En contexto
Aproximarse al significado real que tiene la efeméride fundacional de la ciudad de San Cristóbal puede, entre otras muchas formas, ser comprensible en sus dimensiones y consecuencias a partir de una retrospección. Esto es, adentrarnos en la intelección de los tiempos pasados desde nuestra realidad o contexto para que sirva de sustentación a una prospección, a una construcción de un futuro mejor.
Para esa aproximación, se propone -como método- un ejercicio de “composición de lugar”, de “vista imaginativa”, términos prestados de la antigua pedagogía jesuítica y que los modernos insisten en llamar “pensamiento lateral”.
De esta forma se crea un cuadro de referencia alternativo que impacta en nuestros sentidos y permite, por igual, obtener o aproximarse al entendimiento de un distante hecho histórico, desde otra óptica. Desde ubicar o teletransportar al lector pasando de ser simple observador en la distancia -por la lectura- a integrarse en una aventura. En nuestro caso, en la escena fundacional de la ciudad de San Cristóbal, a la hora de tercia del 31 de marzo de 1561, según eran los usos y costumbres de la época. Un todo para correlacionar o atar cabos de un pasado con un presente, en un único instante. Ese es el poder desbordante de la máquina de la imaginación, nos diría un ya olvidado Julio Verne.
La imaginación vuela
Al activar nuestro conjunto de capacidades intelectuales esa imaginación nos pone en el centro de la plaza mayor (actual plaza Juan Maldonado). Allí nos encontramos con otra realidad. No hay construcciones alrededor y estamos de pie junto a otras personas con vestimentas y sombreros en cierta medida extravagantes o poco comunes para lo que conocemos. Unos, vecinos encomenderos de Pamplona a caballo, otros, viejos soldados de a pie y la mayoría aborígenes expectantes. Algunos están dispersos y otros en cuadrillas de amistad o tribal. Reunidos todos en lo alto de una colina despoblada, como si buscarán una mejor disposición defensiva.
A nuestra derecha se oye -en un desacostumbrado castellano que no nos debe extrañar, es del siglo XVI- la lectura del auto de fijación de términos de la Villa de San Cristóbal, que se acaba de firmar. Por un momento, la sentencia de pena de muerte para aquellos que no respeten o lleguen a violentar esos límites, que parece repetir la leyenda de la violación de la frontera fundacional y sagrada de Roma por la cual Rómulo dio muerte a su hermano Remo, nos sobresalta.
Colocando una mano por sobre la cabeza para protegernos de los rayos del sol de la mañana y generar sombra, oímos como el escribano oficial va leyendo el auto de términos bajo la mirada seria y escrutadora del capitán fundador:
“Sabed todos que e luego, incontinenti Su Merced el dicho señor Capitán en nombre de Su Majestad y por virtud de los poderes y Provisión que de Su Majestad tiene para poblar un pueblo en el dicho Valle de Santiago, sufragano a la dicha çiudad de Pamplona, dijo: que por cuanto él ha poblado el dicho pueblo en el dicho su Real nombre que tomaba y tomó, amojonaba y amojonó por términos de la dicha Villa para agora y para siempre jamás, hacia la banda de la çiudad de Pamplona hasta el río que llaman de Cúcuta por límite para las Justicias desta dicha Villa y para las de la çiudad de Pamplona, por evitar escándalos que entre las dichas justicias suelen tener, que no puedan pasar con Vara del dicho río de Cúcuta a esta parte ni las Justicias desta Villa pasen a la otra parte, sino fuera la Justicia Mayor que es o fuere de la dicha çiudad; y que los ejidos y pastos sean comunes, así para los vecinos desta dicha Villa como para los de la dicha çiudad de Pamplona, como Villa que está poblada a pedimento de la dicha ciudad y vecinos dél en los términos de la dicha ciudad. Y por la banda de Mérida hasta el que los españoles llaman el Pueblo Hondo, y por la banda del Oriente hasta los llanos de Venezuela, y por la banda del Poniente hasta la Laguna de Maracaibo y Brazos de Herinas; para que ningunas Justicias entren en los dichos términos, por cuanto Su Merced en nombre de Su Majestad los amojona y aplica por términos convenientes para esta dicha Villa de San Cristóbal y si alguna persona fueren o vinieren contra lo en este dicho Auto proveído y mandado por Su Majestad, caiga e incurra en pena de muerte y de mil pesos de buen oro para la Cámara de Su Majestad, la cual dicha pena lo daba y dio por condenado lo contrario haciendo; y esto dijo que mandaba y mandó por este Auto que firmó. Juan Maldonado. Fui presente, Juan Camacho. Escribano. En la Villa de San Cristóbal del Nuevo Reino de Granada de las Indias del mar Océano a 31 días de marzo del año del Señor de 1561” [este auto se conservó inserto en un expediente por pleitos jurisdiccionales entre los cabildos de Pamplona y San Cristóbal, de 1621. Archivo General de la Nación, Bogotá, sección Empleados Públicos, tomo V, folios 1.639. Del expediente citado fs. 19 a 33].
Expandiendo horizontes
Brazos de Herinas y Laguna de Maracaibo
La sucesión de palabras en la voz del escribano nos impulsa a expandir nuestro horizonte para conocer los remotos lugares que menciona y, así, dirigir la mirada hacia el norte. La misma nos lleva, desde donde estamos, pasando con vista de águila por sobre montañas, serrijones y selvas que dibujan el curso de los ríos Lobaterita, Escalante, Guaramito y Grita, hasta dejarnos en el calor de las riberas de los ríos Zulia y Catatumbo (antiguos Brazos de Herinas) y la costa sur del Lago de Maracaibo.
La sucesión de palabras en la voz del escribano nos impulsa a expandir nuestro horizonte para conocer los remotos lugares que menciona y, así, dirigir la mirada hacia el norte. La misma nos lleva, desde donde estamos, pasando con vista de águila por sobre montañas, serrijones y selvas que dibujan el curso de los ríos Lobaterita, Escalante, Guaramito y Grita, hasta dejarnos en el calor de las riberas de los ríos Zulia y Catatumbo (antiguos Brazos de Herinas) y la costa sur del Lago de Maracaibo.
Llanos de Venezuela
Al mirar al sur, como en el vuelo de las tijeretas de la autora Ann Osborn, surcamos vastas y cálidas planicies en los actuales llanos occidentales de Barinas y Apure, hasta llegar y detenernos ante el pausado oleaje de las aguas que rompen contra las riberas de los ríos Uribante y Sarare. Allí comenzaban “los llanos de Venezuela”.
Al mirar al sur, como en el vuelo de las tijeretas de la autora Ann Osborn, surcamos vastas y cálidas planicies en los actuales llanos occidentales de Barinas y Apure, hasta llegar y detenernos ante el pausado oleaje de las aguas que rompen contra las riberas de los ríos Uribante y Sarare. Allí comenzaban “los llanos de Venezuela”.
Paso de Pueblo Hondo
Por el naciente, la mirada en vuelo nos eleva por sobre las altas e imponentes montañas de la cordillera hasta llegar al paso de Pueblo Hondo, en la cumbre del páramo de La Negra. Un paso en el camino real de la cordillera que fue marcado como hito limítrofe con la municipalidad de Mérida pues a partir de allí se descendía al valle del Mocotíes, jurisdicción para la época de la ciudad serrana fundada en 1558 y trasladada en 1559 con el nuevo nombre de Santiago de los Caballeros de Mérida por orden y disposición del mismo capitán Juan Maldonado a su actual emplazamiento.
Por el naciente, la mirada en vuelo nos eleva por sobre las altas e imponentes montañas de la cordillera hasta llegar al paso de Pueblo Hondo, en la cumbre del páramo de La Negra. Un paso en el camino real de la cordillera que fue marcado como hito limítrofe con la municipalidad de Mérida pues a partir de allí se descendía al valle del Mocotíes, jurisdicción para la época de la ciudad serrana fundada en 1558 y trasladada en 1559 con el nuevo nombre de Santiago de los Caballeros de Mérida por orden y disposición del mismo capitán Juan Maldonado a su actual emplazamiento.
Valles de Cúcuta
Al poniente, nos lleva por sobre ásperas tierras de cujíes y ventiscas calurosas hasta el río de Cúcuta (actual río Pamplonita) que en el siglo XVI dividía los valles de Cúcuta (y ejidos de la ciudad de Pamplona) en dos partes casi simétricas para el común uso de pamploneses y sancristobalenses. No obstante, con el correr del tiempo, en el siglo XVIII, el empuje poblador de Pamplona llevó ese límite hasta el río Táchira.
Al poniente, nos lleva por sobre ásperas tierras de cujíes y ventiscas calurosas hasta el río de Cúcuta (actual río Pamplonita) que en el siglo XVI dividía los valles de Cúcuta (y ejidos de la ciudad de Pamplona) en dos partes casi simétricas para el común uso de pamploneses y sancristobalenses. No obstante, con el correr del tiempo, en el siglo XVIII, el empuje poblador de Pamplona llevó ese límite hasta el río Táchira.
“Para despertar la conciencia tachirense”
Retornando la mirada desde cada una de esos cuatro puntos o lejanas esquinas de la primigenia jurisdicción municipal de San Cristóbal, según el auto de términos, hasta el centro de la plaza mayor, de donde partimos con la imaginación, estaremos visualizando y entendiendo algo que escasamente se dimensiona en su verdadera magnitud: que ese trazado original de límites o fronteras de San Cristóbal, aún con las escisiones del tiempo, representó la creación de eso que conocemos y denominamos como el Táchira. Con esta idea atrapada en nuestro viaje al pasado, retornamos a nuestros tiempos presentes.
Ahora bien, ¿qué se pudo aprender de esto? Que el 31 de marzo de 1561, no antes ni después, sino al unísono, se puso a palpitar el corazón de la ciudad de San Cristóbal, de la urbe, y el corazón de todo el Táchira. Estado federal y región cuyo futuro pasa por fortalecer su moral y espíritu cívico, democrático y republicano; por invertir en su vocación de trabajo, de estudio, de cultura, de discernimiento, de innovación y de emprendimiento.
Así se podrá consolidar la enérgica expresión: “¡El Táchira realiza lo que el Táchira quiere!” lanzada en el año cuatricentenario de la fundación de su ciudad capital por el último orador sagrado Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo con el propósito de, en palabras del Dr. Luis Hernández Contreras, “despertar la conciencia tachirense”.
Así se podrá consolidar la enérgica expresión: “¡El Táchira realiza lo que el Táchira quiere!” lanzada en el año cuatricentenario de la fundación de su ciudad capital por el último orador sagrado Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo con el propósito de, en palabras del Dr. Luis Hernández Contreras, “despertar la conciencia tachirense”.
Post scríptum
Para muchos tachirenses de la diáspora -en función de las vivencias y de la historia personal de cada quien- un olor a café de la mañana, tardes grises de neblina o lluvia, el verdor de las montañas o los surcos que la edad y el arduo trabajo marcan en un rostro -como en el de nuestros nonos y nonas- siempre nos trae la más grata evocación familiar y de amistad. Y es, desde esa evocación, que celebramos agradecidos el cumpleaños de nuestra ciudad cordial y de nuestra tierra, la tierra de los tachirenses.
Por ello, ya nos parecemos a un personaje creado por dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956), que decía: "Dem gleich ich, der den Backstein mit sich trug Der Welt zu zeigen, wie Haus aussah" [Me parezco a aquel que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa].
¡Salud, San Cristóbal!
Bilbao, 31 de marzo de 2023
¡Salud, San Cristóbal!
Bilbao, 31 de marzo de 2023
Niño tachirense en las montañas que rodean a la población de San Bartolomé de El Cobre, Municipio Vargas, Estado Táchira. Foto: Ing. Juan Alberto Sánchez García (2017).