viernes, 24 de mayo de 2024

La Raya (y Casa del Padre), una posada y un horno de leña para hacer pan. Una triangulación de lugares, historias y remembranzas andinas tahirenses │ 'La Raya' An Ancient Tachiran Inn Road from 19th century. A Narrative of Its History, Its People, and Its Places





Cuando el Dr. Bernardo Zinguer descubrió en sus investigaciones unas imágenes captadas por el joven viajero británico Leonard V. Dalton (1887-1914), publicadas en el libro "Venezuela" en el año 1912, la primera impresión al compartirlas fue un nostálgico regreso a un pasado familiar ya desaparecido. Un pasado de fogones de leña cuidadosamente atizados para avivar la llama; de caminantes, ventiscas y borrascas; de neblina y relatos de fantasmas, brujas y aparecidos narrados en corro de tertulias bajo la luz de la luna llena.  


Un tiempo de sendas solitarias e hilos de humo ascendiendo de improvisadas chimeneas de barro y hojalata sobre tejados encaramados en las colinas; y de un regreso al aroma del café recién colado, a la acema y al pan de hogaza aliñado o tostado, caliente y sonoro, recién salido del horno. El músico y etnólogo Luis Felipe Ramón y Rivera, escribía, por 1954, como se preparaba la harina para el pan tachirense:

"Cuando la harina no se compraba en sacos, en los mercados de los pueblos, se cernía en casa en cedazos de tela metálica de diferentes grosor, con un borde de madera de cindo dedos. O bien, se usaba un cedazo con diferentes compartimientos. Del cedazo más fino salía la flor de harina que se usaba para amasar las quesadillas y el pan tostado. Del segundo, salía la sémola que servía para las acemas. Y del más grueso se obtenía la semi-sémola para hacer afrechudas, y aún sobraba el afrecho o salvado para preparar la talbina".

Un patrimonio que se nos escapó de las manos y de la memoria.


Así, los imponentes paisajes de los Andes, que conoció Dalton en su viaje de 1912, lo motivaron a escribir:

"Were I asked which of all the regions of Venezuela I thought the most attractive and interesting to the general traveller, I should have little hesitation in replying, 'The Andes'."

[Si me preguntan, cuál de todas las regiones de Venezuela me pareció la más atractiva e interesante para el viajero en general, no dudaría en responder: "Los Andes"] (p. 157).


Por ello, el hilvanar esas imágenes que por igual nos legó este viajero británico, nos transporta a lugares unidos en el tiempo, a la historia tachirense que yace detrás, y que compartimos para que vuelva su memoria, y no se pierda.







La Posada de la Raya, en 1912

Nos muestra, al borde del principal camino real de las tierras del Táchira, transitado con mayor intensidad a partir del siglo XVII, una amplia casona de posada denominada "La Raya". Verdadero caravasar de leyendas tachirenses, donde, como en los viejos romances castellanos, se podría decir:

“Topáronse en una venta / La muerte y el amor un día / Ya después de puesto el sol, / Al tiempo que anochecía".

Esta casona de amplios tejados, sólidos muros de tierra pisada, bahareque y piedra estaba a una altura de 1.754 m, junto al lugar donde el camino real tenía el vado sobre la quebrada Mesera, en el caserío y aldea de Mesa de Aura, límite histórico entre San Cristóbal y La Grita. 


Las montañas de fondo se corresponden con las empinadas crestas sobre las que se encuentra el sitio y caserío de Casa del Padre, antiguamente conocido como "La Raya". La importancia de esta posada, como lugar de descanso de viajeros y arrieros, y de sus historias desapareció con el mismo camino, cuando se hizo la carretera Trasandina, en 1925 y los carros acortaron las distancias. El nombre de "La Raya" dejó de ser punto de referencia.





El Horno de leña de la posada de La Raya

Esta fotografía es la más antigua que se conserva de un horno de leña típico de las casas y casonas tachirenses de la alta montaña, y su gran tamaño ya nos indica el movimiento de gente que tenía esa posada. A diferencia de los hornos modernos, en estos antiguos, la madera compartía el mismo espacio con el pan, abrazándolo con su calor y dotándolo de ese sabor y aroma tan característicos del pan tachirense de antaño, logrando así un pan único.


Estos hornos requerían mucha paciencia y dedicación. Cada horneada implicaba una larga espera, comenzando por el proceso diario de encendido, que duraba más de dos horas para alcanzar la temperatura adecuada de cocción. Todo era un proceso artesanal: desde amasar y dar forma a los panes, acemas, quesadillas y mojicones, hasta introducir, una a una, las piezas elaboradas con harina de trigo criolla o negra, cultivada con esmero en los campos de La Grita y Pregonero. Don Tulio Febres Cordero, en su época, ya lamentaba que esta harina tan nuestra estuviera siendo desplazada en nuestras cocinas por la harina blanca o del Norte, más procesada y versátil pero menos nutritiva.


Constancia del consumo del "pan de trigo" la deja el propio Dalton, el autor de las fotos, en su libro, al escribir:

"In the Andes dark-coloured bread (pan de trigo) of native wheat flour is generally eaten, and in every large town white bread made from imported flour can be had."
[En los Andes, el pan de color oscuro (pan de trigo) de harina de trigo nativa se consume ampliamente, y en todas las grandes ciudades se elabora pan blanco con productos importados] (p.116).

Los panes y cualquier comida preparados en estos hornos de leña abovedados eran auténticas joyas de la gastronomía tradicional tachirense, caracterizados por su color y sabor únicos. Estos hornos eran también conocidos como "hornos morunos", porque se construían aislados, utilizando piedra y barro, siguiendo la tradición constructiva heredada del Cercano Oriente a través de la España mora.


La temperatura de los mismos se regulaba de manera artesanal. Según nos contaba la nona, se ajustaba retirando parte de la leña encendida o añadiendo nueva, logrando así el calor perfecto para cocer los alimentos.


Sobre el trigo, es importante recordar que las primeras semillas que llegaron al Táchira, vinieron en los talegos de los colonos y soldados españoles que fundaron la actual ciudad de San Cristóbal, el 31 de marzo de 1561. Provenían -al igual que los colonos- de las fanegas de la ciudad de la Nueva Pamplona (actual Pamplona, en Colombia), donde se cultivaban desde 1549 y por ello a este tipo de simiente se le conoció como «reinosa» (por ser nativa del Nuevo Reino de Granada) y el grano que se traía directamente de España, recibió la denominación de «morisco».


Con la fundación del Espíritu Santo de La Grita, en 1576, el clima de las altas montañas que rodeaban a la ciudad permitió que los primeros brotes del trigo se aclimataran con mayor fuerza y a su vez se extendieran y afianzaran los cultivos por toda la comarca montañosa tachirense.






Origen del nombre "La Raya" para dos sitios diferentes

Inicialmente, la denominación se le daba al sitio que ocupa el actual caserío de Casa del Padre, compartido por las jurisdicciones de las aldeas de Potrero de las Casas (Municipio Lobatera), La Viravira (Municipio Andrés Bello), Mesa de Aura (Municipio Vargas) y Monte Grande (Municipio Michelena). 

Este lugar tiene la singularidad de ser el único punto de convergencia limítrofe de segundo orden para cuatro jurisdicciones municipales del Estado Táchira, y está a una altura de 2.320 metros. Por esta razón, se erigió una columna, hito o monumento conmemorativo de esta singularidad limítrofe, conocido como tetrafinio (lugar donde convergen cuatro límites).


La denominación "La Raya" surgió en el siglo XVI debido a la creencia de la gente de la época que desde allí se iniciaba una línea recta o raya imaginaria que corría desde ese punto, atravesando la hondonada del río Torbes, hasta las cumbres del páramo de Portachuelo y la cuchilla del Sinaral, en frente, donde tiene sus cabeceras la quebrada Mesera, en las montañas de la aldea de Mesa de Aura. Esta raya imaginaria se consideró y respetó como límite histórico entre las jurisdicciones municipales de la Villa de San Cristóbal y la ciudad del Espíritu Santo de La Grita desde 1576.


A lo largo del tiempo, dos caminos reales cortaron esta línea imaginaria dando origen, a su vez, a dos lugares denominados "La Raya". El primero surgió en el siglo XVI, durante los tiempos de la conquista, cuando los viajeros buscaban la seguridad de las alturas para evitar emboscadas. Este camino real partía de la Villa de San Cristóbal, continuaba al sitio de Táriba, de allí al pueblo de resguardo de Guásimos, luego a La Laguna, y seguía por las alturas de La Ranchería de los Indios (hoy caserío Ranchería), por Tamuco o La Tamuca, y ascendía por toda la cresta de los montes de Arcabuco (actual Casa del Padre) y Almorzadero hasta el páramo del Zumbador. Desde dónde descendía al valle de San Bartolomé (actual El Cobre) y continuaba hacia La Grita y Mérida.


El segundo camino real surgió a mediados del siglo XVII, cuando ya se andaba sin peligros, las sombreadas y pobladas vegas y riberas del río Torbes. Este camino también llevaba hasta el páramo de El Zumbador y dejó de utilizarse con la inauguración de la carretera Trasandina en 1925. Era más práctico que el primero y partiendo de San Cristóbal, seguía a Táriba, La Laguna y Tamuco y de aquí descendía al río Torbes y cotinuaba por  los caseríos y sitios de Salomón, El Fical, La Auyamala, Mesa de Aura, El Palmar y El Zumbador. Una ruta que, con pocas diferencias, se corresponde con la actual carretera Trasandina o Troncal Nº 7.

Esta ruta era verificadas en el siglo XVII, en 1655, por el Juez Visitador y Poblador de Naturales Don Juan Modesto de Méler quien, por orden de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá, hacía la visita admimistrativa a las ciudades y pueblos de la cordillera y, desde San Cristóbal a La Grita, he iba dejando anotada la bitácora de su recorrido:

Primera jornada: Jueves 22 de abril de 1655, partió con sus
oficiales de la Villa de San Cristóbal para hacer el viaje hacia la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, y llegó a la Ermita de Nuestra Señora de Táriba donde entró a orar con su comitiva, pasando luego a la población de indios del Resguardo de Guásimos, donde se hizo de noche. Fueron testigos el
capitán Lucas Laguado, Alfonso Jobel Suárez, corregidor de naturales y don Pablo de Meneses.

Segunda jornada: Viernes 23 de abril de 1655, partió del Reguardo de Guásimos y llegó a los ranchos y estancias del Corregidor. [Si se parte del actual nombre de el caserío Los Ranchos que se encuentra a una distancia aproximada de Palmira (antiguo pueblo de indios de Guásimos) muy próxima a las tres leguas referidas en 1655, éste podría ser el sitio descrito por el corregidor, en la actual aldea Tamuco, desde donde se descendía al río Torbes y continuaba el camino hacia Salomón y El Fical], habiendo caminado tres leguas de mal camino, fueron testigos el capitán Francisco Laguado, el capitán Pablo de Meneses y José Carvallo.

Tercera jornada: Sábado 24 de abril de 1655 partió del dicho rancho del Corregidor, pasando el sitio de la Mesa de Lauría, fin de los términos de la Villa e inicio de los términos de la ciudad del Espíritu Santo de La Grita y llegó a los bohíos y estancia de Doña María de Ramírez, en el Valle de San Bartolomé. Habiendo caminado cinco leguas y se hizo de noche. Fueron testigos el capitán José Guerrero Librillo, el capitán Lucas Laguado y don Pablo de Meneses.

Cuarta jornada: Ya en términos de la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, el domingo 25 de abril de 1655 partió de los dichos aposentos y estancia de Doña María de Ramírez y Valle de San Bartolomé, habiendo caminado cuatro leguas y se llegó a la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, donde estuvo y asistió hasta el miércoles 28 de abril de 1655, descansando y disponiendo algunas cosas para el orden de la ciudad y para el viaje. Fueron testigos, el capitán Alonso de Contreras, Teniente de Gobernador de la ciudad, Pedro Jobel, Alcalde Ordinario y el capitán José Guerrero de Librillo.


Por igual, en el siglo XVIII, el Corregidor del Perú, Don Miguel de Santisteban, recorrió y describió este mismo camino en 1742, denominando a El Zumbador como "Las cavernas de Eolo" debido a los fuertes vientos que azotaban a los viajeros, incluso llegando a sacar a las mulas del camino. 


En 1816, ya en el siglo XIX, en los informes del ejército expedicionario realista se apuntaban al carácter limítrofe de la quebrada la Mesa o Mesera:

“Itinerario de longitud desde la ciudad de Barinas a Cúcuta, por Mérida. 1816. / Del Palmar al alto de las Lagunas hay dos horas de subida y travesía pedregosa: desde aquí a la Mesa de Laura hay una hora de bajada, muy pedregosa y mala en tiempo de lluvias. La quebrada de la Mesa dista media hora de cascajo: aquí es el fin de la jurisdicción de La Grita”.

Estos ejércitos, realistas y patriotas, durante la época de la Independencia, transitaron varias veces el camino y así lo hicieron los batallones de la Revolución Liberal Restauradora en 1899.

Iniciando el siglo XX, en 1912, el viajero Dalton escribió sobre este camino: 

"Forty miles is the estimated distance from Tariba to La Grita, but the road is sufficiently good to make it seem shorter, and the view up the valley, with mountains rising tier upon tier into the clouds, is superb" (pp. 162-163). [Cuarenta millas (64,37 km) es la distancia  estimada de Táriba a La Grita, pero el camino es lo suficientemente bueno como para que parezca más corto, y la vista del valle, con montañas que se elevan nivel tras nivel hacia las nubes, es excelente].


Una de las primeras referencias escritas sobre "La Raya" se encuentra en el título de creación de la parroquia eclesiástica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Lobatera en 1773, por parte del Arzobispado de Santafé de Bogotá. Allí se fijaban sus límites en el siguiente orden:

"Tomando el alto del paso real de Mochileros, mirando a lado y lado de la cordillera que abraza todo el valle de Lobatera, por el norte desde los derrames que gobiernan hacia Capacho y Cúcuta hasta las aguas de los ríos Zulia y Grita cuyas otras riberas corresponden al curato y jurisdicción de la ciudad de La Grita y tierras y selvas no cristianizadas de indios motilones, entendiéndose montes arriba, todo lo que abraza dicho globo; desde los montes del Arcabuco y raya de la Villa de San Cristóbal y La Grita, vertientes al río Lobatera, esto es por lo que mira a la parte del Oriente y sur y por la parte del Poniente hasta los montes que dividen con el beneficio de San Faustino [...]".

Para 1784, en la Relación Geográfica que hiciera el Teniente de Justicia Mayor, Don Andrés Sánchez Cózar, al Rey Carlos III sobre la jurisdicción judicial y administrativa de la Villa de San Cristóbal, al explicar sus límites escribía: "Por el nordeste confina con la ciudad de La Grita, distante de esta Villa dos días, y la raya que es la Mesa de Laura, poco menos de un día".


En el título de creación de la parroquia eclesiástica de Táriba, en 1804, cuando el Obispo de Mérida y de Maracaibo, Mos. Santiago Hernández Milanés, al asignársele a esta nueva parroquia por límites, se hacía la siguiente referencia:

“Tomándose el paso real del río de la Villa, el Tormes, siguiendo todo el camino que gobierna hacia Capacho y Cúcuta, hasta el paso de la quebrada Zorca montes arriba, todo lo que abraza dicha quebrada desde su nacimiento con todos los sitios que encierra, que son: parte de Zorca, Peribeca, Caneyes, Boca, sitio de Táriba, Caña Vieja, La Laguna hasta la raya de Lobatera y La Grita, esto es por lo que mira a la parte de Poniente y Norte, y por la parte del Oriente y la Villa, al Sur, la quebrada de Machirí, de alto abajo, montes arriba, y aguas del río de la Villa hasta la Mesa de Laura […]”.





Red de carreteras del Estado Táchira (en rojo) para 1929. Se puede observar a la derecha la ruta de la carretera Trasandina siguiendo el curso del río Torbes y del antiguo camino real del s. XVII así como el sitio de La Raya, inmediato a la quebrada Mesera (azul) y donde estuvo la Posada de la Raya, a 1.754 m de altitud, visitada por el viajero británico L. V. Dalton en 1912 (Plano tomado de la Guía General de Venezuela, Estado Táchira, 1929. Reprducción con fines didácticos).


Para 1850, al delimitarse la nueva parroquia civil de Michelena, se referían al lugar como “Potrero que se encuentra en medio de los montes de Arcabuco, que divide al Cantón de La Grita y el de Lobatera”. 


El nombre actual deriva de una antigua casa ubicada junto al camino y propiedad del Padre José Francisco de la Estrella, quien fue cura interino de la Villa de Lobatera desde el 6 de septiembre de 1821 hasta el 1 de octubre de 1824 y posteriormente en 1825 cura párroco de la ciudad de La Grita hasta 1830.


Después de 1856, esta casa se tomó como referencia e hito en todas las leyes de división político-territorial del Estado Táchira, sustituyendo progresivamente la denominación "La Raya" por "el sitio de la Casa del Padre Estrella". Aún en la Ley de División Político-territorial del Estado Táchira de 2 de junio de 1953, se hacía referencia al sitio de Casa del Padre: “[…] del Pozo de los Morales en los nacimientos de la quebrada Pedregosa, de aquí a la laguna donde era la casa del Padre Estrella, de la laguna para abajo, sigue por la quebrada Guamala […]”.


Finalmente, llegamos al 23 de noviembre de 1961, cuando el Poder Ejecutivo del Estado Táchira, bajo la presidencia del Dr. Edilberto Escalante, un gobernante acucioso lector de la historia tachirense, comprendió la importancia histórica de este sitio. En consecuencia, ordenó por decreto la construcción de una columna demarcadora de límites en el sitio de la Casa del Padre Estrella, antigua "La Raya". 


Esta columna señalará el singular punto de confluencia de cuatro distritos y municipios: el Municipio Lobatera del Distrito Lobatera, Michelena del Distrito Ayacucho, Vargas del Distrito Jáuregui y Andrés Bello del Distrito Cárdenas. Se colocaron las respectivas placas identificadoras, de las cuales solo permanece la del Distrito Lobatera, instalada por su Concejo Municipal en 1965, por cuanto la antigua columna desapareció al ser remodelada en 1999 y las placas anteriores desaparecieron progresivamente al surgir nuevos municipios de los antiguos distritos colindantes en 1961.


Referencias


Imágenes: De la posada, del horno de La Raya y de la delimitación muncipal en Casa del Padre, Dr. Bernardo Zinguer, Retazos Históricos del Táchira (Grupo de Facebook).
Plano de carreteras de 1929 (Guía General de Venezuela, Fernando Benet, 1929).


Fuentes documentales

Archivo de la Arquidiócesis de Mérida, Sección Curatos, Legajo 10.964.
Archivo General de Indias. Expediente y cabeza de proceso con el auto por el cual se nombra al señor Juan Modesto de Méler como Visitador General de los naturales de Mérida, Pamplona, Vélez, Muso y Palmas, etc., Disposiciones de cómo hacer efectiva la Real Cédula de 1 de noviembre de 1591, Santa Fe, 23 de diciembre de 1654”.
Acosta Sierra, Clemente E., Distrito Lobatera, estudio geográfico-social de la zona, Imprenta del Estado, San Cristóbal, 1954, p. 14.
Archivo General del Estado Táchira, sección Decretos del Ejecutivo del Estado, 1961. San Cristóbal.
Benet, F., Guía General de Venezuela, ediciones Benet, Leipzig (Alemania), 1929, pp. 38-39.
Castillo Lara, L. Michelena y José Amando Pérez –el sembrador y su sueño- Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses No. 82, Caracas, 1982, p. 164.
Dalton, L. V. Venezuela, Fisher Unwin, Londres, 1912.
Mora, J. T. "Decreto de erección canónica de la Santa Iglesia parroquial de Lobatera" en “El Campesino”, periódico de Lobatera, de fecha 10 de diciembre de 1906 (Año VIII, Nº 28).
Ramón y Rivera, L. F. y Aretz, I. Informe del viaje a los Andes . Del 16 de diciembre de 1954 al 3 de enero de 1955. Editorial Instituto Nacional de la Cultura, Caracas, 1958, pp. 83-141.
Sánchez, S. Diccionario de Topónimos Históricos del Estado Táchira. Biblioteca de Autores y Temas Tachireses, Nº 207. San Cristóbal, 2018 (edición en cd).
Sánchez, S. Tesoros de la cocina tradicional tachirense, San Cristóbal, 2018 (edición en cd).
Solano, Francisco de, Relaciones Topográficas de Venezuela 1815 - 1819, pp. 220, 221 y 222: AGI, Cuba, 904ª.




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