miércoles, 14 de febrero de 2024

'Tachirenses', 'tachirensidad' y 'gochos': por una reconstrucción de la identidad cultural tachirense desde sus gentilicios | The key to Unlocking Ancient Táchira: 'Tachirenses', 'Tachirensidad' and 'Gochos', Proper Adjectives and Colloquial Nicknames for Tachiran People








El Táchira: un concepto, una historia, una realidad cultural 

Los tachirenses al cuestionarnos desde lo ontológico nos hallamos ante una paradoja o contradicción: a diferencia de lo que puede ocurrir en otras partes, una sola palabra no resulta completa para definirnos.
Por el contrario, nos encontramos ante una riqueza de categorías conceptuales –cuatro gentilicios y cuatro sustantivos de cualidad- cuyas definiciones, en cada uno de sus contextos, no son excluyentes, ninguna excluye a la otra. Esto es, ubicado cada gentilicio y sustantivo de cualidad en su contexto o campo de acción semántico y tiempo histórico, todos resultan huellas maleables de algo superior- que intentan expresar lo que somos los tachirenses, por qué somos así y cómo estamos siendo ahora.
Partiendo del principio que entiende la identidad no como algo aislado del ser sino como un modo y estilo, encarnados en las personas que la viven en sus formas y acentos y así la hacen coherente, plausible, y la transmiten -como un proceso humano y no meramente informativo-, para muchos de nosotros, "seres" tachirenses, el Táchira es más que un estado o entidad federal. Es una realidad cultural singular, única, una tautología lógica desde la primigenia expresión "el Táchira", por cuanto la no separación de esos términos gramaticales significa grandeza, orgullo y y elevación de ánimo, una verdadera impronta o marca personal porque el tachirense genuino piensa, dice y escribe: "soy del Táchira", no "de Táchira".
Por ello estas palabras -cual patrimonio léxico-, aquí estudiadas, nos ofrecen la oportunidad de comprendernos en lo intelectual, emocional y físico; desde la cadencia y la sonora musicalidad del habla hasta la fuerza telúrica que nos anima. Sólo quien vive en Los Andes, o ha visto la imponente majestuosidad de Los Andes, en palabras del eximio filósofo José Manuel Briceño Guerrero compartidas en enriquecedoras tertulias, de tiempos ya idos, puede comprender y dimensionar esa fuerza telúrica, que dimana de las entrañas de la misma tierra.
Es de allí, desde donde se debe iniciar cualquier proceso de intelección sobre el ser tachirense, sobre los tachirenses, reconocidos, con acierto, desde la antropología etnográfica y por analogía como «los vascos de Venezuela», por su trascendente espíritu, indómito y libérrimo, de apego a sus milenarias montañas y dedicación al trabajo arduo; un espíritu que alcanzó a marcar los tiempos de toda una nación y el cual bien se puede contextualizar -con sus fortalezas y fragilidades, de forma metafórica- en las palabras que coloca Goethe en Fausto, en una conversación con su alumno y fámulo Wagner, «Was ihr den Geist der Zeiten heisst, Das ist im Grund der Herren eigner Geist, In dem die Zeiten sich bespiegeln/Lo que llamas el espíritu de los tiempos es, en el fondo, el espíritu de la gente en quienes los tiempos se reflejan» [KAUFMANN, Walter Arnold, Goethe’s Faust, Bilingual edition, Anchor Books, New York, 1963, p. 143].

Al estar viviendo tiempos nublados para la transmisión generacional de la conciencia de lo que significa el ser y la identidad tachirense, que se solapan o relegan, en un mundo globalizado y en un país destartalado, los anteriores planteamientos quedaron expuestos en la conferencia «El ser ante la diversidad. La diversidad en las categorías conceptuales que definen el Ego sum tachirense. Análisis etimológico-histórico», dictada por el Prof. Samir A. Sánchez (Universidad Católica del Táchira), en el II Festival Filosófico, organizado por el Instituto Universitario Eclesiástico «Santo Tomás de Aquino», en Palmira, los días 13 y 14 de marzo de 2015, en el contexto del tema del festival «Identidad: en búsqueda de las raíces propias».

Ni sistemáticos, ni históricos, el orden de los términos explicados es puramente práctico, diríamos arbitrario. Tampoco son categóricos. Sólo se busca que el lector tachirense descubra su significado y sus relaciones desde los elementos que proporciona la deconstrucción de las palabras o desde la común claridad que nos da el orden gramatical (fonético-fonológico, morfológico y sintáctico). Asimismo se ofrece un léxico y su documentación para que con ellos encuentre las llaves de una mejor intelección y apropiación de su ser y de su tierra.
Sólo así, ese tachirense, ante el vendaval que le intenta doblegar, levantará en alto los valores ontológicos señeros inmersos en sus orígenes; cualificada herencia de las generaciones que le precedieron: una cabeza en su lugar para el correcto pensar; un corazón para tener fe, dar y amar, y unas manos –callosas- para el actuar.



La versión completa del trabajo, en archivo PDF, se puede descargar accionando en la pantalla el pequeño recuadro con flecha de salida [Pop out content] que se encuentra en el extremo superior derecho:






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La Trinidad anónima de Laguna de García: Revelación de un óleo académico del siglo XIX en el Táchira Eterno │ The Anonymous Trinity of Laguna de García: Revealing a 19th Century Academic Oil Painting in the Eternal Táchira.






Fotografía: José Ramón Chacón Duque (2025).



Tesoros ocultos del Táchira Eterno

En nuestro permanente interés, desde Proyecto Experiencia Arte (2012) y su versión en inglés, Táchira Heritage (2024), por dar a conocer la herencia cultural del Táchira, en alto riesgo de desaparecer, a menudo, en los rincones más recónditos y serenos de la geografía andina tachirense, como lo es la Casa Cural de Laguna de García en el Municipio Uribante, vemos que se ocultan tesoros de incalculable valor artístico cuya maestría y expresividad rivalizan con las piezas custodiadas en los grandes museos del mundo. Es el caso de una pintura al óleo que no es solo una imagen de fe, sino una revelación del arte académico de finales del siglo XIX, un destello de técnica y devoción que se alza como patrimonio pictórico irrepetible y orgullo del Estado Táchira.

La obra, de autor anónimo, y quien siguió los aspectos dogmáticos definidos en el credo niceo-constantinopolitano (concilios ecuménicos de Nicea y Constantinopla) de los años 325 y 381 de nuestra era, nos sumerge en una escena de profunda majestad, ejecutada con un naturalismo virtuoso que da vida a lo divino. Sobre un trono escaño con escabel de noble sencillez, se asienta la Santísima Trinidad. Dios Padre y el Hijo se revelan en formas antropomorfas, mientras que el Espíritu Santo, una paloma natural y haz de luz, corona la celestial asamblea. La composición se envuelve en una mandorla de gloria, un círculo de nubes etéreas y serafines que vibran con el fulgor de lo eterno, elevando al observador, en lo espiritual, a posicionarse ante una escena y una esfera de esplendor místico.

El marco o cañuela (como le llamaban nuestros nonos) es de madera y diseño lineal neoclásico, de perfiles sencillos redondeados y molduras de líneas rectas. De color azul pálido con borde interior en tono dorado, muestra pérdidas de material, astillas y daños producto de la antigüedad.





La iconografía se carga de una intimidad conmovedora: Padre e Hijo se encuentran unidos por la diestra del Padre, un gesto que simboliza, en la religiosidad católica, no solo su unidad de esencia sino también un pacto de amor y gobierno universal. Sus vestiduras reflejan su autoridad compartida: una estola de oro cruzada al pecho, emblema de la soberanía del Padre y del sacerdocio eterno del Hijo, quien, además, sostiene una férula ceremonial, cetro de su realeza cristológica. La calidad en el tratamiento de los ropajes y las facciones, reflejo de la técnica académica, convierte cada pliegue y cada mirada en un acto de devoción visual.





Un llamado a la custodia del legado

El valor artístico de este óleo trasciende lo estético o plástico. Es la memoria histórica y la expresión de fe de una comunidad que atribuyó, su origen, por tradición,a un presente de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, a la antigua capilla de Laguna de Garcia de fines del siglo XIX. Por ello, su conservación no es una opción, sino un imperativo cultural. Cualquier intervención en esta obra, sea para limpieza o restauración, debe ser confiada exclusivamente a manos de personal especializado. La delicadeza del soporte, la antigüedad de los pigmentos y la especificidad de la técnica del siglo XIX requieren un conocimiento experto, pues una acción no cualificada podría dañar irreversiblemente esta joya. Proteger y restaurar este lienzo, además de conocerlo y valorarlo, es salvaguardar una porción del alma cultural del Táchira.