martes, 16 de diciembre de 2014

Las Navidades y el pesebre tachirense de tiempos ya olvidados | Ad Praesepe: Long-forgotten Tachiran Christmas and Crèche







Llegaron ya los venturosos días/de espléndidas noches estrelladas;/alegres y risueñas madrugadas, nos vienen anunciado la llegada del Mesías

(antiguo villancico tradicional tachirense, s. XIX. Recopilación de cantos de molienda, de la tierra, de faenas y de la religiosidad popular. Srta. Delfina Sandoval, maestra, Lobatera 1920)



Proyecto Experiencia Arte quiere expresar sus especiales palabras de gratitud al Pbro. Oscar Fuenmayor, al equipo de pastoral de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera (Estado Táchira - Venezuela) y a Cosme Darío Hurtado Cárdenas, por el trabajo creativo del pesebre de Lobatera (2014) así como las imágenes fotográficas que acompañan los textos seleccionados.





Niño Jesús. Imagen elaborada en cartón-madera por "El Arte Cristiano", de Berga, Vayreda y Ca, Olot (Cataluña - España). Perteneció al pesebre de la familia Sandoval Zambrano (Lobatera - Estado Táchira - Venezuela), de inicios del siglo XX (Foto: Santiago Xavier Sánchez, 2012).



Pesebre tradicional de las navidades tachirenses. Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera. Diciembre de 1974. La imágenes del pesebre fueron encargadas y traídas desde Italia por el Pbro. Bachiller Pedro María Morales en 1906 (Foto: Cristian Sánchez, 1974/Restauración cromática: Darío Hurtado, 2020).




Talla en madera de la Sagrada Familia obra del escultor catalán Francisco Vila (Barcelona, España), donada a la Capilla de Santa Leocadia, de la Parroquial de Lobatera, por el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez (1864-1919) en septiembre de 1916. Aún cuando ha sido repintada en varias ocasiones, perdiendo su color y textura original hecho con las técnicas del estofado en los vestidos y acabado a pulimento en las encarnaciones o piel de los personajes, mantiene la impronta de los grandes tallistas de arte sacro del siglo XIX (Foto: Darío Hurtado, 2022).



Ad praesepe... El Pesebre a dos mil años de luz


«Un niño nos ha nacido, un niño se nos ha dado, que vendrá con mucho poder. De él se dirá: Este es el consejero admirable, el héroe divino, el padre que no muere, el príncipe de la paz».


En las horas más sombrías para el pueblo de Israel —a 700 y tantos años de la era cristiana—, lanza Isaías esta profecía. El reino de David está en conflicto con sus vecinos poderosos, y el niño —Emmanuel— debe nacer en Belén en tiempo de paz: «Como gobernante, le pondré la Paz, y en vez de opresión, la Justicia», recalca el profeta de la antigüedad.


Por el mismo tiempo, allá en la llanura volcánica de Lacio, se funda el imperio que pondrá en paz toda la tierra por el derecho y la justicia.


En la hora apoteósica de la Roma Imperial, César Augusto, dueño del mundo, sube al Capitolio para preguntar a los dioses quién empuñaría el cetro después de su muerte: «Por disposición divina —le responde la sibila— descenderá del cielo de los beatos un niño que pondrá su trono en este templo. Será inmaculado y enemigo de nuestros altares».


Para perpetuar el Oráculo, aquel Emperador y Pontífice máximo hizo construir un altar en lo alto de la Colina Capitolina, con esta inscripción: «Haec ara Filii Dei est» —Este altar es del Hijo de Dios.




La Sagrada Familia de Nazaret («Santa Famiglia di Gesù, Maria e Giuseppe»). Artística litografía sobre cartón piedra (cromolitografía de 1,50 cm x 0,50 cm) sobre papel avitelado, anterior a 1944. Copia de una pintura (firmada en su extremo inferior izquierdo, del observador, por Giovanni) la cual pertenece a la escuela del romanticismo italiano -o el arte del sentimiento, como fue definido por varios historiadores de arte, de fines del siglo XIX. Este cuadro es un regalo del Presidente del Concejo Municipal del Distrito Lobatera, Don Jesús María Ramírez, a los esposos Don Macario Sandoval Mora y Doña Juana de Dios Zambrano de Sandoval, en sus bodas de oro matrimoniales (Lobatera, 18 de abril de 1894 - Lobatera, 18 de abril de 1944). Foto: Familia Sandoval Zambrano, Lobatera, Estado Táchira, 2017. 




Y fue el propio César Augusto el providencial instrumento que pondrá en la historia la profecía y el mismo oráculo sibilino. A los cuarenta y dos años de su reinado —733 de la fundación de Roma—, viéndose dueño del mundo, ordenó un censo para conocer a todos sus súbditos, próximos y lejanos. Promulgado según la tradición en Tarragona, no se realizó en seguida por razones de estado. Augusto quería hacer el empadronamiento en tiempo de paz, y cerrar, como símbolo, el templo de Jano.


Dominados los cántabros, astures, germanos y galos, hizo efectivo al orbe el decreto desde Roma, a los 749 años de su fundación. Las puertas del templo se cerraron. El mundo estaba listo para el gran acontecimiento que va a dividir la historia en dos mitades.


La profecía se hace historia. El oráculo, realidad. El Verbo se hace carne y se injerta en el tronco viejo de la humanidad.



Las artísticas imágenes, del nacimiento italiano, adquiridas por el Padre Pedro María Morales en 1906, sigue aún presidiendo las navidades en la Iglesia Parroquial de Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).
 
A dos mil años de luz, los ángeles siguen cantando: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, gracia a los hombres y paz».


A dos mil años de sombra, los hijos de la tiniebla siguen haciendo guerras, en la guerra y en la paz...


Un surco tan grande en la historia, no podía escapar a los espíritus sensibles que traducen la verdad en belleza y la belleza en vida y bondad. Con la primera sangre cristiana surgen los pintores ingenuos de las catacumbas. La fe perseguida se manifiesta en símbolos místicos: panes, peces, pelícanos, flores... adornan, afrescados, sepulcros de los cuerpos desgarrados.


Pero los símbolos no bastan y se buscan las figuras. Y en pleno siglo segundo se pinta la Natividad y la Epifanía. La Virgen, el Niño y la Estrella, hacen su entrada en las catacumbas de Priscila. Luego en los templos, claustros y conventos. En el siglo VII, en Santa María la Mayor, un pequeño oratorio recuerda a los fieles de Roma la cueva del Señor.


La Nochebuena se vuelve eterno día, y los protagonistas del Pesebre encuentran posada en relieves de alabastro, en tablillas de marfil, en litúrgicos vitrales, en pórticos y retablos, en códices y pergaminos, en las cortes, en el pueblo, en el teatro medioeval... La historia nos habla de los «Autos del Nacimiento
», del «Oficio de la Estrella», del «Canto de la Sibila/Cant de la Sibil-la (en mallorquín)», que todavía hoy anuncia en Mallorca la llegada del Mesías. La vida de Cristo, de místicos autores, inspira a poetas, artistas y escritores, y se extiende por Europa durante el siglo XII. La Natividad del Señor se traduce con el arte en formas y color.


Francisco de Asís convertirá el Misterio en vida y dará al Pesebre un gran sentido humano: «Quisiera hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en Belén», dice a su amigo Juan Vellita, próxima la Navidad de 1223.


Bajo la bóveda celeste, Francisco prepara el pesebre, y sobré el pesebre un altar. Las campanas de Greccio llaman a Nochebuena. Pastores y campesinos, con antorchas y rebaños, plena alegres aquella tierna escena de la Navidad.


Con este episodio, Francisco de Asís populariza el Pesebre. Pero sólo a mediados del siglo XV, se designará con tal palabra latina —«praesepe»— la escena del nacimiento de Jesús en Belén de Judá.


Y si por pesebre entendemos, no la mera representación, sino el conjunto decorativo que se arma por Navidad y luego se desmonta, hay que esperar hasta 1562 para encontrar en la Iglesia de los jesuitas, en Praga, el primer Belén que registra la historia. Cinco años después, aparece el primero de carácter familiar, de la duquesa Constanza d'Aragona.


En alas del arte y de la fe, pronto se extiende y populariza la costumbre por Europa. De su raigambre popular nos hablan las calles y hosterías del Tirol dedicadas al Belén, la «Vía dei Figurari» en Nápoles, la del «Bambinai» en Palermo...


Y llega la edad de oro del Pesebre, en el siglo XVIII, bajo el impulso de un monarca —Carlos III—, mecenas y pesebrista, quien regirá por años los destinos de Nápoles y luego los de España. En 1739 construye la fábrica de porcelanas Capodimonte y propaga por la Campania las figuras y pesebres que modela con su esposa María Amalia.


El ejemplo del munífico señor cala en la aristocracia y en el pueblo, admirados del trabajo de sus manos, y se forma la rica escuela del «Presepio Napolitano». Arte, colorido, tipismos, religiosidad, se funden con la cerámica y la «terracotta», en una versión napolitana del Evangelio, que dibuja lo humano y divino de la Navidad.







El altar mayor de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá Lobatera, luce los cuidados adornos navideños en la fiesta y memoria de Santa Lucía Virgen y Mártir, 13 de diciembre de 2014 (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).


Con alguna influencia de aquella escuela y del monarca, florece el arte pesebrístico por Austria, Alemania, Portugal y España, si bien antes, en el siglo XVII, Lope de Vega monta su Belén con figuras de cera.


Pero tuvo que llegar el barroco para que el pesebre español alcanzara su madurez —sólo superada por el catalán Amadeu—, no sin antes haber conquistado el corazón de la América hispana y morena, donde se desarrolla una pluriforme escuela: Quito, Lima, México, Bogotá, Mérida, Trujillo... Cada pueblo traduce el Nacimiento de Jesús a su arte y manera.






Artísticas imágenes de los pastores, del nacimiento italiano adquirido por el Padre Pedro María Morales en 1906, siguen aún acompañando las navidades en la Iglesia Parroquial de Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).



A dos mil años de luz, la humanidad espera... Espera el eterno mensaje de amor y de paz que el dios de la técnica no ha podido dar. Violencia, injusticias, drogas, crueldad... oprimen al hombre. No hay tregua en el mal.


A dos mil años de luz, el eterno pesebre de la Navidad recuerda el camino de humildes pastores y el eco repite: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis/Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, gracia a los hombres y paz.




Texto del P. Juan Vives Suriá (Barcelona/España, 1924 - Caracas, 2004) en "El Nacimiento", publicación dirigida por Aquiles Nazoa y editada por la Compañía Anónima Teléfonos de Venezuela (CANTV, Caracas, 1971). 

 



La Navidad tachirense de tiempos ya olvidados

 

Con noviembre se despedía el mes de los muertos, las noches de los rezos para pedir por el eterno descanso de padres y familiares fallecidos y los muertos que no tenían deudos en el mundo.



El creativo y original pesebre de la Iglesia Parroquial de Lobatera, recrea la Puerta de Damasco de la ciudad vieja de Jerusalén, bajo la majestuosa construcción basilical de la iglesia parroquial, emplazado en el traspórtico y nave central cubierta con bóvedas de arista y tramos separados por arcos fajones o perpiaños (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).


Al entrar diciembre, el cielo de San Cristóbal y de los demás pueblos y aldeas tachirenses, parecía más azul, más alto, más cielo. Un aire alegre hacía cosquillas, envolvía a los hombres trasnochados y a las mujeres madrugadoras que se encontraban en las desiertas calles cuando regresaban los unos de la simple bohemia pueblerina y encaminaban las otras sus pasos a la iglesia donde la pólvora con el tronar de morteros y voladores (cohetes) así como la música del órgano y el coro de pastorcitos y sus villancicos, acompasaban la palabra del predicador que hablaba ahora de la alegría de la Natividad y del misterio de Belén, en las madrugadoras misas de Aguinaldos (vieja castellanización de la medieval expresión francesa "au gui l'anne neuf" que describía el Muérdago de Navidad y Año Nuevo).



La imagen de San Isidro el Labrador, cubierto con sombrero alón de jipijapa y convertido en pastor y hortelano, así como una artesanal noria movida por azules cascadas de agua de papel, fueron incorporados armoniosamente al pesebre de la Iglesia Parroquial de Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).


Un día, muy de mañana, los corredores y las salas de las casas veían el constante ir y venir de sus moradores en la búsqueda y preparación del eterno plato de la Navidad venezolana: las hallacas. Los hombres, trabajando en el retocar y pintar de la casa o
«componiendo» (descomponer) el cochino (cerdo) que se serviría en la mesa familiar. El suave olor de ponche (licor dulce tachirense) junto al del brandy, indicaban que ya todo estaba listo. 



Una de las basas de piedra, horadadas, -que aún se conservan- las cuales sirvieron de sustentación a los pilares de madera con molduradas zapatas que sostenían las soleras y tirantes del techo, a dos aguas, de la iglesia colonial de Lobatera, fue adaptada con creatividad, para convertirse en bebedero para las ovejas del pesebre de la Iglesia Parroquial (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).



Por igual al romper el hervor del dulce de lechosa (papaya), su aroma impregnaba de exquisita alegría los días de Navidad. Las casas quedaban invadidas por todos estos aromas, sumados al perfume del gusanillo
(florecilla silvestre), manojos de viravira (florecillas blancas de los páramos) y guinchos (bromelias) que habían traído de las montañas vecinas para el pesebre.


Eran las vísperas de la Nochebuena. Con el gusanillo, llegaban también cargas de musgo o de lama, como se decía en el lenguaje tachirense. Desde los primeros días de noviembre, las mujeres de la casa empezaban a sembrar, en vasijas, los granos de maíz para que otro verde formara parte del paisaje vegetal de pesebre, mientras que las más jóvenes de la casa buscaban, en los plantíos que rodeaban a la ciudad y a los pueblos, las espigas de la caña brava y las hojas secas para construir la choza del Niño Dios.






La antigua imagen de vestir o de armazón de la Verónica, de la Semana Santa de Lobatera fue adaptada con creatividad, para convertirse en antañona campesina tachirense que carga un fardo de leña para la lumbre, en el pesebre de la Iglesia Parroquial de Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).



Otras mujeres, elaboraban con artístico trabajo rebaños de ovejas de anime con piel de algodón, sus paticas de palos de fósforo (cerillas) suizo y orejitas de cartón. Las más diestras en manualidades, confeccionaban las figuras más populares que se recreaban en el viejo pesebre tachirense: la figura del cotudo (quien padece de bocio) del pueblo, la pareja campesina con sus ruanas y sombreros, la lavandera de las quebradas, el zapatero, el cura y el jefe civil.

 

Las viejas y coloniales imágenes de armazón o de vestir, de las Tres Marías y la Verónica, de la Semana Santa de Lobatera -las cuales impactaron en la sensibilidad artística de la poeta y ensayista Jean Aristeguieta (nacida en Guasipati, Estado Bolívar) y que relatara en su libro Viaje maravilloso. Andes venezolanos, ediciones Lírica Hispánica, Caracas,1958- fueron adaptadas con creatividad, para convertirse en antañonas campesinas tachirenses del pesebre de la Iglesia Parroquial (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).


Competían estas artísticas figuras de anime, nacidas en el corazón de la ciudad de La Grita, con las diminutas figuras de los alfareros de Lomas Altas y Lomas Bajas de Capacho. Las figuras de barro de Capacho constituían las más depuradas, rica y expresiva manifestación del arte campesino, en donde un grupo de artistas de la arcilla creaban personajes y escenas que reflejaban en forma crítica y original el universo que les rodeaba.
 

Los Tres Reyes Magos, camellos y pajes, del nacimiento italiano adquirido por el Padre Pedro María Morales, en 1906, siguen su interminable peregrinar de siglos hasta el pesebre de Lobatera (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).



En la noche del 24, la Nochebuena, después de la misa de Medianoche y antes de la cena que congregaba a toda la familia al calor del hogar materno, las manos de la nona o el nono (los abuelos) o del más pequeño o pequeña de la casa, colocaba en la cuna del pesebre la imagen del Niño Jesús, a la hora que se repite de año en año a través de los siglos cuando el coro de los ángeles proclamaba el Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
 

Pesebre de la Iglesia Parroquial de Lobatera (Estado Táchira - Venezuela).  Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014.



Así, al recapitular nuestras Navidades, las Navidades de tiempos ya olvidados, nos encontramos ante un hecho social que no exige mayor cuestionamiento: la devoción popular tachirense del pesebre reflejaba un clima social y un tiempo de sencillas alegrías y modesto vivir que congregó durante centurias, a las comunidades andinas.



Las viejas y coloniales imágenes de armazón o de vestir, de las Tres Marías y la Verónica, pasos de la Semana Santa de Lobatera -las cuales impactaron en la sensibilidad artística de la poeta y ensayista Jean Aristeguieta (nacida en Guasipati, Estado Bolívar) y que relatara en su libro Viaje maravilloso. Andes venezolanos, ediciones Lírica Hispánica, Caracas, 1958-, fueron adaptadas con creatividad, para convertirse en antañonas campesinas tachirenses, que extraen el agua de un empedrado pozo con vasijas de barro de Capacho, en el pesebre de la Iglesia Parroquial (Foto: Cosme Darío Hurtado Cárdenas, 2014).



El pesebre era el altar -así lo indicaba aquella lámpara de aceite (de tártago o ricino) que nunca faltaba junto al nacimiento- pero también la oportunidad de hacer presentes las obras del arte popular y de convertir al pueblo en una sola y única gran morada con todas las puertas abiertas para reunir a parroquianos que iban de casa en casa, bajo el mandato cristiano de paz y buena voluntad.


Textos Ramón J. Velásquez (1997) y Samir A. Sánchez (2014)









© Proyecto Experiencia Arte / Experience Art Project 2012-2014. Algunos derechos reservados. Los derechos de autor de las fotografías pertenecen a cada fotógrafo, grupo o institución mencionada.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Fundación de la ciudad de San Cristóbal, en Venezuela, en el testimonio de un documento joya de la identidad tachirense | The Foundational Magna Carta of San Cristóbal (Venezuela), where it all started...




 
 





Calle de Caldereros o Cal de Caldereros (Salamanca, 1893). Aspecto de la calle y casa solariega de los Maldonado (izquierda del observador) en la ciudad de Salamanca (España). La construcción, del siglo XV, fue derribada al finalizar el siglo XIX. De esa casa salió en la primavera de 1540 -con rumbo a las Indias- Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán junto a su hermano Ambrosio en un viaje de aventura y épica, que no tuvo retorno. 

Por igual, sobresale en el horizonte la imponente y medieval Torre del Clavero y la empinada cuesta que finalizaba en la plaza de San Adrián (Foto: Postal en fototipia, Hauser y Menet, Madrid, 1893. Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España, 2015. Reproducción con fines didácticos).



«¡Largad trinquete!
En nombre de la Santísima Trinidad
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Tres personas y un solo Dios verdadero,
Que sea con nosotros y nos guarde,
que acompañe y nos dé buen viaje a salvamento,
y nos lleve y vuelva a nuestras casas. Así sea».

 

Desde la cubierta de la nao, Ambrosio y Juan, de diecisiete y quince años respectivamente, oyeron junto a los tallados balaustres de cubierta, la anterior oración que el piloto mayor -con esforzada y levantada voz- pregonaba desde el castillo de popa.


Era junio de 1540 y la Flota de las Indias se hacía a la vela y levaba anclas, del puerto de Sanlúcar de Barrameda.


Con viento favorable se adentró en la Mar Océano, abandonando las impasibles aguas del Golfo de Cádiz y aquella franja de luengas tierras que los adolescentes no volverían a ver.


A lo lejos, ya se borraban de la vista las almenadas siluetas del Barrio Alto y con ellas, en la mente de Juan se iniciaba el humano pasar de imágenes y memoria. Se iniciaba un viaje de regreso hacia los sueños.


De la raíz vital de sus recuerdos brotó la figura materna de Doña Beatriz Ordóñez de Villaquirán; el gesto severo del padre, Don Rodrigo Maldonado, III Señor de Linejo y Torrecilla; el sol ocultándose en el poniente del mar de Castilla, dorando las doctas piedras de Salamanca; de los juegos y el correr por la casa y solar de Cal de Caldereros; la mirada absorta, desde la plaza de San Adrián, de las voladizas y elevadas almenas de la torre del Clavero; los arcos y pilares del puente romano sobre el Tormes; la cuesta de Sancti Spiritus y el teso o monte alto donde se asienta la parroquial y plazuela de San Cristóbal.


Como lo evocara el sabio Dr. Aurelio Ferrero Tamayo en su prosa histórica, Santa María la Antigua del Darién, Santa Marta, Santa Fe de Bogotá, Tunja, Pamplona, Santiago de los Caballeros en tierras de Trujillo y Mérida, templarían su espíritu y lo forjarían como jinete de caballos de América -y Maestre de Campo en la expedición de El Dorado- que proyectaron su sombra sobre maizales y milenarias piedras, hechas cimientos y sendas de los naturales, sorprendidos ante un mundo que se les hundía para ceder ante otro nuevo.


Así, enfundado en el valor de quienes comienzan a poblar mil patrias nuevas porque iban perdiendo la suya, al calendar el 31 de marzo de 1561 en el valle de Santiago, el ya Capitán y Adelantado Don Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán «temiendo a Dios y guardando su conciencia y los fueros del derecho y la justicia divina y del Rey» según lo preceptuaba el antiguo formulario, sobre tierra campa, abierta entre las soberbias alturas de las montañas andinas tachirenses, con tres certeros golpes de su toledana tizona de acero templado y filo tajador, puso a palpitar el corazón de la urbe -el in cordis civitatis de la antigua Roma- la cual con el pasar del tiempo se transformaría en la gran metrópoli comercial, financiera y universitaria, cercana al millón de habitantes: la actual ciudad de San Cristóbal.


En ese mismo momento, dicta dos autos o cartas de población. El primero, con los fueros, preeminencias y libertades ciudadanas de San Cristóbal; el segundo,  con su jurisdicción y términos, los cuales tuvieron por confines, hacia los cuatro horizontes de la Villa: hasta el paso de Pueblo Hondo, por el oriente; hasta el río de Cúcuta (actual Pamplonita), por el poniente; hasta las orillas de los Brazos de Herinas (actual río Catatumbo) por septentrión; y hasta los llanos de Venezuela, en las tierras del sur.


Con ellos unificó, formó y dio origen por igual -cual dibujo subyacente- a toda una región, a su territorialidad e identidad: el Táchira. Torre y portal, guarda y vigía que impera sobre el finisterre horizonte del occidente venezolano. Por ello, estar ante estos documentos es estar ante la primera joya de la identidad tachirense, ante la piedra fundacional que delimitó las fronteras por donde se extendería.





Capitán, Adelantado y Maestre de Campo, Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán (El Barco de Ávila, antigua provincia de Salamanca, 1525 - Pamplona, Nuevo Reino de Granada, 1572), fundador de la ciudad de San Cristóbal (Estado Táchira - Venezuela), el 31 de marzo de 1561. Óleo de uno de los más reconocidos maestros españoles del retrato, el pintor Antonio Solis Ávila (Madroñera, Cáceres, 1899 - Madrid, 1968), fue realizado por encargo de la Junta del Cuatricentenario, en especial por uno de sus miembros, el Dr. Aurelio Ferrero Tamayo, con la colaboración del historiador Dr. Ramón Maldonado y Cocat, en 1960, para ser entregado al Concejo Municipal de San Cristóbal, en las celebraciones del Cuatricentenario de la ciudad, en 1961. Esta obra fue restaurada por iniciativa del Cronista de la ciudad Dr. Luis Hernández Contreras con la colaboración de la Municipalidad y de dos mecenas del arte tachirense, el Dr. Arturo Branger y el Ing. Fernando Moreno, en enero de 2016. El trabajo de restauración fue realizado por el especialista tachirense Homero Parra (Foto: Dr. Luis Hernández Contreras, 2016)






Firma autógrafa del Capitán y Adelantado Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán en un documento testamentario que se conserva en el Archivo General de la Nación (Bogotá), Protocolos Notariales de Pamplona, 12 de noviembre de 1557 (Foto/Diapo, Sigrid Márquez Poleo, 2014).











Pintura mural o fresco seco y temple de San Cristóbal mártir de Licia, del siglo XVI. Hallada  -por trabajos de restauración- en la casa solariega que perteneciera al Capitán Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán, fundador de la ciudad de San Cristóbal (Estado Táchira - Venezuela), en la ciudad de Pamplona (Colombia) y actual Museo de Arte Moderno "Ramírez Villamizar". El fresco fue encontrado y restaurado en 1990 por el muralista mexicano Rodolfo Vallín, cuando trabajaba en las paredes del primer descanso o rellano de la escalera principal de la casa (Foto: Museo de Arte Moderno "Ramírez Villamizar", Pamplona, Colombia, Reproducción de imagen con autorizaciòn de la Fundaciòn Museo de Arte Moderno "Ramìrez Villamizar", de fecha 13 de julio de 2015).
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Imagen de San Cristóbal en la Catedral de San Cristóbal. Enmarcada en un altar toscano neorrenacentista, de mármoles blancos y policromados (del tipo cipollini, también denominado mármol de Caristo), se puede apreciar la imagen de San Cristóbal mártir de Licia. Es una talla en madera de cedro amargo o cedro americano (cedrela odorata), de fines del siglo XIX, que se conserva en la capilla de San Cristóbal, inmediata al altar mayor y preside la nave del Evangelio o nave norte de la Catedral de la ciudad de San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela. Según el Cronista emérito Dr. J. J. Villamizar Molina, fue realizada, junto con la de San Sebastián, por el artesano Don Antonio Ignacio Dávila Paredes (Pueblo Llano, Mérida, 1844 - Capacho Nuevo, 1918. Casado con Inés Pico Pernía) en la población de Capacho Nuevo/Independencia (Foto: Base de datos con inventario de imágenes de la Catedral de San Cristóbal).






Sumario: Desde la cubierta de la nao; 1. La Carta Magna de la ciudad de San Cristóbal; 2. Transcripción de la Real Provisión e Instrucción de Nuevas Poblaciones dada por la Princesa Gobernadora y Archiduquesa Doña Juana de Austria, por la cual se ordena la fundación de la Villa de San Cristóbal; Créditos de fotografía.




Luces del atardecer recayendo sobre la estatua ecuestre del Capitán Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán (Barco de Ávila/Salamanca, España 1525 - Nueva Pamplona del Nuevo Reino de Granada/Colombia 1572), fundador de la ciudad de San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, y que se erige en la Plaza Mayor de la ciudad de San Cristóbal (o Plaza Juan Maldonado). Foto: Tochadas.com, 2017. 



1. La Carta Magna de la ciudad de San Cristóbal


En lo que concierne a la ciudad de San Cristóbal (Estado Táchira – Venezuela), al indagar sobre su acta de fundación, verdadera carta magna de sus orígenes e instrumento y documento notarial que en fe pública le dio personalidad jurídica a la urbe, se encontró que la misma no se pudo conservar.


El Archivo Histórico de la Municipalidad sólo cuenta con libros organizados a partir del período republicano (de 1820) y los repositorios más antiguos (pertenecientes al período monárquico o del gobierno español), mejor conservados sobre documentos notariales en el Estado Táchira, pertenecen al Archivo Histórico de la ciudad de La Grita (1600-1907, Registro Público Principal del Estado Táchira, en San Cristóbal) y el Archivo Histórico de la ciudad de Lobatera (1748-1958, Registro Público Subalterno del Municipio Lobatera, Lobatera).


Los protocolos notariales de los antiguos escribanos de la Villa de San Cristóbal, que se habían conservado desde 1561 hasta inicios del siglo XIX, fueron objeto de actitudes destructivas las cuales tuvieron predominio sobre la línea general de conservación de los diferentes fondos documentales que habían custodiado la memoria histórica de la urbe.


Prueba inequívoca de esta destrucción documental se tiene en 1865 cuando –ante las reformas de tierras baldías de la Federación- un grupo de testigos y vecinos al ser inquiridos por el Gobernador del Estado, sobre la propiedad de unas tierras próximas a la ciudad, al unísono respondieron positivamente a la siguiente interrogante:

«5º Declaren si es un hecho cierto i positivo, que les consta a los testigos que por ser público y notorio que desde la guerra de la Independencia, por conse­cuencia de ella, se perdieron todos los protocolos de instrumentos públicos i de­más papeles que contenía el archivo de la Villa, el cual fue arrojado a la plaza, i que por esta circunstancia casi todos los dueños de tierras perdieron los títulos de propiedad [...]».

En un informe estadístico oficial de 1876, se ratificaba que: 

«[...] también existen datos po­sitivos de haber sido arrojados a las calles y quemados la mayor parte de los archivos públicos, con motivo de la guerra de independencia».

Frente a este mnemocidio, del acta de fundación o auto fundacional sólo se ha conservado hasta el presente un documento, supletorio, que guarda la fecha exacta de la fundación de la Villa de San Cristóbal, lunes, 31 de marzo de 1561

Se corresponde con un traslado de documentos originales, en copias notariales hechas en diciembre de 1621 por razones judiciales. Es una Carta Ejecutoria (disposición que se expedía para el conocimiento de toda una provincia, gobernación o virreinato) de 1562, inserta en los libros de Cabildo de la Villa de San Cristóbal, la cual se transcribió para que formara parte de los autos contra el vecino Cristóbal de Araque y Ponce de León y otros por la muerte del regidor Pedro Suárez Pabón, en el sitio de Cazaderos, en los valles de Cúcuta. Considerado como de su jurisdicción por los justicias mayores de la Villa de San Cristóbal y de la ciudad de Pamplona.

Por igual en el respectivo expediente, transcrito en escritura procesal encadenada, se encuentran dos de los autos fundacionales: el de fijación de términos y jurisdicción de la Villa y el de fijación de jurisdicción de autoridad procesal y criminal del Justicia Mayor y Alcaldes ordinarios de primera y segunda elección.


El fragmento de la Carta Ejecutoria de 1562, que se transcribe a continuación, fue un singular hallazgo del Padre Joaquín Urdiciáin, O.R.S.A. en los archivos coloniales de Santa Fe de Bogotá (Archivo General de la Nación, Bogotá, sección Empleados Públicos, tomo V, folios 1.639, del expediente citado fs. 19-33) en 1958. 


Es el primer documento que –además de poseer el valor legal que le otorga el ser una Carta Ejecutoria– resguarda Ad Perpetuam Rei Memoriam la fecha exacta de la fundación de la ciudad de San Cristóbal, conservada según el antiguo calendario juliano, sin adaptación al gregoriano o de la era común, adoptado en España y sus dominios a partir del 3 de octubre de 1582. 





Felipe II en 1560, detalle del óleo sobre lienzo, 198 x 102 cm, del pintor Antonio Moro (1560), Patrimonio Nacional de España, Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, Inv. 10014146 (reproducción con fines didácticos).




Villa y Corte de Madrid, en 1562 (a un año de la fundación de la Villa de San Cristóbal en el Nuevo Reino de Granada de las Indias del Mar Océano). Madrid era, para la fecha, la capital de los Reinos de España y de las Indias, de las Molucas y Mindanao. Colección de dibujos de ciudades españolas del siglo XVI por el artista topográfico flamenco Antoon van den Wijngaerde (1525-1571) y realizada por encargo del rey Felipe II (Imagen de Biblioteca Nacional de España, 2010, reproducción con fines didácticos).  





 

             

Real Carta Ejecutoria sobre la fundación de la ciudad de San Cristóbal (Estado Táchira)

 

«DON FELIPE, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Conde de Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, Duque de Atenas y Neopatria, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña y de Brabante y de Milán, Conde de Flandes y del Tirol. Al nuestro justicia mayor y a los de nuestro Consejo, visorreyes, presidentes y oidores de las Audiencias y Chancillerías reales, y a los gobernadores, corregidores, alcaldes, capitanes y justicias mayores, y a vuestros lugartenientes en los dichos oficios, y a los alcaldes ordinarios y otras cualesquier nuestras justicias, así de las ciudades de Pamplona y Villa de San Cristóbal, del Nuevo Reino como de todas las otras ciudades, villas y lugares del dicho Nuevo Reino, a cada uno de vos en vuestra jurisdicción a quien esta nuestra Carta Ejecutoria fuere mostrada, o su traslado autorizado del escribano sacado con autoridad de juez competente, salud y gracia: Sépades que pleito se ha tratado en la nuestra Audiencia y Chancillería Real del dicho Nuevo Reino, ante el presidente y oidores de ella, entre partes de la una el Cabildo, Justicia y Regimiento y vecinos de la dicha ciudad de Pamplona y Nicolás de Palencia y Pedro de Sotelo, sus Procuradores en sus nombres y de la otra el Cabildo, Justicia y Regimiento de la dicha Villa de San Cristóbal y Hernán Martín Peñuelas y Alonso del Valle, sus Procuradores, cada uno con sus poderes bastantes de sus partes, sobre que parece que Juan del Rincón, vecino y procurador de la dicha ciudad de Pamplona, por una petición que en la dicha nuestra Audiencia presentó, en doce días del mes de agosto del año pasado de mil y quinientos y sesenta años dijo, que en el valle de Santiago y las comarcas que eran términos e jurisdicción de la dicha ciudad, había cantidad de indios y que algunos de ellos habían dado la paz en nuestro nombre y no la guardaban por serle dificultoso el venir a servir a la dicha ciudad por la distancia del camino, y sería gran servicio de Dios Nuestro Señor y nuestro, y conversión de los dichos indios naturales si se poblase en la dicha provincia una villeta sujeta a la dicha ciudad. Nos suplicaba mandásemos dar nuestra/




«provisión rreal para que sse poblase la dicha villeta señalando para ello al Capitán Juan Maldonado […]». Fotostato: Academia Nacional de la Historia (Caracas, 1958), proceso de digitalización y adaptación Sigrid Márquez Poleo, reproducción con fines didácticos, 2014.

/provisión rreal para que sse poblase la dicha villeta señalando para ello al Capitán Juan Maldonado como persona que era suficiente para el dicho cargo; de lo cual le fue mandado y por su parte fue dada cierta información de testigos la cual vista por los dichos nuestro Presidente y Oidores mandaron dar e dieron nuestra carta y provisión real dirigida al dicho Juan Maldonado para que hiciese la dicha población y poblase una villa y pueblo sufragana y sujeta a la dicha çiudad de Pamplona inserta en ella la instrucción de Nuevas Poblaciones por nos dadas, por virtud de la cual parece que el dicho Capitán Juan Maldonado pobló e fundó en nuestro rreal nombre en el valle de Santiago, lunes treinta y un días del mes de marzo del año pasado de sesenta y uno, un pueblo al qual puso por nombre la Villa de San Cristóval, y tomó la posesión de él en nuestro nombre, y eligió y nombró alcaldes, rregidores e otros oficiales de justicia en ellas y les señaló y amoxonó ciertos términos y declaró los casos que la justicia de la dicha Villa debía conocer según parece por dos autos que están insertos en la dicha fundación […]».




«Después y estos tienen lo mejor de la tierra los quales no an de ser parte que a nosotros nos quiten el sustento que tanbien emos servido y trabajado. Por las quales rrazones a vuestra señoría pido y suplico mande declarar no aver lugar cosa alguna de lo que la parte contraria a pedido e mande que la dicha villeta sea como es sufragana a la dicha ςiudad, conforme a la fundaςión de la dicha ςiudad de Pamplona y a la provisión que se dio por esta Rreal Audiencia para poblar la dicha villeta y mande a hazer en todo ssegún y como por mi está pedido y alegado sobre que pido justicia y costas y en lo demás necesario etcétera. Y los vecinos de la ςiudad de Pamplona que fuymos con el dicho Capitán Juan Maldonado son los siguientes: el Capitán Juan Maldonado, Nicolás de Palencia, Alonso Durán el viejo, Antón Esteban, Francisco Fernández, Pero Gómez y Orozco […]». Fotostato: Academia Nacional de la Historia (Caracas, 1958), proceso de digitalización y adaptación Sigrid Márquez Poleo, reproducción con fines didácticos, 2014.




«Alonso Carrillo, Francisco Sánchez, Gonzalo Rodríguez, Miguel Lorenzo, Juan Martín de Alvercón, Nicolás Nieto. Los soldados que fueron y entraron con el dicho capitán Maldonado y con los dichos vezinos de Pamplona que fueron de los primeros son los siguientes: Hernán Martín Peñuelas, procurador, Juan Francisco, Gonzalo de Vega, Juan Camacho (Escribano de la expedición y primer Escribano Real del Cabildo de la Villa de San Cristóbal), Baracaldo, Luis Sánchez, Pedro de Anguita, Luis Maldonado. Y los soldados que an entrado después de poblada la dicha villeta de Sant Cristoval son los siguientes: Alonso Hortiz, Luis de Pineda, Martín Guillén, Alonso Martín Cortés, Dionisio Velasco, Alonso Alvarez de Zamora, Juan López Bravo, Juan López, Gonzalo de Castañeda. Lo qual hallará vuestra señoría ser verdad quiriendo se informar e porque no es justo que sse trate otra cosa con vuestra señoría. Ortún Velasco, Alonso Durán, Antón Esteban, Pero Gómez/Fco Orozco, Gil Cano, Diego de Villarroel, Francisco Sánchez Sotelo, lo cual el dicho nuestro Presidente mandó que se juntasen con los demás […]». Fotostato: Academia Nacional de la Historia (Caracas, 1958), proceso de digitalización y adaptación Sigrid Márquez Poleo, reproducción con fines didácticos, 2014.



Ampliación de los renglones donde se relata la fecha de la fundación de San Cristóbal: «Juan Maldonado pobló e fundó en nuestro rreal nombre en el valle de Santiago, lunes treinta y un días del mes de marzo del año pasado de sesenta y uno, un pueblo al qual puso por nombre la Villa de San Cristóval, y tomó la posesión de él en nuestro nombre, y eligió […]». Fotostato: Academia Nacional de la Historia (Caracas, 1958), proceso de digitalización y adaptación Sigrid Márquez Poleo, reproducción con fines didácticos, 2014.




2. Transcripción de la Real Provisión e Instrucción de Nuevas Poblaciones dada por la Princesa Gobernadora y Archiduquesa Doña Juana de Austria, por la cual se norma, ordena y manda la fundación de la Villa de San Cristóbal y se comisiona al capitán Juan Maldonado para que ejecute lo ordenado por la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá quien actúa en nombre de la Princesa Gobernadora 


El 9 de abril de 1561, el Capitán Ortún Velásquez de Velasco, Justicia Mayor, convocaba a un pleno del Cabildo de la ciudad de Pamplona, para dar a conocer la noticia sobre la reciente fundación de la Villa de San Cristóbal. 

En la misma reunión plenaria, los cabildantes Diego Páez, Alcalde Mayor; Juan del Rincón, Alcalde de segunda elección; y los regidores Andrés de Acevedo y Galeano, Antón Esteban, Alonso de Parada, Luis Jurado, Juan Ramírez de Andrada, Juan Sánchez de Gálvez y Pedro Gómez, se congratularon por el éxito de la expedición pero demandaron la extralimitación de las actuaciones del Capitán Juan Maldonado, quien contravino lo ordenado por el Cabildo y la Real Audiencia, al declarar libre y exenta de la jurisdicción pamplonesa a la nueva población; por haber nombrando alcaldes y regidores y ordenar que el 1ero de enero de 1562 hicieran elección de nuevas autoridades y por nombrar justicias y asignar términos sin autorización del cabildo pamplonés. 

Por igual, los cabildantes ordenaron dar lectura, en alta voz, al asiento de fecha 7 de enero de 1561, que se encontraba en el Libro de Cabildo, con la transcripción de la Real Provisión de fundación e Instrucción de nuevas poblaciones -génesis del urbanismo y de la organización social y política de la actual ciudad de San Cristóbal- entregadas por la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá al Capitán Juan Maldonado, especificando para ello: 


«Este es un traslado bien y fielmente sacado de una carta e provisión Real de Su Majestad y manada de los muy poderosos presidentes e oidores de la Real Audiencia de este Reino y Sellada con el Real Sello según por ella parecía su tenor de la cual es este que sigue (Al margen) Provisión. Don Felipe por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de  Canarias, de las Yndias, islas y tierra firme del mar océano, conde de Flandes y de Tirol, etc., a Vos el capitán Juan Maldonado vecino de la ciudad de Pamplona, Salud y gracia. Sepades que Nos con acuerdo de los de nuestro Consejo Real de las Yndias mandamos dar e dimos una carta de provisión Real e Instrucción firmada de la serenísima Princesa de Portugal, Gobernadora de los nuestros Reinos, dirigida al Presidente e Oydores de la nuestra Audiencia y Chancillería Real del Nuevo Reyno de Granada sobre descubrimiento y nuevas poblazones, su tenor de la cual dicha instrucción es éste que sigue. El Rey Presidente e Oydores de la nuestra Audiencia Real del Nuevo Reyno de Granada deseando como deseamos que en la tierra e Provincia della sujetas a esa Audiencia se pueble y para aumento de policía y para que los naturales de ella que están sin lumbre o fe sean alumbrados y enseñados [ilegible] para ellos y los españoles que en las tierras residen y a ellas pasaren sean aprovechados y se arraiguen y tengan asiento y modo de vivir para viendo lo que importa para el bien de la tierra, dar orden, mandamos platicar a los de nuestro Consejo de las Yndias y a parecido lo más conveniente que se hagan poblaciones de nuevo en las tierras de los naturales que hasta ahora no están sujetos a nuestra obediencia y teniendo de vos confianza habernos acordado de vos lo remitir pues teniendo la cosa presente ordenareis como convenga al servicio de Dios Nuestro Señor y ampliación de su santa fe Católica, y también a nuestro servicio y acrecentamiento de nuestra corona real y bien de los pobladores y naturales de esas partes y para ello formando obrar con esta comisión nuestra guardareis e proveeréis /f. 261 bis/ que se guarde bien dichos descubrimientos e poblaciones la orden que en ésta instrucción [ilegible] en esta manera: Primeramente ordenareis a las personas que enviareis a las dichas poblaciones que elijan sitio o lugar para poblar teniendo respecto a que sea la tierra sana e fértil y abundante de agua, leña y buenos pastos para ganados todos, mandamos proveeréis que se reparta a los pobladores no ocupando ni tomando cosa que sea de los yndios de que actualmente se aprovechen, sin voluntad suya elegido el sitio del lugar donde han de poblar daréis orden que edificaren sus casas haciendo con ellas alguna casa de fuerte donde conviniere se puedan defender ellos y sus ganados si los indios los fueren ofender, proveeréis que los que así poblaren procuren paz y amistad con los dichos yndios que en esa tierra poblaren haciéndoles buenas obras procurando de su voluntad habiten en pueblos cerca de ellos defendiéndolos y ayudándolos a defender de los que les hicieren algún daño reduciéndolos a buena policía, procurando de apartarlos de vicios e pecados y malos usos, procurando por medio de religiosos y otras buenas personas de reducirlos a nuestra santa fe católica y religión cristiana voluntariamente y si entre los dichos yndios hubiere personas que impidan que no sigan nuestra doctrina, conviertan o traten mal a los que lo hicieren proveeréis como sean castigados y aprendidos de manera que no sean parle para ello, y si fueren señores dando orden que se le quite la autoridad y mando e dominio que tuvieren para hacerlo. /Proveeréis que sean premiados a los yndios que de su voluntad vinieren al conocimiento de nuestra santa fe Católica y nuestra sujeción o ordenándolo que sea sean libres de tributos por diez años. /Ytem daréis orden como los españoles que de nuevo poblaren los pueblos que así hicieren que se rijan y gobiernen en paz y quietud sin agravio ni injuria nombrando seis ministros de justicia e regidores y oficiales necesarios, aprueben sean justicia e regidores y clérigos y religiosos y a cada uno daréis instrucción del aprovechamiento y cargos que han de tener de manera que sepan lo que han de hacer y que de las dichas órdenes y los casos que la gente cometieren y los yndios como los que entre si sean obligados los [ilegible] todos tuvieren a cargo a dar cuenta, hechas y edificadas las casas de sus moradas y los edificios necesarios para defensa suya y recogimiento de sus ganados, proveeréis que siembren lo necesario para su sustentación y de los yndios que consigo llevaren y de otros que quieran venir a morar y habitar cerca de ellos ordenándoles que hecho lo susodicho procuren de tener comercio y trato con los comarcanos provean... de las cosas que habrán menester y procurando de haber de ellos las cosas que a ellos les pareciere. /Enviareis religiosos y otras buenas personas que los doctrinen y persuadan reciban nuestra religión y proveeréis que si estuvieren divididos procuren juntarlos en pueblos para que moren junios para mejor puedan ser doctrinados. /A las personas que hubieren de enviar a ver la tierra encomendareis siempre mi­ren donde se puedan haber lugares altos y cómodos para hacer nuevas poblaciones, proveeréis que edificadas las casas y hechas sus sementeras procuren de cultivar la tierra y aumentarlas con nuevas plantas de unas y árboles de fruías para su sustentación y provecho, para descubrir minas y otras cosas que puedan ser aprovechadas. /Ytem si los naturales se opusieren defender la dicha población se les ha de dar a entender que no quisieren allí poblar para les hacer mal ni daño en sus personas ni haciendas sino para más amistad de ellos a vivir políticamente y a conocer a Dios y a mostrarles la Ley de Jesucristo por la cual se salvaran, y hecha esta diligencia y amonestación la cual/ f 262/ se les hacíe hacer tres veces por la distancia de tiempo que pareciere a la persona por vosotros nombrada tomando parecer con los religiosos que fueren a tal poblazón por la lengua y religiosos que se lo digan y aclaren y si no obstante lo dicho no quisieren consentir la poblazón, que los procuradores procuraren hacerla defendiéndose de los dichos naturales sin más daño que aquel que fuere menester para su defensa y hacer la dicha población. /Otrosí. Después de haber hecho esto, lugar y poblazón de los vecinos y religiosos que allí hubiere, proveeréis que procuren de contratar y comunicar con los naturales y hacerlos amigos y a darles a entender el intento susodicho y si con las buenas obras consintieren los naturales habitantes cerca a la dicha poblazón se hicieren amigos de manera que consientan entrar los religiosos a enseñarles y predicarles la Ley de Cristo, proveeréis que los hagan y procuren de convertirlos y traerlos a la fe y que a nos reconozcan por soberano señor. Habéis de nombrar en cada provincia oficiales nuestros que conforme a la Instrucción y Orden que está dada, administren nuestra hacienda y hagan cosas [ilegible] que a los nuestros oficiales de esas tierras están cometidas y por nuestra voluntad vayan a poblar dicha tierras. /Por la presente tenemos por bien y queremos y mandamos que por términos de diez años primeros siguientes que fueren y se asentaren desde el día que se hiciera la primera fundación en adelante hasta ser cumplidos de todo el oro y plata y piedras que sacaren de minas y se hallaren en las dichas tierras, los vecinos que poblaren y son los que allí aforen paguen el veinteno y no más y cumplidos los dichos diez años por otros cuatro años siguientes nos paguen el diezmo de la dicha plata e oro e perlas y piedras y los sobredichos se cobren y no más por los dichos cuatro años, lo que os encargamos y mandamos que guardéis y cumpláis y hagáis que se guarde y cumpla inviolablemente por ello contrario nos tenemos por deservidos en la dicha villa de Vall(adolid). A quince días del mes de junio de mil quinientos y cincuenta e nueve años. La Princesa por mandado de Su Majestad, en su nombre [ilegible] Ochoa de Luyando, Secretario del Consejo de Yndias y ahora por petición de la dicha nuestra Audiencia y Chancillería Real del dicho Nuevo Reyno ante el Presidente e Oidores della presentó Juan del Rincón, vecino y Procurador dessa dicha ciudad de Pamplona nos hizo relación diciendo que en el valle de Santiago y sus comarcas que era términos de la dicha ciudad había cantidad de Yndios y algunos de ellos habían dado la paz en nuestro nombre e no la guardaban por serles dificultoso venir a servir a la dicha ciudad por la distancia de camino y sería gran provecho de Dios y Nuestro, conservación de los dichos yndios naturales que se poblasen en la dicha provincia una villeta sujeta a la dicha ciudad, que nos suplicaban mandásemos dar nuestra provisión para que se poblase la dicha villeta y que para ello designásemos a vos capitán Juan Maldonado como persona suficiente para el dicho cargo y sobre ello proveyésemos como la nuestra merced la cual visto por nuestro Presidente e Oidores con presencia de testigos por su mandado dio. Fue acordado que os debíamos cometer la dicha población e que para ello deberíamos mandar hacer esta nuestra carta para vos en la dicha razón y nos confiando de vuestra persona y bien y fielmente haréis lo que por nos vos fue encargado e cometido tuvimos por bien de vos nombrar como por la presente vos nombramos por nuestro capitán e justicia mayor de la dicha población del valle de Santiago y sus comarcas en términos de la dicha ciudad, e vos mandamos e damos licencia que siendo vos entregado esta nuestra carta veáis la dicha instrucción que de uso va incorporada y conforme a ella podáis ir y poblar dicho valle y sus comarcas con la gente que vos pareciere convenir podáis poblar y pobléis una villeta y pueblo sufragánea y sujeta /262bis/ y sujeta a la dicha ciudad y en todo ello guardareis y cumpláis y hagáis guardar y cumplir y ejecutar en la forma y orden de la dicha instrucción en todo y por todo, según como en ella se dice y contra el tenor y forma de ella de lo que en ella contenido no vayáis ni paséis ni consintáis y pasar por alguna manera so pena de la nuestra merced y de mil pesos para la nuestra Cámara y con apercibimiento que vos hacemos que si así no los hicieredeis y cumplieredes, vos mandaremos castigar y se procederá contra vos según y como se hallare por derecho y mandamos a la dicha gente que así fuere a la dicha poblazón, que vos hayan y tengan por vuestro capitán e justicia mayor en el pueblo que así poblareis y que nos den y cumplan nuestras cartas y mandamientos so las penas que nuestros Presidente e Oidores e mandarles por ellas que nos les ponemos y habernos por puestas por condenados en ellas lo contrario haciendo las cuales vos damos por cumplido para las ejecutar en los rebeldes e inobedientes fueren y en sus bienes que para todo lo susodicho vos damos poder cumplido con sus incidencias y dependencias dada en Santafé a ocho de octubre a mil e quinientos e sesenta años e yo Diego de Robles Escribano de Cámara de su Chancillería lo escribí por mandado e comunicado de su Presidente e Oidores e registrada por su Chanciller Lope de Rioja e por dicha provisión real Estaban Ochoa de Luyando Hernando Ojeda y el Doctor Juan Maldonado. Fue sacado y corregido y concertado. En la dicha ciudad de Pamplona en siete días del mes de enero del año del señor de mil quinientos sesenta y uno [ilegible] yo Bernardino Fernández escribano público e del cabildo de dicha ciudad (firma y rubrica del escribano)» Archivo General de la Nación, Santafé de Bogotá, Colombia. Cabildos, Microfilm del Libro II de Cabildo de Pamplona, 1553-1573, f. 260 y ss.


Nota: Esta Real Provisión e Instrucción de Nuevas Poblaciones, permaneció desconocida en la historiografía colonial tachirense hasta 2011 cuando es publicada, por primera vez, por la historiadora colombiana Dra. Magdalena Corradine Mora quien analizó y transcribió completo el II Libro de Actas del Cabildo de la ciudad de Pamplona 1552-1573 (consúltese al respecto CORRADINE MORA, Magdalena, ‘Juan Martín de Albercón, uno de los fundadores de la Villa de San Cristóbal’ en Heurística, Revista Digital de Historia de la Educación, Universidad de Los Andes, enero-diciembre 2011, N° 14, San Cristóbal, 2001, pp. 44-47].




Doña Juana de Austria, Princesa y Archiduquesa (1535-1573). Hija del Emperador Carlos V y de la Emperatriz Isabel de Portugal. Era hermana del Rey Felipe II y ejerció como reina regente y gobernadora de los reinos peninsulares y de Indias, en los períodos cuando su  hermano se encontraba fuera de España, en Flandes, Nápoles o Inglaterra. Por su disciplina, espíritu proactivo e inteligencia fue considerada la primera mujer de Estado de su tiempo y ha sido la única mujer en la historia admitida en la orden de la Compañía de Jesús, al lograr que San Ignacio de Loyola hiciera una excepción a la regla de la orden y le permitiera hacer los votos de ingreso en el grado de escolar aprobado (religioso no ordenado) con el deber de permanecer en secreto bajo el seudónimo de "Mateo Sánchez", nombre que utilizó en su correspondencia con San Ignacio y San Francisco de Borja  (Foto: De Sofonisba Anguissola - Dorotheum Auctions details, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=36280453, reproduccion con fines didácticos).







Medallón del Capitán Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán (Plaza Mayor de Salamanca - España). Obra escultórica con efigie en relieves, donada por la Municipalidad de la ciudad de San Cristóbal (Venezuela) luego de las gestiones y solicitud que hiciera el Cronista de la ciudad, Dr. J. J. Villamizar Molina, en su estancia en España en 1966 y develada solemnemente por el Alcalde de Salamanca, Don Alberto Navarro González, el 16 de octubre de 1967. En esa misma oportunidad el Concejo Municipal de San Cristóbal donó una pintura al óleo del Capitán Juan Maldonado (realizada por el pintor madrileño Julio Quesada Guilabert, 1918-2009) para el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Salamanca. Autor del medallón: artista y escultor Juan Pérez González, nacido en Naverredonda de Salvatierra (Salamanca, 1939). Ubicación: en una de las enjutas de la arcada pétrea del Pabellón Consistorial o del Ayuntamiento, de la Plaza Mayor de Salamanca (Provincia de Salamanca - Castilla y León - España). Foto: Portal WikiSalamanca, 2014 (reproducción con fines didácticos).






Et primum in urbe nostra... La ciudad y la urbe, todo se originó aquí. La matinal sombra de las torres y la fachada principal tipo retablo de la Catedral de San Cristóbal, se proyectan sobre el enlosado de la Plaza Mayor (actual Plaza Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán), la cual cubre la colina alta y despoblada de alegre cielo y apacible temple -que describieran los cronistas del siglo XVI- y lugar donde, el 31 de marzo de 1561, se fundó la Villa de San Cristóbal y se edificara la primera construcción de la urbe: el Fuerte de Tapias, dos solares -en cuadro- cercados por altas tapias donde se resguardaron los primeros pobladores. Junto a la Catedral, se aprecia el claustro y las edificaciones de la neocolonial Casa Episcopal (edificada en 1962 sobre el lugar que ocupara el primer campo santo de la Villa). En diagonal, la imponente mole en estilo neoclásico germánico -y en eterna pugna entre la verticalidad y la horizontalidad- del Edificio Nacional (sede de los Tribunales de Justicia del Estado y edificado entre 1942 y 1945), levantada sobre el espacio de la cuadrícula urbana que ocuparan las Casas de Cabildo y Cárcel, en 1561 (Foto: Imagen satelital en ortofotografía del urbanismo del centro histórico de la ciudad de San Cristóbal, Google Earth, 2013).




Estatua ecuestre del Capitán y Adelantado Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán (1525-1572). Se encuentra en la antigua Plaza Mayor de San Cristóbal (denominada oficialmente, desde 1961, Plaza Juan Maldonado). Se levanta a escasos metros frente al lugar donde el 31 de marzo de 1561, el Capitán Juan Maldonado hincara el roolo de justicia y fundara la Villa de San Cristóbal, actual ciudad de San Cristóbal. Al establecer su jurisdicción municipal, creó por igual el actual espacio territorial del Estado Táchira.

La escultura ecuestre del capitán fundador, es de tamaño heroico, vaciada en bronce y con acabado rústico. Es una obra del escultor Arturo Rus Aguilera, realizada en sus talleres de Guatire y fue develada oficialmente el 20 de enero de 1977, a las 11:30 am, por el Ing. Luis Enrique Mogollón Carrillo, Gobernador del Estado Táchira y por el Dr. Gerson Rodríguez Durán, Presidente del Concejo Municipal del Distrito San Cristóbal (Foto: Proyecto Experiencia Arte/Samir Sánchez, 2015).






Panorámica de la Plaza Mayor (plaza Capitán y Adelantado Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán) y centro histórico de la ciudad de San Cristóbal, para 1969. El único espacio que no ha cambiado su uso fundacional, desde el 31 de marzo de 1561, es el área ocupada por la actual neocolonial Iglesia Catedral y Palacio Episcopal. Sobre lugar donde se encontraban las Casas de Cabildo y Cárcel, en la actualidad, destaca imponente la monumental obra del Edificio Nacional (Foto: Pernía. Cortesía del Cronista de la ciudad, Dr. Luis Hernández Contreras, 2014).

En el centro de esa plaza, en la sabana alta y despoblada que refiriera el cronista, y en presencias de los vecinos de Pamplona y soldados, y de los aborígenes que les acompañaban en calidad de servicio, se dio el  acto o ritual de fundación, puede ser reconstruido para la ciudad de San Cristóbal, a partir de las descripciones  que dieron los cronistas del siglo XVI:

«Se subió el capitán sobre su caballo, armado de todas las armas que tiene, y allí, delante de todos los soldados y gente que consigo llevaba, dijo en alta voz que él quiere en aquel sitio del valle de Santiago, en cumplimiento de las reales órdenes y voluntad del Cabildo de Pamplona, poblar una villa en nombre de Don Felipe Rey de Castilla, cuyo súbdito y vasallo es. Si hay presente algunos que pretendan repugnárselo y contradecírselo, que salga allí a defendérselo y estorbárselo por su persona y armas, y a combatirse con él sobre ello. Hecho y dicho esto, y visto que no hay contradicción alguna se apeó de su caballo y allí dijo que funda y asienta y hace principio de un pueblo con el nombre de la Villa de San Cristóbal, y se posesiona de él como cosa perteneciente a la Corona Real de Castilla, y en señal de posesión echa mano a su espada y por aquel campo tira tajos y reveses, cortando árboles y lo que por delate topa, y luego en medio de este sitio y plaza de la Villa, hincó un madero grueso por rollo o picota, donde dice y manda que sean ejecutadas las justicias que los ministros del Rey mandaren hacer contra los delincuentes y malhechores. Luego nombró dos alcaldes y cuatro regidores y un procurador, y un mayordomo, y un alguacil, en quien queda todo el gobierno de la república, y estos han de ser mudados cada año por el día de Año nuevo, primero de enero. / Hizo luego la fijación de términos y jurisdicción la cual estableció hacia los cuatro confines de la tierra: por el norte, los Brazos de Herinas y Laguna de Maracaibo; por el sur, los Llanos de Venezuela; por el este, el paso de Pueblo Hondo; y por el oeste, el río de Cúcuta. Luego trazó el plano de la Villa, así como la manera y orden que ha de ser edificada, y conforme a la traza que se hace señalan a todos los vecinos por su orden solares, dando el primero a la iglesia y luego al Cabildo y luego a las otras personas principales, de suerte que conforme a la traza que se hace queda la Villa fundada; y así se van edificando en ella por sus cuadras, que son unos cuarteles cuadrados divididos en cuatro partes iguales, y por cada frente del cuartel queda una calle, y las cuatro partes del cuartel son cuatro solares, y éstos se dan a cuatro personas o a dos, como quieren, y así se va dilatando y extendiendo la población del pueblo o comarca de la plaza, que también es cuadrada, y es una cuadra de cuatro solares con sus calles, que de ella salen, que son ocho calles, dos por cada esquina, por donde muy acomodadamente se gobierna y anda y manda todo el pueblo».




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Créditos  de fotografía | Credit: Images courtesy of  


Proyecto ExpArt quiere dar las gracias a los amigos e instituciones por sus fotografías y trabajos con lo cual han contribuido a la realización del presente estudio.

Archivo General de la Nación (Bogotá)

Academia Nacional de la Historia (Caracas)

Biblioteca Nacional de España (Madrid)
 
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (Madrid)

Google Earth, 2013

Profesora Dolores Bonet de Sotillo (1906-1980), Paleógrafa de la Academia Nacional de la Historia (1958).

Dr. Luis Hernández Contreras, Cronista de la ciudad de San Cristóbal

Museo del Real Colegio de Artillería, Alcázar de Segovia (España). Armas del Reino de Castilla y León, vitral de Don Enrique IV en figura ecustre, Sala de la Galera del Palacio Viejo.

T. S. U. Sigrid Márquez Poleo (Diseñadora Gráfica)

WikiSalamanca, 2014.




Bibliografía



Registro Público Principal del Estado Táchira, Juicios Civiles, Año 1869, legajo sin identificación, fs. 3 y 3vto. Presentación de declaratoria de testigos practicada en San Cristóbal el 24 de mayo de 1865; LLOPIS LLOPIS, Salvador, Don Juan Maldonado fundó a San Cristóbal de Venezuela, Publicaciones de la Diputación Provincial de Salamanca, Salamanca, 1967 (foto de la firma autógrafa del Capitán y Adelantado Juan Maldonado y Ordóñez de Villaquirán); SÁNCHEZ, Samir, San Cristóbal Urbs quadrata. El hecho histórico urbano de una villa venezolana en el período hispano, Universidad Católica del Táchira, San Cristóbal, 2003; URDICIÁIN, O.R.S.A, Joaquín, “Fundación y Fundadores de San Cristóbal” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1958, Tomo XLI, octubre-diciembre, nº 164, Caracas, 1958; VILLET, Manuel M., et alii. El Táchira en 1876, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, nº 5, Caracas, 1960, p. 191.