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jueves, 9 de mayo de 2024

Réquiem a cuatro voces por el reloj-carrillón de la Catedral de San Cristóbal (Venezuela), un «concierto de campanas» detenido en el tiempo│ A Carillon in the San Cristóbal Cathedral Bell Tower, in Venezuela. The Forgotten Harmony






Historia de un reloj-carillón creado por la casa de relojería artística alemana de Ed. Korfhgage & Shöhne (Melle, Alemania), el cuarto de similares características que se instaló en Latinoamérica, en las ciudades de Buenos Aires, Ciudad de México, San Pablo (Brasil) y San Cristóbal... Esta última lo tuvo e igual lo perdió








Texto de Samir A. Sánchez 
y fotos de Santiago Xavier Sánchez y Samir A. Sánchez (2016)





Sumario: 1. «Cariátides de tan 'alegre cielo'»; 2. El carrillón catedralicio; 3. Donado por el Ilustre Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal; 4. Su funcionamiento; 5. Una sinfonía de campanas para la urbe; 6. Con las antiguas campanas, suman veintinueve; 7.  El poeta y pintor costumbrista Manuel Osorio Velasco, y las campanas de la Catedral. Datos sobre la creación de la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela. 



Un estudio histórico-arquitectónico sobre la Catedral de San Cristóbal (Estado Táchira), se puede consultar en el siguiente enlace: "La Catedral de San Cristóbal, una obra hecha con el corazón" (2025).






El campanario de la Catedral, símbolo de la ciudad cordial


1. «Cariátides de tan 'alegre cielo'»





Desde cualquier colina o extremo urbano que permita columbrar la vasta amplitud de la geografía del valle de Santiago, dominan, por su volumen y altura, las torres geminadas de la Catedral de San Cristóbal, en el sitio justo donde nació la ciudad. Ideadas en una perspectiva de monumentalidad, sobre los fuertes muros de la mampostería neogótica del siglo XIX, y adoptando una proporción en escala con la remodelada fachada, se elevaron por sobre el conjunto de la urbe con más gracia y reciedumbre, recién en el siglo XX.





Como le gustaba decir al poeta Pedro Pablo Paredes, con su característico tropo en prosa, estas dos torres son «cariátides de tan 'alegre cielo'» (PAREDES, Pedro Pablo, La ciudad contigo, Academia Nacional de la Historia, Colección 'El Libro Menor', Nº 62, Caracas, 1984) [En 1569, el cronista de Indias, Fray Pedro de Aguado OFM, al escribir las relaciones geográficas filipinas, había descrito a San Cristóbal como: «La Villa es de alegre cielo y apacible temple»].















Una visual del arte de estas icónicas torres –por representar para la ciudad, a lo largo de su historia secular, un punto de referencia religioso y cultural- , nos expone muros recubiertos en color blanco colonial, lisos y de formas sencillas, como lo eran los altos imafrontes coloniales venezolanos [en el caso de la iglesia de San Sebastián de los Reyes, en el Estado Aragua o en la misma Catedral de Caracas].




Sólo resaltan, enriquecidas, en la parte del ventanal inferior –cerrado con rejillas de alargados barrotes en madera torneada al estilo barroco- un marco o arquitrabe de losas rectangulares de granito bajo un barroquizado frontón, interrumpido y brisado. Más arriba, dos piedras armeras, de granito, labradas en medio-relieve, portan el águila y los roeles de la heráldica papal de Pío XI (torre norte) y la cruz lanceolada, las flores de lis y el águila bicéfala de la heráldica episcopal de Mons. Alejandro Fernández Feo (torre sur). 






Continuando, y con la vista bien en alto, se pueden identificar el contorno y los ornamentales marcos de las cuatro esferas del reloj monumental, ideados en un cuadrifolio ojival cuyos extremos están separados por partes angulares.





Plaza Mayor de San Cristóbal (o Plaza Capitán Juan Maldonado, denominación oficial), vista desde uno de los ventanales occidentales de la torre de la Catedral, aquí nació la ciudad... aquí nació San Cristóbal, y aquí nació el Táchira cuando al fijarse los términos o límites de la nueva ciudad, los mismos fueron en forna y origen el territorio tachirense de hoy. 


Sobre una cornisa en saledizo y con un perfilado cimacio en gola, se levanta el cuerpo del campanario propiamente donde sólo destacan cuatro sobrias columnas toscanas, embebidas en recortados muros esquineros, de fuste seccionado –en granito martillado- y una arquería cegada, sin jambas, sobre los vanos o ventanales dobles de reminiscencias románicas. 





Cerrando la perspectiva, un arquitrabe y moldurado cornisamento -de cimacio en caveto-, marca el transfigurar de la forma recta y prismática de las torres a unos ochavados y ovoideos pináculos, coronados con cruz latina, trebolada y calada en hierro forjado. 






2. El carrillón catedralicio

Por entre esos ventanales dobles, y en la torre norte o del reloj de la Catedral, se dejan divisar veintitrés campanas, todas de perfil estilizado y sinuoso –el esquilón de los antiguos tratadistas-, verdaderas obras del arte de la fundición en bronce.  

Se presentan ordenadas sobre una rígida estructura metálica, y acordadas a una escala musical de dos octavas, que permite tocarlas en clave. Las mismas yacen relegadas y olvidadas de la memoria urbana, y desarticuladas de un patrimonial reloj, que detuvo su andar en un tiempo no muy distante.






Instaladas en lo más alto, en el campanario de la Iglesia Catedral de San Cristóbal, y como maquinaria de sonería del reloj catedralicio, conforman el «Carrillón del Cuatricentenario». Instrumento musical sinfónico, idiófono y por percusión, donado e instalado por la Municipalidad de San Cristóbal, en julio de 1963 para la nueva catedral que se había reedificado como parte de las celebraciones del Año Cuatricentenario de la fundación de la ciudad, cuya fecha central se conmemoró el 31 de marzo de 1961. 


El Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal, en sesión del 2 de julio de 1963 estudió y aprobó el presupuesto para la adquisición del reloj-carrillón electrónico que, incluyendo la instalación, tenía un costo de 91.130 Bs (que equivalían a 27.203 dólares. 1$ = 3,35Bs, en la República de Venezuela, para 1963). La proveedora seleccionada fue la empresa alemana Ed. Korfhgage & Shöhne (Melle, Alemania), casa fundada en 1823*, a través de su representante el señor Fredd Wunderi.   




Noticia sobre la adquisición del reloj-carrillón para la Iglesia Catedral de San Cristóbal, pubicada en el Diario Católico en su edición de fecha 3 de julio de 1963 (Año XL, Número 11.691). Este reloj fue el cuarto que se instaló en Latinoamérica, con idénticas características. Los tres primeros fueron en Buenos Aires, Ciudad de México y San Pablo (Brasil). Investigación hemerogáfica y foto cortesía del Profesor Jack de la Parra (2024), ejemplar que se encuentra en la Hemeroteca Pública del Estado Táchira "Profesor Pedro Pablo Paredes" (San Cristóbal).


Por igual su instalación y puesta en funcionamiento representó el culmen de la remodelación de la Catedral -proyectada por el arquitecto Graziano Gasparini-, la cual fue reedificada por la Iglesia diocesana tachirense como homenaje a la ciudad de San Cristóbal, quien entraba al quinto siglo de existencia.





Las campanas del carrillón del reloj, según lo prescribían las rúbricas de la época, fueron consagradas en 1963 por Mons. Alejandro Fernández Feo, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, siguiendo la solemnidad del ritual Benedictio Campanæ quæ ad usum eclessiæ benedictæ vel oratorii inserviat.






3. Donado por el Ilustre Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal

Aquella ilustre cámara edilicia conformada en 1962 y que hizo posible la donación del carrillón -en consonancia con la arraigada tradición cultural musical tachirense del momento, de retretas y conciertos en las plazas y parques de la urbe y de ciudades y pueblos del interior del Estado- según la inscripción que se encuentra en la sección media de la campana mayor del mismo, estaba integrada por:

«CONCEJO MUNICIPAL DE SAN CRISTÓBAL 1962/PRESIDENTE: LUIS ALBERTO SANTANDER/RAMÓN ZACARÍAS MÉNDEZ B.; DR. JOSÉ ADOLFO JAIMES/DR. PEDRO ROA GONZÁLEZ, SRA. MARUJA DE SÁNCHEZ/JESÚS MARÍA SÁNCHEZ C., GUSTAVO PAZ». 





4. Su funcionamiento

Cada campana está fundida en una determinada nota lo cual permitía accionar las mismas como un instrumento musical, a distancia, desde un tablero de mando que se ubicó a la entrada de la torre –y en la actualidad, no funcional, desarticulado y desarmado-. 





El sonido, armónico y acompasado para el oído del común –si bien especialistas en música determinan que las campanas, por su misma naturaleza, sólo pueden generar un acorde imperfecto y menor-, se lograba a través del golpe de veintitrés electro-percutores o mazos de bronce, de percusión rápida –que sustituyen la función del tradicional badajo-; éstos eran operados por motores eléctricos, del tipo de los solenoides, de 220 voltios, fabricados por la casa australiana Bremse. Los mazos se encontraban instalados, adecuadamente, tanto en el exterior como en el interior las campanas.





El carrillón propiamente, está ubicado en el campanario de la torre, a 30 m de altura. Se accede luego de ascender un primer tramo de 80 escalones hasta el habitáculo del reloj –que conserva en su interior los muros ochavados y ventanas ojivales ya tapiadas del último cuerpo de la antigua torre del siglo XIX- y luego otro tramo de 20 escalones hasta el carrillón, por medio de una estrecha escalera metálica tipo molinero. A su vez, el carrillón conformaba la sonería o sección sonable del reloj monumental de la Catedral, de cuatro esferas. 



Ruinas del mecanismo electronico del reloj-carrillón, para 2016


De la observación de las partes que permanecen, se puede inducir, aproximadamente, el mecanismo de funcionamiento. Reloj monumental y carrillón, en niveles diferentes, estaban unidos por un ordenado sistema de varillajes, engranajes y conexiones eléctricas, en la siguiente forma: cuando las alanceadas y acompasadas agujas del reloj, incrustadas sobre blancas esferas, marcaban las horas -identificadas por números romanos-, el movimiento mecánico de las varillas y engranajes, en el habitáculo del reloj, accionaba un sensor eléctrico del tablero de mandos del reloj que, por medio de cableados, descendía una señal y activaba el tablero del carrillón, al pie de la torre. 


Un dispositivo de disco magnético –probablemente- en el cual se almacenaban las piezas musicales, convertía estos registros en impulsos eléctricos tanto para el encendido de los motores eléctricos como para activar cada uno de los mazos de las campanas. Estos impulsos llegaban hasta el campanario a través de cables conductores lineales, los cuales accionaban el carrillón de forma automática.


Colocaban primero en funcionamiento el denominado «carrillón de las horas» o campanas que indicaban o tocaban sólo las horas, los cuartos o la media hora, seguido -en un segundo momento- del «carrillón del Ángelus o de la Oración», conjunto de campanas que interpretaban melodías -a las 6 am, 12 m y 6 pm, así como piezas especiales en diferentes solemnidades del antiguo año litúrgico o preconciliar. 






Personas de mayor edad, y quienes conocieron esta obra maestra de la campanología tradicional europea -en funcionamiento hasta fines de 1977 aproximadamente, cuando el instrumento es abandonado-, desde un nihilismo, indubitable, sobre su recuperación y nueva puesta en funcionamiento, lo evocan como un verdadero «concierto de campanas» cuyas notas musicales se expandían por los aires de la ciudad, hacia los cuatro horizontes. 


El Himno Nacional y el Himno Oficial del Estado Táchira, en las fechas patrias; el Ave María y la Salve Regina (en el 5to modo del canto llano o gregoriano); el Tú reinarás, en la fiesta de Cristo Rey, el himno eucarístico Cantemos al amor de los amores, en la fiesta del Corpus Christi o alguna otra pieza barroca, conformaban parte del repertorio del carrillón. Las mismas se manifestaban como una auténtica función musical; una bien concertada y grata variedad de sonidos, medidas y pausas que se propagaban y dejaban oír con solaz, transformando por momentos, tanto la Plaza Mayor (Plaza Juan Maldonado) como los alrededores de la Catedral, en verdaderas kerkides de un teatro griego o en una cavea o graderío de un teatro romano. 


5. Una sinfonía de campanas para la urbe


Las veintitrés campanas del carrillón catedralicio de San Cristóbal, único en el Estado Táchira, aún deben conservar el timbre partiendo de la observación del fino y artístico acabado que denota la calidad del metal. Las mismas fueron elaboradas según la técnica tradicional o artesanal de colada en bronce, para tocar en conjunto, por maestros fundidores campaneros alemanes




La superficie del tercio o sección superior de cada campana, está ornamentada con cuatro cordones o finas bandas horizontales que rodean la pieza. Junto a los cordones y en forma paralela, se encuentran motivos ornamentales como rosetas góticas entre elaboradas cardinas de alargados follajes y roleos, la figura de un ángel de rodillas tocando una viola, y una crestería invertida. Entre los cordones del tercio, se grabó la siguiente inscripción: «A.D. 1962» y en el lado contrapuesto una numeración que, en el caso de la campana mayor es «4033». El medio pie se ornamentó con tres o cinco cordones seguidos y paralelos, según el tamaño de la campana.





Por la esbeltez, forma y tamaño, estaban diseñadas para emitir diferentes sonidos sinfónicos con un acorde perfecto, de claros y solemnes timbres, de máxima propagación y en tiempos exactos. Asimismo, todas sus variadas dimensiones guardan una adecuada proporción con el espacio del campanario, que comprende un área la cual se aproxima a los 6 x 6 m. 


Sonería del reloj-carrillón de la Catedral de San Cristóbal

El sistema de sonería de este reloj-carrillón estaba estructurado en dos niveles: el inferior, con cinco campanas para dar las horas (campana mayor), los cuartos (campanas menores) y los repiques (las cinco a la vez). Por igual podían acompañar a los sonidos del carrillón dando los tonos más bajos o graves, esto es, actuando como bordón en los toques. Estas campanas eran oscilantes–la mayor tiene una altura y diámetro de 75 cm respectivamente-  y al accionarse repicaban tanto por el antiguo método del bandeo (media vuelta) o del vuelo (por vuelta completa de la misma campana), mediante cadenas y motores eléctricos, o bien por el accionar de un martillo grande o mazo. 


En la parte superior está o estaba el carrillón propiamente que daba los tonos medios y altos. Eran producidos por por dieciocho campanas fijas (solo accionadas por mazos o percutores): catorce de ellas, de menor tamaño, en la sección superior, ordenadas linealmente –en la escala armónica, de mayor a menor- en dos líneas o barras paralelas, de siete campanas cada una (según la estructura general de los carrillones, cada una de estas siete campanas debían formar una octava afinada en sol mayor o Sol, La, Si, Do, Re, Mi, Fa#). Entre estas dos series diatónicas, se ubicó una tercera línea o unísono con cuatro campanas de igual tamaño, de tonos idénticos o que repiten una misma nota.


6. Con las antiguas campanas, suman veintinueve 

Acompañando a las veintitrés campanas del carrillón, y ancladas a un yugo travesaño en la sección superior de los vanos o ventanales norte, oeste y sur del campanario, penden aún las seis viejas campanas esquilonadas, de fines del siglo XIX, oteando el crecer continuo de la urbe. Sólo dos de ellas, en los ventanales que dan hacia el poniente, poseen inscripciones. Una, en su medio pie, el nombre de «Santa Cecilia», otra, la más nueva –en su medio- el año de realización «1948». 





De estos seis bronces catedralicios sólo tres continúan en uso, accionados por el tradicional método del repique manual o toque por badajo, a través de cordeles que van desde la altura del campanario hasta el nivel de ingreso. 




Reverso de una de las esfera del reloj monumental-carrillón de la Catedral de San Cristóbal... penumbras tras el tiempo (Foto: Samir A. Sánchez, 2016).



Hace más de veinticinco años, cuando el último maestro carrillonero, Don Josafat Somaza Chacón (1921-2017), por la edad se retiró y dejó de engrasar y sincronizar el mecanismo del carrillón, esta obra de arte de la música en bronce, entró en un silencio, probablemente eterno. No obstante, permanecen como reminiscencias de otros siglos, cuando la vida o toda actividad de los habitantes de San Cristóbal era regulada desde esta torre [la única construcción de la ciudad que ha mantenido una misma función, en el mismo espacio, por más de cuatrocientos cincuenta años] por el toque de las campanas, que les era familiar y sabían distinguir. 


Nadie era ajeno al mundo de las campanas. Ellas anunciaban el día con el toque del alba, el mediodía y la noche con el toque de oración; los días de tormenta, con el toque de nublo o de plegaria; el llamado a misa con los tres repiques de la campana mayor [el último toque, era conocido como 'el deje' en el 'país tachirense' o 'Das Tachiranisch Land', denominación que le diera el viajero alemán Christian Anton Goering (1836-1905) en 1870, a su paso por San Cristóbal y al momento de describir las costumbres e idiosincrasia de los habitantes del Estado Táchira, en su crónica Vom tropischen Tieflande zum ewigen Schnee]; repiques de gloria y de procesiones; el bautizo; el matrimonio, con el repicar de la campana mayor; la muerte, con los dobles o el toque a clamor; las calamidades públicas con el toque a rebato; las invasiones o guerras y las celebraciones.


En los tiempos actuales, si bien el silenciado carrillón sinfónico de la Catedral enfrenta un futuro incertísimo, sólo queda la certeza que tres de esos antiguos y patrimoniales bronces desafían a la modernidad y se resisten a enmudecer. En una clave, ya para muchos no inteligible, continúan, aferrados a la tradición, en pregonar a la urbe y a la metrópoli, el sentido de los ecos de su medieval función: 

«LAUDO DEUM VERUM, PLEBEM VOCO, CONGREGO CLERUM, DEFUNCTOS PLORO, NIMBUM FUGO, FESTAS DECORO/ Alabo al Dios Verdadero, convoco al pueblo, reúno al clero, lloro a los difuntos, ahuyento las tempestuosas nubes, y a las fiestas doy decoro».



[La Iglesia Catedral de San Cristóbal es un Monumento Histórico Nacional, según decreto del Ejectivo Nacional publicado en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela, Nº 26.330 de fecha 13 de agosto de 1960].









Santiago Xavier, integrante del equipo de Proyecto Experiencia Arte, en los vanos de poniente, durante el proceso de documentación del carrillón de la Catedral de San Cristóbal, 5 de agosto de 2016. En el plano de fondo, la centenaria cúpula de la Catedral, diseñada y construida en 1916, en estilo neobarroco, por el Ingeniero Rafael Seijas Cook, con armazón estructural en acero -probablemente en malla doble- y remodelada en estilo neocolonial en 1961 por el Arquitecto Graciano Gasparini (1924-2019) y de plano de fondo las murallas esmeraldinas más sureñas de la sierra de la Maravilla.





7. El poeta y pintor costumbrista tachirense Manuel Osorio Velasco, y las campanas de la Catedral


En 1943, el poeta y pintor costumbrista tachirense, Manuel Osorio Velasco (1911-1988), escribió cuatro poemas a las campanas de la Catedral de San Cristóbal. En estrofas de diez versos, siguió la métrica medieval castellana de conjugar un cuarteto y una sextilla, conocida como décima antigua.

En el epílogo del poemario, Rafael Pinzón, evocando pensamientos bellistas, galleguenses y del propio Osorio Velasco, describía el sentido del cuadro costumbrista de estos poemas:


«Cuando el sol desintegra su armonía luminosa en el prisma del atardecer; cuando realiza el poema vesperal en un solo verso cuyo ritmo se quiebra mansamente en las cumbres de la montaña, la noche llega a rezar su letanía de benéfica paz. Entonces es la hora de la elevación: en las calles de nuestros pueblos se acentúa el silencio para que suene más el toque de campanas del “Ave María”, que es la señal que el cielo espera para que una aquí, otra allá, varias luego, innúmeras después, las estrellas indiquen los caminos que conducen a la meditación, flor del espíritu y cuenca del misterio. Entonces es la hora de los que piensan, y sufren y aman, y sueñan; la hora de asemejarse a Dios cuando fue creador. / La noche de la cordillera parece que tiene empeño en darle al hombre que anda sobre la tierra un rápido acercamiento con el infinito. Los páramos tapizan el paisaje del mu con los vilanos de la neblina, y el valle y la meseta y el altiplano se hacen comarca de la niebla».



Alba y mediodía, ángelus y nocturno
(Manuel Osorio Velasco [1911-1988], poeta y pintor costumbrista tachirense, 1943)


Alba
Caracol de la campana
sobre los techos dormidos,
dulce dueto con los nidos
al despuntar la mañana.
Y la torre se engalana
con su canción y alza el vuelo
en espirales de anhelo,
roza la verde pradera
y olvida la cordillera
para llegar hasta el cielo.


Mediodía
La ondulación campanera
viene repleta de sol,
y en forma de caracol
llena de cantos la espera.
Plenisolar montañera
atenta a la melodía
del tilán de mediodía
que la campana en sus trinos
va regando los caminos
con cantos de primavera.


Ángelus
Canta el bronce su momento
de Ángelus y oración,
y es tan triste su canción
que se parece a un lamento.
En los senderos del viento
es reina la golondrina;
del lomo de la colina
las nubes con gris sudario
van llegando al campanario
que solloza a la sordina.


Nocturno
De luto la serranía
Azul marino está el cielo,
y está vestida de duelo
también esta pena mía.
La campana que escondía
monótona paraulata
no canta su serenata
con fina voz de cristal,
y los cocuyos luceros
florecen en los senderos
mirando la Cruz Austral.

[OSORIO VELASCO, Manuel, Comarca de la Niebla, cuaderno de poemas, Grupo Yunke, San Cristóbal, 1943, poemas 15, 16, 17 y 18].











Panorámica de la ciudad de San Cristóbal vista hacia el este, hacia la sierra de la Maravilla. Imagen captada desde la vieja torre del campanario o torre norte de la Catedral de San Cristóbal, en horas de la tarde de un día de 1929. Un largo cortejo de carros recorre la antigua calle del Culto, llamada para la época calle de Miranda y en la actualidad calle 4. La imagen urbana de la ciudad, donde el repicar de las campanas encontraba un certero eco en las montañas de la sierra conserva aún, mayoritariamente, el orden y armonía de los tiempos fundacionales y coloniales: casas de tapias, bardas y techos de tejas recubiertos con musgos, destacando alguno de sus patios y recoletos solares (Foto: R. Dulcey, 1929).   



Datos sobre creación de la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela


En 1922 fue creada la Diócesis de San Cristóbal si bien resulta evidente no perder de la memoria los orígenes de la historia eclesiástica tachirense, aquella que precedió a este importante hecho histórico. Esa memoria comienza en los tiempos de la evangelización de América, en 1558 y se prolonga en la administración eclesiástica del territorio por parte de los obispos y arzobispos de Santafé de Bogotá hasta 1776 y luego de la diócesis merideña hasta 1922.

Así, la historia diocesana tachirense se inicia propiamente el 24 de abril de 1922 cuando el Nuncio Apostólico Mons. Filippo Cortesi (1876-1947) siguiendo instrucciones de la Santa Sede y gracias a las gestiones del arzobispo de Caracas, Mons. Felipe Rincón González, amigo del General Juan Vicente Gómez, presentaba a consideración del gobierno nacional la primera propuesta de dividir la única arquidiócesis y diócesis muy extensas en lo territorial, que existían en Venezuela para la fecha, y que dificultan a los respectivos prelados su debida atención espiritual.

El proyecto proponía crear cuatro nuevas diócesis: Cumaná, Coro, Valencia y San Cristóbal (“Memorando presentado a la consideración del Supremo Gobierno Nacional de Venezuela”, 24 de abril de 1922, Archivo Secreto de la Santa Sede, Documentos de la Nunciatura Apostólica en Venezuela. Dado a conocer por S.E.R. Rosalio Cardenal Castillo Lara, en su libro Mons. Lucas Guillermo Castillo, Caracas, 2004, p.83).

De esta forma, el 12 de octubre de 1922 el papa Pío XI creaba canónicamente la Diócesis de San Cristóbal por medio de la Constitución Apostólica Venezolana "Ad munus ab Unigenito Dei Filio" (Constitutio Apostolica Venezuelana, Acta Apostolicae Sedis (AAS), vol. XXVI, n. 23, 1923, p. 99 y ss.), documento pontificio que fue refrendado por el cardenal De Lai como secretario del Consistorio y por el cardenal Cagiano, como canciller.

Culminaba con éxito la gestión diplomática de Mons. Cortesi quien obtuvo el visto bueno del General Gómez y, siguiendo sus órdenes, el Ejecutivo Nacional presidido en ese momento por el Dr. Victoriano Márquez Bustillo como encargado, a través del Canciller Pedro Itriago Chacín tramitó ante el Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela presidido por el sucrense Carlos F. Grisanti y el tachirense Rubén González, como presidente y viceperesidente respectivamente, la aprobación. En consecuencia, el cuerpo legislativo aprobó la Ley de División territorial eclesiástica de fecha 5 de julio de 1922 (promulgada en la Gaceta oficial de los Estados Unidos de Venezuela, de fecha 7 de julio de 1922, No. 14.719), modificada parcialmente en fecha 25 de mayo de 1923, para crear la Arquidiócesis de Mérida. En el Congreso Nacional de 1922 ejercían como senadores por el Estado Táchira Pedro León Arellano y Samuel Rodríguez R., y como diputados Alejandro Vargas y José Abel Montilla.

Esta ley de julio de 1922 establecía: "En los Estados Unidos de Venezuela habrá dos Arquidiócesis, la de Caracas y la de Mérida; y ocho Diócesis, la de Ciudad Bolívar, Calabozo, Barquisimeto, Zulia, Cumaná, Coro, Valencia y San Cristóbal”.

Así, se separaban de la Diócesis de Mérida (elevada a sede arquidiocesana en 1923) las parroquias del territorio del Estado Táchira y del Distrito Páez del Estado Apure, este último perteneció a la Diócesis de San Cristóbal hasta 1954 cuando se instituye la Prelatura Territorial de San Fernando de Apure, y el Distrito Páez pasa a formar parte de esa Prelatura.

Las parroquias fundacionales de la diócesis fueron: la Matriz de San Cristóbal, San Juan Bautista de San Cristóbal, Táriba, Palmira, Borotá, Lobatera, Michelena, San Pedro del Río, Colón, Ureña, San Antonio, Santa Ana, Rubio, Libertad (Capacho Viejo), Independencia (Capacho Nuevo), Guasdualito conocido como Periquera, Seboruco, El Cobre, Queniquea, Pregonero y las dos parroquias de La Grita. Así, con ellas se conformó el espacio jurisdiccional para la Diócesis de San Cristóbal, cuya sede episcopal sería la ciudad de San Cristóbal, dándole el título de Santa Iglesia Catedral a la parroquia matriz de San Cristóbal, cuyo santo patrono era San Sebastián y santo titular San Cristóbal.

Según decreto de la Sacra Congregación Consistorial de fecha 22 de junio de 1923 (“Sacra Congregatio Consistoriales. Provisio Ecclessiarum”. Acta Apostolicae Sedis, Año XV, volumen XXVI, n. 23, 1923, p. 357), se anunciaba la decisión del papa Pío XI de designar como primer obispo para la Diócesis de San Cristóbal al Siervo de Dios Monseñor Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel Díaz (Valencia, 1887 - San Cristóbal, 1937), recibiendo la consagración al orden episcopal por imposición de manos de Mons. Cortesi, Arzobispo titular de la sede de Siracia y Nuncio Apostólico en Venezuela, en presencia del Presidente Márquez Bustillos y del presidente constitucional y Comandante en Jefe del Ejército, el General Juan Vicente Gómez, en la Catedral de Caracas el 21 de octubre de 1923.

El primer obispo llegó a la ciudad de San Cristóbal el 23 de octubre de 1923 siendo recibido por el pueblo, el clero y el presidente del Estado Táchira, el General Eustoquio Gómez.

Poco después de tomar posesión de su sede episcopal, se conoce que Mons. Sanmiguel escogió y aprobó a la bienaventurada Virgen María bajo el título de Nuestra Señora del Rosario, por el fuerte vínculo que tiene esta advocación mariana con el mes de octubre, mes de creación de la diócesis sancristobalense, cómo patrona de esa recién creada diócesis.



* Matthias Korfhage, un relojero nacido en 1802, fundó la empresa campanera en Buer (Melle-Buer) en 1823. La empresa pasó a manos de su hijo Eduard Korfhage quien fue pionero en los relojes de torre. A su fallecimiento en 1925, la empresa pasó a manos de su hijo Heinrich y peranece como una empresa familiar de sexta generación en la actualidad. Poco se sabe de los pequeños relojes eléctricos de Korfhage, pero sus relojes de torre eléctricos son bien conocidos desde 1893, cuando instaló su primer reloj de torre con rebobinado eléctrico, pasando a ser estos relojes de torre eléctricos y sus carillones los principales productos de esta empresa alemana de la Baja Sajonia. En 1935 se inició la producción de carillones controlados mediante lectores de cinta perforada e igual modelos que se podían tocar con el teclado de un piano. Un ejemplo muy conocido fue el carillón del flautista del ayuntamiento de la conocida ciudad alemana de Hamelín. Con esta tecnología, la empresa se situó a la vanguardia de la producción de carrillones en el nivel mundial. Después de la Segunda Guerra Mundial, la empresa se benefició de la reconstrucción y del milagro económico alemán  en especial con la construcción e instalación de reloj eselectromecánicos de torre del tipo UT 6000, construido desde 1959. [Traducción libre del texto tomado de: https://watch-wiki.org/index.php?title=Eduard_Korfhage_%26_S%C3%B6hne].


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viernes, 14 de junio de 2013

El reloj de la torre de la Iglesia de Lobatera: una obra de arte de la casa E. Howard & Co. convertido en un pequeño Big Ben tachirense | The Lobatera Clock Tower Centennial: The Howard Striking Tower Clock, beautiful and longevity




In Memoriam de mi tía-abuela y maestra lobaterense Irma Yocasta Sandoval de Noguera (Lobatera, Casa del Higuerón, 19 de abril de 1914 - San Cristóbal, Quinta Yocasta, 21 de noviembre de 2007)






Esfera frontal del reloj público de la Iglesia parroquial de Lobatera (Estado Táchira, Venezuela) instalado el 17 de noviembre de 1913 (Foto: Darío Hurtado, 2013).




En el tiempo todo puede cambiar... y cambia
El tiempo -su naturaleza y su aprehensión- siempre ha fascinado al espíritu del hombre, al representar, desde el punto de vista de su cotidianidad, algo inexorable por cuanto perpetuamente ha marcado un principio y, lógicamente, marca o marcará un final.


A partir de ese contexto, se puede entender la nota periodística que contiene la primera referencia al actual reloj público de torre de la población de Lobatera (Estado Táchira – Venezuela), si bien silenciado por la incuria de los actuales tiempos, su elaborada maquinaria, en 1913, vino a representar un elemento de prosperidad en el norte tachirense. 


FVGIT INREPARABILE TEMPVS

«Diario El Campesino -Fvgit inreparabile tempvs- Escribe J. Trinidad Mora, Lobatera, lunes 24 de noviembre de 1913, primera página/Días de verdadero júbilo se vivieron en esta población, entre el domingo 16 de noviembre y el martes 18 de la pasada semana, en los actos consagrados a nuestra excelsa patrona Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Todo debido a la benevolencia y el agradecimiento de un hijo de esta tierra a quien el hado del destino condujo a ocupar importantes cargos en el alto gobierno de la Nación, acompañando al Jefe de la Causa Nacional Rehabilitadora, el General Juan Vicente Gómez en su altísima misión de regeneración de la Patria. Ya sabéis que hago referencia al ilustre galeno Doctor Ezequiel Vivas, hijo noble de Lobatera, quien en la distancia no ha olvidado ni olvidará a la tierra que le vio nacer. Preocupado por el desarrollo de su pueblo y por su natural desenvolvimiento, donó a nuestra Iglesia un reloj público, maravilla mecánica de la ciencia del gran país del Norte, el cual desde el día central de la festividad de Nuestra Señora, el 18 de noviembre, marca y señala en la novísima torre acondicionada para acogerle, el pasar del tiempo en las horas que huyen hacia la Eternidad./El día 16, en horas del mediodía, en cuatro cajas de madera y flejes llegaba al poblado el invento de Galileo Galilei a hombros de los recios hombres designados por las dignas autoridades de este Distrito para recoger la delicada carga que llegó en el Ferrocarril hasta la estación de Uracá, donde se le esperaba. La población expectante y con curiosidad, lo recibió con algarabía y la música no se hizo esperar por parte de los miembros de la Banda quienes se reunieron en la plaza pública, espontáneamente, para tan histórico acontecimiento. Una corta recámara detonada en La Parada, anunciaba el arribo del heraldo de Cronos./El día 17, con el cuidado necesario para tan delicado instrumento, luego de ser subido a la torre, se colocaron las esferas horarias y se activó la campanilla que nos señalará en adelante el compás de los tiempos. El preciso trabajo de sincronizar y probar el funcionamiento de las nuevas piezas y campanilla, se encargó al distinguido caballero de esta ciudad Casiano Rosales, quien además de músico y destacado ebanista, conoce de las artes de la relojería./Llegado el glorioso día de nuestra Patrona y una vez pasada la Misa Pontifical de tercia, al finalizar la secular y tradicional procesión por las calles de Lobatera con la sagrada imagen de la Virgen, el cortejo se detuvo frente a la torre y al pie de la misma, nuestro joven y dinámico sacerdote el Presbítero Pedro María Morales pronunció y dio la bendición de campanas y reloj según lo dispone el Ritual Romano santificando los mismos para mayor gloria de Dios. Concluyó el Padre Morales con unas breves pero elocuentes palabras de agradecimiento a Dios y al Doctor Ezequiel Vivas presente en su honorable familia, las cuales cerró recordando nuestra mortal condición con la sabia expresión de los latinos “Vulnerat omnes, ultima necat”» [Biblioteca Pública del Estado Táchira, San Cristóbal, Sala Estadal, sección de Microfilms, MIC-TFC-PPP nº 12619-002, El Campesino, Lobatera, 24 de noviembre de 1913, copias de los microfilms que se conservan en original en la Sala Tulio Febres Cordero, de la Biblioteca Pública del Estado Mérida, Mérida, 1985].



La anterior crónica periodística refiere en forma explícita, la llegada a Lobatera (Estado Táchira – Venezuela) en 1913, del actual reloj público que se encuentra en la torre sur de la Iglesia parroquial, un reloj mecánico accionado por péndulo y pesas que descienden 4,5 m.

El mismo está conformado por maquinaria y sonería.


La maquinaria, de configuración mecánica, posee dos trenes de rodajes, para el movimiento del péndulo y para la sonería. Las partes que integran el mecanismo se distribuye en:  (a) dos pesas, la mayor o accionante y la menor o reguladora. Estas pesas están sostenidas por cuerdas que son arrolladas en un cilindro adosado a la rueda o engranaje mayor de la maquinaría, siendo a su vez -las cuerdas- las que le imprimen el movimiento al reloj; (b) sistema de transmisión; (c) sistema de distribución y (d) mecanismos de regulación del movimiento. 

La sonería está conformada por la nonula (campana para reloj, de bronce y sin badajo, con un peso aproximado de 240 kilos) que pende -inscrustada- de una viga horizontal de madera, y un martillo en hierro para dar las horas y las medias. Asimismo, produce tres registros (por cuanto señala horas y medias).

Cuatro esferas o lunas transparentes, de cristal, con sus cuatro manecillas y cuadraturas en números romanos en hierro sólido, apuntan horas, medias, cuartos y minutos. Por la longitud de las cuerdas que corren a través de poleas, y el catálogo de la Casa E. Howard, su autonomía de funcionanimiento era de una semana. El dígito horario 4 está representado en números romanos consecutivos "IIII" según la tradición de los antiguos relojeros de la Europa continental y estadounidense que seguía el método de numeración latina aditiva, diferente a la tradición británica que lo representó como "IV" en el dial del reloj del Parlamento, el Big Ben, pues seguía el segundo método latino de numeración, el sustractivo. 

Actualmente cuenta con un sistema de iluminación eléctrica pero, desde el 18 de noviembre de 1913 hasta el 9 de abril de 1940 cuando se inaugura la electricidad en la población, las esferas horarias eran iluminadas desde el interior de la torre, por medio de lámparas de carburo.

Conocido como modelo #0TP (Stricking Tower Clock, 0 Time Piece) para torre, uno de los cinco modelos (de 0 a 4) que salieron de la fábrica que lo realizó, y de procedencia estadounidense, la estructura básica del mismo está hecha de hierro fundido y bronce en un diseño «plano» o «flat-bed» con dos marcos verticales tipo «A» que contienen el tren de la maquinaria y a su vez están atornillados a unas bases en madera noble para su estabilidad sobre la plataforma. Las pesas reguladoras de la maquinaria y sonería pesaban 145 y 325 libras estadounidenses, de la época, respectivamente.



Todo esto ordenado en elegantes y estilizadas formas de acabados o topes curvados, y sostenido por cuatro pies combados (según los catálogos y modelos de la E. Howard & Co., denominados combed-shapecabriole legs). Refinadas formas que caracterizaron a los relojes Howard desde 1875.

Este tipo de maquinaria de reloj, fue iniciado con los trabajos de Benjamín Vulliamy en 1827 y su uso se extendió con profusión en todas las fábricas de relojería, después de 1850, especialmente luego de la inauguración del reloj del Parlamento británico, en Westminster, mejor conocido como el Big Ben de Londres, el cual adoptó esta estructura. Si bien fue la idea y trabajo de E. Howard el unificar las piezas de los relojes, que eran diferentes en cada uno de ellos, y hacerlas intercambiables, transformando el mundo de la relojería.

Así, el ensamblaje -y diseño- del reloj de Lobatera, según la placa que se encuentra en su maquinaria, resultó en un producto que salió de la famosa casa E. Howard & Co. en Boston, Massachusetts (EEUU),  fundada por el famoso relojero estadounidense Edward Howard (1813-1904) en 1863, la cual funcionó, ininterrumpidamente, hasta 1964. La fábrica se encontraba en uno de los suburbios más occidentales de la ciudad de Boston, denominado Waltham. 




Placa que identifica a la compañía fabricante del reloj de torre de la Iglesia parroquial de Lobatera, la casa E. Howward & Co. de Boston, Massasusetts, EEUU (Foto: Darío Hurtado, 2018).



El costo del reloj de Lobatera debió ubicarse, según los catálogos de la compañía, para 1912, entre los 790$ y 920$. Por igual se tiene como referencia, el precio de 870$, si se parte del costo del reloj con campana que, en mayo de 1913, el General Juan Vicente Gómez, Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, encargó a los señores P. R. Rincones Jr. Company, comisionistas en Nueva York, para ser donado a la Iglesia parroquial de San Juan de Colón (Estado Táchira) e instalado en el referido año (Memoria y Cuenta 1913, Ministerio de Obras Públicas, 1913, p. 361). En la misma fecha el General Gómez donó la estatua de bronce que representa a San Juan Bautista, y que se encuentra actualmente en la fachada de la referida iglesia parroquial de Colón.

Como antecedentes a esos relojes, primeros en el norte tachirense, se tiene que Don Tulio Febres Cordero, en su obra «Clave histórica de Mérida: Documentos para la historia del Zulia en la época colonial», refería como en 1875 la Casa Alemana de la ciudad de San Cristóbal, había encargado a Hamburgo (Alemania) un reloj para la Iglesia parroquial de San Sebastián (actual Catedral), pero motivado al terremoto del 18 de mayo de 1875 que asoló a la región, éste no se pudo traer, quedando en la aduana del puerto de Maracaibo (Estado Zulia). Allí, fue adquirido por la Municipalidad de Mérida (Estado Mérida) a través de una colecta pública y colocado en la torre norte de la Catedral emeritense y actualmente se puede observar en la sección media de la torre.


En el Inventario General Eclesíastico, realizado luego del fallecimiento del Padre Pedro María Morales en 1925, el reloj de Lobatera quedó inventariado en el registro Nº 1 «Templo Parroquial», con las siguientes características: «El templo tiene dos torres y frontis de mampostería, en la torre de la derecha está el reloj público y en la otra están las campanas en número de cuatro que se distinguen en mayor, menor, media y mínima (...)».


Por igual, el antiguo reloj de torre de Lobatera, como bien del patrimonio histórico eclesiástico, fue designado Bien de Interés Cultural de la Nación e incorporado al Catálogo del Patrimonio Cultural de Venezuela 2004-2010/TA 17-18/p. 10, según Resolución N° 003-2005, del Instituto del Patrimonio Cultural, publicado en la Gaceta Oficial N° 38.234 de fecha 20 de febrero de 2005.

En cuanto a referencias sobre los maestros relojeros que cuidaron del funcionamiento y mantenimiento del reloj, sólo se conservan noticias del primero: Casiano Rosales en 1913, del segundo, Carlos E. Vivas, por designación del Concejo Municipal de Lobatera de fecha 16 de mayo de 1939 y del último Simeón Zambrano Cárdenas (nacido en 1922), quien vivía en la aldea El Saladito, en las montañas sureñas que rodean a Lobatera y ejerció el cargo desde la década de los años sesenta del pasado siglo hasta su fallecimiento.

Con el deceso del maestro relojero Simeón Zambrano, hace aproximadamente diez años, se rompio la tradición de los viejos relojeros y desapareció con él todo conocimiento del funcionamiento y cuidado que se tenía del reloj público lobaterense.

Así, y próxima la conmemoración -muy probablemente silenciosa- de su histórica llegada al Táchira y al pueblo, el viejo reloj de la torre de la Iglesia de Lobatera sigue –inerte y mudo- señoreando y dominando la urbe desde su majestuosa altura y a buen resguardo dentro de una caja metálica o armazón guardapolvo, esperando que algún día, unas manos especializadas vuelvan hacer a andar y sonar su sincrónico y acompasado mecanismo de relojería.




El tiempo, en fotos, del reloj público de la torre de la Iglesia de Lobatera

Fotos: Darío Hurtado, 2012/Proceso de envejecimiento y diseño T.S.U. Sigrid Márquez, 2013



















Estado actual del reloj público de la torre de la Iglesia de Lobatera

Fotos: Samir Sánchez, 8 de junio de 2013 y Darío Hurtado, 6 de septiembre de 2016





Vestigios del primer escalón de descanso de la antigua escalera de madera, de tipo molinero, que permitía el ascenso a la torre





Muros de piedra y fe

Mampostería -según la técnica romana de Opus incertum- y vigas que soportaban la vieja escalera de madera, ya desaparecida




Nihil nimis... Un solitario peldaño de carcomida albura junto a piedras, guijarros y argamasa, resultan el único vestigio de los principios de equilibrio, moderación y austeridad con los cuales trabajaron los alarifes y mamposteros de Lobatera, de principios del siglo XX





Pozo de las pesas (accionante de sonería o mayor y reguladora de maquinaria o menor), en el interior de la torre





Centenario entramado de tablones y vigas que soporta la sala del reloj





Sistema de polea y pesa reguladora de maquinaria, o menor






Penumbras en el tiempo

Vestigios de la antigua edificación de la Iglesia, se conservan en el interior de la torre




E
l tiempo pende de las cuerdas, el hierro de las poleas y del maderamen





Pesa mayor o de sonería  y pesa menor o de maquinaria




Arquitectura y gravedad, detenidas en el tiempo (Foto: Darío Hurtado Cárdenas, 2016).


Cuatro ventanales y una plataforma en madera noble, verdadero kaleidoscopio de la historia de Lobatera (Foto: Darío Hurtado Cárdenas, 2016).



Maquinaria de relojería con sistema sincronizado por la acción de la rueda o engranaje mayor (movida a su vez por las pesas) con escape de áncora o anclaje de George Graham (pieza que permite un movimiento constante, sin aceleración o desaceleración que produzca un error en la medida del tiempo), cumpliendo de esta forma la función de motor del reloj y regulador del péndulo.
Posee ruedas de transmisión; engranaje de distribución y conector de ejes entre la maquinaria y las esferas del reloj, en la parte superior; así como componentes de regulación (péndulo -que marca el ritmo constante de liberación de caída de las pesas a una velocidad igualmente constante-, anclajes, veletas o frenos de aire -que regulaban la fuerza para el toque de la campana- y pesa menor o reguladora).
Se aprecia en la parte inferior izquierda (del observador) el brazo accionante de la sonería, con engranaje a la rueda mayor y cilindro con cuerda arroyada. Asimismo, se observa que la clavija de hierro que permitía dar cuerda en forma manual a las referidas ruedas mayor y menor, no se encuentra.





Sistema de sonería, la nonula (campana de bronce para reloj, sin badajo) y martillo, sobre la parte superior.






Parte posterior de la esfera frontal, que da a la Plaza Bolívar, ruedas de engranajes accionantes y ejes distribuidores del movimiento, que conecta las cuatro esferas con la maquinaría de relojería




La espalda del tiempo




Detallado sistema de engranajes, rodamientos, calibrador, muñones y ejes que transmiten el movimiento a las agujas o manecillas, en las cuatro esferas del reloj de Lobatera (ejes horizontales) y un quinto eje (muñón vertical), el cual sólo era utilizado o activado cuado la maquinaria del reloj se instalaba y funcionaba desde un piso inferior al piso donde se encontraban las esferas (Foto: Darío Hurtado, 2018).  






Panorámica (norte) de la Plaza Bolívar, el Cementerio Municipal en la explanada del Torreón, y la serranía de Arenales y Cabeza de Vaca, vistas desde uno de los cuatro ventanales de arco apuntado de la torre del reloj de la Iglesia de Lobatera







Post Scriptum... Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Horologium!


En noviembre de 2018, un grupo de personas conformado por Don José María Álviarez (Técnico Superior en Instrumentación y especie de peremne guardián del viejo reloj, y quien ha estudiado su mecanismo y estado de conservación); Elvis Zambrano (nativo de Santa Clara-Seboruco, joven de 16 años, estudiante de secundaria, analista de instrumentos mecánicos y asistente administrativo en el despacho parroquial eclesiástico) y Robert Sánchez (Coordinador de Protección Civil Lobatera), conjuntamente con los integrantes de la Fundación Socio Cultural "Lovatera MDCCLXXIV", se han propuesto abocar y unir esfuerzos, voluntades y conocimientos para activar el mecanismo de funcionamiento de reloj, y así devolverle a la población de Lobatera y a las nuevas generaciones, en todo su esplendor, esta obra maestra de la relojería de fines del siglo XIX.

A esta primera iniciativa grupal se le dificultó la continuidad del trabajo, si bien sólo el joven Elvis Zambrano, siguió subiendo, solitario, la torre del reloj hasta el nivel donde está la antigua maquinaria, a observarla y continuar determinardo las fallas que presentaba y como resolverlas. Su decidido espíritu de logros y dedicación, hizo que el día 8 de septiembre de 2019, a las 6:00 am, el viejo reloj volviera a funcionar con normalidad y diera la hora del amanecer luego de décadas de silencio, evocando así el viejo dicho castellano: "Dios concede la victoria a la perseverancia".

  


Personajes de una época: los protagonistas




Dr. Ezequiel Vivas Sánchez (Lobatera, 1864- París, 1919). Médico y político. Ejerció la Secretaría de la Presidencia de la República entre 1912 y 1918. Donó el reloj público de la Iglesia; ordenó la construcción del puente para el Cementerio y sobre la quebrada La Parada, para unir a Lobatera con la Carretera Central del Táchira, en 1917; Ordenó la edificación de la Capilla votiva de Santa Leocadia en 1916 (ya desaparecida), donando las imágenes de Santa Leocadia, la escultura en mármol de la Oración de Jesús en el huerto (obra de E. Gariboldi, Caracas, y actualmente en el Cementerio Municipal), la Sagrada Familia y los Ángeles de la Adoración Perpetua (Foto: Dra. Gracia Vivas Terán, 2010)



Don José Trinidad Mora Vivas (Lobatera, 1844- Lobatera, 1931).  Educador, periodista, munícipe y literato. En 1894, con motivo del inicio de las celebraciones del Centenario del nacimiento del Gran Mariscal de Ayacucho, General Antonio José de Sucre, fundó en Lobatera la Imprenta "Aurora" e inició la edición del periódico "El Campesino", que editó e imprimió ininterrumpidamente hasta 1916. Fue el autor de la crónica periodística sobre la llegada del reloj a Lobatera. (Foto: Familia Gómez Mora, 1974).




Pbro. Br. Pedro María Morales Gómez (El Cobre, 1875 - Lobatera, 1925). Sacerdote y médico. Ejerció el curato de la parroquia de Lobatera desde 1904 hasta su fallecimiento en 1925. En su ministerio parroquial se reedificó la antigua iglesia, de la cual sólo queda en la actualidad el frontis y las dos torres, dotándola de imágenes sacras -obras de arte de la época- encargadas a España y los Estados Unidos (Foto: Samir Sánchez 2010, de un cuadro que se conserva en la Casa Cural de Lobatera, el cual fue develado -conjuntamente con un cuadro del Padre Gabriel Gómez- en acto especial el 8 de noviembre de 1927 por parte del párroco Pbro. Pablo Maldonado, compañero de estudios del Padre Morales, en el segundo aniversario del fallecimiento de este ilustre sacerdote. Llevó las palabras de rigor, en ese acto, el Dr. Abdón Vivas Márquez).




Acto de instalación del Centro de Lectura y Recreo de Lobatera en 1914 (primera Biblioteca Pública). De pie, de izquierda a derecha del observador: Don Pedro José Gutiérrez, Don Casiano Rosales (primer Maestro Relojero), Don Zenón Pacheco, Don Marcos Ovalles, Don Altagracia Contreras, Don Pablo Zambrano, Don Tito César Guerrero, Don Melitón Zambrano (padre de Doña María Luisa Zambrano de Guerrero, primera mujer presidente del Concejo Municipal del Distrito Lobatera, en 1970), Don Octavio Portillo y Don Atilio Sánchez. Sentados, de izquierda a derecha del observador, Don Andrés Sánchez Vivas, Don Pedro Pérez, Don José Luis Gálviz, Don Andrés Rivas, Don Jesús María Mora Casanova, Don Octavio Padrón, General Julián Casanova Bustamante (hermano de Maximiano, acompañó al General Cipriano Castro en la Revolución Liberal Restauradora de 1899, desde el combate de Tononó hasta la batalla de  Tocuyito donde cae herido en Nirgua. Falleció en la montaña de Cazaderos, en 1921, cuando dirigía un cuerpo expedicionario que desde Lobatera  marchaba a atacar una invasión antigomecista dirigida por el General Juan Pablo Peñaloza. Juan de Dios Sandoval Zambrano, tío-abuelo de quien esto escribe, era el alférez o portabandera y segundo al mando del cuerpo expedicionario de lobaterenses, debiendo traer el cuerpo de su jefe fallecido de regreso al pueblo), Don Alejandro Rojas Figueroa, Don Leandro Niño y Don Ramón Guerrero Lozada (Foto: Alejandro Rojas Figueroa, 1956).






Modelo del reloj de torre que se encuentra en la Iglesia parroquial de Lobatera (Estado Táchira), tomado del Catálogo de ventas de la E. Howard & Co., de 1912, página 19 (Foto: Paul Middents, 2009).


Arquitectura de funcionamiento de un reloj de torre, de la marca E. Howard & Co. En el caso de la lámina, la maquinaria que mueve las manecillas de las esferas se encuentra en un nivel diferente y hace uso de un quinto dial, vertical, que transmite, de forma ascendente, el movimiento hacia las manecillas. En el caso de la maqunaria del reloj de torre de Lobatera, este se encuentra al mismo nivel de las esferas horarias y el movimiento se transmite horizontalmente, por los cuatro diales horizontales (Foto: tomada del texto 'Time and Timekeepers', MacMillan Co., New York, 1922, p. 299, figura 207 dibujada por Ten Eyck, Nwe York).  




Elvis Zambrano, tachirense, de Seboruco, apasionado del estudio y la ingeniería mecánica, reparó pacientemente entre 2016 y 2021, el histórico reloj pendular de maquinaría y sonería que domina, desde la altura de la torre sur de la Iglesia parroquial, a la población de Lobatera (Foto: Juan José Contreras, 2021). 


Ubicación de la obra estudiada:

Fuente: Sigrid Márquez, 2013




Bibliografía

Catálogo de productos relojeros de la E. Howard & Co. c. 1912. Library Catalog, 
National Association of Watch and Clock Collectors (NAWCC); FEBRES CORDERO, Tulio, Clave histórica de Mérida: Documentos para la historia del Zulia en la época colonial, editorial Antares, Mérida, 1960, p. 82; FRANK, Mark, The evolution Of Tower Clock movements and their design over the past 1000 years, Member of National Association of Watch and Clock Collectors (NAWCC),  NAWCC, Chicago, 2005; DE LA ROSA MORA, Ramón, Pbro., Inventario General Eclesiástico de la Parroquia de Nuestro Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera, Archivo Parroquial, Libro de Inventarios, Lobatera, 4 de febrero de 1927; GUERRERO BRICEÑO, José del Rosario, Primer Cronista de Lobatera, entrevista que le fue realizada por el autor del edublog el 6 de agosto de 1985, San Cristóbal; Biblioteca Pública del Estado Táchira, San Cristóbal, Sala Estadal, sección de Microfilms, MIC-TFC-PPP nº 12619-002, El Campesino, Lobatera, 24 de noviembre de 1913, copias de los microfilms que se conservan en original en la Sala Tulio Febres Cordero, de la Biblioteca Pública del Estado Mérida, Mérida, 1985; WATSON, Margaret, "A lesson in Holden History: 'The Howard Clock and One Man's Quest for Perfection', Gale Free Library's Newspaper, Gale Force, Holden, 2017. 


Créditos  de fotografía | Credit: Images courtesy of  

Proyecto ExpArt quiere dar las gracias a los amigos e instituciones por permitir la reproducción de sus fotografías con lo cual han contribuido a la realización del presente estudio.



Darío Hurtado
Pbro. Oscar Fuenmayor, Cura párroco de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Lobatera (Estado Táchira - Venezuela).

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