Foto de Samir A. Sánchez (2015)
Sobre las esculturas leoninas, en bulto redondo, que dieron nombre a la edificación, hechas entre 1927 y 1928, y gracias a los datos recopilados por el Cronista emérito de la ciudad de San Cristóbal, el Dr. José Joaquín Villamizar Molina (en 1986), se tienen dos versiones en relación con su autor.
Una primera, dada por Don Jesús Ramón Manrique –hijo de Juan de los Santos Rangel- quien afirmó que los leones fueron realizados por Don Jesús Uzcátegui; la segunda, recibida de los señores Pedro Navarro y Enrique Branger, habitantes de la época, quienes atribuyeron la autoría a otro escultor, de nombre Efraín Salas.
Esta diferencia de autores coincide con la diferencia de estilos y calidad de acabado final de las obras descritas. Al comparar el acabado al detalle de la fachada del Hospital Vargas y de sus esculturas de remate (águilas y diosa de la salud), idéntico al del panel central del ático ornamental del Palacio de los Leones (que contiene el escudo nacional), se concluye que ambos salieron de una única mano, la de Don Jesús Eliseo Uzcátegui.
Foto de Samir A. Sánchez (2015)
Cuando hicimos el estudio comparativo (en 2025) entre el acabado de las esculturas de los leones con las obras escultóricas de Uzcátegui, pudiendo sumarles -para efectos de validación- las esculturas de Nuestra Señora de la Consolación -1909-, para la antigua iglesia de Táriba y de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá -1914- para el frontis de la antigua iglesia parroquial de Lobatera, ambas ya desaparecidas y sólo registradas fotográficamente, o la que aún existe de un águila y Santa Rosalía de Palermo, en la iglesia de Borotá -1918- nos encontramos -al igual que ante las versiones- frente dos ópticas distintas del arte de la escultura.
De esa observación, las esculturas de los leones no presentan esa impronta de haber salido de la mente detallista y de las manos de Jesús Uzcátegui. No obstante, hasta que no se encuentre algún documento o referencia, los arcanos del tiempo seguirán guardando el nombre del autor, por cuanto, luego de una detallada revisión de las esculturas, no se encontró la firma del mismo.
De esa observación, las esculturas de los leones no presentan esa impronta de haber salido de la mente detallista y de las manos de Jesús Uzcátegui. No obstante, hasta que no se encuentre algún documento o referencia, los arcanos del tiempo seguirán guardando el nombre del autor, por cuanto, luego de una detallada revisión de las esculturas, no se encontró la firma del mismo.
Características
Los leones rugientes del palacio, que preceden desde la altura de los ángulos superiores de la edificación el acceso al atrio, tienen unas medidas de 1,50 x 1,83 m (trabajo in situ 2015) cada uno.
Foto de Samir A. Sánchez (2015)
Responden a un tipo de escultura por modelado, muy esquemática o simplista que tiende a representar sólo los rasgos más significativos del animal, sin entrar en el detalle o la precisión naturalista, sino más a la linealidad esquemática o geométrica. Esto se observa en las formas dadas a las guedejas, la mandíbula o las dimensiones craneales.
Por igual, las esculturas están desprovistas de todo figurativismo -de inspiración clásica y mitológica- y sin un determinado acento, dramático o expresivo.
Los animales, por su aspecto exterior probablemente trabajados en una mezcla de hormigón a partir de cemento (de pulverización y calcinación), áridos (elementos que dan consistencia al cemento) y agua, sin acabado a pulitura, repiten la misma postura, de pie o pasante (en términos heráldicos), están estructurados sobre una armazón en cabilla y se erigen sobre una peana ornamentada con simples marcas geométricas.
Si bien, a la distancia, la óptica pareciera dar la información de ser idénticas, es sólo un trasver. Tienen diferencias. Una de ellas, la más evidente, radica en el león de la derecha (izquierda del observador) que presenta un acabado de líneas horizontales en su pecho, las cuales marcan los trazos de unas costillas expandidas -y que se forma cuando el león ruge o produce un bramido explosivo y profundo, siendo una de las principales razones del bramido la del marcado o proclamación territorial-, mientras que en el león de la izquierda (derecha del observar), el pecho resulta liso, sin marcas, propio de una actitud silenciosa de acecho o inicio a un lance de caza.
Foto de Samir A. Sánchez (2015)
En cuanto a la peana de soporte, a su vez, forma un solo elemento estructural con la plataforma de concreto y madera en forma de cuarto de círculo que, incrustada entre los ladrillos del reverso del antepecho, sirve de base a las esculturas.
Simbología
Las leyendas urbanas del siglo XX explicaron el origen de estas esculturas –que simbolizan metafóricamente el vigor, la valentía y la fuerza- relacionándolas con la voluntad del General Eustoquio Gómez, de representar la marca personalista o el poder omnímodo de la familia Gómez, en el Táchira y en la Venezuela de su tiempo, si bien es de recordar que el General Eutoquio Gómez ya no era presidente de Estado ni estaba en el Táchira para el momento cuando se hicieron estas esculturas.
No obstante podemos encontrar en el texto del discurso metafórico-simbólico empleado por el Dr. Vicente Dávila (Capacho, 1874 – Caracas, 1949) en el acto de sepelio del Dr. Abdón Vivas Sánchez (Lobatera, 1875 – Barcelona/España, 1917), una conexión mental que permite concluir como la figura del león –en la política e intelectualidad de la época- era la representación simbólica de la fuerza tachirense, a través de los ejércitos de la Revolución Liberal Restauradora (1899-1908), y luego del proceso político de la Causa de la Rehabilitación Nacional (1908-1935), al describir:
Desde el enfoque de la Historia del arte, las esculturas de los leones –en idéntica posición- han estado asociadas o forman ya parte de la ornamentación en las entradas de los palacios renacentistas, barrocos y neoclásicos, desde el siglo XVI.
Éstos se inspiraban en las figuras mitológicas griegas clásicas de Atalanta e Hipoménes. Castigados por haber profanado su templo, fueron metamorfoseados por la diosa Cibeles en leones, quien los puso a su servicio, unciéndolos a su propio carro para que lo arrastraran, sin poder alcanzar a mirarse el uno con el otro.
Por igual, las esculturas de leones, con fines ornamentales, se retrotraen o convergen en su origen, en los modelos de la figura del león, esculpidos por el artista renacentista Flaminio Vacca o Vacchi (Roma, 1538 - Roma, 1605).
Vacca elaboraba sus trabajos -como es el caso de los Leones de Médici que se encontraban presidiendo las escalinatas de ingreso a Villa Médici en Roma- a partir de modelos de la antigüedad romana que él mismo encontró en las afueras de Roma, en la vía Prenestina cerca de la Porta Tiburtina o Puerta de San Lorenzo, los cuales databan del siglo II de nuestra era. La marca personal del escultor romano quedaba grabada en sus trabajos en mármol o bronce como «Opus Flaminii».
Ya, para el s. XVIII el grupo escultórico que representaba a dos leones, uno en reposo y otro activo o al ataque, tenían el objetivo de simbolizar y manifestar los dos lados del poder del monarca o del Estado: el ejercicio de la autoridad en paz (en reposo) y el uso de la fuerza y control (de pie o activo).
Este fue el caso de los dos leones, ornamentales y a su vez simbólicos del poder, que ordenó Carlos III de Borbón colocar en el tramo final de la escalera principal interior del Palacio Real de Madrid. Estas esculturas fueron realizadas por los artistas Felipe de Castro y Robert Michel.
De allí que, con probabilidad, siguiendo ese simbolismo, pero asignado al nuevo poderío tachirense, fueron colocados en bronce en el Mercado cubierto de Capacho Nuevo, por órdenes del General Cipriano Castro, primer presidente tachirense de los Estados Unidos de Venezuela, luego de 1907.
«Un día, las águilas del pensamiento y los leones de la fuerza, abandonando sus cumbres y cavernas andinas, llegaron al pie del Ávila no en son de conquista, sino en pos de sus hermanos para unificar en el seno de la patria la familia venezolana […] ¡Hermano y compañero en la santa religión de una Causa, descansa en paz en la tierra de tus mayores! que si no son rosas del hogar tachirense las que cubren tus despojos, son rosas avileñas, sus hermanas, las que piadosamente te ofrendan tus amigos ¡Adiós!» (Oración fúnebre pronunciada por el Dr. Vicente Dávila en el sepelio del Dr. Abdón Vivas Sánchez, Cementerio General del Sur, Caracas, 20 de diciembre de 1917) [DÁVILA, Vicente, “Abdón Vivas” en Gente del Táchira, recopilación y selección de Anselmo Amado, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Nº 61, tomo II, p. 242].
Éstos se inspiraban en las figuras mitológicas griegas clásicas de Atalanta e Hipoménes. Castigados por haber profanado su templo, fueron metamorfoseados por la diosa Cibeles en leones, quien los puso a su servicio, unciéndolos a su propio carro para que lo arrastraran, sin poder alcanzar a mirarse el uno con el otro.
Por igual, las esculturas de leones, con fines ornamentales, se retrotraen o convergen en su origen, en los modelos de la figura del león, esculpidos por el artista renacentista Flaminio Vacca o Vacchi (Roma, 1538 - Roma, 1605).
Vacca elaboraba sus trabajos -como es el caso de los Leones de Médici que se encontraban presidiendo las escalinatas de ingreso a Villa Médici en Roma- a partir de modelos de la antigüedad romana que él mismo encontró en las afueras de Roma, en la vía Prenestina cerca de la Porta Tiburtina o Puerta de San Lorenzo, los cuales databan del siglo II de nuestra era. La marca personal del escultor romano quedaba grabada en sus trabajos en mármol o bronce como «Opus Flaminii».
Ya, para el s. XVIII el grupo escultórico que representaba a dos leones, uno en reposo y otro activo o al ataque, tenían el objetivo de simbolizar y manifestar los dos lados del poder del monarca o del Estado: el ejercicio de la autoridad en paz (en reposo) y el uso de la fuerza y control (de pie o activo).
Este fue el caso de los dos leones, ornamentales y a su vez simbólicos del poder, que ordenó Carlos III de Borbón colocar en el tramo final de la escalera principal interior del Palacio Real de Madrid. Estas esculturas fueron realizadas por los artistas Felipe de Castro y Robert Michel.
De allí que, con probabilidad, siguiendo ese simbolismo, pero asignado al nuevo poderío tachirense, fueron colocados en bronce en el Mercado cubierto de Capacho Nuevo, por órdenes del General Cipriano Castro, primer presidente tachirense de los Estados Unidos de Venezuela, luego de 1907.
Foto de Samir A. Sánchez (2015)
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