una respuesta
arquitectónica original de mantener la visual monumental de la puerta central,
ante lo reducido del espacio. No poseen jambaje ornamental sino liso. En los
respectivos paneles intermedios, en la puerta de la derecha (izquierda del
observador) se colocó la forma triangular equilátera con el vértice hacia la
parte superior, conformada por tres puntos, signo de la abreviatura o
puntuación simbólica masónica que evoca por igual los tres preceptos legales
que rigen al masón en relación con el mundo físico.
En el mismo espacio correspondiente a la puerta izquierda (derecha del observador) un manojo de tres granadas, talladas al natural y que, como los granos encarnados y apiñados de este fruto, simbolizan la agrupación y unión de la fraternidad. Este signo tiene su origen ornamental ritual en las granadas de bronce que circundaban los capiteles de las dos columnas monumentales que se colocaron en el frontispicio y entrada del Templo de Salomón.
En el mismo espacio correspondiente a la puerta izquierda (derecha del observador) un manojo de tres granadas, talladas al natural y que, como los granos encarnados y apiñados de este fruto, simbolizan la agrupación y unión de la fraternidad. Este signo tiene su origen ornamental ritual en las granadas de bronce que circundaban los capiteles de las dos columnas monumentales que se colocaron en el frontispicio y entrada del Templo de Salomón.
Detalle de la talla, en madera noble, con los signos masónicos en el entrepaño o panel central (derecha del observador) de la puerta principal, obra del artesano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra, hacia 1940 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Detalle de la talla, en madera noble, con los signos masónicos en el entrepaño o panel central (izquierda del observador) de la puerta principal, obra del artesano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra, hacia 1940 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Por igual, y como nos lo indicara uno de nuestros guías en el recorrido, resulta importante destacar que estas tres puertas, al igual que la puerta de acceso al parvis, la cual data de una época cercana a la fundación de la logia, cumplen con la críptica proporción áurea o número áureo, empleada por los antiguos constructores como clave para entender, desde los secretos de la fraternidad, el orden y la belleza universal, en resumen, la arquitectura del universo.
Al traspasar estas puertas, se ingresa al espacio reservado al templo en esencia, el lugar destinado a las ceremonias y rituales propios de la masonería y, en consecuencia, estructurado y ornamentado conforme a una simbología que le es propia. Es un alargado salón, rectangular o más largo que ancho, con ventanales seccionados y sellados en su pared norte, dividido en dos partes de diferente nivel, separadas ambas por una escalinata simbólica de cinco escalones. El primer espacio es el destinado a la asamblea de la fraternidad y el segundo el del estrado o tarima alfombrada que lo identifica como el sitial de honor, y sede del Venerable Maestro, quien la preside.
Sus dimensiones internas como se ha explicado, reproducen, de forma simbólica, las medidas longitudinales bíblicas del Templo de Salomón, el primero construido en el siglo X antes de la era común, las cuales, al ser expresadas en medidas modernas, le daban un ancho de 10 m y dispuestos sobre un eje el ulam o pórtico de 6, 5 m de longitud y el hekal de 20 m, todo esto sin incluir el debir o sanctasantorum de la tradición latina, el cual se levantaba sobre un plano cuadrado de 10 m x 10 m.
Detalle de la talla, en madera noble, con los signos masónicos en el entrepaño o panel central de la puerta lateral izquierda (derecha del observador), obra del artesano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra, hacia 1940 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Detalle de la talla, en madera noble, con los signos masónicos en el entrepaño o panel central de la puerta lateral derecha (izquierda del observador), obra del artesano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra, hacia 1940 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Puerta lateral izquierda (derecha del observador) del templo de la logia, obra del artesano vasco Don Ceferino Bilbao Etxederra, hacia 1940 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Al traspasar estas puertas, se ingresa al espacio reservado al templo en esencia, el lugar destinado a las ceremonias y rituales propios de la masonería y, en consecuencia, estructurado y ornamentado conforme a una simbología que le es propia. Es un alargado salón, rectangular o más largo que ancho, con ventanales seccionados y sellados en su pared norte, dividido en dos partes de diferente nivel, separadas ambas por una escalinata simbólica de cinco escalones. El primer espacio es el destinado a la asamblea de la fraternidad y el segundo el del estrado o tarima alfombrada que lo identifica como el sitial de honor, y sede del Venerable Maestro, quien la preside.
Sus dimensiones internas como se ha explicado, reproducen, de forma simbólica, las medidas longitudinales bíblicas del Templo de Salomón, el primero construido en el siglo X antes de la era común, las cuales, al ser expresadas en medidas modernas, le daban un ancho de 10 m y dispuestos sobre un eje el ulam o pórtico de 6, 5 m de longitud y el hekal de 20 m, todo esto sin incluir el debir o sanctasantorum de la tradición latina, el cual se levantaba sobre un plano cuadrado de 10 m x 10 m.
Vista del interior del templo de la logia, a través del vano de la puerta principal, captada desde el parvis (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
El primer espacio está recubierto
por un solado de baldosas con formas cuadrangulares alternadas, blancas y
negras o en ajedrezado -símbolo de la dualidad del mundo: luz y sombra, bueno y malo- dispuestas en forma romboidal sobre las cuales se colocó en su tramo
central una alfombra roja que se extiende desde la entrada principal hasta el
dosel del presídium. En este nivel se encuentran dos estrados o bufetes con sus
respectivos escritorios, con faldones azules y sobre una base en mampostería, uno en la sección derecha del observador, hacia la
cabecera del salón y que corresponde al 2do vigilante, y otro a la izquierda,
hacia la entrada, que corresponde al 1er vigilante.
Sección del presídium con el bufete del Venerable Maestro bajo dosel cortinado de estilo francés o Luis XV, en el muro de cerramiento oriental. A la derecha del observador, se encuentran las dos pértigas (varas altas) de los maestros de ceremonia (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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En el centro del pasillo central
y tras la puertilla cubierta, donde finaliza o desemboca la galería subterránea
para los iniciados, se encuentra un atril con pedestal y capitel triangular forrado en especie de almohadón rojo, sobre el
cual reposan las insignias mayores de la logia entre las cuales destaca la gran espada masónica del honor ante la cual se formulan los juramentos, y el libro o libros prescritos por
el rito para cada momento. En la sección de la entrada, hacia la derecha del
observador, se encuentra una especie panoplia, metálica, que contienen varias espadas menores, las cuales son de uso ritual obligatorio, en las ceremonias del templo, por parte de los maestros de la logia y simbolizan el honor, el valor, la dignidad, el rango o mando y la fraternidad que debe caracterizar o poseer cada uno de ellos.
Principales insignias de la logia "Sol del Táchira" Nª 85 de la ciudad de San Cristóbal (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Panoplia expositiva de los principales signos de la logia a los cuales se les han agregado los mazos (martillos grandes de madera). Estos mazos, representativos de los instrumentos antiguos de los alarifes y constructores, son utilizados por el Venerable Maestro y los dos vigilantes como símbolo de su función tutelar, de cincelar o construir la moral y el trabajo de la fraternidad (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Inmediatas a la puerta principal,
se levantan dos columnas exentas, de capiteles corintios con volutas jónicas,
conocido como de orden compuesto. Las columnas están recubiertas con pintura
dorada y rematadas por dos esferas de vidrio blanco, del tipo brisera.
La esfera de la derecha (izquierda del observador) representa a la tierra y la esfera de la izquierda (derecha del observador) representa al cosmos. Ambas representaciones debidamente pintadas, poseen luz eléctrica interior para su iluminación. La columna de la tierra porta la letra B en el fuste y la columna del cosmos la letra J. Simbología, en la tradición masónica, de las dos columnas de bronce, huecas, elaboradas por Hiram, fundidor de Salomón, quien realizó dos monumentales columnas.
Según las fuentes antiguas de las Escrituras, en el libro primero de los Reyes se especificaba que cada una era de 18 codos bíblicos de altura (la arqueología bíblica le ha asignado a este codo una medida antropométrica aproximada al 1/2 metro -52,5 cm- propia del codo real egipcio, dando así 9 metros a cada columna), de los cuales 5 codos correspondían a los capiteles lotiformes o en flor de loto y ornamentados con granadas en rededor. En la versión del libro segundo de las Crónicas, la altura es duplicada y le asigna a cada columna 35 codos o 18 metros aproximadamente, incluyendo los 5 codos de cada capitel. Las columnas fueron levantadas, exentas, y fijadas frente a la fachada del templo. La de la derecha la llamó Jaquín y la de la izquierda la llamó Boaz (I Reyes 7:13-21 y II Crónicas 3:15).
El significado de estas dos palabras es desconocido o resulta enigmático hasta la fecha para los eruditos, si bien, algunos exégetas de las Escrituras y quienes parten de un sentido literal de la misma, encuentran en dichas palabras una asociación con la antigua expresión hebrea «jiqam beoz», cuya traducción es «que permanezca firme». Es de resaltar por igual, que el uso de una cámara interior, una cámara de salón, vestíbulo y dos obeliscos, columnas en la fachada, o cipos, con un determinado simbolismo, ya era común en los templetes egipcios, fenicios y cananeos, como se descubrió a mediados de los años 80 del pasado siglo en las excavaciones del templo de Ain Dara, en el norte de Siria, que data de cien años antes de la época de Salomón e Hiram, el artista fenicio-hebreo que realizó las columnas de bronce.
La esfera de la derecha (izquierda del observador) representa a la tierra y la esfera de la izquierda (derecha del observador) representa al cosmos. Ambas representaciones debidamente pintadas, poseen luz eléctrica interior para su iluminación. La columna de la tierra porta la letra B en el fuste y la columna del cosmos la letra J. Simbología, en la tradición masónica, de las dos columnas de bronce, huecas, elaboradas por Hiram, fundidor de Salomón, quien realizó dos monumentales columnas.
Según las fuentes antiguas de las Escrituras, en el libro primero de los Reyes se especificaba que cada una era de 18 codos bíblicos de altura (la arqueología bíblica le ha asignado a este codo una medida antropométrica aproximada al 1/2 metro -52,5 cm- propia del codo real egipcio, dando así 9 metros a cada columna), de los cuales 5 codos correspondían a los capiteles lotiformes o en flor de loto y ornamentados con granadas en rededor. En la versión del libro segundo de las Crónicas, la altura es duplicada y le asigna a cada columna 35 codos o 18 metros aproximadamente, incluyendo los 5 codos de cada capitel. Las columnas fueron levantadas, exentas, y fijadas frente a la fachada del templo. La de la derecha la llamó Jaquín y la de la izquierda la llamó Boaz (I Reyes 7:13-21 y II Crónicas 3:15).
El significado de estas dos palabras es desconocido o resulta enigmático hasta la fecha para los eruditos, si bien, algunos exégetas de las Escrituras y quienes parten de un sentido literal de la misma, encuentran en dichas palabras una asociación con la antigua expresión hebrea «jiqam beoz», cuya traducción es «que permanezca firme». Es de resaltar por igual, que el uso de una cámara interior, una cámara de salón, vestíbulo y dos obeliscos, columnas en la fachada, o cipos, con un determinado simbolismo, ya era común en los templetes egipcios, fenicios y cananeos, como se descubrió a mediados de los años 80 del pasado siglo en las excavaciones del templo de Ain Dara, en el norte de Siria, que data de cien años antes de la época de Salomón e Hiram, el artista fenicio-hebreo que realizó las columnas de bronce.
Vista de la sección occidental del templo y reverso de las puertas de acceso (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Detalle de los frescos de las paredes de cerramiento del templo y capitel y esfera celeste de una de las dos columnas exentas, de simbología salomónica (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Detalle de los frescos de las paredes de cerramiento del templo y capitel y esfera terrestre de una de las dos columnas exentas, de simbología salomónica (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Las paredes laterales al eje axial del templo, que cumplen la función de tabiques de carga, están recubiertas con frisos pintados -en pintura de aceite- que reproducen formas cortinadas y de guardapolvos con flecos, en colgadura atadas por cordones borlados, y de color rojo, con cenefas doradas. No se pudo precisar la técnica de construcción de dichas paredes o muros, si bien para la época de su realización, se trabajaba la técnica de la tapia pisada, del ladrillo cocido (en horno moruno) y de ladrillos de adobe (barro secado al sol), pudiendo ser cualquiera de estas.
En el marco que separa las paredes del techo, una longitudinal cadena acerada, de eslabones gruesos, recorre ambas paredes y finaliza rota y suspendida en sus extremos, en la pared occidental o de entrada, igualmente pintada de rojo y con zócalo en negro. La ornamentación de la cadena solo fue aplicada al espacio de congregación de los integrantes de la fraternidad.
La cadena, por su posición entre los muros y el techo, símbolo de lo terrestre y celeste, se corresponde con la tradicional cadena de la unión, por simbolizar la unión de estos espacios. Desde la concepción constructiva masónica, el templo es una imagen del mundo o universo y debe haber en el mismo una representación de todo aquello que lo constituye.
Detalle del muro de cerramiento sur del templo y columnata toscana por adosamiento (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Muro de cerramiento occidental del templo, con reverso de las puertas y columnas J y B, de simbología salomónica (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Doce columnas adosadas a las
paredes, cinco a lado y lado (muro de cerramiento norte o septentrional y sur o meridional), cuyos estilos reproducen los órdenes clásicos y compuestos (desde la entrada hacia el interior: compuesto, corintio, jónico, romano o toscano y dórico) y con capiteles exentos de carga, y dos adosadas a los ángulos de unión del muro de cerramiento occidental y los muros laterales, sin capiteles ni ornamentación, se encuentran recubiertas con pintura dorada y su altura ocupa 2/3 partes del tramo de la altura de la pared, enmarcando así, visualmente, los muros
laterales.
Simbolizan, en una forma de marco del templo -esto es el mantener todo en su sitio- a los órdenes de la arquitectura antigua y a las doce constelaciones zodiacales que recorre el sol en su curso anual aparente, estando cada signo identificado en un pequeño cuadro enmarcado y representativo que pende de cada columna. Sólo la pared de cerramiento oriental está exenta de columnas.
Simbolizan, en una forma de marco del templo -esto es el mantener todo en su sitio- a los órdenes de la arquitectura antigua y a las doce constelaciones zodiacales que recorre el sol en su curso anual aparente, estando cada signo identificado en un pequeño cuadro enmarcado y representativo que pende de cada columna. Sólo la pared de cerramiento oriental está exenta de columnas.
Muro de cerramiento oriental del templo con el presídium (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Todo el piso del templo, incluyendo el área correspondiente al estrado -el equivalente al lugar mayor o debir
del templo salomónico- se encuentra solado por resistentes losetas de mosaico (elaboradas a partir de planchas metálicas comprimidas por prensas hidráulicas, una técnica ya desaparecida), en blanco y negro que datan de los años 40 del pasado siglo, ocultas en esta última sección por un alfombrado rojo.
Las paredes del estrado solo están recubiertas por una ligera pintura azul celeste, con base en aceite. En el centro, se ubicó un dosel cortinado, estilo francés o Luis XV, caracterizado por poseer un pabellón adelantado semicircular y con cortinas en rojo carmesí, a modo de colgaduras. La armazón de la cenefa o marco es de hierro torneado, calado y con roleos y la figura ritural de la escuadra y el compás, alternadas. Sobre el pabellón se colocó el signo del triángulo con el ojo divino, pintado al natural sobre una vidriera.
En ambos laterales del dosel, y a considerable altura en la pared de cierre del templo, fueron ubicados dos ojos de buey recubiertos con lunetas de vidrio pintadas e iluminadas internamente, y representan al sol (izquierda del observador) y la luna (derecha del observador). El primero se corresponde con la estructura original de la edificación y se caracrteriza por el fino y cuidado trazado de la pintura sobre el vidrio, una obra salida de una mano maestra desconocida. La segunda, denota no ser la original por la calidad de la pintra y el vidrio empleado así como por la presencia de determinados desperfectos en el marco, indicios de un daño sufrido en época reciente. Sobre cada una de estas figuras, y próximas al techo, se ubica un respiradero, con rejilla metálica en romanilla, los cuales permiten la entrada y circulación de aire en el interior del templo.
Las paredes del estrado solo están recubiertas por una ligera pintura azul celeste, con base en aceite. En el centro, se ubicó un dosel cortinado, estilo francés o Luis XV, caracterizado por poseer un pabellón adelantado semicircular y con cortinas en rojo carmesí, a modo de colgaduras. La armazón de la cenefa o marco es de hierro torneado, calado y con roleos y la figura ritural de la escuadra y el compás, alternadas. Sobre el pabellón se colocó el signo del triángulo con el ojo divino, pintado al natural sobre una vidriera.
En ambos laterales del dosel, y a considerable altura en la pared de cierre del templo, fueron ubicados dos ojos de buey recubiertos con lunetas de vidrio pintadas e iluminadas internamente, y representan al sol (izquierda del observador) y la luna (derecha del observador). El primero se corresponde con la estructura original de la edificación y se caracrteriza por el fino y cuidado trazado de la pintura sobre el vidrio, una obra salida de una mano maestra desconocida. La segunda, denota no ser la original por la calidad de la pintra y el vidrio empleado así como por la presencia de determinados desperfectos en el marco, indicios de un daño sufrido en época reciente. Sobre cada una de estas figuras, y próximas al techo, se ubica un respiradero, con rejilla metálica en romanilla, los cuales permiten la entrada y circulación de aire en el interior del templo.
Presídium y atril central del templo (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Asimismo, el dosel cubre tanto el
sitial o presídium que le corresponde al Venerable Maestro de la Logia como a
una estrella pentagramal o estrella de cinco puntas, símbolo masónico asociado con el denominado "Anillo o Sello de Salomón" (tercer rey del reino unificado de Israel y constructor del primer Templo de Jerusalén) con la letra G, enmarcada por una circunferencia, en su centro, y toda elaborada en flejes metálicos, signo masónico que representa la ley evolutiva y
la geometría que conduce al Gran Arquitecto del Universo, y a un cuadro con la
carta constitutiva original de reconocimiento de la logia «Sol del Táchira», fechada
en Caracas el 7 de julio de 1930, expedida por la Gran Logia de los Estados
Unidos de Venezuela. Según la misma, quedó inscrita bajo el número 85 en el
registro respectivo, y adoptando el rito escocés antiguo -originado hacia el año de 1760- como logia simbólica. Esta
carta pende de la pared, en marco de la época. Si bien el documento data de
1930, la logia de la ciudad de San Cristóbal se había organizado y conformado
el 1 de junio de 1928.
Carta de reconocimiento de la Respetable Logia «Sol del Táchira» Nº 85 por parte de la Gran Logia de los Estados Unidos de Venezuela, en 1930 (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Como símbolos de honor, en el
extremo izquierdo (derecho del observador) del estrado, se encuentra un
estandarte, elaborado en paño aterciopelado, que identifica a la logia, y en el
extremo derecho (izquierdo del observador) la bandera nacional.
A los lados del dosel se ubican dos
escritorios: el del Secretario, a la
derecha del presídium (izquierda del observador) y el del Orador, a la
izquierda (derecha del observador). Una barandilla con balaustres torneados en
formas barrocas y pasamanos en madera noble separa el presídium del espacio
para la congregación de los miembros de la logia.
Las sillas, en madera, con
respaldo calado y listones horizontales, de asientos con forro rojo
aterciopelado, de corte neoclásico y ordenadas frente a frente al estilo
parlamento británico, se distribuyen a lo largo del templo en el siguiente
orden: una a la entrada, a la derecha del observador, que corresponde al
hermano guardatemplo. Hacia el muro sur, las sillas de los maestros y detrás la
de los compañeros, finalizando, próximo al presídium, con la del tesorero y el
maestro de ceremonia. Hacia el muro norte, las de los maestros y detrás las de
los aprendices o neófitos, finalizando igualmente hacia el presídium con las del
hospitalario y el experto.
Detalle del bufete del primer vigilante en el área de la asamblea (Foto: Bernardo Zinguer, 2018).
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Cubiertas
En cuanto a la techumbre del templo, posee dos cubiertas, una exterior conformada por un techo metálico a dos aguas pero empotrado o ensamblado sobre las antiguas vigas horizontales longitudinales de la armadura original de madera, de pares y nudillos, ya desaparecida. Una de estas viejas vigas, la denominada estribo que descansa sobre el muro de cerramiento septentrional o norte, presenta un deterioro considerable.
Bajo la primera cubierta se encuentra otra, interior, conformada por un techo corrido, elaborado con alargadas láminas metálicas, que adopta la forma una bóveda escarzana o rebajada, recubierta con pinturas de estrellas y formas celestes, lo cual genera al observador la impresión de encontrarse en una antigua tienda del desierto, a cielo abierto. En su centro, y pendiendo de una sencilla cadena, una gran esfera blanca y de vidrio, representación del sol, ilumina todo el recinto. El resto de la techumbre que cubre los diferentes espacios de la edificación de la logia, responde al sistema de cubierta aterrazada o en terraza.
Imagen captada, antes de la restauraciòn, que permitió observar la estructura de la viga de estribo, en madera, que data de los orígenes de la construcción, asì como la armónica superposición del friso o fresco sobre el marco del ventanal (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Salón de
los pasos perdidos
Por último, y cerrando este
recorrido didáctico de arte, arquitectura y signos que expone y lega esta
nonagenaria fraternidad de la ciudad de San Cristóbal, al salir del templo, y
hacia su extremo norte, se encuentra el salón o espacio que cierra el conjunto
arquitectónico de la logia. Se ubica lateral y en sentido paralelo al eje del
templo. Es el denominado «Salón de los pasos perdidos».
El mismo comprende una amplia área rectangular y de considerable altura, aún en construcción y en la cual se pueden apreciar los diferentes desniveles del terreno donde se levanta esta edificación, así como de las diferentes fases constructivas de la logia y las técnicas y materiales utilizados. Su uso está destinado al esparcimiento y encuentro social de todos los miembros de la logia así como el de sus familiares e invitados especiales.
Detalle del terraplén y de los cimientos originales del templo, que sostienen el muro de cerramiento norte, captado desde el «Salón de los pasos perdidos» (Foto: Bernardo Zinguer, 2018). |
Desde el salón de los pasos perdidos, hacia su muro de cierre oriental, se observa una escalinata truncada y el marco de una puerta o vano tapiado. Se correspondía con la forma de acceso a un último salón, el más elevado de toda la construcción, que en tiempos pasados cumplía las funciones de espacio para los banquetes propios de la logia y recibía el nombre de «Salón de ágapes». En la actualidad dicho espacio está separado de las áreas rituales, de servicios o de asambleas de la logia, por cuanto fue destinado o transformado en espacio rental para la misma.
Así, estamos ahora a noventa años de distancia de los orígenes de esta logia y de esta edificación, ya recorrida. Aquí, el arte masónico logra su propia obra maestra, austera o discreta y paradigmática en la ciudad de San Cristóbal, quedando expuesta en el presente trabajo, como un estilo de asociar la forma arquitectónica con su contenido o, en otras palabras, viene a ser el resultado, nuevo, de una reordenación de lo antiguo.
Bibliografía
Archivo Histórico de la Municipalidad de San Cristóbal, sección Catastro y Ejidos, planos elaborados por los munícipes Domingo Martínez (1883) y Carlos Pirela Roo (1903).
Bibliothèque Nationale de France, Catalogues, Archives et Manuscrist, www.bnf.fr/collections. Site Richelieu-Lavois, 2018.
MITCHELL, T. C. Biblical Archaeology: Documents for the British Museum, Cambridge University Press, Cambridge, 1988.
MONSON, John, "The 'Ain Dara Temple" en Ten Top Biblical Archaeology Discoveries, Biblical Archaeology Society, Washington DC, 2011, pp. 12-30.
MOOR, William D. Masonic Temples: Freemasonry, Ritual, Architecture, and Masculine Archetypes, New York, 2015.
VILLAMIZAR, J.J. Ciudad de San Cristóbal, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 200, San Cristóbal, 2011.
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Acerca del autor
Samir A. Sánchez es profesor de Historia del Arte y Métodos de Investigación en la Universidad Católica del Táchira (San Cristóbal - Venezuela). Es autor, entre otras publicaciones, de San Cristóbal Urbs quadrata (2003), Mors Memoriæ o la Extinción de la memoria (2011) y Diccionario de topónimos históricos del Estado Táchira: siglos XVI a XIX (2018).
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