Foto: Darío Hurtado (2023)
Texto: Samir Sánchez (2023)
Nos encontramos ante una de las obras cumbres e irrepetibles del arte sacro español del siglo XIX en tierras tachirenses: la talla en madera policromada de la Inmaculada Concepción, venerada en la Iglesia Parroquial de Lobatera.
Esta magnífica pieza -que sigue en tamaño natural el patrón iconográfico para las Inmaculadas, creado por el célebre pintor español Francisco Esteban Murillo en 1665- es obra del renombrado escultor catalán Francisco Vila y Roqué. Fue adquirida en Plaza de Santa Ana, 7 y 26, Barcelona, España, en 1917 por el insigne Padre Pedro María Morales, y representa uno de los mejores ejemplos del arte sacro escultórico realizado en madera policromada, siguiendo los rigurosos patrones académicos de la imaginería sacra de la época.
El taller de escultura y pintura religiosa de Francisco Vila y Roqué fue fundado en Barcelona en 1886 y al fallecer este, se mantuvo bajo la dirección de su esposa, y así era identificado en los catálogos comerciales de la época [Cfr. Revista Ibérica, volúmenes 25 y 26, 1926, p. 320 (esta revista científica de la Compañía de Jesús estuvo activa entre 1914 y 2004)].
Su valor es incalculable, pues esta obra no solo atestigua una forma de manufactura ya extinta y puramente artesanal, sino que es un patrimonio tachirense de obligada preservación dado que es irrepetible.
El acabado perdido
Un aspecto crucial de su manufactura original (al igual que en otras tallas que se presentan en una especie de catálogo visual al finalizar el artículo) radica en las encarnaciones cromáticas. Inicialmente, estas estaban realizadas con el antiguo y refinado acabado a pulimento (o "a espejo"). Esta técnica era una de las formas más antiguas y refinadas de realizar las encarnaciones (la representación del color de la piel) en la talla o escultura de madera policromada. Se caracterizaba por lograr una superficie de aspecto claro, liso y muy brillante, casi vítreo o esmaltado, de ahí su nombre "a espejo".
La encarnación a pulimento estuvo muy en boga durante el siglo XVI y principios del XVII, retornando a finales del siglo XIX. A menudo se la criticaba por ser menos naturalista que la técnica en mate, ya que su brillo recordaba más a la porcelana o el esmalte. Sin embargo, su dureza y su acabado lujoso eran muy apreciados por la sensación de nobleza y divinidad que conferían a las figuras religiosas.
No obstante, este acabado desapareció durante las restauraciones subsiguientes debido al desconocimiento de esta técnica antigua por parte de los restauradores modernos que intervineron la imagen, resultando en la pérdida total de la sutil calidad sacra superficial que la pieza presentaba al salir del taller de Vila, tanto en las encarnaciones como en las vestiduras.
Resiliencia y restauración
Cabe destacar su resiliencia. La imagen fue tallada en madera de nogal, material que le permitió resistir los graves destrozos iconoclastas perpetrados en agosto de 2006. Gracias a ello, pudo ser restaurada a su forma original, si bien perdió algunas de sus partes simbólicas como lo es la cabeza de la serpiente con la manzana, elemento clásico de su iconografía.
Algo de historia
La Parroquial de Lobatera fue erigida canónicamente el 1 de junio de 1773 por el Arzobispo de Santa Fe de Bogotá. Su primer cura párroco llegó al pueblo el 20 de marzo de 1774, el día 22 creaba la cofradía de la patrona y tuitular Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El día 3 de abril, su párroco, el Pbro. Dr. Manuel Antonio de Nava crea la Cofradía de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción y se registra la firma del primer alcalde de Lobatera, Don Antonio Tomás Rosales.
La artística talla en madera policromada que se conserva a la fecha en la Iglesia de Lobatera fue bendecida solemnemente, según los antiguos rituales y rúbricas, en la misa de Tercia (9:00 am), la mañana del 22 de septiembre de 1917 en Visita Pastoral que hiciera el Obispo de Mérida Mons. Dr. Antonio Ramón Silva.
¿Cómo era este antiguo rito?
Si bien, la fórmula exacta podía variar ligeramente según el objeto (Cristo, la Santísima Virgen, o un Santo), el esquema general del rito de la misa de bendición solía incluir:
Ritos iniciales: con el sacerdote revestido con los ornamentos prescritos (generalmente con el color apropiado al personaje de la imagen o blanco), se iniciaba con las oraciones introductorias habituales, como el Adjutorium (Nuestro auxilio está en el nombre del Señor) y el Señor, ten piedad, Cristo, ten piedad, entre otros.
Lecturas y salmos: se recitaban o cantaban salmos e himnos pertinentes al día litúrgico y a la imagen que se iba a bendecir.
Oración propia de bendición (La fórmula central): esta era la parte esencial. El sacerdote extendía las manos sobre la imagen y recitaba la oración de bendición propiamente dicha. Esta oración pedía a Dios que santificara la imagen para que al mirarla, los fieles recordaran e imitaran las virtudes del representado, y que por sus méritos e intercesión, obtuvieran la gracia y la gloria eterna.
Aspersión con agua bendita: El ministro procedía a rociar la imagen con agua bendita (a menudo bendecida previamente en el mismo rito o antes, con una fórmula solemne que incluía sal exorcizada).
Inciensación: En las bendiciones más solemnes, la imagen se incensaba mientras el coro entonaba un cántico de alabanza.
Ritos conclusivos: Terminaba con una oración final y la bendición al pueblo.
El propósito principal del ritual era consagrar el objeto al culto divino, distinguiéndolo de un mero objeto artístico, para que sirviera como signo visible y ayuda a la piedad.
Las rúbricas y las oraciones (fórmulas) para la bendición solemne de imágenes de iglesias se encontraban en el Rituale Romanum o Ritual Romano
Este era un libro litúrgico promulgado por el Papa Pablo V en 1614 (y revisado a lo largo del tiempo, pero manteniendo su esencia tridentina) que contenía todos los ritos y bendiciones no reservadas al obispo (la cuales estaban en el Pontificale Romanum). Dentro del Rituale Romanum, se dedicaba un título o capítulo específico a la bendición de imágenes que se exponían a la pública veneración de los fieles en los lugares sagrados.
Memoria agradecida
La función primordial de estos priostes y priostas radicaba en la preparación y el adorno de la imagen para la celebración litúrgica, la contratación de los músicos y adquisición de la pólvora que darían realce a las vísperas y a la misa y a la procesión, la adquisición de las flores destinadas a la imagen y al altar, así como la búsqueda del orador sagrado de la festividad, cargo que, por muchos años, recayó en Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo.
Todo lo anterior era sufragado mediante las limosnas generosas y voluntarias que ella recogía de los habitantes del pueblo y de las trece aldeas que constituían la parroquia eclesiástica de Lobatera, a saber: La Molina, El Molino, La Montaña, Las Minas, Llano Grande, Potrero de las Casas, Volador, Los Trapiches, La Parada, El Oso, La Victoria, La Trampa y La Cabrera.
Otras imágenes sacras talladas por Francisco Vila, que se encuentran en la Parroquiual de Lobatera
Santa Leocadia. Talla adquirida en 1916 por el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez para presidir la capilla votiva que él construyó a esta santa en la Iglesia parroquial de Lobatera. Estado de la imagen luego de la restauración de 2006 (Foto: Samir Sánchez, 2015).
Santa Leocadia. Estado de la imagen luego del vandalismo iconoclasta que sufrió en agostoi de 2006 y antes de su restauración. Se puede apreciar la pintura original y el acabado a pulimento en las encarnaciones de la imagen así como la dureza de la madera, que resistió al golpe de la caída desde la peana donde se encontraba (Foto: Samir Sánchez, 2006).
Catálogo de la Casa Vila, fábrica de imaginería religiosa de Fracisco Vila, para 1920 (Foto: Historia de Barcelona en la web, 2015).
Santo Niño de la Eucaristía. Talla de la Casa Vila, adquirida en 1920 por el Padre Pedro María Morales para la Iglesia parroquial de Lobatera. No sufrió daños vandálicos en 2006 pero fue repintada luego, perdiendo su policromía original (Foto: Samit Sánchez, 2015).
La Sagrada Familia. Talla de la Casa Vila, del grupo escultórico de la Casa Vila, adquirida en 1916 por el Dr. Ezequiel Vivas Sánchez para uno de los laterales de la capilla votiva que él construyó a Santa Leocadia en la Iglesia parroquial de Lobatera. Estado de la imagen luego de la restauración y repinte de 2006 (Foto: Samir Sánchez, 2015).
El Patriarca San José. Talla de la Casa Vila adquirida en 1922 por el Padre Pedro María Morales para la Iglesia parroquial de Lobatera. Sufrió daños en el acto vandálico de 2006 y fue restaurada, si bien perdió su policromía original (Foto: Samit Sánchez, 2015).
Sagrado Corazón de Jesús. Talla de la Casa Vila adquirida en 1922 por el Padre Pedro María Morales para la Iglesia parroquial de Lobatera. Sufrió daños en el acto vandálico de 2006 y fue restaurada, si bien perdió su policromía original (Foto: Darío Hurtado, 2020).
Nuestra Señora del Carmen. Talla de la Casa Vila adquirida en 1917 por el Padre Pedro María Morales para la Iglesia parroquial de Lobatera. Sufrió daños en el acto vandálico de 2006 y fue restaurada, si bien perdió su policromía original (Foto: Darío Hurtado, 2020).


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