lunes, 2 de enero de 2023

Tres lámparas de plata de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba. ¿Fundidas para la Guerra de Independencia? | Three old silver lamps of Our Lady of Consolation of Táriba (Táchira State, Venezuela). War artifacts?

 



Fotos: Sección superior del retablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, con las lámparas pintadas (Samuel Trevisi, 2010).


Un retablo medieval en América

Si detallamos el románico retablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba (Estado Táchira, Venezuela), que data fines del siglo XIII o inicios de siglo XIV, y presente en Táriba desde 1565, en su parte superior nos encontramos, pendiendo del intradós del arco y en una perspectiva abatida bizantina [cuando algunos objetos son plasmados como si fueran vistos desde un punto más elevado que la horizontal], como el anónimo monje benedictino, en su celda de trabajo o mesa de scriptorium de un olvidado monasterio medieval en el camino de Santiago, que lo pintó, colocó un grupo de tres lámparas de simbología trinitaria.

Su función era la de irradiar luz al trono bizantino donde, imperceptiblemente, está sentada María con el niño en brazos, por cuanto la escena representada en el retablo de Táriba reproduce el pasaje de la Epifanía, que es relatado en el evangelio de San Mateo (2, 10-11).


Descripción de las lámparas del retablo

Estas tres lámparas bizantina-románicas del retablo de Táriba, idénticas, constan de un recipiente, aparentemente metálico, en forma troncocónica invertida colocado sobre un plato oblongo con tres asas de las cuales están suspendidos por medio de cadenillas con eslabones ornamentados que convergen en un grueso y rígido anillo frontal de cobre o bronce, que a su vez pende desde una cadena fijada al intradós.


De la boca del recipiente, hacia el lado inmediato derecho (izquierdo del observador) de la cadena central, se puede detallar la forma de una flama lo que indica que el modelo de lámpara representado se corresponde con una lámpara de aceite de oliva o aceite de linaza, muy común en todo el Mediterráneo desde el siglo V. Estas lámparas de aceite (la lucernæ, denominada así por los romanos) resultaban por igual una especie de incensario por cuanto el buen aceite, al quemarse, perfuma el ambiente.


El recipiente se llenaba hasta la mitad de agua y luego con aceite, dada la carestía del mismo y se le colocaba un pabilo sobre una araña flotante para que generara la llama. Tipos de lámparas del modelo de las representadas en la tabla de Táriba, sin cono recoge-humo y del siglo XIII, pueden ser revisados en las imágenes que ilustran el códice de las Cántigas de Santa María.


Una promesa cumplida

Es de destacar que, durante el período colonial español, en la capilla de la Virgen en Táriba, desde sus inicios -documentados a partir de 1602- ardieron tres lámparas pendientes del techo, que iluminaban la imagen.


En la Relación Auténtica de 1654, que relata los hechos sobre el origen del retablo por testimonios dados desde 1635, se lee:


«Y habiendo ido a decir [la misa] a la Virgen en su casa, llegando este testigo a ella los fines de la dicha misa, vio que la lámpara de en medio de tres, que alumbraban a la Virgen, estaba vertiendo manteca por la perilla de dicha lámpara en tanta manera que se recogió mucha de la que había caído».


Más adelante se especificaba que estas lámparas tenían una capacidad para media libra de manteca (por cuanto en la región no existía el aceite de oliva ni el de linaza). En cuanto al material de las lámparas, igualmente especificaban que era una escudilla de barro, puesta sobre un plato de peltre, colgado. A principios del siglo XVII, en 1635, dice la Relación Auténtica, las lámparas de barro fueron sustituidas por tres lámparas de plata, exvoto del vecino de Pamplona de Indias (actual Colombia), de nombre Dionisio Velasco.


Enfermo de gravedad prometió a la Virgen que, si sanaba, daría su peso corporal en plata para la elaboración de unas lámparas. Una vez se sintió sano, desde Pamplona peregrinó al sitio y capilla de Táriba, mandó a hacer un novenario con misa cantada por la mañana, Salve cantada por la tarde y las Letanías Lauretanas cantadas por la noche, y donó lo prometido: tres lámparas de plata (que pesaban lo mismo que su peso corporal) finamente elaboradas por plateros de Pamplona de Indias, que tenían fama en la época de excelentes orfebres y plateros.


Destino de las lámparas

Las lámparas de plata, exvoto de Dionisio Velasco, existían aún para el 8 de diciembre de 1664 cuando el canónigo doctoral de la Iglesia Metropolitana de Santa Fe de Bogotá, Don Gregorio Jaime de Pastrana y Bazán, llevaba en procesión la imagen desde la Villa de San Cristóbal hasta su ermita en el sitio de Táriba.


En la Relación auténtica, se dejó constancia en los siguientes términos: « Y dicho Doctor prosiguió en forma de procesión a pie, revestido con capa de coro y bajo palio, caminaron más distancia que es una legua, que hay hasta la Santa Iglesia de la ermita, la cual estaba adornada con toda decencia y mucho aseo en ella y en su altar, colgada la capilla, parte de ella, con dóciles pinturas, el cielo con tres lámparas de plata; y en un sagrario dorado, que tiene imagen, de altura, al parecer, de vara y media, después de haber cantado una salve, el dicho Doctor metió en dicho sagrario a la Santísima Virgen y cerró con llave».


Más adelante, en el inventario que hiciera el P. Narciso Vargas Machuca de la iglesia del sitio de Táriba, en 1786, para la creación de la parroquia eclesiástica, describe: «Facilita esta nueva erección hallarse en el susodicho sitio de Táriba una capilla de tapia y teja con cincuenta varas de largo y once y media vara de ancho, dedicada a María Santísima con el título de Consolación de Táriba tiene; hay en ella cinco altares, incluso el mayor, y éste suficientemente adornado  que abraza toda la frontera, dorado la mayor parte y el resto a verificarse, con sus efigies de pincel; tiene su coro alto, cuatro campanas, dos confesionarios, púlpito, tres lámparas de plata y una cruz alta de plata […]» (Archivo General de Indias, Caracas, legajo 396, fs. 5-7).




Foto: Ratablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba en su relicario de plata sobredorada, donación del Obispo de Santa Marta del Nuevo Reino de Granada y tachirense, Mons. Dr. Gregorio Jaimes de Pastrana y Bazán en 1687. A los pies de la imagen se encuentra su escudo episcopal (Samuel Trevisi, 2010).


Desaparecen

La última referencia, encontrada hasta la fecha sobre estas históricas lámparas de plata, están en el inventario que se hiciera en la Visita Pastoral de Mons. Santiago Hernández Milanés, Obispo de Mérida de Maracaibo, en 1805, a la parroquia eclesiástica de Táriba.


En la siguiente visita pastoral, realizada por el Obispo Rafael Lasso de la Vega, el 2 de octubre de 1816, ya no se mencionan las tres lámparas de plata en la relación de inventarios supervisados en la Visita.


No se conoce con certeza qué pasó con estas valiosas lámparas. Historiadores tachirenses del siglo XX, como Don Luis Eduardo Pacheco, relacionaron esta lamentable pérdida con la Guerra de Independencia venezolana (1812-1823). Específicamente con la Campaña Admirable –desde Cartagena de Indias hasta Caracas- que hiciera El Libertador Simón Bolívar, a su paso por la población de Táriba en abril de 1813. Por cuanto esta población se convirtió en centro de campaña para el aprovisionamiento de las tropas del ejército patriota, en la planificación de la marcha hacia la ciudad de La Grita y seguir a Mérida.


En los sumarios de los Juicios de Infidencia [Archivo General de la Nación, Caracas, Causas de Infidencias, tomo I] realizados por las autoridades militares realistas en la región tachirense, en 1814, quedaron registradas varias actuaciones de los vecinos de Táriba, afectos a la Independencia. Una de ellas fue el esmero en avituallar al ejército.


Sobre esa premisa, se podría considerar que las lámparas votivas de plata donadas por Velasco en 1635 y que alumbraron, con la solemnidad que da la llama de un candil, el viejo retablo de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, tuvieron su fin al ser desacralizadas, no sabemos si de forma imperiosa por guerra o voluntaria, y fundidas para proveer de recursos al ejército patriota en la Campaña Admirable, en 1813.


Hecho que no era extraño por cuanto al abandonar el territorio tachirense y avanzar el ejército patriota hacia la ciudad de Mérida, se conoce documentalmente que fueron fundidos muchos objetos, entre los cuales se encontraban las campanas de sus iglesias, y con ellas se hicieron dieciséis cañones de bronce para continuar las acciones de la guerra de Independencia en los Andes tachirenses y merideños.



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